¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

lunes, 26 de diciembre de 2016

2016: año de sorpresas

       

Un año curioso, el 2016. Un año de sorpresas políticas, en México y en el extranjero. Sorpresas que nos hacen comprender que las interpretaciones que hacemos de la sociedad, la política y sus procesos no son necesariamente acertadas. Y esto es muy bueno: necesitamos entendernos cada vez mejor a nosotros mismos, para poder operar  cada vez mejor en sociedad.

Este es estrictamente un artículo de  opinión y rigurosamente personal. No pretendo tener mejor interpretación que otros articulistas que tratan estos temas. Es mi visión personalísima y acepto de entrada que puede estar equivocada. Con esa advertencia, la ofrezco a su juicio y la pongo a debate, con la esperanza de que  de la discusión surja algo de luz.

La primera sorpresa fue la aceptación de la propuesta de que el Reino Unido abandone la Unión Europea, conocida como BREXIT. Los dos partidos políticos mayores apoyaron la permanencia del país en la Unión Europea, la prensa votó mayoritariamente en contra de salirse, las encuestas pronosticaban permanecerían en el tratado. Pero, por una escasa mayoría, se votó por salir. Los razonamientos, la mercadotecnia política, la influencia de la prensa y la maquinaria de los partidos no dieron el resultado que se esperaba. Y las encuestas fallaron lamentablemente.

Después, la derrota del PRI en la gran mayoría de las gubernaturas en las que compitió. También en contra de lo pronosticado por los politólogos, encuestadores y a pesar del apoyo de prensa y televisión de las localidades y en muchos casos en los medios nacionales. Tan sorpresivo que el propio partido Acción Nacional no lo podía creer. El dinero gastado en las campañas tampoco fue suficiente para convencer a la ciudadanía.

A continuación, la derrota el tratado de paz en Colombia, puesto a consulta en referéndum. Los medios, las encuestas y los expertos de nuevo fueron incapaces de pronosticar una derrota, a pesar del hecho incontrovertible de que Colombia ha sufrido muchísimo en esa que ha sido la  guerra de mayor duración en la historia de América y era de esperarse que la ciudadanía ya estuviera harta de la violencia y que aceptaría prontamente esta oportunidad de limitarla.

Y, por supuesto, el triunfo de Trump. Expertos, prensa, medios, encuestas fallaron una y otra vez para entender el mecanismo que le dio la victoria primero en el Partido Republicano y después en la contienda por la presidencia.

¿Qué pasó? Las explicaciones de comentaristas y expertos no resultan suficientes. Es importante entender por qué se dan tantas excepciones al interpretar esos temas. Los mecanismos de control y de manipulación de la ciudadanía usados por la clase política están siendo inútiles. Y, como en otros casos, la clase política no entiende que no entiende.

No por falta de explicaciones. Que hay un cambio generacional. Pero, al parecer no está operando como se esperaba. Hoy en proporción la población madura y de tercera edad sobrepasa a las nuevas generaciones en número de votantes y sienten que han sido olvidados por la clase política. Han votado en contra de Clinton en EEUU y a favor del BREXIT, en Inglaterra. En México y en Colombia no hay suficientes estadísticas para construir una interpretación en este sentido. 

Otra interpretación: el poder de influencia de los medios tradicionales es cada vez menor. Periódicos con una larga historia de “guiar· a la opinión pública”, están cerrando por tener menos y menos clientela. Su entrada a los medios modernos ha sido torpe y muchas veces contraproducente: claramente siguen sin entender que el juego es otro. Eso, sin tomar en cuenta que cada vez es más claro que no son imparciales en aspectos políticos y sociales.

Una explicación aventurada pero no depreciable: la entrada de nuevos actores en esta arena. Los grupos pro-vida y familia en EEUU y México podrían haber inclinado la balanza de forma decisiva a favor de Trump y en contra del PRI, respectivamente. La diferencia probablemente se debe a un acuerdo de estos grupos por encima de sus obvias diferencias religiosas y organizativas. Al parecer han encontrado un terreno común y mecanismos de colaboración eficaces.

En mi opinión, la explicación de fondo es el imparable desprestigio de la clase política en la mayoría de los países. Los políticos son vistos con desconfianza en el mejor de los casos y como beneficiarios de la manipulación de la democracia, en el peor de los casos. El triunfo de Trump puede deberse a que logró distanciarse de la clase política, verse como ajeno al sistema y traer ideas nuevas. Y algo así continúa  haciendo, al traer personajes “poco políticos” a su gabinete: militares, empresarios y miembros de la sociedad civil. En México es claro que los que derrotaron al PRI en diversas elecciones lo hicieron presentándose como ajenos al sistema político tradicional. Por esas razones en ambos países el dinero, la experiencia, la organización de la clase política no fue suficiente. Y en el Reino Unido, los proponentes de la salida de la Unión Europea vinieron de partidos en minoría o de las minorías de los partidos tradicionales.


Tras todo esto, en mi opinión, hay un tema muy esperanzador. La ciudadanía, al menos en parte, está cambiando para bien. Razona más, es más crítica y se da cuenta de cuando la están tratando de manipular. Y tiene medios para influir y comunicar su descontento. Las redes no solo le dan los instrumentos sino también un nuevo sentido gregario, que hace que los temas candentes se vuelvan “virales” en tiempos record. Hay en esto una gran esperanza. La ciudadanía puede recuperar su papel que nunca debió de dejar: de ser la mandante y librarse del yugo de los mandatarios. Habrá que ver si esta tendencia se continúa en 2017. Por el bien de todos, ojalá sea así.

Constitución CDMX: gran desconfianza


Ya se ha  hablado en muchos medios y de muchas maneras sobre los eventos con los que  se pretende modificar el estado constitucional de la Ciudad de México. A espaldas de la sociedad se eligió un grupo de autonombrados “notables”  para redactar un proyecto de constitución, excluyendo a todos los que podrían haber opinado y que no son de izquierda e incluso a algunos izquierdistas. Ahora que se empiezan a ver algunos temas en público, empieza a haber rechazos y se pretende festinar la aprobación mediante un plazo fatal: emitir la nueva constitución el 5 de febrero de 2017 para que coincida con el centenario de la Constitución del 1917. Aunque no se haya logrado un pleno acuerdo, aunque tenga puntos dudosos o sin que haya acuerdo. El plazo, al parecer, es lo que importa a estos “notables”. Y para asegurar su aprobación con mínimas discrepancias, crearon  un comité redactor absolutamente faccioso.

Ahora viene el Congreso Constituyente que solo en parte emana de una elección y otra parte fue asignado a partidos políticos, al Gobierno Federal y al Gobierno de la Ciudad. Otra vez, dando el poder, al menos en parte,  a grupos que operan a espaldas de la ciudadanía.

En esta semana, en unos días se discutirá la Carta de Derechos. Los autonombrados “notables” esperan enmendarle la plana a las declaraciones en este tema a las Naciones Unidas con derechos novedosos (como el derecho a la satisfacción sexual y a colapsar la Ciudad) y haciendo a un lado los derechos a la propiedad privada, al libre tránsito, al libre emprendimiento, por poner algunos. Completamente ausentes están los deberes correlativos de la ciudadanía y las obligaciones del Gobierno de la Ciudad.

Y, por supuesto, tras este galimatías está la implantación forzosa de una ideología, con exclusión de toda otra posible opinión. O sea, se está vulnerando por la vía constitucional las opiniones que puedan tener otros grupos y personas. El derecho a la libre opinión y a la difusión de las ideas será coartado en nombre de lo “políticamente correcto”. Evidentemente, no es un tema que haya entusiasmado a la ciudadanía. Los propios habitantes de la CDMX ven al tema como un asunto de la clase política, la que ha demostrado en gran cantidad de ocasiones que ocupa el último lugar en los sondeos de confianza ciudadana.  Y la ciudadanía del resto del país está aún más ajena al asunto. Para el ciudadano normal, las nuevas leyes y constituciones le provocan una enorme desconfianza. Poco bueno podemos esperar de ellas y, dada la inmensa impunidad que padecemos, las sabemos perfectamente inútiles. Además de que, si la historia es alguna guía, sabemos que las constituciones en nuestro país son violadas sistemáticamente y reformadas abundantemente, de manera que ya hemos perdido la cuenta de cuantas veces se ha enmendado la Constitución de 1917.

Todo esto nos podría llevar a tratar el tema como uno de interés local o un tema intrascendente. En realidad, su importancia para el país es otra. El proyecto de Constitución es el modelo que seguiría una parte de la Izquierda si llegan a gobernar el país, cosa que no es imposible.


Bueno, puede que me equivoque. Soy solo un ciudadano que expresa sus opiniones antes de que estos políticos me quiten este y otros derechos. Y sospecho que así creemos muchos ciudadanos. Lo bueno es que no hay que creerme. Hay una solución. Propongo a los “notables” que sometan la Constitución a un referendo. Veamos si la ciudadanía está encantada con esta Constitución o si la rechaza. No necesitamos de largas disquisiciones ni debates. Esto nos daría a todos la certeza de que la Constitución refleja el sentir de la ciudadanía. Aunque no acabemos a tiempo para el centenario de la Constitución de 1917.

domingo, 11 de diciembre de 2016

La educación, un desastre


Cada poco tiempo, nos  vuelven a recordar que estamos en uno de los peores lugares en la educación entre los países de la OECD, gracias a la prueba del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA por sus siglas en inglés). Dado que es una evaluación independiente, es tomada muy en cuenta para ver el avance de nuestros estudiantes y, en consecuencia, de nuestro sistema educativo.

