¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

lunes, 18 de diciembre de 2023

Días vacíos

 Entre los nahuas tenían al final de su año, qué consistía de 18 meses de 20 días cada uno, 360 días en total, cinco días más para completar el año de 365 días.  A estos días se les decían de diferentes maneras: días aciagos, tristes, y más frecuentemente días vacíos. Días sin un propósito claro. En conjunto, los días vacíos eran tiempos sin ánimo, sin celebraciones, sin alegría.

 Sin llegar a ese extremo, nosotros tenemos también entre la Navidad y el Año Nuevo algunos días que podríamos llamar vacíos. Días en los que no hay ninguna celebración importante: generalmente ya se llevaron a cabo las principales celebraciones de Navidad y estamos a la espera del Año Nuevo. Se acabaron las Posadas, las celebraciones familiares, las escolares y laborales. Las tiendas se encuentran menos concurridas, excepto por la sección de alimentación dónde se están haciendo las compras de lo necesario para la cena de Año Nuevo y, por supuesto, las bebidas correspondientes.

Quienes no han salido de vacaciones se encuentran sin mucho que hacer. Claro, lo que es obligatorio: descansar buscando estar preparados para el regreso a las labores.  Son días para dedicar a la familia e incluso a amigos a los que se ve poco. Pero estos días, aparentemente vacíos, podrían ser aprovechados de una manera muy adecuada para la reflexión.  Esa misma ausencia de actividades podría propiciar que logremos algo para lo que generalmente no dedicamos tiempo: a pensar en nuestro futuro y, sobre todo, para algunos con un fuerte sentido cívico, dedicarlos a la reflexión de nuestro papel como ciudadanos, padres y madres de familia, profesionales y empleados.

 En particular, nosotros como ciudadanía tenemos un tema sumamente importante de reflexión: ¿qué espera de nosotros la Sociedad para el año 2024? Un año que se antoja particularmente importante, debido a la gran cantidad de situaciones dónde la sociedad tiene que tomar decisiones. Asuntos Importantes a nivel político, tanto parciales cómo algunos de tipo general.

El fondo de casi todas nuestras decisiones se concentra en la pregunta: ¿por quién votar?  ¿A quién darle nuestra confianza para lograr el desarrollo que necesita nuestra Sociedad? No es una decisión que se pueda tomar a la ligera. Aquellos que están satisfechos con la administración actual, aparentemente tienen más sencilla la decisión:  seguir confiando en nuestros actuales gobernantes. Y, por supuesto, aquellos que están a disgusto tienen claro que votarán pon un cambio total.  Pero ¿qué ocurre si algunos de nosotros, y puede ser que seamos mayoría, no estemos tan seguros de nuestra decisión?

La solución, claramente, no es la abstención.  Cuando nosotros nos abstenemos de ejercer nuestro derecho a votar, le estamos dando el voto a la clase política y a su núcleo duro. Y, francamente, ninguno de los partidos políticos nos ha logrado convencer al 100% de que realmente nos representan. Por supuesto, nos queda la tarea como votantes de instruirnos lo mejor posible, para tratar de hacer la mejor decisión. Pero también es cierto que todos los partidos políticos nos han mentido en algún momento de su historia. Con lo cual nos resulta sumamente complicado tener una decisión correcta. El hecho de votar en conciencia, de acuerdo a lo mejor de nuestras capacidades, no nos garantiza que no estemos  votando por las razones equivocadas. ¿Qué hacer en tal caso? Algo que es poco común en nuestras costumbres electorales: dividir el voto.

Si votamos de acuerdo a nuestro mejor criterio,  pero conservamos dudas sobre las capacidades de quién estamos eligiendo, podemos votar por él o la candidata  que nos haya convencido más,  por ejemplo, para  ocupar el poder ejecutivo,  y al mismo tiempo votar para el poder legislativo por  el o los partidos contrarios a ese candidato. Si  se puede lograr esto de una manera efectiva, quien quiera que gobierne se verá obligado a consultar y a negociar con sus contrincantes antes de poder imponer  un criterio que pudiera parecer dictatorial. Y esto hay que aplicarlo en el congreso federal, los congresos locales y los cabildos de los municipios.

 Obviamente, a los partidos políticos les desagrada enormemente este modo de votar. Dicen, y en parte tienen razón, que el voto dividido les reduce la gobernabilidad.  Lo cual es de alguna manera cierto.  Pero esto depende de a qué le llamamos gobernabilidad. Si por ello entendemos el que se haga la santa voluntad del gobernante, claramente el voto dividido evita que el capricho de un mandatario se lleve a cabo sin mayor análisis.

Obviamente, esta no es la única opción; simplemente la propongo como un modo de reflexión que pudiera ser interesante para llevar a cabo en tus días vacíos.  Pero hay más cosas.  Podemos dedicarnos a entender a los posibles candidatos que ya se conocen, revisar cuáles han sido sus declaraciones y planear qué tiempo le dedicaremos a estudiar sus propuestas.  También será interesante decidir a qué analistas hay que darle seguimiento: sobre todo a aquellos que no se muestren totalmente conectados con alguna de las facciones políticas.  Los analistas ideales serán aquellos que reconozcan los puntos buenos y los puntos malos de cada una de las corrientes políticas.  Teniendo claro que, por regla general, la imparcialidad no se da en maceta.  No estará de más encontrar a otros ciudadanos de a pie, con sentido común y deseos de debatir y discutir las posibilidades que nos presentan las próximas elecciones.

