¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

lunes, 29 de enero de 2024

Líneas de la batalla

 En estas semanas previas al inicio formal de la campaña presidencial, los equipos de las competidoras están dedicados a preparar las líneas para la batalla que se avecina. Podría decirse que las precampañas fueron una prueba piloto para probar diferentes conceptos y ver cuáles son los más exitosos. En el caso de una competencia electoral, en primer lugar, hay que ganarse a los indecisos, los que aún no han tomado una opción en firme.  De ahí seguiría convencer a quienes votaron por nuestro partido, pero que no forman parte de nuestro núcleo duro.  Y el último, el más difícil: lograr que miembros del núcleo duro del contrincante se pasen a nuestro bando.

Este modo de actuar, por supuesto, requiere mucho más de preparación y entender cuáles son las razones de los indecisos, que podrían conducirlos a votar.  Los miles o posiblemente centenares de miles de votantes haciendo cola para obtener su credencial de elector, nos está diciendo algo: los vacilantes ya han tomado la primera decisión: la de participar. ¿Qué llevó a esos ciudadanos a dar el primer paso: el de tener la capacidad y el derecho al voto? Hasta este momento, no tenemos total claridad. 

La oposición está ofreciendo más de lo mismo, de dos maneras: los ofrecimientos que hicieron cuando estuvieron en el poder y repetir una parte del programa de la 4T, tratando de convencer al votante de que las fallas fueron por ineptitud.  Pero si se les confía el gobierno a personas más honestas y capaces, esos apoyos serán eficaces. Claramente, estamos viendo una ausencia de ofertas novedosas que puedan entusiasmar al votante. Se está apostando al hartazgo de la sociedad. De ser así, nos encontraríamos con una campaña para desprestigiar a la 4T. Algo que ya lleva cinco años y que no parece suficiente.

 Los modos para desprestigiar seguirían siendo los mismos: encontrar nuevos ejemplos de corrupción, medir la ineficiencia y convencer al votante de que el País está en riesgo, de qué se juega la existencia de la democracia y que se avecina una crisis económica sin precedentes. A la oposición le urge recuperar la iniciativa mediante nuevos argumentos.  Volver a ganar prestigio, aceptando las fallas del pasado y demostrando que se tienen ideas claras y nuevas. Por otro lado, esto significa deshacerse del lastre de desprestigio que tienen los partidos que forman la alianza opositora. No es fácil de convencer a los indecisos de que se tiene algo realmente nuevo.  Una estrategia de auto ataque requiere de poder mostrar nuevas caras.

La 4T está apostando al prestigio del señor presidente. Hasta el momento su campaña se ha centrado en la continuidad, en magnificar los logros, tratar de explicar las fallas y los retrasos en los resultados que se han prometido, culpando a la oposición: encontrar excusas para las fallas mediante el ataque a los conservadores.

Los temas que importan a los ciudadanos y en particular a los que no forman parte del núcleo duro, los indecisos y quiénes en otro momento votaron por el gobierno actual, pero están decepcionados, son bastante claros. La seguridad, el nivel de vida, y la posibilidad de progreso, porque nadie quiere ser pobre, por más que nos traten de convencer de que con dos zapatos y un par de pantalones se puede tener una vida más feliz, que siendo un miembro de la clase media. Un número importante de electores a los que hay que ganarse son quienes llamaríamos los nuevos pobres, aquellos que, por la pandemia o por los cambios en el Gobierno, dejaron de pertenecer a la clase media. Ciertamente, los apoyos del Gobierno han reducido en parte la pobreza, pero, en términos absolutos, aumentó la pobreza extrema, según los datos del CONEVAL. También es cierto que la disminución de esta no ha sido homogénea: Chiapas y Oaxaca siguen teniendo índices muy altos de pobreza, y todavía no se mide el impacto de los desastres naturales en Guerrero.

Las remesas, un paliativo importante para la pobreza, ahora le rinden menos a quienes las reciben debido a la apreciación del peso. Si antes al recibir 100 USD se tenían 2000 pesos, ahora por esa misma cantidad reciben 1690. Y aunque todavía no tenemos una inflación catastrófica, esa remesa rinde bastante menos que lo que significaba antes de la depreciación del peso.

Tradicionalmente, los pobres en México, a diferencia de lo que ocurre en otros países, tienen esperanza. Muchos de ellos aspiran a que sus hijos tengan estudios y salgan de la pobreza, mientras en otros países la desesperanza les hace que ya no luchen por una situación mejor. En nuestra sociedad, posiblemente, quienes ya no tienen esperanza son los ancianos, quienes ya solamente esperan alguna medida de mejora basada en los apoyos asistenciales.