Como se ha vuelto costumbre, volvimos a ocupar los últimos lugares en las habilidades básicas de matemáticas, lectura y  ciencia. También ocurrió el acostumbrado torneo de críticas y evasivas, en redes sociales y medios tradicionales. La imputación más frecuente fue al Secretario de Educación, a los distintos grupos magisteriales y, como era de esperarse, se usó el magro resultado como una demostración de lo insuficiente de la Reforma Educativa.

¿Qué tan justas son estas críticas? ¿Qué tan acertadas son las evasivas? En términos generales, creo que ambos lados se quedan cortos. El tema se ha vuelto un proyectil que puede arrojarse al enemigo político, sin que nadie sienta la necesidad de proponer maneras de aumentar nuestra eficiencia educativa. No se ve un análisis a fondo fuera del sobado “pónganse a trabajar” y el novedoso “déjennos el futuro a los niños”, que podría discutirse ampliamente.

En particular vale la pena revisar la idea de que esto es una crisis y que hay que atenderla rápidamente. Suena lógica. Lo que no hay es una guía de ruta. La exhortación es a hacer algo, pronto y bien. Pero, ¿qué? La realidad es que la mejora de la educación no ocurrirá rápidamente. Y mientras sigamos atorados en temas políticos, menos. El tema del manejo sindical del profesorado, sigue usando los criterios corporativos de “los gobiernos emanados de la Revolución”, tratando de tener control político de varios millones de maestros y sus familiares.  Y eso ya no funciona.

El problema, en mi opinión, es que la educación es del tipo de tema qué, siendo extremadamente importante, nunca ha sido visto como urgente. Es algo que no da resultados rápidos y, por lo tanto, no puede ser mostrado como resultado de una administración. Y a nuestros políticos les gustan los resultados rápidos y vistosos, que son los que pueden ayudar electoralmente. Es el tipo de temas en donde los resultados tardan años de crearse y medirse. Al muchacho que entra hoy a la educación preescolar, tardaremos 15 años para ver si verdaderamente quedó preparado para para ser un buen ciudadano, capaz de contribuir a la sociedad y de actuar en el mercado laboral de manera que pueda generar riqueza al país. Mientras tanto, podremos medir si memorizó, si puede resolver problemas, si entiende lo que lee. Pero la adquisición de hábitos sociales y de aprendizaje está por verse.  Mediremos su actividad; y solo cuando egrese del sistema, podremos medir  los resultados.

Hay otros temas de fondo que revisar. A lo que estamos llamando educación en realidad es solo instrucción. La educación incluye la formación de valores, la forja del  carácter, el desarrollo de la posibilidad de formar convicciones propias. Y eso, usted perdone, no es lo que propicia nuestro sistema educativo. Solo da instrucción y lo hace mal, como lo demuestra la multicitada prueba PISA.

Nuestra Constitución, en su artículo 3º dio en la práctica un monopolio casi total del Estado sobre la Educación, sujetando a la educación privada a ser supervisada y vigilada por los burócratas de la educación. Se siguió el modelo de los regímenes totalitarios y los teóricos del control del Estado sobre la población. Al auto asignarse la educación, estos estados buscaron y buscan tener a una ciudadanía que no tenga elementos para cuestionar al Ogro Filantrópico que describió magistralmente  Octavio Paz.

Pero lo peor fue que la población, las familias, aceptaron el modelo y no se  cuestionó ni se trató de complementar sus deficiencias. Lo padres más conscientes se aseguraron de que los hijos hicieran lo que se les decía en la escuela. Los menos conscientes, abdicaron su responsabilidad en profesores y autoridades, sin cuestionar los resultados. Y al desaparecer los exámenes, la mayoría de los padres de familia supusieron que las autoridades sabrían lo que hacían. Los pocos que estaban en desacuerdo no protestaban por temor a causarles problemas a los hijos.

Una minoría trató de dar una educación privada a sus hijos y hoy se dan cuenta, a causa de las pruebas PISA, de que pagaron por la educación dos veces: una con sus impuestos y otra con cuotas a escuelas privadas que, de acuerdo a esas pruebas, no mejoran la capacidad de sus hijos. Como dijo Macario Schettino: el sistema ha logrado unificar la educación en México: es igual de mala en todos los niveles socioeconómicos.

El tema ha sido enfocado mal desde el principio. La educación es un tema multifactorial. No se resuelve regalando tablets, creando escuelas de elite., evaluando a los maestros y corriendo a los malos. No se puede mejorar si los padres de familia siguen convencidos de que el Gobierno es el principal responsable de la educación y el único que tiene que opinar, porque nos está haciendo el favor de educar a nuestros hijos. Hay que romper con estructuras de poder políticas, convencer a los padres de responsabilizarse de la educación,  darles  prestigio y relevancia social a los maestros y remunerarlos de acuerdo a ello. Como han hecho Singapur, Korea, Finlandia y otros países campeones en este tema. Y, lo siento mucho,  pero no será rápido. Porque es un cambio social y de valores muy profundo. Razón de más para que empecemos lo antes posible. Porque este es nuestro problema más importante.

domingo, 4 de diciembre de 2016

Sí, todavía hay clases


En los últimos días, entre las noticias de las primeras acciones de Trump y los homenajes a Castro, se dieron dos noticias nacionales que invitan a reflexionar. A pensar en serio.

Estábamos a duras penas digiriendo la noticia de que nuestros diputados federales se habían asignado “en lo obscurito” como de costumbre, un aguinaldo de 500,000 pesos (libres de impuestos, es de pensarse) cuando se anunció como un gran triunfo el aumento de los salarios mínimos, el mayor en muchos años, el cuál será de 80 pesos diarios.

La desproporción es enorme. 500,000 pesos equivalen a 6250 días de salario mínimo, unos 17 años de ingresos de un trabajador que gana el mínimo legal. Y eso es el aguinaldo. Supongamos que el aguinaldo es el 25% de la percepción anual de un diputado: en tal caso el diputado estará ganando anualmente el equivalente a 68 años de ingresos de un trabajador de salario mínimo o 204 años de esos salarios mínimos en sus tres años de gestión. Evidentemente, nuestros legisladores siguen creyendo firmemente que hay clases. La clase de los que se merecen todo y las que no merecen un mejor nivel de vida.

Aquí no se trata de hacer demagogia. Si los 400 diputados no cobraran nada y su salario se repartiera equitativamente a toda la población, alcanzaría para dar poco más de seis pesos al año a cada uno. Nada que nos saque de pobres. El tema de la desproporción es lo importante. En tiempos de recortes de gastos y de personal, de limitación de recursos para gastos básicos, de retraso del pago a los proveedores del Gobierno, el hecho de que los que deberían representarnos mantengan ese tren de ingreso, es una pésima noticia. Aunque todo se haya hecho legalmente, si bien a escondidas de sus representados.

El otro tema, el de más fondo, es lo escaso del salario mínimo. La COPARMEX pedía un  aumento mayor, no mucho, pero lo suficiente para mandar un mensaje a la sociedad: no podemos seguir así. No podemos aceptar la solución muy a la mexicana diciendo  que, de veras, ya casi nadie gana el salario mínimo. Excepto jornaleros y trabajadores del campo. O los meseros, gasolineros y otros muchos que reciben sus salarios mínimos y se “acompletan” con las propinas. 

De acuerdo con el Reporte del Desarrollo Mundial del Banco Mundial, la línea de pobreza está establecida en 2 dólares de 2005 por persona. Con una inflación mundial muy baja, estaría entre 2.30 o un poco más en este año. Pero dejémoslo en 2 dólares al día por persona. Nuestro nuevo salario mínimo de 80 pesos equivale a 4 dólares al día, dependiendo de la especulación diaria. O sea, que una familia de cuatro personas, si tiene dos empleados  de salario mínimo, estaría exactamente en la línea de la pobreza. Con un solo empleado de salario mínimo estaría aún más lejos de esa línea. Vergüenza nos debería dar presentar como un triunfo ese nuevo y mejorado salario mínimo, uno que no rebasa la línea mundial de la pobreza. Y que solo  alcanza si padre y madre, más alguna aportación de los hijos, contribuyen a rebasar esa línea.

Pese a todas las afirmaciones demagógicas, pese al hecho innegable de cada vez hay más clase media, es un hecho que todavía aceptamos ingresos muy elevados para la “clase política” pagados por los impuestos de todos, incluso de los que ganan el salario  mínimo o menos que pagan los impuestos al valor agregado de su escaso consumo.

¿Cuándo despertaremos? ¿Cuándo nos pondremos a pensar en serio en soluciones reales, no demagógicas, no electoreras, no transitorias para este tema de la reducción radical de la pobreza? Tenemos en México excelentes técnicos en economía y desarrollo, que hasta nos “piratean” los organismos internacionales. Hay con quién plantear soluciones, Lo que falta es que este sea un tema para la mayoría y sobre todo para los que no somos pobres. De una clase política que sin el menor pudor se “sirve con la cuchara grande”, no es de esperarse que nos vengan las soluciones.

miércoles, 26 de octubre de 2016

Revelaciones del debate Clinton-Trump

                                  

El último debate de Hillary Clinton y Donald Trump, probablemente, fue el más interesante. Empujados por las preguntas del moderador, ambos trataron temas que habían evitado muy cuidadosamente. Ahora los campos están mucho más definidos y el votante de Estados Unidos tiene mejores conocimientos para elegir.