Finalmente, si usted tiene la proactividad y la  creatividad para imaginar soluciones diferentes a los grandes problemas nacionales,  vale la pena que ponga en blanco y negro  sus ideas,  de modo que pueda contrastarlas con las de las fuerzas políticas, así como las de sus candidatos y candidatas. Nada sencillo, pero es necesario que tenga usted algunos criterios para poder decidir cómo participar en este período crucial: lo que algunos consideran la decisión más importante que deberemos tomar desde hace algunas décadas.

Antonio Maza Pereda

lunes, 11 de diciembre de 2023

La magia de la Navidad

 En estas fechas, prácticamente en todo el mundo, se maneja el tema de la Navidad.  En algunos medios, particularmente en los de orientación religiosa, es un tema de discusión. ”La Navidad ya no es lo que era”, se nos dice. Y esto no es totalmente cierto.  En muchos aspectos la Navidad es muy tradicional: las reuniones familiares, las visitas a parientes y amigos, los regalos, el apapacho a los niños, los árboles y sus adornos. En apariencia, todo sigue igual. El comercio aprovecha plenamente este concepto y lo liga con la entrega de cariño. Si regalas, estás demostrando amor.  Entre más costoso el regalo, más amor demuestras.  El consumismo a todo lo que da

Es un fenómeno prácticamente mundial, transcultural, transreligioso.  Precisamente para evitar conflictos para unir bajo la misma cobertura a diferentes creencias, se trata de evitar el nombre de Navidad y se quiere sustituir por “las fiestas de la estación”.  No sea que se nos vayan a ofender aquellos con otras creencias, a los que podría parecer que nosotros les estamos imponiendo una creencia, algunas agendas.

 Esta qué, posiblemente, es la festividad más extendida y aceptada en la humanidad, ha cambiado un poco en las formas. No así en el fondo, en su razón de ser.  Lo que verdaderamente se celebra. Debo reconocer que, para mí, esto no era una preocupación. Hasta hace relativamente poco. “Qué bueno que se celebre el nacimiento de Jesús”, decía yo. Tal vez no lo acepten, Tal vez no lo entiendan, tal vez ni siquiera repitan su nombre, pero de alguna manera sé están adhiriendo a Él. Y con este pensamiento, por años, no hice comentario sobre este tema.

Pero, algo ha cambiado.  Está cambiando el fondo de la celebración, su motivo, su intención. Y esto nos lleva tener dificultades para contestar una pregunta muy simple: ¿qué celebramos?  De algún modo, el concepto de la Navidad se ha vaciado de significado.  O, por lo menos, de su significado original. Sí, Navidad es un momento de nostalgia, el recuerdo de mis navidades de niño, la ocasión de mostrar cariño para mis hijos y nietos.  Es un asunto de tipo cultural, dónde seguimos las tradiciones de nuestros padres, las costumbres que tenemos en nuestro terruño. Una manera de ayudar a otros a ser felices.

 La mayoría de las iglesias cristianas celebramos a Jesús niño y en los regalos conmemoramos el gran regalo que Dios Padre le hizo a la humanidad al entregarnos a su Hijo. Pero si no tenemos su significado original, es necesario asignarle algún tipo de significado.  Recientemente, sobre todo en los canales de televisión originados en los Estados Unidos, se han producido programas de contenido navideño, en algún caso transmitiéndose 24 horas al día desde el mes de octubre hasta los primeros días de enero.  La mayoría con un esquema relativamente homogéneo: una familia incompleta, dónde la madre y en muchos otros casos el padre, dan todo su cariño a un hijo cuando se han quedado solos por diferentes razones.   Y hay tal devoción por el hijo que no se han preocupado por tener alguna otra relación. El niño es feliz, pero siente necesidad de que su padre también sea feliz.  Aparece alguna chica o algún chico, que no ha logrado encontrar un cariño estable y en el ambiente de la Navidad surge un romance.  Todo lo cual ocurre en torno a la Navidad, que contribuye a que ellos que viven la soledad, encuentren nuevamente el amor y el modo de completar la ausencia del padre o madre que ya no está ahí.  Y, obviamente, después de algunos problemas, de algunas dificultades, aquellos sedientos de cariño se encuentran finalmente. Todo ello en un ambiente festivo, la rememoración de las costumbres hogareñas, el cariño de familia. Un romance blanco, sin escenas de alcoba, temas muy familiares. Por cierto, con cierta frecuencia, se presentan películas donde se trata el tema de la Navidad entre las familias de los militares quiénes, por su servicio a la nación, se tienen que separar de sus familias en estos tiempos.  Se ve como, estas familias, mantienen vínculos con quienes están lejanos.  Algo hermoso y seguramente muy necesario para las familias de quienes están al servicio de la nación. Todo buenísimo. Pero ese no es el sentido de la Navidad.  Muy bueno y necesario en cualquier época.  Ojalá el mensaje penetre y se afiance. Pero esos son los valores familiares, valores eternos, no exclusivamente navideños.