Y, naturalmente, el tema de salud y la falta de medicamentos son algo a considerar.  La famosa mega farmacia no ha mejorado las cosas todavía, en buena parte, porque se ha hecho el supuesto de que el problema de falta de medicamentos es un problema de distribución. Uno que las poderosas farmacéuticas, se dice, no han podido resolver. Los resultados han sido verdaderamente decepcionantes. Se han surtido 67 recetas en cuatro semanas, que es más o menos lo que una pequeña botica puede surtir en un día. Y habría que conocer cuál ha sido el costo de distribución por receta surtida.

Hacen falta propuestas novedosas y diferentes de ambos bandos sobre cómo atraer inversión que genere nuevos empleos, cómo mejorar la seguridad más allá de la presencia de las fuerzas armadas y, sobre todo, cómo reducir la impunidad, qué probablemente lastima más a la Sociedad que la misma inseguridad. Para lo cual, hace falta invertir fuertemente en capacitación y equipamiento del personal técnico de las fiscalías en todos los niveles.

En fin, que la Sociedad está esperando propuestas muy concretas que no estén basadas en la imagen de las contrincantes o en el prestigio de sus partidos y mandatarios en los sexenios anteriores.  Las candidatas están frente a una Sociedad decepcionada de la política y de los políticos, un electorado que ya no cree en nadie y que, en muchos casos, emitieron un voto de castigo a las dos grandes corrientes de la clase política. El gran tema es cómo recuperar la confianza y el entusiasmo del electorado.

Antonio Maza Pereda

 

 

 

lunes, 22 de enero de 2024

Cierre de precampañas

 ¡Comienza la diversión! Se hace oficialmente el cierre de las precampañas de las candidatas punteras para las elecciones presidenciales de este año. Precampañas orientadas, oficialmente, solo a los miembros de sus partidos. En la práctica, inevitablemente, empiezan a darse a conocer las candidatas con el electorado. Y se presentan las grandes líneas de sus campañas.

Hasta ahora, el juego se ha centrado en desprestigiar a la contrincante, con el viejo concepto de que “Si demuestro que la otra es mala, en automático quiere decir que yo soy la mejor”. Argumento que les funciona a algunos, pero estrictamente hay una falacia: ambas podrían ser malas candidatas, de distinta manera. ¿En qué son mejores? En una, el énfasis está en los resultados. En la otra, la filiación partidaria y la lealtad al actual gobernante.

Probablemente, la discusión en torno a las candidatas tocará temas de tipo personal: se tratarán los asuntos de la aptitud y la ineptitud de ellas, una vez más con el criterio de que “si mi contrincante es mala quiere decir que yo soy apropiada para el puesto”.  Probablemente, la defensa de sus posibles fallas se basará más en la buena fe que se tuvo al cometer esos errores.

Es interesante que en esta terminación de precampaña, en la que hubo bastantes ataques, continuando la polarización del país, las arremetidas a la representante de la oposición no se centraron en negar los yerros que ella señaló. En cambio, se criticó muy fuertemente que usó el llamado telepromter. Como si estuviéramos eligiendo a nuestros candidatos por su capacidad de memorizar discursos.

 En esto hay una larga historia, en la que hemos confundido la capacidad de palabra con la inteligencia.  Suponemos que quien puede expresarse de una manera muy fluida, también quiere decir que es muy inteligente y que tendrá la capacidad y voluntad políticas para cumplir sus promesas.  Y, además, también creemos que, si tiene una gran capacidad, también significa que será honesto. Un prejuicio muy arraigado, por desgracia. Es un hecho qué, en la historia del país, varios de nuestros presidentes fueron premiados en concursos nacionales de oratoria. La historia, sin embargo, nos muestra que muchos de los sofistas famosos tenían una enorme facilidad de palabra. Rara vez recordamos sus nombres.  Pero a sus contrincantes, como Sócrates y Aristóteles, no los recordamos por su capacidad de palabra, sino por la profundidad de su pensamiento. Y, en muchos de sus conceptos sobre la política, únicamente recuerdan a los demagogos por su gran capacidad de palabra.