La señora Clinton había evitado definir durante los debates su postura hacia el aborto. No que fuera ningún secreto, pero no es lo mismo decirlo abiertamente en un evento que se calcula que tuvo una audiencia de 100 millones de votantes. No es casual que no lo haya abordado anteriormente, porque sabe bien que una parte importante del electorado no comparte sus puntos de vista sobre este tema. Además, al tratar de atraer a votantes tradicionalmente republicanos pero opuestos a Trump, esta posición puede provocar más abstenciones que adherentes. Y ella no se puede dar el lujo de ignorar a los indecisos ni a los republicanos descontentos.

La respuesta de Donald Trump sobre el tema del aborto fue clara, pero al mismo tiempo con una fundamentación muy débil. Atacó al aborto apoyándose en la crueldad del procedimiento de “nacimiento parcial”. Lo cual deja en el aire que la verdadera fundamentación de los oponentes al aborto es sobre el hecho de que se trata de una persona humana a la que se está suprimiendo. Si se matara al feto cuidadosamente, evitando la crueldad, de cualquier manera seguiría siendo un homicidio, de acuerdo a las creencias de los movimientos pro vida.

Era de esperarse ese tipo de respuesta por parte de la señora Clinton. En toda su trayectoria, ella se ha apoyado en el concepto de la libertad de la mujer para escoger,  como la razón para defender el aborto. Y a pocos días de haber recibido una donación importante en un homenaje por parte de la organización Planned Parenthood, era de esperarse que no cambiara de posición y que se viera obligada a renunciar a su estrategia de no mencionar su postura frente al aborto.

Más compleja fue la revelación de Donald Trump. Al decir primero que no diría si reconocería los resultados de las elecciones, y decir pocos días después que sólo las reconocerá si las gana, hizo evidente en los que muchos ya sospechaban: que no tiene una postura realmente democrática  y está aprovechando el sistema democrático para empujar una agenda autoritaria. Muy del estilo de algunos empresarios que creen que la autoridad del director general es incuestionable. Algo que muchos ya habían denunciado al observar sus actitudes y sus argumentos, pero que él  había tratado de ocultar jugando con la careta del  creyente en la democracia.

A ambos le hacen daño estas revelaciones. Por eso se habían cuidado de no dejar claras sus posiciones, sobre todo en un evento tan esencial para los votantes como son los debates. En otros campos sus posiciones eran mucho mejor conocidas. El asunto de la libertad de adquirir y portar armas de fuego, estaban claramente establecidas. Algo similar ocurrió con el comercio internacional, los tratados, el proteccionismo, los impuestos, la relación con México y otros temas más. Estas últimas revelaciones lo que hacen es dejar claro para el votante por quien va a votar.

La alternativa es, en realidad, decidir quién es el peor para el país y votar para minimizar los males que entre ambos le pueden traer. Posiblemente, la salida más lógica sería votar de manera que el Congreso pueda ser un contrapeso eficaz contra cualquiera de los dos que sean seleccionados. Esto hace la decisión mucho más compleja. El que va a votar la señora Clinton pensando que es el mal menor, debería votar por senadores y representantes que se opongan a sus posiciones y lo mismo tendrían  que hacer los que van a votar por el señor Trump pensando que es el menor de los males. Dada la situación, la abstención no es una opción, aunque el discurso de ambos candidatos pudiera inclinarlos a seguir ese camino.

La elección se decidirá mayormente mediante una decisión apoyada en la jerarquía de valores de los estadounidenses. Si se piensa que la defensa de la democracia es más importante que la defensa de los bebés no nacidos, el votante elegirá a la señora Clinton. Los que piensan que la defensa de los bebes  por nacer es más importante que la democracia, votarán por el señor Trump.
¿Por qué habría de importarnos a ustedes y a mí, amable lector? Por supuesto, por la fuerte influencia y capacidad de presión de la presidencia de los Estados Unidos hacia las autoridades mexicanas, de todos los signos políticos. Y también, de una manera mucho más cercana porque como yo, muchísimos mexicanos tenemos parientes y amigos en los Estados Unidos, algunos legales y otros ilegales.

Ojalá el electorado estadounidense tenga la sabiduría para salir de este terrible dilema en que los ha puesto la clase política. Es muy posible que no se encuentre una solución buena, y que haya que aceptar la menos mala y habrá que encontrar maneras de seguir como sociedad enfrentando los resultados de una mala decisión. A mediano y largo plazo, la solución es evitar la cómoda posición de dejar en manos de los políticos la conducción del Estado. En México, como en Estados Unidos y sospecho que en el resto del mundo, los ciudadanos tenemos que inconformarnos, formarnos, y organizarnos para diseñar nuevas maneras de participación ciudadana que eviten la dictadura de los partidos y de la clase política.

                   

domingo, 16 de octubre de 2016

Ya se nos olvidó la educación


Después de muchas semanas donde el tema de los maestros estuvo en el "ojo del huracán", poniendo en las primeras planas los bloqueos, la cancelación de clases, las declaraciones en uno u otro sentido e incluso las amenazas del sector privado de negarse a pagar impuestos, el tema ha dejado de ser el foco de la atención de la ciudadanía.

Por supuesto, hay un natural cansancio cuando un tema se repite una y otra vez sin agregar nada nuevo de contenido. Lo que ocurrió en este caso. Una vez que la mayoría de los profesores regresaron a dar clases el asunto dejó de ser noticia. Tal pareciera que lo esencial es que no hubiera conflicto, aunque no se hayan hecho algunas de las cosas necesarias para que la educación del país mejore.
Porque queda mucho por hacer. Decidir en temas de corto plazo es importante, pero mucho más es ver un horizonte amplio. ¿Qué clase de egresados serán los niños que hoy entren a la escuela primaria? Si no empiezan a cambiar contenidos, programas, capacitación de docentes, y mejora de las condiciones mínimas de las escuelas, nos encontraremos con que los egresados a nivel secundaria dentro de nueve años no serán muy diferentes de los que hoy están egresando.

Se han anunciado y llevado a cabo parcialmente algunas medidas. Evaluar a los maestros, lo cual generó una gran resistencia. Posiblemente por el modo como se manejó por las autoridades que empezaron la implementación de la reforma y también por un enfoque sensacionalista de los medios que culpabilizaron a los docentes de todos los males de la educación. Se mejoraron algunas escuelas, se implementaron algunas escuelas de elite, se repartió una buena cantidad de tablets. Medidas interesantes, pero parciales. Se extraña un enfoque sistémico. La mejora de la educación no puede hacerse a pedacitos.

Todo esto ocurrió y sigue ocurriendo con una mínima consulta a familias y docentes. Ha habido una fuerte repulsa a los contenidos orientados a la educación sexual y la respuesta ha sido la descalificación, en lugar de dar seguimiento y escuchar las inquietudes de los que están en desacuerdo. Que nadie sabe en realidad si  son mayoría o no, pero aún si fueran una minoría deberían ser escuchados y atendidos. Claramente la clase política sigue sin entender que cada vez es más difícil ser autoritario e imponer sus puntos de vista supuestamente basados en "las necesidades de las grandes mayorías".

Pero, por otro lado, también hay que señalar que una vez que expresan las opiniones, que se hacen manifestaciones concretas para pedir modificaciones en todo el sistema educativo, se olvida que eso no debe ser todo. Marchas y manifestaciones no son más que el principio. Sirven para expresar el descontento, para presionar a las autoridades, pero también deberían de servir para concientizar a la ciudadanía de la necesidad de participar, de contribuir y de opinar con propuestas concretas que vayan más allá de la protesta. Qué bueno que haya grandes concentraciones, qué bueno que haya pliegos petitorios. Pero también es necesario que haya propuestas concretas que puedan oponerse y debatirse con otras propuestas. Propuestas bien armadas, con argumentos convincentes y sustentados de la mejor manera posible.

Este no es un tema que esté ocurriendo nada más en México. En todos los países hay disconformidad con los resultados de los sistemas educativos. El año pasado, el Foro de Davós publicó un estudio abarcando un centenar de países en el cual se demuestra que en países de todos los niveles de desarrollo, no están teniendo los contenidos educativos que necesitarán los niños del siglo XXI cuando lleguen a ser adultos. Obviamente, esto es más grave en los países de bajo nivel de desarrollo, pero también ocurre en los países más poderosos. Aparentemente, no es cuestión de dinero nada más. Los contenidos y los métodos educativos han cambiado poco desde el siglo XX y algunas cosas desde antes. Una educación que no atiende las necesidades de la población, es bastante inútil. Enseñar habilidades que ya no se necesitan y dejar a las empresas la tarea de complementar la educación, de manera que las personas pueden trabajar de una manera adecuada, es la falla más mencionada en ese estudio.

Y el tema no termina con la capacitación para el trabajo. El propio Foro de Davós señala la necesidad de incorporar aspectos culturales, de ciudadanía, y otros conceptos que tienen que ver con la vida más allá del mundo del trabajo. Porque no se trata nada más de formar buenos trabajadores. Hay que formar buenos ciudadanos, hay que formar gente decente, como decía uno de mis maestros más apreciados.