Pero, últimamente, ha nacido otra tendencia, a la cual no le encuentro realmente las bondades que le puedo encontrar a las que comenté anteriormente. Ahora se ha estado hablando de la “magia de la Navidad”.  Como si fuera un rito, una palabra mágica, que produjera felicidad por sí misma. Como si el mero hecho de repetir ciertas costumbres generara bien por sí mismo. Esto, que se ha venido cocinando en los últimos años y que ahora ha sido encabezado por el poder mercadológico de uno de los refrescos más conocidos del mundo, el mismo que popularizó el concepto de Santa Claus y la imagen que todos le conocemos.  Y en esto, tristemente, yo no puedo estar de acuerdo.  Puedo aceptar las costumbres familiares, las culturas locales y el modo como celebran esta fiesta y también el hecho de que otras religiones y otras culturas deseen celebrar junto con toda la humanidad lo que nosotros celebramos, por sus razones muy particulares.  Porque en cada cultura están las semillas del mensaje que Dios ha puesto para los hombres.  Pero no es un mensaje de magia, es uno de valores de bondad, bien y belleza.

En fin, celebremos la Navidad cómo lo que es: un recordatorio de la verdad, el bien y la belleza, los grandes valores humanos.  Que para algunos de nosotros están encarnados en el hijo de Dios vivo, que nos llegó cómo un niño.  Otros, que no creen en Él, desean y creen en la bondad, el bien y la belleza. No en un rito mágico que produzca bien por sí mismo, sino el resultado de nuestro deseo de vivir siempre de mejor modo. Que esta Navidad sea, para todos y todas, una gran alegría y que esta ilumine nuestro año próximo.

 Antonio Maza Pereda

lunes, 4 de diciembre de 2023

Noticias angustiantes

 Los noticieros nunca han sido de lo mejor en el aspecto de levantarle el ánimo a sus oyentes.  Basados en una práctica conocida como el amarillismo, el énfasis noticioso no está orientado a las buenas noticias. Las catástrofes, el crimen, lo extraño, lo que se sale de lo común es lo que se considera valioso.  Hay un dicho en esos medios: “cuando un perro muerde a una persona, no es noticia; cuando una  persona muerde a un perro, sí es noticia”. Así es que una buena parte de la población está sujeta a una dieta diaria de noticias que van desde lo raro hasta lo amenazante. Normalmente, al terminar de escuchar el noticiero, mucha gente tiene una pequeña depresión.

No quiere decir esto qué necesariamente los informativos sean completamente dañinos. La globalización, la comunicación prácticamente en tiempo real y a costos muy bajos, y otras mejoras tecnológicas nos  han creado  un nivel de información de alta calidad  en poco tiempo: muy amplia, completa y con muchas posibilidades de verificarla.  Nos están dando un servicio valioso a la sociedad.  Todavía hace un par de generaciones, sólo los gobiernos y personas con amplios recursos económicos tenían acceso a un nivel de información, como la que ahora podemos obtener a un costo pequeñísimo.  En aquel tiempo, el acceso a la información era tan limitado que generaba grandes ventajas competitivas y se construían  fortunas con el aprovechamiento oportuno de la información.

Por otro lado, nos encontramos con que el contenido de los noticieros y muchos otros programas basados en información, se han quedado en generar valor al crear atención sobre los hechos.  Pero la mejora en el análisis no ha seguido el mismo paso que la de la información. Cantidades cada vez mayores de datos se entregan sin suficiente valor de análisis. En los medios tradicionales y en muchísimos de los nuevos medios, nos encontramos con pocos eventos basados en análisis, presentados generalmente en horarios poco competitivos, con formatos difíciles de absorber y, me supongo, con bajos ratings.  Además, muchas veces el análisis es unilateral y se maneja poco debate.  

En nuestro país, en el mejor de los casos, los debates van unidos a las campañas políticas.  Los debates parlamentarios, que muchas veces presentan un nivel lamentable, tienen muy poca audiencia. Y, en general, se manejan con un enfoque de ataque. Rarísimamente se encuentran discusiones con propuesta., dónde se examinen los méritos de las diferentes ideas, y se trate de construir, aceptando los aspectos valiosos y complementándolos para que tengan aún más resultados.

 En general esos pocos planteamientos son de corto plazo, sin ver el contexto ni las consecuencias previsibles de cada una de esas ideas. Claramente está haciendo falta un cambio de cultura.  Y es sabido, que las culturas no provocan cambios rápidos.  De hecho, la politización de los debates hace que solo las propuestas con efectos inmediatos sean las preferidas por la clase política. No encontrará uno algún político que esté dispuesto a ofrecer ideas que den resultados en docenas de años. Desgraciadamente, esos políticos de gran visión, qué ven un horizonte amplio, difícilmente atraerían las simpatías de los votantes.  Los demás, buscan resultados en el término de su administración. Parafraseando un refrán popular, ellos dirían: “Si no es en tu año, no te beneficiará”

La tecnología, los cambios sociales y la misma ciencia nos han acostumbrado a esperar cambios que ocurran a una velocidad fulgurante. El propio entretenimiento que ofrecen los distintos medios generalmente presenta situaciones dónde problemas gravísimos de nivel mundial, suelen resolverse en una o dos horas.  Nosotros, ingenuamente, esperamos que así ocurra en la realidad.

