¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

jueves, 7 de julio de 2022

Ideología de Género: nuestras grietas

Entre las decenas de temas políticos, sociales y económicos que ocupan a la población, hay asuntos urgentes o no tan urgentes, importantes o de poca importancia, estratégicos o tácticos, de interés para unos pocos o los que atañen a gran parte de la sociedad.

Desgraciadamente, los temas importantes, pero no urgentes, suelen posponerse hasta que se convierten en crisis. Ese es el caso de la ideología de género. Un tema que afecta a más de la mitad de la humanidad y que claramente es importante. Uno que se ha presentado por milenios. Y por esa combinación de lo importante pero que no es urgente, se ha venido posponiendo hasta que se está convirtiendo en un conflicto social.

Afortunadamente, el tema empieza a ser tratado desde el ángulo de la escucha y el diálogo en vez del ataque que ha suscitado esta ideología por parte de algunos o la indiferencia por parte de otros. Desde el campo de lo religioso, pensadores destacados como Hector Sampieri proponen un método de diálogo que tiene como base establecer puentes y ubicar grietas en la argumentación de esta ideología. Con bases sólidas que van desde la antropología hasta las técnicas del coaching, este autor busca el diálogo entre proponentes y opositores de dicha ideología.

Pero, para que haya un diálogo profundo, hay que reconocer no solo las grietas en la argumentación de los que proponen la ideología de género sino también las grietas de quienes se le oponen a dicha ideología. Que van desde los que opinan que “antes estábamos mejor”, pasando por los que piensan que “no es para tanto”, hasta los que reconocen que hay una “deuda histórica a la mujer”, como dice Sanpieri.

El punto más fuerte de esta argumentación es rechazar la confrontación entre hombres y mujeres, entendiendo que somos diferentes pero complementarios. Lo cual tiene lógica, y está basado en argumentos biológicos, antropológicos y hasta religiosos. La dificultad del asunto es doble: decidir en qué nos complementamos y en qué somos igualmente aptos, así como quien decide esos roles, por un lado; y cuál es el aprecio social de quien tiene el papel principal y cuál el del que es complementario.

Porque eso siempre ha existido. Un ejemplo entre muchos: la tarea del médico es complementada por la de la enfermera. A principio del siglo XX, era raro que hubiera médicas, y el papel femenino se asignaba a la enfermera. Y, correspondientemente, el mayor prestigio se asignaba al médico, así como una remuneración superior. Hoy, que tenemos enfermeras con grados de maestría y doctorado, su prestigio y remuneración sigue casi igual. ¿Quién decidió que el cometido complementario fuera el de la mujer?

Este papel se repite por miles de millones de casos en la familia. El hombre es el sostén económico del hogar; la mujer complementa ese papel del hombre. Y, por supuesto, en esta época del Homo Economicus, quien más aporta tiene el papel importante. Y cuando en alguna familia el hombre solo complementa el sostén del hogar, es visto con desprecio, como el “mantenido”. A la mujer se le asigna la virtud de la abnegación, es la que se sacrifica por el bienestar de todos en la familia, la que se hace chiquita para servir a todos. Y al hombre se le asigna el papel dominante, el de las decisiones, el de los derechos. Y cuando no es así, a veces la misma mujer oculta el hecho. Otro tema: la mujer es la responsable de la educación de los hijos, de su cuidado diario, mientras que el hombre tiene un rol periférico, porque tiene “cosas más importantes que hacer”. Y los ejemplos se multiplican casi hasta el infinito. Y antes de que usted me cuestione, le reconozco que así sigo siendo yo en estos temas que critico, a pesar de que entiendo que no es lo correcto.

Esta situación tiene que cambiar. Debemos que reconocer que hombres y mujeres somos iguales en dignidad y valía. Que debemos tener la misma remuneración y tener acceso a los mismos niveles de autoridad, basado en nuestras capacidades. Que se nos debe permitir ocupar los mismos niveles de mando. Que hombre y mujer debemos ser consultados por igual en las decisiones importantes.

Un gran tema: ¿Estamos dispuestos a aceptar un enfoque de complementariedad, no de superioridad ni de imposición? Necesitamos trabajar por un enfoque de complementariedad activa, no impuesta, por una igualdad de fondo en lo esencial. Y si logramos que esto ocurra en este siglo XXI, habremos hecho una buena tarea.

Antonio Maza Pereda