Y todo esto sin perder de vista los derechos de las familias a formar a sus hijos de acuerdo a sus creencias y valores. El Estado no puede, no debe imponer ideologías que las familias no aprueben. Y hay que hacer conciencia en las autoridades políticas y educativas sobre este punto fundamental.
En fin, que hay mucho por hacer. Es un tema de muy largo plazo. Algunos cínicos dicen que no se resolverá del todo hasta que se retiren los profesores que actualmente tenemos. Me parece exagerado, pero es cierto que hasta que no haya cambiado de una manera fundamental todo el sistema educativo, y se haya tenido la constancia de mantener el esfuerzo por 20 o 30 años, no tendremos resultados como los que necesitamos.


Vale la pena que nos preguntemos padres de familia, docentes y ciudadanía en general sí estamos dispuestos a hacer este esfuerzo de largo plazo, para no quitar el dedo del renglón y a aportar ideas, sugerencias, y también nuestro mandato a nuestros mandatarios. Desde el primero hasta el último.

sábado, 8 de octubre de 2016

Colombia: ¿Justicia o misericordia?

                                                          

Sin duda una gran sorpresa. Después de muchas décadas de guerra entre el gobierno colombiano y la guerrilla, finalmente se llega a algunos acuerdos. Éstos, firmados preliminarmente en La Habana, son puestos a consulta en un plebiscito y rechazados, por una pequeña diferencia de votos.

Aparentemente, una parte mayoritaria de los colombianos no está dispuesta a aceptar la paz a cualquier costo. Posiblemente los negociadores confiaron en el cansancio del pueblo colombiano y supusieron que aceptarían cualquier arreglo, con tal de tener la paz. Aparentemente, la realidad es diferente.

Claramente, la diferencia no es en cuanto a lograr una paz o seguir en guerra. La diferencia está en los contenidos de los arreglos para la paz. Particularmente, parece como que se dará un perdón generalizado por todos los crímenes cometidos por ambos bandos. A una buena parte de la población le parece que esto es excesivo.

Esto me trae dos recuerdos. Poco más de un año antes de la Segunda Guerra Mundial, el primer ministro británico,  Chamberlain, le entrega Checoslovaquia a los alemanes y regresa feliz a su país diciendo: "Paz con Honor. Paz en nuestro tiempo". No le importó el sufrimiento de Checoslovaquia. Al poco tiempo, Hitler desconoce todos los acuerdos e inicia la Segunda Guerra Mundial. La política de apaciguamiento no funcionó. Y normalmente no funciona. Y esto es posiblemente el temor de muchos colombianos.

El otro recuerdo es más personal. En el año 2000, a punto de iniciar la alternancia de sistemas de gobierno en México, tuve la oportunidad de conversar un aguerrido clérigo de la Teología de la Liberación, sobre las condiciones en que se daría ese cambio. El buen fraile estaba muy a disgusto porque el nuevo gobierno no estaba proponiendo una acción generalizada para meter en la cárcel a todos los funcionarios de los gobiernos anteriores. Comentando sobre la posibilidad de una amnistía general, como la que ha ocurrido en otros países en situaciones parecidas, el hombre se horrorizó. "Primero que nada hay que cumplir con la justicia", decía. A lo cual le pregunté: "Qué va primero, ¿la justicia o la misericordia?". El hombre empezó a decir que la justicia, pero lo pensó mejor y se quedó sin respuesta.
Probablemente este es el fondo del tema en los acuerdos de paz de Colombia. Se planteó la paz sin considerar la necesidad de tener un balance entre la justicia y la misericordia. Como es costumbre en muchos gobiernos, por desgracia, los acuerdos no se llevaron a un debate público. No se hicieron consultas públicas y se confió que todo el pueblo estaría feliz de lograr la paz a toda costa. Hicieron los acuerdos "en lo oscurito", lejos de la patria, en una nación que no era neutral en este conflicto. No se cuidaron de trabajar en un terreno neutral, como se ha hecho en otras ocasiones para conducir negociaciones complicadas. Y el resultado está ahí.
También, como de costumbre desgraciadamente, no se consideraron los derechos de las víctimas. Grave falla en los organismos de defensa de los derechos humanos. Y esto es algo importante. El sufrimiento de una parte importante de la población en este conflicto, no ha sido tomado en cuenta. No soy un experto en Colombia, pero pude vivir una parte del terror y la zozobra diaria que vivía este pueblo tan querido. En el año de 1989 tuve la oportunidad de pasar, junto con otros colegas mexicanos,   algo más de 100 días, 10 días de cada mes de ese año, trabajando en ese hermoso país. Desde mi primera visita, antes de 24 horas, la capital se paralizó, se pusieron retenes militares en todos lados porque acababa de explotar una bomba. A lo cual siguieron varios atentados y crímenes a lo largo de ese año. En varias ocasiones, personas a las que había entrevistado eran asesinadas horas después de que nos habíamos visto. Mis colegas y conocidos colombianos se desvivían por darnos consejos para evitar ponernos en peligro y siempre veíamos en ellos el temor de que algo nos pudiera pasar.

Yo sólo tuve una pequeña muestra de ese terror. No puedo imaginarme como es vivir así por muchos años. Y entiendo que es demasiado pedir a todas estas víctimas, directas e indirectas, que renuncien a que se haga justicia. Claramente, la respuesta al clérigo que antes mencioné es que, al menos en teoría, la misericordia debe estar por encima de la justicia. Pero tampoco se puede aceptar que no haya alguna medida de restitución de la justicia. Para ambos campos, no sólo para algunos.

Una situación compleja, para la cual los negociadores que acordaron a espaldas del pueblo colombiano, no están dando una respuesta. Parece indispensable revisar los términos de los acuerdos, escuchar a esa parte mayoritaria de la población que no está de acuerdo y lograr con ello soluciones que contengan una medida de justicia, de restitución para las víctimas y las familias de estas. La posición de que "los acuerdos no son negociables", no contribuye a la paz. Por el bien de esta querida nación, ambas partes deben de ceder un poco. Deben buscar el balance entre justicia y misericordia, prefiriendo la última pero sin olvidar la primera. Quiera Dios que ambas partes encuentren la sabiduría y la generosidad para lograr una paz duradera en Colombia.





sábado, 1 de octubre de 2016

Hay que hacer debates… ¿Estamos preparados?


En estos tiempos en que se nos ataca con una “policía del pensamiento", donde volvemos a caer en la situación donde se trata de acallar a las voces disidentes, en que estamos bajo la dictadura de lo "políticamente correcto", todas las personas libres debemos estar preparados para dar las razones de nuestras creencias. Y el método para ello es el debate de las ideas, de las razones. Una necesidad urgente en la que coinciden pensadores tan destacados como Enrique Krauze, entre otros.

El debate ha sido desde hace siglos un método de enseñanza y de diálogo. Desgraciadamente, en nuestra era postmoderna donde se le da mucho más crédito a las emociones y sentimientos que a las razones. El homo sapiens -el hombre que sabe- ha sido sustituido por el homo videns - el consumidor de la televisión-, hemos perdido la costumbre y los criterios para un debate que enriquezca a todos los participantes. Y que haga honor a la lógica y a la razón.

Recientemente presencié un debate. El tema es lo de menos. El modo como transcurrió el debate, si es que se le puede llamar así, es lo que importa. El vocero de una asociación civil debatía con un "especialista" en el tema en cuestión. Dos presentadores de la televisión estaban jugando el papel de moderador. Para empezar, los moderadores se dedicaron atacar al vocero de la asociación, con lo cual el debate se volvió una pelea de tres contra uno. Bastante injusto, diría yo. El "especialista" desde el principio se dedicó a interrumpir al vocero. Al modo de Trump, tal vez de un modo incluso más insistente. El hombre no tenía argumentos, a lo único que se dedicaba era a distraer a su oponente. Si decide alguna idea que no le gustaba, interrumpía diciendo: "Falso, eso lo toma de la Biblia, es un oscurantista". Sin explicar por qué afirmaba eso y, por supuesto, tratando de sacar de balance a su oponente en el debate.

Cuando el representante de esa asociación le hizo ver que su ataque lo único que demostraba era que no tenía argumentos, el "especialista" se dedicó a desprestigiarlo diciendo: “Usted trabaja para una asociación que trata de cerrar las escuelas públicas para poder enseñar que la tierra es cuadrada, para imponer sus maneras de pensar. La escuela donde trabaja fue fundada por un pederasta. Ustedes están en favor del odio”. Nada de lo cual estaba a debate: ni el representante ni la escuela en la cual trabaja. Aparentemente, una persona que trabaja en una organización deficiente no puede como ciudadano tener el derecho de sostener y defender ideas con las que está de acuerdo, según el multicitado “experto”. Probablemente piensa, como muchos, que si su adversario está mal el “experto” ya no tiene la obligación de demostrar que sus argumentos son lógicos. Qué es exactamente lo que estaba ocurriendo. Una actitud muy parecida tomaron los presentadores de la televisión. Olvidando que su papel de moderadores es de fomentar el debate, asegurar imparcialidad,
profundizar en los razonamientos, se dedicaron a distraer al representante de la organización e impedirle que completara sus razonamientos mediante nuevas preguntas y nuevos cuestionamientos, sin dejarlo completar lo que quería decir. Se pregunta uno para que invitan a una organización a un programa de televisión si luego no le van a permitir  a  su representante decir lo que quiere decir.