Pero independientemente de esta situación, las soluciones a los grandes problemas nacionales se podrán lograr cuando encontremos el modo de construir, en lugar de atacar. De hecho, en otros países, en la planeación estratégica se ha acuñado un término interesante: se habla de coopetencia, como una alternativa a la competencia. El concepto se podría traducir aproximadamente como la combinación de cooperar con competir: colaborar entre competidores. Algo difícil, claro.  

¿Podremos esperar, en un plazo razonable, que dejemos de centrarnos en lo negativo y que logremos modificar sustancialmente el tipo de información que consumimos, encontrar el modo de cooperar, de limitar los ataques viciosos? Yo creo que sí, pero tendríamos que cambiar nuestras costumbres para la toma de decisiones.  Además de aprender a analizar y debatir ideas. Tal vez el gran obstáculo, el de fondo, es que esto requiere de una gran dosis de humildad. Reconocer los aciertos de los otros, encontrar cuáles son los elementos valiosos que tienen y no sentirnos agredidos porque otros reconozcan las virtudes de las propuestas de los demás.  Y esto, es difícil en términos empresariales y probablemente lo es mucho más en los asuntos políticos.

Porque queremos ganar a toda costa, porque estamos buscando vencer, ser premiados o mejor aún llevarnos el reconocimiento. Y este espíritu de humildad, como decía mi santo abuelo, no se da en maceta.   

Antonio Maza Pereda

lunes, 27 de noviembre de 2023

Crédulos e incrédulos

 Un serio problema político, y también social, es que muchos de nosotros ya no creemos en nadie. Bueno, esto no es del todo cierto. La mayoría de nosotros tenemos bastante bien seleccionados a quienes creemos y a quienes no creemos. Es muy raro conocer a alguien que sea absolutamente crédulo o totalmente incrédulo.

La mayoría de nosotros creemos cualquier cosa que nos diga un cierto grupo de personas, mientras que a otro grupo diferente, no le creemos absolutamente nada de lo que dice. Y tal vez haya una pequeña cantidad de prójimos a lo que les podemos creer alguna parte de lo que dicen y otra parte no. Por poner algún ejemplo muy actual: una buena parte de los votantes se creen cualquier cosa que digan los miembros de la 4T. Mientras que hay otros que no les creen absolutamente nada: si nos dicen que mañana el sol va a salir, casi seguro lo pondrán en duda.  Y, por supuesto, también ocurre qué hay quienes no creen absolutamente nada a los neoliberales, a los que últimamente les han dado en decirles conservadores, mientras que hay los que les creen totalmente cualquier cosa.

Esta manera de razonar (es un decir), es la que algunos le llaman la falacia del argumento ad hominem: cuando aceptamos algún razonamiento, tomando en cuenta quién nos los dice, sin analizar a detalle la argumentación.  Y, desgraciadamente, esto está ocurriendo con muchísima frecuencia.

Este fenómeno tiene muchas variantes: los que creen cualquier cosa, porque la dijo el señor presidente. O quienes creen cualquier argumento que proceda de algún comunicador famoso. Hace algunas décadas, un excelente comunicador llamado Jacobo Zabludovsky, gozaba de una gran credibilidad. Cuando había alguna discusión, el argumento de peso era: lo dijo Zabludovsky. Y ahí mismo acababa la discusión.

No faltan algunos que tienen un criterio, que ellos consideran infalible, para saber cuándo alguna argumentación es verdadera: la realidad-dicen- es aquella que coincide con sus pensamientos.  Si alguien les dice algo diferente de lo que ellos piensan, ni siquiera se molestan en revisarlo: lo consideran erróneo por necesidad. Cuando lo que les dicen coincide con lo que ellos ya creen, lo consideran una verdad incontrovertible. Como decía un personaje de una caricatura que vi recientemente: “¿Cómo me pueden decir que eso es una mentira, si es lo mismo que yo estoy pensando?”

Ahora que estamos por entrar en una de las campañas políticas más complejas en los últimos años, nos enfrentaremos con el método para lograr convencernos, a través de la repetición de frases sonoras, eslóganes y lemas bien pensados, más una gran cantidad de ataques personales. Y también de apoyos personales y soportes de influencers.  Pero una gran escasez de lógica, de argumentación, de conceptos con validez demostrada.

Esta combinación de mercadotecnia política, con la mezcla de credulidad e incredulidad qué predomina, tiene por resultado que solamente se puede convencer a los que ya están convencidos.  Más la actitud, de que no queremos o, peor aún, no sabemos argumentar.  En nuestro sistema educativo, por desgracia, tenemos una gran deficiencia en la educación cívica, sobre todo en los aspectos de tipo político y social.  Estamos lastimosamente desarmados frente a falacias de todo tipo.  Y esto no se resuelve en poco más de medio año qué nos queda antes de tomar una de las decisiones más importantes que pueden tomar los votantes mexicanos.

