A una semana de los hechos de Nochixtlán, a muchos días de
bloqueos en varios estados y de las detenciones de dirigentes de la CENTE,
aunque hay un diálogo, el tema de la oposición a la Reforma Educativa aparenta
estar en un punto muerto. El diálogo ocurre "en lo oscurito”, que se sepa
no hay avance y de lo único que se escucha es de medidas emergentes, como el puente aéreo para
subsanar la escasez que se empieza a presentar en varias poblaciones. Y qué
bueno que sea así: hay una urgencia y hay que atenderla.
Pero el tema de fondo sigue ahí. Porque el asunto no es la
evaluación de los maestros, ni siquiera la Reforma Educativa. El tema de fondo
es la muy deficiente capacitación que tenemos muchos de los mexicanos. Los
niños, sobre todo. Pero también una parte muy importante de la población tiene
conocimientos muy deficientes. Porque por muchas décadas nuestra educación no
ha estado a la altura de nuestras necesidades.
Si mañana se resolvieran las diferencias con los maestros,
si dentro de un año (cosa extraordinariamente difícil) se lograra capacitar y
poner en un alto nivel todos los profesores, todavía estaríamos a más de nueve
años de tener egresados con los niveles que debe tener la secundaria y a doce años
de tener egresados con el nivel adecuado para la preparatoria.
Pero, ¿qué pasa con toda la gente que ya fue mal capacitada
y que no está a la altura de los requerimientos de una sociedad moderna? ¿Qué
hacer con los millones de personas que hoy tienen por todo bagaje educativo una
preparación deficiente? Para este enorme déficit de capacidades, no hay
soluciones en la Reforma Educativa ni en la discusión pública que se tiene en
este momento en medios sociales, medios tradicionales y entre la población en
general. No estamos viendo el impacto a mediano y largo plazo de este déficit
que podemos arrastrar todavía por décadas. Al no estar viendo el problema,
malamente se podrán estar proponiendo soluciones.
En mi opinión, parte del asunto es que, como sociedad, hemos
dejado en manos del gobierno todo el tema de la educación. Sí, podemos
denunciar, y de hecho lo hacemos. Podemos quejarnos, y de hecho lo hacemos.
Pero nuestra actitud es muy parecida a la siguiente: "Yo ya pago mis
impuestos, de modo que yo ya no tengo más responsabilidad que exigirle al
gobierno que dé la educación que se requiere". Y la verdad, es que el gobierno no tiene la
capacidad para resolver por sí solo este asunto.
Es importante que los padres de familia nos hagamos
responsables por apoyar la instrucción, complementar y si hace falta
suplementar los conocimientos que se imparten en los niños en las escuelas. Y
agregar otros que en las escuelas nunca se les van a dar: buenos hábitos,
valores, sentido de responsabilidad, y otros muchos más. También es importante
que las empresas, de todos los tamaños, apoyen a sus empleados en todos los
niveles, pero sobre todo en los niveles más básicos, para que actualicen sus capacidades.
No basta con quejarse de lo mal preparados que llegan a las empresas.
Lo cual es un problema mayúsculo. Pero claramente, si toda
la sociedad desde la familia, cuerpos intermedios, organizaciones religiosas y
sociales, grupos gremiales y asociaciones de apoyo a la población no empezamos
a trabajar activamente en estos temas, nuestro atraso educativo seguirá
creciendo y, como se ha demostrado de innumerables maneras, el atraso educativo
va de la mano del estancamiento o deterioro económico de toda la sociedad.
Excepto, claro está, una minoría muy pequeña que sí tiene acceso a una
educación de muy alta calidad. Es curioso ver cómo los grupos que se quejan, y
con justa razón, de la mala distribución de la riqueza, no ven en el deterioro
creciente del sistema educativo una de las causas fundamentales de esa mala
distribución. Es más: resulta bastante claro, que los grupos que pretenden
defender la educación mediante paros y suspensión de actividades educativas,
consideran esta pérdida de conocimientos como un mal menor en comparación con
sus otras reivindicaciones.
El tema tiene un claro ingrediente político. Pero no es el
único. La solución tiene que venir de la sociedad. Por varias vías: exigiendo a
los gobiernos en todos los niveles, a los organismos gremiales y al propio
profesorado que desarrollen mecanismos que mejoren sustancialmente la calidad
de la educación. Pero la otra vía es la participación ciudadana.
Hay propuestas para esto. Por ejemplo, la escuela hogareña (home
schooling en inglés). Escuelas parroquiales. Instituciones dedicadas a la
regularización de los estudios las cuales, a propósito, están creciendo
exponencialmente en muchos Estados, precisamente para subsanar la deficiente
capacitación que reciben los alumnos de las escuelas, públicas y privadas. Pero
el tema va más allá de sustituir a la escuela pública. El tema fundamental es como
hacer que a toda la población, de edad escolar y de otras edades se les apoye
de una manera efectiva para mejorar los resultados que obtienen u obtuvieron en
su tiempo en la escuela.
Una tarea enorme. Porque la mayoría de los padres fueron
formados también en un sistema escolar deficiente, y seguramente recibieron
menos años de estudio que sus hijos. De manera que malamente podrán apoyar a
sus hijos en sus estudios. Así que había que empezar precisamente por capacitar
a los padres de familia. Y en las empresas, donde muchos de los empleados
tienen una capacidad insuficiente para el trabajo que desempeñan, habría que
formar también asesores que ayuden a los empleados para alcanzar los niveles
que requieren.
Hay que estar conscientes de que éste no es un problema
exclusivamente mexicano. En un estudio reciente (2015) desarrollado por la Organización
para la Cooperación y Desarrollo
Económico (OCDE) se encontró que mientras el 74%
de las instituciones educativas consideran que sus egresados salen preparados
adecuadamente, el 42% de los empleadores consideran que esos egresados no
cuentan con las capacidades necesarias. Y eso es el promedio que incluye a los
países más desarrollados y a otros de desarrollo intermedio, como México.
Pero esto no debería ser de ningún modo un consuelo. El que
otros países tengan este mismo problema no nos absuelve de la necesidad de
encontrar una solución. Y la solución debe ser masiva, porque masivo es el daño
que está resintiendo toda nuestra población, empezando por los niños. Y si no
hay un esfuerzo de toda la sociedad para que cada quien haga su parte para
ayudar a otros a tener las capacidades necesarias y también para mantenerse
cada uno de nosotros actualizándose a sí mismo, la solución tardará tanto
tiempo, que no podremos evitar sufrir daños muy importantes. La solución está
en las manos de la sociedad.
El primer paso es reconocer que tenemos un problema. Y actuar
en consecuencia. No es fácil, no será barato. Pero la alternativa, la de seguir
como estamos, tendrá un costo mucho mayor.