Pero, por otro lado, esto es de esperarse. Estamos en un ambiente en el que las verdades y las razones resultan muchas veces insoportables para algunos sectores de la sociedad. Y al no tener argumentos, al no poder mostrar una lógica, se dedican a desprestigiar, a manipular y a tratar de hacer quedar mal al contrincante.

¿Qué hacer? Una opción es evitar el debate. "Ya conocemos cómo son las estaciones de televisión, para qué vamos este tipo de programas si ya sabemos que lo manipularán todo". Esta es una visión derrotista. Es dejar el campo libre a los oponentes de nuestra manera de pensar. Otra opción, mucho más realista me parece a mí, es la de aprender a debatir. Aprender a usar la lógica, a usar nuestra razón. La Razón, así con mayúsculas, es un instrumento que tiene el ser humano para encontrar la verdad. Y así hay que tratarlo. Hay que entender ese instrumento, afinarlo, volvernos virtuosos de su ejecución. Porque en la medida en que una parte mayor de la sociedad quiera participar en la vida pública, los que queramos participar tendremos que enfrentarnos a debates, formales e informales, preparados o espontáneos, verbales, por escrito o mediante imágenes.

Uno de los grandes maestros del debate en la historia de la humanidad fue Tomás de Aquino. Cuando uno lee sus escritos, no puede evitar la sensación de que está presenciando un debate. Tomás de Aquino empieza presentando al detalle la posición de su oponente, establece con toda claridad el pensamiento y la lógica que tiene su contrario explicando  todos los argumentos que lo avalan. Una vez que ha completado esa presentación, procede metódicamente a desmontar la argumentación del contrincante encontrándole las falacias de lógica, la falta de validez de la información en la que se basa o lo inadecuado de sus conclusiones.

Este método, inmejorable en mi opinión, es muy exigente. No sólo debemos acostumbrarnos argumentar con lógica, cosa difícil porque muy pocos están preparados para hacerlo. También debemos de emplear bastante tiempo en analizar la lógica de los que opinan de manera diferente, entender sus motivaciones, la lógica de sus argumentos, la validez de la información que usan y lo adecuado de sus conclusiones. Evitar los argumentos de autoridad, que en opinión de Tomás de Aquino son los menos fuertes, y evitar los argumentos Ad Hominem, los que se basan en desprestigiar al contrincante sin entrar en la materia del debate.

En nuestra sociedad no se aprecia ni se enseña a debatir. En otros países, desde la preparatoria  a los alumnos se les enseña a debatir, se crean clubes de debate y se forman entrenadores de debatientes. El resultado es que, al menos en algunas áreas de la sociedad, hay la capacidad de pensar y razonar para poder sostener sus creencias.

En el futuro previsible, una parte importante de nuestra sociedad que no está de acuerdo con el sistema de la partidocracia, que no acepta la dictadura de lo "políticamente correcto" tendremos que aprender a debatir o, por lo menos, a entender los modos como se prostituye el debate para manipularlo en la dirección que desean los que quieren seguir viviendo en una sociedad de la mentira. ¿Estamos preparados?

jueves, 29 de septiembre de 2016

Clinton y Trump: ni a cuál irle.

                                                                                                                     

Después del muy esperado debate entre los dos candidatos más importantes para la presidencia de los Estados Unidos, si yo fuera un ciudadano de ese país me encontraría todavía en la categoría de los indecisos. Con la información que me dio este debate me costaría mucho seleccionar a uno de los dos. Posiblemente me inclinaría por la abstención o trataría de ubicar cual es el menos malo. Y como ciudadano del mundo, dada la fuerte influencia de Estados Unidos, estoy bastante preocupado.

Es cierto que los debates, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo, tienen muy poco contenido y sobre todo muy poco de razonamiento. En la sociedad del "Homo Videns” que describía Giovanni Sartori, hay poco espacio y paciencia para el razonamiento. Por esta razón los debates apelan más a las emociones. Se justifican diciendo que lo que se está buscando es el "carácter" de los contendientes. ¿Se ve "presidencial"? ¿Muestra valentía, fortaleza, capacidad bajo presión, decisión? ¿Parece digno de confianza? Cualidades difíciles de medir y de observar en el breve espacio de 90 minutos. Pero eso es lo que se espera de los votantes.

Desde otro ángulo, el propósito de los debates es convencer a los indecisos, que bien pueden modificar totalmente el resultado de la elección. Y más en esta donde ambos contendientes se ven bastante deficientes. Por esta razón, el señor Trump se dedicó a atacar a los políticos sin distinciones, aún a riesgo de que sus patrocinadores, los Republicanos, se puedan molestar. Porque él quiere dar la imagen de ser un hombre de negocios exitoso y que no está manchado por la política. Lo cual tiene mucho sentido, dado el hartazgo tienen los votantes con los partidos tradicionales, sus múltiples promesas vanas y la corrupción que ha mostrado. Ese es el grupo de votantes que quiere convencer el candidato republicano. Por su lado, la señora Clinton evitó cuidadosamente atacar al partido Republicano. Está consciente que muchos republicanos se oponen al señor Trump y quiere atraerlos a su bando, al menos por esta elección.

Los ataques mutuos siguieron la lógica pervertida según la cual, si yo demuestro que el otro está mal ya no tengo que demostrar que mis propuestas son las correctas. Sofisma del que abusó más el señor Trump, pero que también usó la señora Clinton. Con lo cual muchos indecisos les queda claro los dos tienen hechos reprobables. Pero no demuestra de ninguna manera cuál es el que gobernará mejor al país.

Probablemente lo más preocupante de la posición de la señora Clinton es la postura de la izquierda norteamericana según la cual el gobierno debe tener una fuerte intervención en la economía y en la sociedad, debe limitar las libertades ciudadanas para apoyar sus ideologías y aumentar el gasto público por la vía de impuestos a la clase media y alta de esa nación. Receta que aplicó el señor Obama y que no ha resultado en una mejora sustancial de su economía, si bien ha logrado frenar la caída que era de esperarse después de la crisis del 2007 -2008. El Sr. Trump se presenta como un hombre de negocios, busca regresar al aislacionismo económico y militar del país. Propone reducir los impuestos (una propuesta que siempre tiene muchos adeptos) sin explicar de una manera clara como eso hará que haya más inversiones de las empresas grandes. Porque las grandes empresas en Estados Unidos tienen mucho dinero para invertir y han preferido tenerlo en el extranjero incluso sin invertirlo, como es el caso de Apple que tiene algo con 800,000 millones de dólares guardados en bonos y acciones en sus oficinas en Irlanda. Muchas veces el tema no es que las empresas tengan dinero, sino que tengan la confianza necesaria para invertirlo en negocios donde vean un riesgo razonable.

Tratando de aparecer como un hombre de negocios, las soluciones que propone el señor Trump son soluciones basadas en dinero. Cobrarle impuestos a México, crear un muro y que lo pague México, cobrar a sus socios de la OTAN por los servicios de seguridad que les dan con su capacidad militar y en particular pedirles que paguen por la defensa contra ataques nucleares, en particular Alemania, Japón y Corea. Una propuesta riesgosa y bastante cándida. Ante la necesidad de pagar por una seguridad basada en armas nucleares, pudiera ser que los japoneses, coreanos y sobre todo los alemanes consideraran mucho más beneficioso en el largo plazo tener propia producción de armas nucleares. Lo cual no es muy difícil: si un país de desarrollo medio como Siria e incluso uno pobre como Pakistán han podido desarrollar armas nucleares, eso no presentará ninguna dificultad para países como Alemania y Japón e incluso Corea. Lo que está proponiendo el señor Trump tendrá como un resultado rápido y extraordinariamente peligroso la proliferación de armas nucleares. Porque si Estados Unidos no cumple sus convenios de proteger a sus aliados, su credibilidad se mermara. Independientemente de que esa situación restaría fondos para las economías del mundo, para dedicarlos a una nueva escalada nuclear que requiere muchísimo dinero. A no ser que el señor Trump piense que las compañías americanas de armamento se pudieran beneficiar con esa carrera.

Ante todo eso, poniéndome en el lugar del ciudadano de los Estados Unidos que tiene que escoger entre dos opciones tan malas, me costaría mucho trabajo votar en conciencia por uno o la otra. Y claramente estaría en el bando de los indecisos o de los que no quieren votar.

Habrá que ver qué nos traen los siguientes debates. Como decían en mi pueblo: que Dios nos agarre confesados

lunes, 19 de septiembre de 2016

¿Qué tan independientes somos?


Estamos entre la fecha del inicio de la revolución de independencia de nuestro país y la de su consumación el 27 septiembre de 1821, fecha que nuestro Gobierno no celebra. Sin que haya dado nunca una explicación lógica, no sectaria, del porqué de esta omisión. No, no voy a caer sobado tema de muchas izquierdas que, basándose en las teorías de la conspiración, dicen que nuestro país no es realmente independiente y que nuestra política interior y exterior se dicta en Washington. Mucho hubo de eso siglo XIX y buena parte del siglo XX, a veces de una manera discreta y otras de modo  muy evidente, como las intervenciones de los embajadores Poinsett y Morrow. En el siglo XXI ha habido más cuidado en guardar las formas. Pero cabe la duda: ¿tenemos plena independencia?