Según lo que dice una de las escuelas más prestigiadas en aspectos empresariales, a la mayoría de los hombres y mujeres modernos, y en particular a los tomadores de decisiones, no les interesa que los formen: lo que desean es que los informen. Y puede ser que esta escuela tenga razón. Lo que nos ofrecen la mayoría de los medios, y en particular las páginas de política, es una enorme dosis de información con poco análisis, escaso criterio para validar los hechos que se nos presentan y sobre todo sus consecuencias de corto y largo plazo. Y esa combinación tiene una alta probabilidad de error.

La solución, por supuesto, sería enseñar al electorado a ubicar las diferentes falacias, aprender a distinguirlas de los razonamientos sanos y poder tomar decisiones en consecuencia.  Lo cual no es fácil de llevar a cabo en las pocas semanas que nos quedan antes de las elecciones federales del 2024.

No cabe duda de que a muchos nos da temor analizar las situaciones que enfrenta el país.  Temor a que nos ataquen, temor a equivocarnos y a quedar mal. Y es cierto que hay algunos que ni siquiera quieren hacer el esfuerzo: existe un grave caso de flojera para analizar. Y también es cierto que, en muchos casos, algunos quisieran hacer ese esfuerzo, pero carecen de método.

En nuestro medio existen algunos, muy pocos, cursos de análisis político.  La mayoría de ellos con un enfoque totalmente descriptivo: explicando las distintas fuerzas políticas, sus plataformas públicas, sus capacidades y su historial. Pero difícilmente se incluye en esos cursos herramientas de pensamiento crítico, de análisis, de síntesis y sobre todo el entendimiento a fondo de los diferentes tipos de falacias y cómo se aplican en las distintas fuerzas políticas.

Hay una gran necesidad. ¿Estaremos los ciudadanos sin partido, el votante de a pie, el no alineado, en la capacidad de dar a conocer visiones diferentes de lo político y social, de aquellas que nos están preparando los magos de la mercadotecnia política?

Antonio Maza Pereda

lunes, 20 de noviembre de 2023

Omnipotencia del Legislativo

La rama legislativa de nuestro Gobierno tiene una rara percepción de la realidad. Para ellos su modo de resolver problemas o dificultades, consiste en legislar. Lo cual está bien, para eso los hemos elegido. Lo que no es claro es que, para ellos, con tener una ley ya basta: si el Ejecutivo la promulga y la aplica, el problema ya está resuelto. Para la Sociedad solamente nos queda obedecer. ¿Qué podría salir mal?

La realidad es que eso no es así. Muchas leyes no se cumplen.  Hay quien dice que, si la mitad de las leyes que tenemos se cumplieran, seríamos un país de los más avanzados.  Cuando una de las leyes que nos obsequia el legislativo no se está cumpliendo, la solución de esos padres y madres de la patria es aumentar la penalidad. Y de esto abundan los ejemplos: a los casos de feminicidios, violaciones y otros tipos de violencia hacia la mujer, les han venido aumentando la penalidad.  Lo triste es que no hay una relación entre esos aumentos de penalidad y la reducción de la violencia contra la mujer. Las penas son cada vez más largas, en tal manera que muy pronto esas penalidades serán irrelevantes, porque sobrepasan la esperanza de vida de la población.

Pero tal parece que nuestros representantes se consideran omnipotentes, de algún modo.  Basta con que prohíban algún comportamiento indeseable, para que el asunto quede resuelto.  Está faltando entender a fondo las situaciones delictivas. Las leyes, ¿realmente concuerdan con los requerimientos, con las necesidades de la Sociedad?  Porque si se prohíben comportamientos que la Sociedad no condena, es extraordinariamente difícil hacerlos exigibles. La población no estará inclinada a colaborar ni a denunciar esas conductas. Y luego, está el problema de tener la capacidad de aplicarlas, capturando y condenando a quien delinque.  Un tema en el cual no se le ha invertido por décadas: mientras que aumenta el número de leyes, no ha crecido al mismo ritmo la inversión en el personal encargado de hacerlas cumplir. Una inversión, tanto en el número de agentes de la ley como en su capacitación y equipamiento. Cada vez que se establece una nueva ley, debería hacerse el estudio de cuál va a ser el costo de hacerla cumplir.  Y de eso, no se preocupan nuestros representantes. En su omnipotencia, piensan que basta con que exista el ordenamiento, para que la situación se haya resuelto.

Han habido algunos asuntos menores donde se actuó de una manera diferente. Por ejemplo, en la Ciudad de México se estableció un reglamento que prohibía tener saleros en las mesas de las fondas y restaurantes.  Ello con el loable propósito de contribuir a reducir el número de los hipertensos y, por consecuencia, reducir la mortalidad por enfermedades cardíacas y el costo de atender a los afectados.  A los pocos días de promulgar ese ordenamiento, fue claro que no había la posibilidad de hacerlo cumplir. Sencillamente, no hay el número de inspectores que pudieran ejercer una vigilancia adecuada en todos y cada una de las fondas y restaurantes. Se canceló el reglamento y se trabajó con las organizaciones gremiales de estos negocios para que, de modo voluntario, retiraran los saleros de las mesas y se entreguen únicamente a petición de los parroquianos. El resultado es importantísimo: se está cumpliendo el propósito qué tenía el reglamento sin necesidad de tener inspectores que lo hagan cumplir.