En muchos de los señalamientos de los dos bandos, se ha criticado a las candidatas por su físico.  Como si estuviéramos escogiendo a miss México.  No cabe duda que en esto se sigue viendo el machismo que no logramos desterrar del todo.  Seguimos considerando a la mujer como un objeto.  Grandes mujeres estadistas, como Golda Meir y Margaret Thatcher, no destacaban precisamente por su físico. Con cierta frecuencia, también se oye hablar de la capacidad de arrastre de las candidatas, centrado sobre todo en su imagen y su simpatía. La mercadotecnia política sigue considerando a los candidatos como un producto al que hay que vender al público.

Vienen los debates y, una vez más, se estará valorando la agilidad para responder los ataques del contrincante, y también buscando la capacidad de sorprender al otro para ponerlo en ridículo. Hay autores, que se han dedicado a analizar la inteligencia, que hablan de las virtudes de pensar lentamente.  No necesariamente las respuestas rápidas son las más adecuadas.

Al final del día, estas candidatas nos tienen que convencer de su capacidad para enfrentar los grandes problemas nacionales. De su preparación general y también la preparación específica para el puesto por el que compiten. Cuál ha sido su desempeño en los distintos encargos que les han sido encomendados.  Cuáles son los resultados de ese desempeño. Es de esperar que sus trabajos serán examinados con lupa, es más, con microscopio electrónico.  Y todas las fallas serán expuestas, como demostración de ineptitud o de mala fe. En ese aspecto, la candidata del partido en el poder será atacada no solo por sus errores, sino también por los del grupo gobernante. Y la candidata opositora, por los de las facciones políticas que la apoyan.

Queda mucho por comentar.  Una de las candidatas ha propuesto tres grandes temas qué priorizará: la vida, la libertad y la verdad. La otra se centra en la continuidad: ponerle un segundo piso a la 4T. Con lo cual, sin decirlo, está suponiendo que los cimientos y la construcción del primer piso son lo suficientemente sólidos como para soportar un segundo piso. En los dos casos será necesario buscar la respuesta a la gran pregunta: ¿cómo? ¿De qué manera, con qué instrumentos, se lograrán esos resultados?  En concreto, más allá del eslogan, ¿qué se entiende por esos términos?  Porque, desgraciadamente, la mayoría de los políticos hablan de los resultados, pero no nos dicen el modo como se van a lograr, cuánto nos van a costar, qué sacrificios habrá que hacer.

Falta mucho para que el ciudadano pueda tener criterios sólidos para fundar su voto. Tal vez estas presentaciones hayan sido útiles para el núcleo duro de las distintas facciones.  Ahora queda por convencer a la gran mayoría de los votantes.

Antonio Maza Pereda

lunes, 15 de enero de 2024

¿Cómo le pinta el año?

 Esta era una pregunta muy usual en tiempos de nuestros abuelos. ”Y a usted, ¿cómo le pinta el año?” Una manera, a veces jocosa, de preguntarnos: ¿Cómo ve la situación? ¿Qué espera en este Año Nuevo? ¿Cómo le está yendo? Y a veces la respuesta podía ser un tanto divertida: “Pinta como mi cuñado, el que se siente artista: ¡Espantoso!”

 En todo caso es una cuestión que a muchas personas no les interesa. Si a la mayoría les está yendo bien o esperan que les vaya bien, nosotros podremos apoyarnos en ese optimismo más o menos generalizado.  Claro, por supuesto, también puede ocurrir que nos contagiemos de un cierto pesimismo.

Generalmente, lo que esperamos para este año 2024 ya está sembrado, sobre todo en los finales del año 2023.  Una economía con signos que podrían parecer contradictorios: una cierta estabilidad, pero, al mismo tiempo, la necesidad de ampliar el endeudamiento de la Nación.  Un gobierno al que le está costando trabajo obtener los ingresos suficientes para poder llevar a cabo todos sus ofrecimientos. Y para lograrlo reduce los gastos en salud y medicamentos, en seguridad y en obras que no sean los proyectos insignia de esta administración. Y, por supuesto, presume el fortalecimiento del peso. Que no tiene un origen claro. No faltan quienes, desde la oposición, sospechan que esto se logra gracias al lavado de dinero, porque los incrementos en productividad del País no justifican este fortalecimiento. Por otro lado, el fenómeno tiene efectos mezclados: beneficia a los que importan bienes y servicios, que pueden importar más gracias al peso fuerte; pero perjudica a los exportadores que obtienen menos pesos por sus dólares obtenidos del comercio exterior.  Por no hablar de las remesas, uno de los ingresos más relevantes en divisas extranjeras, donde el peso fuerte está reduciendo el poder adquisitivo de quienes reciben dólares.