Es claro que un país que tiene severos problemas económicos no tiene una total independencia. Siempre estará sujeto a los dictados de grupos económicos, organismos internacionales, y otros diversos grupos de presión. Si además, este país no tiene grandes riquezas, claramente estará más sujeto a esas presiones. Y contra el mito de que México es "el cuerno de la abundancia" tenemos que ver nuestras realidades: nuestro país es árido; la mayoría de los estados tienen escasez de agua. Tenemos poca tierra de labranza, aproximadamente el 14% del territorio nacional, de lo cual la mitad está sujeta a los temporales. Es cierto que tenemos un gran litoral, pero no todos nuestros mares son ricos en pesca. Tenemos petróleo, pero no somos estrictamente un país petrolero como dice Macario Schettino, uno de nuestros grandes especialistas. Y cada vez tenemos menor producción del mismo.

Tenemos una gran riqueza en nuestra población, todavía joven y lejana al invierno demográfico. Pero la mala organización de nuestro sistema productivo hace que muchas de nuestras mejores personas, en todos los niveles sociales, emigren buscando mejores oportunidades. Los que nos quedamos, vemos a nuestra población perdiendo su nivel educativo real, aunque sume años de escolaridad. La ignorancia siempre generará dependencia. Y si a todo esto le agregamos la corrupción pública y privada, esa pobreza se agudiza.

Probablemente la peor de las dependencias es la dependencia cultural. La dependencia que tenemos en muchos aspectos de la cultura popular, muy influida por valores y costumbres que no son las nuestras. La peor de las dependencias es cuando perdemos los valores de nuestra cultura, porque nos son dictados por instancias y organismos internacionales. Esta dependencia significa que estamos en riesgo de perder nuestra esencia como nación.

Para ser plenamente independientes tenemos necesidad de un mejor desempeño económico. Ningún país pobre es totalmente independiente. Pero no basta con eso. Necesitamos tener educación de más alto nivel para ser  independientes en esta era. Necesitamos una ciudadanía bien formada y actuante. Necesitamos un sector privado valiente, emprendedor y muy capacitado. También un sector público eficiente y capaz. Necesitamos independencia tecnológica, sindicatos independientes, políticos independientes.

Pero la independencia no es el único modelo. Puede ser que estemos cayendo en casos de codependencia. Una relación tóxica que hace daño muchas veces a ambas partes de la relación, aunque posiblemente a una más que a la otra. Como la codependencia que ocurre a veces en las relaciones familiares. O, como la que podría darse entre nuestro país y nuestros socios comerciales. Ellos, dependiendo nuestra mano de obra barata; nosotros dependiendo de su fortaleza económica, de sus sistemas de comercialización, de sus mercados y de su desarrollo tecnológico.

Tal vez el modelo del futuro, al que deberíamos de aspirar, es el de la interdependencia. Poder tener relaciones mutuamente beneficiosas con otros países, relaciones donde todos ganaran. Eso ha sido el ideal, tal vez no realizado plenamente, de la Comunidad Económica Europea. Esa interdependencia sólo puede funcionar si nuestra nación se fortalece. No se trata de pedir dádivas, sino de ofrecer nuestras fortalezas a cambio de una retribución justa.

En resumen, ser plenamente independientes es una tarea ardua, un camino difícil. Puede significar sacrificios para esta generación, que posiblemente no vea los resultados pero que estará construyendo para sus hijos y sus nietos. Ahí es donde debemos aplicar y aprovechar nuestro fervor patrio. Ahí es donde debemos encontrar un terreno común para conciliar hasta donde sea posible nuestras divergencias. Porque es muy difícil que una nación amargamente dividida, pueda evitar ser juguete de las fuerzas que quieren arrebatarnos nuestra independencia.





domingo, 11 de septiembre de 2016

A mayor opacidad, más teorías de la conspiración


Desconfíen siempre de las teorías de la conspiración. Son una renuncia a pensar. Enrique Krauze[1]

Por supuesto, estoy plenamente de acuerdo con la frase de Enrique Krauze, uno de los mayores pensadores de nuestra época. Sin embargo, para poder pensar se requiere tener conocimiento o, como un mínimo, información. Por esta razón, en un sistema político con  un alto nivel de opacidad las teorías de la conspiración florecen y se extienden.

 En el sistema soviético y en particular durante los tiempos de Stalin, proliferaron analistas que se autonombraron "sovietólogos”. Éstos personajes trataban de entender un sistema extraordinariamente opaco y muchas veces, para hacer sentido de la gran escasez de datos que les llegaban, hacían análisis por ejemplo del lugar ocupaban los diferentes funcionarios en el presídium de distintos eventos y median a cuantos lugares de Stalin quedaban sentados. Al analizar varios eventos, suponían que quienes se iban alejando de los lugares centrales es porque iban cayendo de la gracia del dirigente máximo y los que se iban acercando es porque iban ganando favores. De la misma manera, analizaban  como llegaban juntos y cómo permanecían juntos durante los eventos lo cual  les permitía suponer alianzas y pleitos.

En la renuncia del secretario de hacienda de México, la semana pasada, hubo una amplia semejanza con este tipo de análisis. Que si el secretario Osorio estaba del mismo lado del secretario Videgaray, que si los nuevos secretarios estaban juntos del otro lado, que si alguno de ellos se veía sombrío o distraído, a cual grupo pertenecían cada uno de ellos así como los que los sustituían en sus anteriores cargos, todo eso se prestó a amplias especulaciones. Todo ello, por la percepción de opacidad en esta decisión.

Obviamente, las teorías de la conspiración abundan en estas circunstancias. Un analista a quien respeto mucho, opina que el partido en el poder ya ve perdidas las elecciones nacionales del 2018 y que el secretario Videgaray está renunciando a su puesto para ser candidato a gobernador del Estado de México. Un escenario interesante. Otros dicen que en vista de errores muy graves, tanto los recientes como a lo largo de su desempeño en su secretaria de Estado, era ya inevitable un cambio. No falta el que especula que este cambio es el precio que el sector privado pidió para deponer su actitud de enojo contra el gobierno federal y aún otros piensan que este cambio es para dar confianza a las agencias internacionales que miden el riesgo del país.

Otras teorías tienen más que ver con el manejo de grupos en la clase política. Una conspiración que algunos imaginan es que el grupo del Estado de México estuvo apoyando de manera sigilosa la rebelión de los maestros, con el propósito de desprestigiar al secretario de Gobernación, y hacer que bajara su calificación en las encuestas de popularidad de cara a las elecciones presidenciales de 2018. Y ahora pagan las consecuencias.

Otras teorías de la conspiración son de mayor alcance. Hay quienes ven la mano de expresidentes, dirigiendo los movimientos y los ataques a la administración actual.  O los que ven a la extrema izquierda coludida con uno de los grupos priistas, con el propósito de desprestigiar a su posible contrincante.

En fin, que por teorías de la conspiración no paramos. Lo cual es fruto natural de secretismo que maneja la clase política. Por ello hablamos de los diferentes círculos del conocimiento, como el llamado "círculo rojo" que son los enterados, el círculo íntimo del presidente, o los diversos círculos existen o se imaginan los diferentes analistas.

¿Habrá remedio contra las teorías de la conspiración? Probablemente sí, pero no en el corto plazo. Václav Havel, el intelectual checo que pesó fuertemente en la caída del comunismo en su país, hablaba en su influyente ensayo "El poder de los que no tienen poder" de que un sistema basado en la mentira omnipresente, es un sistema moralmente en bancarrota. Pero una bancarrota moral no se resuelve rápidamente. No es cuestión de un cambio de personas, ni siquiera de estructuras. Es un cambio que ocurre en las mentes y en los corazones de la ciudadanía. Las grandes preguntas son: ¿estamos dispuestos los ciudadanos a pagar el costo de dejar de vivir en la mentira? ¿Tendremos la paciencia y la constancia para un  cambio que puede llevar décadas?




[1] Tweet del autor, 24 de julio de 2013, @EnriqueKrauze

lunes, 1 de agosto de 2016

¿Cuantos pobres hay en México?

 

Al parecer, la respuesta más reciente o científica es: no sabemos. Tristemente. Porque, como se dice en las ciencias administrativas: Lo que no se puede medir, no se puede controlar  ni mejorar.

Hace dos semanas inició una fuerte controversia entre el INEGI (Instituto Nacional de Estadística y Geografía) y el CONEVAL (Consejo Nacional de Evaluación para la Política de Desarrollo Social) a propósito de la evaluación de los niveles de pobreza en el país. Esta medición, que cubre los resultados del 2015 utilizó una metodología diferente de la utilizada en las mediciones anteriores, lo cual hace que los resultados medidos ahora no se pueden comparar con los de años anteriores. Dicho de otro modo, no podemos saber si hay más pobres o menos en el año 2015, comparado con años anteriores.

No es poca cosa. El CONEVAL protestó, con justa razón. Dada esta situación, no está en condiciones de dar una evaluación sobre el aumento o disminución de la pobreza en 2015, por falta de información comparable. El asunto brincó a los medios y a las redes sociales y a finales de la semana pasada el Director General del INEGI, Miguel Cervera López presentó su renuncia.