En estos últimos días se está discutiendo en el Congreso un reglamento para que las futbolistas profesionales reciban el mismo salario que el que reciben los hombres. Es muy claro que nuestros representantes no entienden la economía del fútbol profesional. Los ingresos de los clubes deportivos no dependen de la voluntad de esas organizaciones. Ese dinero depende de la asistencia del público a los estadios, los cuales tienen un límite. Además, dependiendo de la cantidad de personas que ven los partidos a través de los medios, esos clubes reciben una parte muy sustancial de sus ingresos, en ocasiones muy superiores a lo que reciben por la asistencia a los estadios.  En la medida que haya muchos espectadores en dichos medios, las compañías que transmiten los partidos pueden cobrar por su tiempo, en proporción al número de telespectadores. Y esto no es todo: los jugadores y los equipos ofrecen a las compañías la posibilidad de tener su publicidad en los uniformes de los jugadores, con lo cual hay otros ingresos. Y todavía puede haber ingresos adicionales cuando los jugadores recomiendan productos o servicios. En algunos países hay consultores qué ofrecen multiplicar por 10 los ingresos de los jugadores de los deportes de exhibición, a través de diferentes medios publicitarios.  Claro, pidiendo un 30% de comisión por esos ingresos adicionales.

Esto se ha ido creando a lo largo de los años en el negocio del fútbol profesional. El fútbol femenino profesional aún no llega a desarrollar estos tipos de ingresos de manera que pudieran permitir realmente una paridad en los ingresos de las jugadoras.  En cierto modo la solución está en nosotros, en el público. En la medida en que asistamos a los estadios, aumentemos el número de horas que dedicamos a ver los juegos de las jugadoras profesionales,  se podrá cobrar más a las televisoras y se podrán obtener ingresos fuertes por la publicidad.

Estoy seguro de que es de justicia que las futbolistas profesionales ganen tanto o más que los hombres. Pero la solución no está en las leyes. Nada de esto se ha tomado en cuenta en ese ordenamiento.  Creo que es un ejemplo de qué los congresistas no analizan a fondo los temas en los que están estableciendo nuevas leyes y reglamentos.  No se trata de que nuestros senadores y diputados se vuelvan expertos en todo, pero la rama legislativa recibe ingresos muy sustanciales de los cuales se podría pagar la investigación necesaria para poder tener leyes que puedan cumplirse.  Y de esto, al parecer, no se habla.

No basta con tener leyes. Algo nos está fallando. Se necesita entender los problemas de fondo, diseñar los ordenamientos que de veras resuelvan. Hay que convencer a la población de la necesidad de esa ley, hay que instrumentarla para que pueda cumplirse y poner los medios necesarios para que su aplicación sea exitosa.

Antonio Maza Pereda

 

lunes, 13 de noviembre de 2023

Un salto de fe

 A la fecha, mediados de noviembre de 2023, formalmente no ha iniciado la campaña presidencial. Teóricamente, no debería haber promesas de campaña ni mítines enfocados al público en general. Supuestamente, los actos públicos que existan deben ser únicamente aquellos orientados a los miembros de los partidos y sus simpatizantes.  Algo muy difícil de controlar, por lo que el INE ni siquiera está intentándolo, y se contenta con hacer exhortaciones que, en la práctica, están resultando bastante inútiles.

 Algunas de las ofertas se orientan a los propios partidos.  Por ejemplo: defender la 4T y poner un segundo piso a la Transformación, son propuestas orientadas a los adherentes de los partidos que forman una de las alianzas. Por otro lado, el frente opositor habla de destruir   los cotos de poder de la 4T y sus proyectos, con excepción de los orientados al bienestar social.

Evidentemente, podría haber otras opciones.  Nada en la ley prohíbe que pensadores, comunicadores o que los propios políticos, puedan hacer declaraciones a nivel personal. Y de hecho hay muchos que lo hacen.  Lo que ocurre en otros países democráticos, muy peculiarmente en Inglaterra, es la formación de un gabinete en la sombra dónde se reparten áreas de la administración, para analizar las acciones y resultados del gobierno en el poder,  diciendo qué acciones tendrían los opositores, si estuvieran gobernando.  Es algo complejo. Hubo algún intento de formar algo así en nuestro país, pero no hubo la constancia necesaria para llevarlo a cabo. 

La Alianza opositora ha criticado, ferozmente, los resultados y las acciones del gobierno de Andrés Manuel.  Pero analizando esas críticas nos encontramos con que hay muy poco de propuesta.  La inmensa mayoría de esas, tienen que ver con decir que los funcionarios de la 4T son personas deshonestas o ineptas. Pero raramente se critican las ideas mismas. Parecería que no tienen otras propuestas, salvo la de que sus opositores dejen el gobierno y ellos realizarían las mismas acciones, encargándolas a personas con capacidad y honestidad.