El signo dominante del 2024 es el de la política.  Probablemente, el evento que mayor expectativa ha despertado en muchísimas décadas, por no decir en toda la historia de México. Empiezan las campañas en un ambiente de división, de polarización. Pocas veces se ha vivido esa siembra sistemática de odio que divide a las familias, pone en entredicho las amistades y crea grandes dificultades para tener los acuerdos que el País necesita.

Ahora podríamos fragmentar a los ciudadanos en dos categorías: los que creen los “otros datos” que promulga el presidente de la República, y los que no le aceptan absolutamente nada, ni siquiera las verdades patentes.  Un ambiente que hace particularmente difícil el entendimiento: cuando ni siquiera estamos de acuerdo sobre los hechos y sobre el significado de las palabras, el diálogo se vuelve casi imposible. Pero no cabe duda: hay también un tercer grupo de ciudadanos, difícil de medir, pero que en mi opinión es el que podría definir las elecciones: los que no le creen a ninguno, ni a la 4T ni a la oposición. Que, curiosamente, no es un tema que se pregunta en las encuestas.

Dentro de este ambiente de división, existe más abiertamente que nunca un tipo especial de polarización: una división entre quiénes se consideran católicos tradicionalistas, que algunos juzgan que la sede del Papa está vacante, unos de ellos desde el Concilio Vaticano II o desde antes, mientras que otros católicos consideran convenientes y saludables los cambios decretados por los Papas posconciliares. Esto, entre los católicos practicantes.  Al 70 % de aquellos católicos que no asisten a misa dominical, estas aparentes sutilezas no les podrían importar menos.  Lo cual no impide que haya quienes acusen a un bando o al otro de hacer el juego a MORENA.  Quién, por cierto, tuvo un fuerte apoyo en las elecciones pasadas por parte de los cristianos no católicos.  Los cuales, últimamente, no han dado a conocer claramente en que sentido sería su apoyo.

En cuanto a la economía, podemos esperar que se mantenga fuerte hasta el 2 de junio.  Nadie quiere tener elecciones en medio de una crisis económica. ¿Qué pasará después del 2 de junio?  Entonces será cuando sabremos la realidad: si la economía verdaderamente está sólida. Es un hecho que ya una parte de la población está resintiendo aumentos en los bienes y servicios que ofrece el Gobierno: agua y electricidad muestran incrementos a partir del mes de enero, por no hablar de los ajustes a los impuestos prediales.

Por supuesto, el gran tema es la votación. ¿Tendremos una votación copiosa o tendremos un gran abstencionismo? Los recortes al gasto del Instituto Nacional electoral, ¿tendrán un impacto negativo en la vigilancia del voto? ¿Hubo tiempo suficiente para el registro de los nuevos ciudadanos y de aquellos que finalmente decidieron registrarse para votar?

Probablemente, unos de los aspectos que más influirá en ese resultado, será la naturaleza del examen público de los temas que proponga cada una de las candidatas.  Y no será únicamente la calidad y la oportunidad de los debates televisivos. Las discusiones en los grupos familiares, entre amigos, entre las redes sociales computarizadas o no, podrían definir el voto en una proporción mucho más importante que nunca antes.

¿Qué ocurrirá después del 2 de junio? No hay una respuesta clara, de la misma manera que no se pueden predecir los resultados de las campañas electorales, por más que haya agencias de investigación electoral que ya nos están tratando de convencer de resultados que, curiosamente, coinciden con los de sus patrocinadores. Si pierde MORENA, es muy posible que, cómo ocurrió en algunas otras ocasiones, aceleren las aprobaciones de cambios que les convienen, en el período anterior a la entrada en funciones del nuevo gobierno. Y, en el extremo, no faltarían quienes buscarían asilo en países amigos de la 4T, temiendo que se les exijan cuentas de su función.  Si gana MORENA, habrá quien busque refugio para sus capitales a los que considere en riesgo, y un aumento de la migración legal o ilegal, por el temor a un recrudecimiento de la violencia y el fortalecimiento de los grupos delictivos.

Una situación compleja, no cabe duda. Y a usted amiga o amigo, ¿cómo le pinta el año?

Antonio Maza Pereda 

 

domingo, 7 de enero de 2024

No hay nada tan malo…

 Hay algo de cierto en el dicho   de que: “no hay nada tan malo que no tenga algo de bueno”.  O, como se decía en el siglo pasado: “no hay mal que por bien no venga”. En este inicio del 2024, ¿qué tanto se pueden aplicar estos dichos?