Obviamente, no faltaron los proponentes de la teoría de la conspiración. La nueva metodología incluye conceptos diferentes en la medición y da como resultado un número menor de pobres. Y dado que una de las propuestas de campaña de la actual administración fueron la reducción de la pobreza y la guerra contra el hambre, áreas donde no se han podido mostrar buenos resultados, una nueva metodología que genera mejores números y no se puede comparar con otros años, parecería favorecer que se puedan “maquillar” los números. Aunque, por otro lado, otros sustentantes de las teorías de la conspiración dicen que a la Secretaría de Desarrollo Social, a los líderes y “luchadores sociales” así como a la clase política no les convienen que se den números de reducción del número de pobres, porque de ese modo se recortarían sus jugosos presupuestos y se quitaría credibilidad a la retórica para justificar sus posiciones. Vaya usted a saber.
Lo que es un hecho es que el tema no es exclusivamente mexicano ni es nuevo. Hace mucho que se discute que las técnicas actuales para medir la pobreza no consideran muchos ingresos de la gente pobre que no pasan por el mercado ni por las cuentas nacionales. Por ejemplo, los productores agropecuarios y pesqueros de subsistencia, que consumen lo que producen o explotan, son considerados en las metodologías anteriores como personas sin ingresos y su producción, al no ser considerada en las cuentas nacionales, reduce el indicador de ingreso per cápita. Claro, se hacen estimaciones y supuestos para compensar, pero no se puede tener una certeza. Algo parecido ocurre con los ingresos de la economía informal. Y los datos de ingresos en los censos son notoriamente inexactos, sobre todo por el temor a que los ingresos reales de la familia sean conocidos y mal usados.

Los otros indicadores multifactoriales tampoco son muy buenos. Hubo un gran esfuerzo por varias administraciones federales por poner piso de cemento a muchas viviendas, lo cual no reduce necesariamente la pobreza, sobre todo a corto plazo aunque, a largo plazo, al reducir la posibilidad de plagas y enfermedades puede mejorar la salud y la higiene. Pero es uno de los indicadores multifactoriales de pobreza y poniendo pisos se da la impresión de que hay menos pobres. Aunque haya familias que siguen muriendo de hambre exactamente igual que si tuvieran otro tipo de piso.

Los datos oficiales del Banco Mundial, organismo de la ONU enfocado al Desarrollo han reportado que, a nivel mundial, la pobreza se está reduciendo de manera importante. En su reporte “Midiendo la Pobreza”[1] indica que la pobreza medida como ingresos de 1.90 o menos dólares al día (ajustado por el poder de compra y a precios constantes del 2011) bajó de ser el 44% de la población mundial  en 1981 a  12.7% en 2012 y se estima que en 2015 fue menos del 10% de la población mundial. Un solo indicador, que se ha ido ajustando pero que sigue permitiendo comparar las cifras. Por cierto, como dato curioso: una familia  de cuatro integrantes que recibe 1.90 dólares por miembro al día, estaría recibiendo casi el doble del salario mínimo oficial en México. O dicho de otra manera, el salario mínimo oficial está por debajo de la línea de la pobreza que marca el Banco Mundial.

El tema es complejo. Pero, me parece, la lección más inmediata es que estamos viendo  el resultado de no publicar, debatir y consensuar temas como la medición de la pobreza. Sí, es un tema técnico. Pero no hay motivo para no mantener dos mediciones paralelas con los dos métodos hasta que se tenga un historial de estadísticas comparables. La opacidad, la soberbia de algunos técnicos que no buscan consultar con la ciudadanía  en temas que nos atañen a todos, es el asunto de fondo, La rendición de cuentas es una necesidad. Nosotros los mandantes, la ciudadanía, tenemos el derecho de ser consultados por los mandatarios, nuestros empleados, sobre el modo como queremos que se nos informe. Y este derecho se nos está negando.





[1] http://www.worldbank.org/en/topic/measuringpoverty/overview

sábado, 16 de julio de 2016

Derechos de los gorilas… y de las víctimas


Recientemente tuvimos dos hechos inéditos. La muerte de un gorila en el zoológico de la Ciudad de México que llevó a organizaciones humanitarias a pedir que intervenga alguna de las múltiples comisiones de Derechos Humanos. Rápidamente la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal anunció que investigará el caso. Unos cuantos días después, la COPARMEX (Confederación Patronal de la República Mexicana) pidió a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos que investigue las omisiones de los gobiernos estatales y federales por no proteger los derechos de la ciudadanía, vulnerados por los bloqueos en varios estados. A la fecha, no hay una respuesta.

El tema podría quedar en anécdota. Aparentemente, importan más los derechos humanos de un gorila que los de la ciudadanía, sobre todo si son comerciantes. Pero el tema tiene mucho más fondo. Estos eventos resaltan una impresión que la ciudadanía tiene: de que los derechos humanos son para los acusados de crímenes, no para las víctimas… a menos que usted sea gorila.

En estos aspectos se ha hablado de dos bandos: los “garantistas” y los “victimistas”. Los primeros, se concentran en defender el derecho de los acusados en juicio a tener un “debido proceso”, de tal manera que parecería no importarles los derechos de las víctimas. Los “victimistas”, sin negar el derecho a un proceso justo, dicen que no se hace suficiente por los derechos de las víctimas y que estos deberían ser prioritarios. Queda claro, creo yo, que es un tema pésimamente comunicado a la ciudadanía y que debe ser discutido a fondo, con razones y no con declaraciones.

Algo parecido ocurre con los diversos Centros de Derechos humanos que existen en el país, algunos tan famosos que hasta han sido llamados al “grupo de notables” que está creando la Constitución de la CDMX. Estos centros se preocupan de muchos casos de violaciones de los derechos humanos. Pero de un modo  que se percibe selectivo: si el ofendido es un “luchador social”, todos esos centros harán todo lo que está en sus manos para apoyar sus derechos. Pero si no es así, usted no merece su atención. Dos ejemplos: en el asesinato hace algunos días de un periodista por filmar bloqueos y vandalismo en el sur del país, esos Centros se quedaron mudos. Y hace un poco más, cuando un empleado de una gasolinera fue quemado vivo por el vandalismo de unos “luchadores sociales”, estos centros no dijeron ni una palabra. Su preocupación por la “justicia y paz” es claramente selectiva.

Parece que en este país, si usted desea que los distintos organismos de Derechos Humanos, oficiales y no gubernamentales, se ocupen de defenderlo, usted tiene que ser acusado de algún crimen. Y si además es luchador social, mejor. Y,  claro, si puede ser gorila mucho mejor.

Pero si usted es, por ejemplo, comerciante y el gobierno no defiende sus derechos, nadie le va a hacer  caso. En los últimos bloqueos que duraron por meses en el Monumento a la Revolución, los comerciantes pidieron al Gobierno que les compensaran sus pérdidas que, colectivamente, eran millonarias. Después de todo, el gobierno decidió mandar a los bloqueadores a ese lugar. La “solución” que dio el gobernador del entonces Distrito Federal a las víctimas fue de ofrecerles financiamientos baratos para que “repusieran” los daños. Evidentemente su doctorado en derecho no le sirvió para entender que los financiamientos, por baratos que sean, finalmente se tienen que pagar. O sea que de ninguna manera se ofreció una compensación de los daños sufridos.

Y no hablemos de los asaltados, secuestrados, violados, asesinados y otros muchos tipos de víctimas. No vaya usted a creer que las distintas instancias de derechos humanos lo van a apoyar o defender o a que se le compensen sus daños. Seguramente defenderán a sus presuntos agresores. A menos que usted sea un “luchador social”. O, en su caso, gorila.

En este tema se ha perdido el equilibrio. Qué bueno que se defienda el debido proceso. Qué bueno que se evite la fabricación de culpables, como a veces sigue ocurriendo. Pero no se trata de escoger. Defender a los acusados no debe ocurrir en detrimento de las víctimas. Y todas las victimas deberían tener la misma atención, no solo los que concuerdan con ciertas tendencias ideológicas.

domingo, 10 de julio de 2016

Sucesión 2018: dos escenarios malos, uno difícil


Dado el deterioro político de la Presidencia de México, se están activando desde hace tiempo diversos escenarios para la sucesión en el 2018. Escenarios que apuestan a la alternancia desde diferentes modelos. Es pronto para decir si estos escenarios pueden funcionar, pero es un hecho que son posibles y que se están instrumentando.

Escenario 1968: Un conflicto que escala entre gobierno y activistas, una crisis sin solución posible, donde se habla de diálogo pero no se acepta más solución que la de los activistas. El conflicto actual, que nace por la apresurada e incompleta Reforma Educativa, ya ha hecho que se produzcan enfrentamientos que cuestan sangre y vidas. La izquierda habla de provocadores, pagados por el Gobierno y que llevan a cabo los actos vandálicos y la violencia. Muchos comunicadores, sobre todo los que siguen la línea del Gobierno, pero no únicamente estos, hablan de una coalición CENTE-Guerrillas, siendo estas últimas quienes forman la “vanguardia del proletariado” violenta. En todo caso, el mecanismo es parecido al de  1968: lograr que el Gobierno sea visto como represor, para  debilitarlo  y hacerle imposible lograr una sucesión a su gusto.

Escenario 1998: Ante un gobierno desprestigiado y débil después de las elecciones federales y locales  de la segunda mitad de su mandato, un gobernador panista crea un mecanismo propio para la operación de las elecciones (los amigos de Fox), y se impone a un PAN que no tiene una idea clara de cómo aprovechar la coyuntura, además de que insiste en respetar los tiempos electorales. Esto es lo que está haciendo el gobernador Moreno Valle, ex priista  impulsado por el PAN para gobernar su Estado, y que está desarrollando su estructura propia para operar las elecciones del 2018 con un equipo de ex priistas. O que al menos se dicen ex priistas. La idea es aprovechar las contradicciones internas de un PAN que no acaba de entender por qué tuvo sus triunfos recientes y están disputándose desde ahora un poder que todavía no ganan.