 Probablemente, no se han dado cuenta de que le están pidiendo al electorado que den un salto de fe. Me explico.  Los creyentes de las distintas religiones aceptan una serie de aseveraciones sin tener un respaldo científico y a veces ni siquiera lógico. En estos casos ocurre lo que se llama un salto de fe: se acepta la afirmación sin tener otra base que sus creencias.  Esto pasa con la oposición en nuestro país: nos piden nuestro voto, sin que nos propongan un modo diferente de gobernar, con otras acciones.  Si nos piden únicamente que les demos nuestro voto de confianza, para que hagan lo mismo qué está haciendo la 4T, basándose únicamente en que van a tener personas más capacitadas, nos están pidiendo que votemos sin tener muchas bases, qué harán lo mismo y que las cosas saldrán bien.

 Algunos ejemplos.  Critican las acciones para el rescate de Acapulco.  La pregunta sería: ¿qué otras medidas tomarían? Si solo proponen que estas medidas se les encarguen a personas diferentes, nos están pidiendo un acto de fe. ¿Cómo nos garantizan los partidos que ya estuvieron en el poder, que ahora tienen personas con una gran capacidad que pueden llevar a buenos resultados las mismas medidas que se están aplicando? ¿Cuál sería su plan de rescate? En la crítica al cierre del nuevo aeropuerto en la Ciudad de México y la creación del aeropuerto de Santa Lucía, ¿cuál es su propuesta para mejorar la comunicación y el turismo en nuestro país? ¿De qué manera resolverían los problemas que ese cierre y su substitución han provocado? ¿Proponen rescatar el difunto aeropuerto nuevo en Texcoco? ¿Un reordenamiento de las rutas aéreas con varios centros de transbordo importantes en varias partes del país, de manera que los que viajen de Durango, por ejemplo, a Monterrey o a Guadalajara no tengan que pasar forzosamente por la Ciudad de México, como ocurre en muchísimos casos? ¿Cómo resolverían el abasto de medicamentos, manteniendo un costo razonable de la operación de los hospitales públicos? Y, como estos, se podrían dar muchos más ejemplos.

 Es claro que nuestra oposición o al menos la mayoría de ella sólo han demostrado que saben atacar, pero no ha mostrado cómo pueden proponer mejores soluciones.  Mientras no lo hagan, el votante se encontrará con la situación de que la 4T ha hecho propuestas y las ha llevado a cabo, mejor o peor, pero sus opositores todavía tendrían que demostrar que tienen la capacidad de hacer eso mismo con mejores resultados. Sin esto, nos estamos poniendo en el plan de votar por simpatía o, sobre todo, por credibilidad.  Nuestros partidos opositores tuvieron la oportunidad de hacer cosas mejores y no lo consiguieron. Lo que deben lograr en la ciudadanía es la confianza, la cual procede de la credibilidad de sus candidatos. Y esa está por verse. Si el único argumento es que su opositor es inepto, todavía nos tienen que demostrar,  sin lugar a dudas, que ellos tienen más aptitud.  Y esto es muy difícil de lograr si no tienen la capacidad de proponer nuevas opciones: no nuevos funcionarios, sino nuevas maneras de resolver los problemas nacionales.

En justicia, hay que reconocer que hay un partido que no pertenece ni a la 4T ni a la alianza opositora: el Movimiento Ciudadano. A principios de este año, ellos reunieron un grupo importante de pensadores y especialistas quiénes tomaron diferentes áreas que debe atender el gobierno e hicieron un diagnóstico y una serie de propuestas. El procedimiento, que llevó varios meses, estuvo abierto al público en general y, aunque no tuvo una participación enorme, sí es un esfuerzo interesante y generó propuestas que podrían debatirse, más allá de la crítica a los gobernantes actuales y pasados.

Es claro que no es fácil oponerse, en particular hacerlo de una manera democrática.  En los cuatro últimos cambios de gobierno, podemos decir en verdad que los partidos no ganaron, sino que sus contrincantes perdieron.  Tanto el PRI como el PAN ganaron porque el partido en el poder al que se opusieron no hizo bien su tarea y perdió la confianza del electorado.  No porque hayan presentado cambios fundamentales y creativos, sino porque el  ciudadano perdió la confianza en quien los gobernaba. ¿Dará tiempo de que nuestra oposición aprenda estas lecciones y cambie su manera de competir? ¿Habrá modo de que entiendan que no sirve irse por el camino fácil de los ataques, y que en cambio hay que tomar el camino más difícil y riesgoso de ser creativos, propositivos y proactivos? Ojalá lo veamos.  Porque de otra manera seguiremos viviendo un clima de polarización y ataque indiscriminado que a nadie le está beneficiando.

Antonio Maza Pereda

lunes, 6 de noviembre de 2023

¡Acuérdate de Acapulco…!

  Es raro que haya un sexenio sin alguna catástrofe natural.  Más extendidos y muchas veces más mortíferos han sido los grandes sismos. A esta administración le ha tocado un ciclón relativamente pequeño en extensión, pero extremadamente poderoso, causando una enorme destrucción en una pequeña área: Acapulco, Guerrero y su área metropolitana, con una población de aproximadamente 900,000 habitantes.