 Si le creemos a una parte de la clase política, antes de los finales del 2018, no había nada que no fuera totalmente malo y perverso, en opinión de los adherentes a la 4T.  Por otro lado, aquellos a los que se les está diciendo permanentemente fifís, conservadores y otras lindezas parecidas, consideran que todo lo que ha ocurrido a partir de diciembre del 2018, es una colección de males irremediables. No cabe duda: este es uno de los aspectos sobresalientes de la polarización que está sufriendo nuestra Sociedad.

Cierto, es difícil encontrar aspectos buenos en los gobiernos de la dictadura perfecta o en los de la transición democrática. Y es difícil también considerar que todo lo que ha ocurrido de diciembre del 2018 a la fecha ha sido totalmente bueno. Tan es así que todas las situaciones que no han salido a la perfección se explican hablando de la maldad de una oposición de la que, se dice, está moralmente derrotada, pero que, de acuerdo con la opinión de la administración actual, conserva tanto poder como para descarrilar los planes que, de acuerdo con la 4T, estaban planeados sin falla.

De acuerdo, me dirá usted. Supongamos que le hacemos caso. ¿Qué bienes estamos encontrando en la Sociedad Mexicana después de 5 años de la susodicha transformación? Es cierto que ha habido logros.  También es cierto qué cuestiones, que no se habían atendido suficientemente por décadas, se les está dando atención. Claramente, somos muchos los que creemos qué se han puesto de manifiesto problemas reales, aunque no podemos estar de acuerdo con las maneras como se les está resolviendo. O, al menos, intentando resolverlos.

En mi opinión de un ciudadano sin poder, me parece que el mayor logro de esta media década es un despertar de la Sociedad. Se percibe en la ciudadanía una preocupación por asuntos sociales que claramente no estaban en la discusión del electorado.  Muchas veces eran temas que se tomaban como banderas políticas, para incluir grupos de poder que podrían influir en la Sociedad.  Cuestiones cómo la pobreza, los llamados ninis, la salud, el reparto desigual de la riqueza, el maltrato a la mujer y otros similares, raramente formaban parte de la discusión diaria. Puntos de los que se hablaba poco y mucho menos se intentaban posibles soluciones.

Cuestiones que ahora están en la agenda pública, como pueden ser la violencia, la debilidad de las estructuras gubernamentales y la de las sociedades intermedias, la importancia de la discusión de las leyes y la omnipresente corrupción, eran puntos que se veían como parte del paisaje, una característica de nuestra idiosincrasia para la que no se veían soluciones. Asuntos de alguna manera permitidos y casi perdonados. Cuestiones buenas para el chisme y la discusión de los que forman parte del afamado círculo rojo, los allegados al poder.  Ya no es así. Cada vez más se discute en familia, en grupos sociales, en las famosas redes, cuestiones que han estado presentes en nuestra Sociedad desde tiempo inmemorial, pero que no habían despertado mayor preocupación.

Esto es un cambio fundamental. El hecho de que la Sociedad, el ciudadano común, esté discutiendo estos puntos, a favor o en contra, es algo extraordinariamente importante. No hay modo de hacer funcionar una sociedad cuando la mayoría de sus miembros ve con indiferencia las grandes cuestiones nacionales.

Pero estamos aprendiendo y, creo yo, de buena manera. Cada vez se puede ver más cercana una conciencia de lo que significa verdaderamente la democracia. Por ejemplo: que no basta que exista el voto y que los votos se cuenten, bien contados. Nos damos cuenta de que no basta con votar: hay que analizar, debatir e informar sobre los diferentes puntos de vista, para los grandes asuntos nacionales.  Porque no basta con tener muchos votos para que la democracia sea efectiva. Se necesitan votos razonados, fruto del conocimiento y discusión. Y también la conciencia de que una democracia auténtica limita la dictadura de las mayorías. Situación que, algún momento, se planteó como la justificación de la dictadura perfecta, que decía actuar en nombre de las grandes mayorías.

De modo que en este momento estamos encontrando un gran bien: el despertar del ciudadano común, el empoderamiento de los que tradicionalmente han estado sin poder. Un desencanto con los políticos y sus partidos, que puede llevar a un cambio importante en una ciudadanía que, por muchos años, ha estado ausente de las grandes cuestiones nacionales. Y de su discusión, es de esperarse que logremos un mejor balance en nuestra Sociedad. 

Antonio Maza Pereda