Aquellos escenarios tuvieron éxito en lograr una alternancia. En 1970, la alternancia se da dentro del PRI: el ala del “capitalismo de cuates”, denominada “desarrollo estabilizador” que va desde el sexenio de Miguel Alemán hasta el de Diaz Ordaz (24 años) es sustituida por el ala del “nacionalismo revolucionario” que dirige la economía desde los Pinos. En el 2000, la alternancia se da fuera del partido, con un gobierno nominalmente panista pero que incluye pocos panistas en la cúpula del poder, seguido por un sexenio con  mayor raigambre panista.

Por desgracia, estos dos nuevos escenarios conducen por diferentes vías a un resultado parecido: llevar a ex priistas a regir el país con un modo de gobernar que varía solo en el énfasis de sus postulados pero no en su estilo, muy lejano a la democracia.

¿Hay otro escenario? Es posible. Decía algún autor que no hay nada más difícil de pronosticar que el futuro. Y un gran mexicano, Benito Bucay, decía que los primeros pronosticadores de la historia fueron los profetas del pueblo de Israel… y que todos murieron apedreados. De modo que no intentaré pronosticar.

Pero sí creo que hay por lo menos otro escenario. No, no me refiero a los candidatos independientes que, aprovechando el hartazgo de la ciudadanía, accedan al poder. No es imposible: recuerden a Collor de Mello en Brasil y a Fujimori en Perú. Ambos independientes y ambos, en opinión de muchos, malos gobernantes. Me refiero a otro escenario. Uno donde grupos intermedios de ciudadanos propongan y de alguna manera impongan propuestas para sacar al país de su estancamiento político. El ejemplo más actual es el de la iniciativa ciudadana “3 de 3”, que logra ser aprobada y, cuando se distorsiona, hace que sea enmendada al menos parcialmente. Grupos de intelectuales, universidades, gremios empresariales y otros cuerpos intermedios se organizan, comunican y logran obtener iniciativas de fondo. Y ponen al Congreso en la situación de tener que demostrar que escuchan a la Ciudadanía. Pero hay otros campos donde iniciativas ciudadanas pueden lograr mejoras sustanciales. Una, en mi opinión, sería lograr la segunda vuelta electoral, para evitar los desgastantes conflictos post electorales y lograr mejor gobernabilidad.

¿Cuál escenario ocurrirá? No lo sé. Por el bien de México me gustaría el tercero, el más difícil. Difícil porque requiere que la ciudadanía pase de una actitud quejosa a la actitud pro activa de tomar su papel y recuperar el poder que, según la Constitución, reside en el pueblo.


sábado, 2 de julio de 2016

Educación: ¿Estamos haciendo todo lo posible?


A una semana de los hechos de Nochixtlán, a muchos días de bloqueos en varios estados y de las detenciones de dirigentes de la CENTE, aunque hay un diálogo, el tema de la oposición a la Reforma Educativa aparenta estar en un punto muerto. El diálogo ocurre "en lo oscurito”, que se sepa no hay avance y de lo único que se escucha es de  medidas emergentes, como el puente aéreo para subsanar la escasez que se empieza a presentar en varias poblaciones. Y qué bueno que sea así: hay una urgencia y hay que atenderla.

Pero el tema de fondo sigue ahí. Porque el asunto no es la evaluación de los maestros, ni siquiera la Reforma Educativa. El tema de fondo es la muy deficiente capacitación que tenemos muchos de los mexicanos. Los niños, sobre todo. Pero también una parte muy importante de la población tiene conocimientos muy deficientes. Porque por muchas décadas nuestra educación no ha estado a la altura de nuestras necesidades.

Si mañana se resolvieran las diferencias con los maestros, si dentro de un año (cosa extraordinariamente difícil) se lograra capacitar y poner en un alto nivel todos los profesores, todavía estaríamos a más de nueve años de tener egresados con los niveles que debe tener la secundaria y a doce años de tener egresados con el nivel adecuado para la preparatoria.

Pero, ¿qué pasa con toda la gente que ya fue mal capacitada y que no está a la altura de los requerimientos de una sociedad moderna? ¿Qué hacer con los millones de personas que hoy tienen por todo bagaje educativo una preparación deficiente? Para este enorme déficit de capacidades, no hay soluciones en la Reforma Educativa ni en la discusión pública que se tiene en este momento en medios sociales, medios tradicionales y entre la población en general. No estamos viendo el impacto a mediano y largo plazo de este déficit que podemos arrastrar todavía por décadas. Al no estar viendo el problema, malamente se podrán estar proponiendo soluciones.

En mi opinión, parte del asunto es que, como sociedad, hemos dejado en manos del gobierno todo el tema de la educación. Sí, podemos denunciar, y de hecho lo hacemos. Podemos quejarnos, y de hecho lo hacemos. Pero nuestra actitud es muy parecida a la siguiente: "Yo ya pago mis impuestos, de modo que yo ya no tengo más responsabilidad que exigirle al gobierno que dé la educación que se requiere".  Y la verdad, es que el gobierno no tiene la capacidad para resolver por sí solo este asunto.

Es importante que los padres de familia nos hagamos responsables por apoyar la instrucción, complementar y si hace falta suplementar los conocimientos que se imparten en los niños en las escuelas. Y agregar otros que en las escuelas nunca se les van a dar: buenos hábitos, valores, sentido de responsabilidad, y otros muchos más. También es importante que las empresas, de todos los tamaños, apoyen a sus empleados en todos los niveles, pero sobre todo en los niveles más básicos, para que actualicen sus capacidades. No basta con quejarse de lo mal preparados que llegan a las empresas. 

Lo cual es un problema mayúsculo. Pero claramente, si toda la sociedad desde la familia, cuerpos intermedios, organizaciones religiosas y sociales, grupos gremiales y asociaciones de apoyo a la población no empezamos a trabajar activamente en estos temas, nuestro atraso educativo seguirá creciendo y, como se ha demostrado de innumerables maneras, el atraso educativo va de la mano del estancamiento o deterioro económico de toda la sociedad. Excepto, claro está, una minoría muy pequeña que sí tiene acceso a una educación de muy alta calidad. Es curioso ver cómo los grupos que se quejan, y con justa razón, de la mala distribución de la riqueza, no ven en el deterioro creciente del sistema educativo una de las causas fundamentales de esa mala distribución. Es más: resulta bastante claro, que los grupos que pretenden defender la educación mediante paros y suspensión de actividades educativas, consideran esta pérdida de conocimientos como un mal menor en comparación con sus otras reivindicaciones.

El tema tiene un claro ingrediente político. Pero no es el único. La solución tiene que venir de la sociedad. Por varias vías: exigiendo a los gobiernos en todos los niveles, a los organismos gremiales y al propio profesorado que desarrollen mecanismos que mejoren sustancialmente la calidad de la educación. Pero la otra vía es la participación ciudadana.

Hay propuestas para esto. Por ejemplo, la escuela hogareña (home schooling en inglés). Escuelas parroquiales. Instituciones dedicadas a la regularización de los estudios las cuales, a propósito, están creciendo exponencialmente en muchos Estados, precisamente para subsanar la deficiente capacitación que reciben los alumnos de las escuelas, públicas y privadas. Pero el tema va más allá de sustituir a la escuela pública. El tema fundamental es como hacer que a toda la población, de edad escolar y de otras edades se les apoye de una manera efectiva para mejorar los resultados que obtienen u obtuvieron en su tiempo en la escuela.

Una tarea enorme. Porque la mayoría de los padres fueron formados también en un sistema escolar deficiente, y seguramente recibieron menos años de estudio que sus hijos. De manera que malamente podrán apoyar a sus hijos en sus estudios. Así que había que empezar precisamente por capacitar a los padres de familia. Y en las empresas, donde muchos de los empleados tienen una capacidad insuficiente para el trabajo que desempeñan, habría que formar también asesores que ayuden a los empleados para alcanzar los niveles que requieren.

Hay que estar conscientes de que éste no es un problema exclusivamente mexicano. En un estudio reciente (2015) desarrollado por la Organización para la Cooperación y  Desarrollo Económico  (OCDE)  se encontró que mientras el 74% de las instituciones educativas consideran que sus egresados salen preparados adecuadamente, el 42% de los empleadores consideran que esos egresados no cuentan con las capacidades necesarias. Y eso es el promedio que incluye a los países más desarrollados y a otros de desarrollo intermedio, como México.

Pero esto no debería ser de ningún modo un consuelo. El que otros países tengan este mismo problema no nos absuelve de la necesidad de encontrar una solución. Y la solución debe ser masiva, porque masivo es el daño que está resintiendo toda nuestra población, empezando por los niños. Y si no hay un esfuerzo de toda la sociedad para que cada quien haga su parte para ayudar a otros a tener las capacidades necesarias y también para mantenerse cada uno de nosotros actualizándose a sí mismo, la solución tardará tanto tiempo, que no podremos evitar sufrir daños muy importantes. La solución está en las manos de la sociedad.

El primer paso es reconocer que tenemos un problema. Y actuar en consecuencia. No es fácil, no será barato. Pero la alternativa, la de seguir como estamos, tendrá un costo mucho mayor.