Se ha hablado mucho del tema: qué se pudo haber dado aviso con mayor anticipación y tomar medidas preventivas, de los saqueos, y de la negativa a permitir apoyos privados y de las organizaciones no lucrativas, al menos en una primera fase, del decomiso o expropiación de los materiales de apoyo a la población, para ser entregados en nombre del Gobierno, en fin… Estamos inundados por un mar de información contradictoria, tal que nos resulta muy difícil poder afirmar con certeza qué es lo que está pasando.

Esta administración ha anunciado un plan de recuperación para Acapulco. Plan que tiene aspectos buenos y necesarios. Queda abierta la discusión de sí este plan hubiera sido más eficaz y posiblemente más generoso de no haberse cancelado el famoso FONDEN (Fondo de Desastres Naturales). Una vez más, cuesta mucho trabajo poder decir donde está la verdad.  Los medios han estado difundiendo los malos resultados de las aportaciones directas a municipios en desastres similares, mecanismo puesto en práctica con la extinción del FONDEN, comentando que ha habido malos manejos de los fondos que se han entregado a los municipios sin una supervisión suficiente.

Independientemente de todo ello, el plan de recuperación tiene aspectos muy positivos y necesarios. Tal vez lo que se puede criticar es que son soluciones de muy corto plazo. La mayoría de las acciones estarán en vigor durante tres meses mientras que, simultáneamente, el propio Gobierno dice que la recuperación completa de la infraestructura turística llevará unos dos años.  No queda claro que es lo que va a hacer la población, que mayormente vive del turismo, durante ese lapso. Porque no se sabe de dónde van a venir los ingresos de la población económicamente activa, cuando deje de haber las aportaciones de emergencia. Un hotel que no abre no puede sostener a su personal. Y lo mismo ocurre con restaurantes, fondas, centros nocturnos y actividades similares. Sin contar que, dentro de dos años, otros destinos turísticos habrán captado parte del mercado que vacacionaba en Acapulco.

Una buena parte de los apoyos consisten en no cobrar impuestos, tanto a la población como a las empresas. Desgraciadamente no es un apoyo en dinero. De todas maneras, un negocio que no puede abrir y que tiene algunas pérdidas, no va a pagar impuestos. Y una vez que vuelva a operar, dejará de pagar impuestos hasta que compense sus pérdidas. Es importante para la población que no se le cobren IVA e ISR por tres meses, pero quien esté desempleado y sin ingresos, poco será lo que le beneficie este apoyo.

Habrá préstamos con intereses muy bajos para la reconstrucción. Pero, finalmente, los empresarios tendrán que pagar el principal de la deuda. Y muchos de ellos, sobre todo los micro y pequeños empresarios, que seguramente ya estaban endeudados, no tienen capacidad para aumentar su endeudamiento. En otras palabras, no son sujetos de crédito. La banca se ha unido a esta oferta. El gran problema es resolver el tema de las garantías, que permiten a un empresario endeudarse. Lo mismo ocurre con el ofrecimiento de los bancos, de no exigir los pagos mínimos en las tarjetas de crédito. Importante, pero el tarjetahabiente sigue debiendo la misma cantidad. Y si no tiene ingresos, fácilmente va a agotar el crédito que tiene asignado. No estoy diciendo que estos apoyos no deban de existir. Lo que estoy diciendo es que son insuficientes. 

 Al parecer, nuestra clase política no acaba de entender qué hay algunos beneficios que se ven muy bien en el papel, pero que a la hora de ponerse en práctica no funcionan. Y no lo hacen porque para muchos de ellos el endeudamiento es un verdadero misterio.  Hay un tema importante en el asunto de las garantías.  Los bancos prestan, siempre y cuando el deudor pueda ofrecer garantías que en algunos casos son el triple o el cuádruple del valor del préstamo. En algún momento de los setenta y ochenta existieron fondos, como el FOGAIN, qué se dedicaban específicamente a ofrecer garantías para que las empresas micro y pequeñas pudieran tener acceso al crédito. No se habla de nada parecido en este paquete de apoyos y claramente harían falta.

Otro tipo de donativos claramente son indispensables: despensas y entrega gratuita de energía eléctrica, son muy necesarios. Pero si no hay una recuperación rápida de la economía, habrá que extenderlos por más de los tres meses que están previstos.

Los desastres nunca son oportunos, pero este en particular es extraordinariamente inoportuno. Ya se ha perdido la derrama económica que se podía haber esperado con el puente del Día de Muertos y así será con el puente del 20 de noviembre, con las temporadas de Navidad y Fin de Año.  Derramas que forman parte importante de los ingresos de la población.  Hay que recordar que, en las zonas turísticas, una parte importante del empleo es temporal y hay largas temporadas donde las familias no tienen ingresos procedentes del turismo. Muchas familias no pueden garantizar un ingreso constante.

 

En fin, qué bueno que se están creando apoyos, pero es necesario estudiarlos más a fondo y complementarlos de una manera importante. Y siempre está el asunto de definir de donde saldrá el dinero necesario. Seguramente, aunque al Gobierno no le guste, las asociaciones de asistencia privada, ONGs, asociaciones religiosas y similares, tendrán que aportar fondos complementarios, en gran cuantía.

Antonio Maza Pereda