¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

lunes, 27 de mayo de 2024

Votación: un manual para indecisos

 A días de las elecciones presidenciales en México, todos los que ya han decidido su voto difícilmente van a modificar sus ideas. Sin embargo, todavía una parte importante del electorado no ha tomado su decisión, una cantidad suficientemente grande de ciudadanos, como para cambiar el sentido de los resultados de estos comicios.

No se pretende aquí tener un método exhaustivo para facilitar el voto de quienes, por más que han intentado, no han logrado tener motivos suficientes para decidirse en un sentido u otro. Conscientes de esto, sin embargo, es fundamental tener algunos elementos para reflexionar sobre una decisión crucial como esta.

 También hay que estar conscientes de que, a esta altura del partido, ya se ha dicho todo lo bueno y todo lo malo de cada una de las candidaturas. No quiere decir que no pueda haber alguna sorpresa, pero a menos que haya estado pasando usted los últimos seis meses en algún monasterio tibetano, o de safari en Tanzania, lo más probable es que ya haya escuchado muchos argumentos sobre cada candidatura.  Posiblemente tiene desconfianza de quienes hablan en pro o en contra de cada candidato, o simplemente no encuentra suficientes elementos que inclinen su decisión. Sí, vale la pena hacer una reflexión lo más profunda posible.

Habría que considerar los antecedentes de cada candidatura: cuál ha sido su desempeño, cuáles sus resultados y de qué manera esa información es necesaria para elegirlos. No es que se trate de escoger a personas que nunca hayan fallado.  Más aún, quienes insisten en presentarse como alguien sin fallas, resultan ser bastante sospechosos.  Lo importante no es que no hayan tenido fallas, lo verdaderamente significativo es con qué rapidez aceptó sus errores y tomó decisiones sensatas al respecto.  Es riesgoso votar por alguien que no reconoce sus fallas e insiste en continuar con soluciones que no han dado resultados.

También es necesario conocer cuál es la ideología del candidato y de qué manera la usa para tomarla en cuenta en sus decisiones. Está claro que hay personas que se aferran a un cierto tipo de ideología y que piensan que, si la realidad demuestra que una ideología no funciona, pues peor para esa realidad.  Ese candidato o candidata ya no cambiará sus decisiones.  Es bueno tener una ideología, pero también es importante conocer y aceptar sus límites y actuar según sea necesario para encontrar soluciones.

Un buen criterio está encarnado en el dicho clásico: dime con quién andas y te diré quién eres. ¿Con qué tipo de personas se rodea el candidato? ¿Son personas sensatas, capaces, prácticas, con experiencia probada y la valentía de decirle a nuestro candidato cuál es su mejor recomendación? ¿O se trata de alguien que no se atreve a decirle, a quién le pide una opinión, algo que sabe que no le va a gustar?

Un tema de carácter. Nuestra candidata o candidato, ¿tiene tendencias autoritarias? ¿Le molesta que les señalen fallas? ¿Aborrece la existencia de contrapesos o busca el modo de ignorarlos? ¿Odia los contrapesos de otros poderes en los campos de su competencia? Claramente, se trata de un candidato de alto riesgo.

¿Cómo actúa cuando se demuestra que sus decisiones son fallidas? ¿Insiste en continuar con sus ideas, a pesar de que la realidad demuestra que no están funcionando? ¿Culpa a todo y a todos del fracaso de sus ideas e insiste en continuar usándolas? En otro aspecto: ¿está dispuesto a probar nuevas ideas, a ensayar nuevos caminos sin caer, por otro lado, en el cambio por el cambio mismo?

Usted, estimado votante, ¿se está informando mediante opiniones que no sean sesgadas y que estén avaladas por una experiencia relevante?  Abundan los opinólogos que, sin tener capacidades suficientes y probadas, afirman por afirmar y venden su sentir al mejor postor. Este sería probablemente uno de los temas más difíciles. Porque, si de algo se acusa a los distintos contrincantes en estas próximas elecciones, es precisamente de que están comprando opiniones que denigran a sus adversarios.

Es probable que este pequeño modelo de reflexión todavía resulte insuficiente. Pero puede ser un punto de partida para que usted encuentre nuevos asuntos de reflexión.  Por supuesto, todos tendríamos que estar dispuestos a aceptar que pudiéramos equivocarnos en nuestra decisión. Pero tenemos la obligación ética y política de actuar como ciudadanos responsables, dispuestos a dar nuestra mejor opinión, nuestra decisión madura e ilustrada para cumplir con nuestro deber como votantes.

 Si al final de esta reflexión todavía nos quedaran algunas dudas: si usted, por la razón que sea, no ha llegado a una decisión, asúmala, emita su voto y acepte las consecuencias de estas acciones.  Si después de haber hecho una reflexión con sus mejores capacidades, sigue usted en la duda, lo más conveniente es que divida su voto.  Vote por el candidato que haya obtenido mayor número de puntos positivos, y divida su voto dándole su decisión al grupo contrario. Por ejemplo, si vota por un partido político para la presidencia, vote por el partido contrario para el congreso. O vote para presidente de un partido y para el candidato a gobernador y presidente municipal del partido contrario. Dicho de otro modo: construya contrapesos que eviten que el candidato de su preferencia pueda caer en el autoritarismo, porque hay contrapesos, suficientemente fuertes, para evitar que tome decisiones unilaterales.

Habiendo dicho eso, vote. Por favor, vote. Por lo que más quiera, vote. Que no lo paralice la indecisión.  No votar es peor que haber votado. Aunque se arriesgue a cometer algún error. Si algo necesitamos con urgencia en este país, es un voto copioso, bien informado, valiente.  El voto que no se emite, pone su decisión en manos de quienes ya han decidido de una manera irrevocable, y no nos consta que, efectivamente, hayan hecho un análisis cuidadoso. A votar, conciudadanos. De la abstención no podemos esperar nada bueno. 

Antonio Maza Pereda

lunes, 20 de mayo de 2024

Oposición: leal o facciosa

 A unos cuantos días de las elecciones presidenciales en México, da la impresión de que todavía no hay nada completamente definido. Claro: los partidos políticos, sobre todos los tradicionales. Han estado diciendo por semanas que ya están ganando. Pero el hecho de tener grandes cantidades de ciudadanos indecisos, una gran incertidumbre acerca del abstencionismo, y la desconfianza sobre las casas encuestadoras, es difícil tener una idea clara de los resultados que debemos esperar.

Por el contrario, de lo que sí podemos estar bastante seguros, es de que habrá una nueva oposición: sea si pierde el partido en el gobierno como si pierde la actual alianza opositora.  La ciudadanía debe estar preparada para este evento. No cabe duda de que, no importa cuál sea el resultado, vamos a tener una oposición bastante molesta. Difícilmente podemos esperar a que quien pierda se conforme y reconozca sin problema su derrota.  En el mejor de los casos, podemos esperar una fuerte batalla en los tribunales. O algo peor, que esperamos que no ocurra.

¿Cómo actuará esa oposición enojada? A la ciudadanía le convendría una situación de madurez de los contrincantes, que actúen como una oposición leal, reconociendo su derrota. Lo cual no quiere decir que dejen de competir políticamente.  Pero que sigan dentro de las reglas del juego democrático que nuestras leyes han establecido. Que continúen señalando fallas, pero también estando dispuestos a colaborar en aspectos que consideren importantes para el bien de la comunidad.  En los países de larga tradición democrática, se forma incluso una organización a la que llaman “el gabinete en la sombra”, formado por políticos y expertos qué analizan las propuestas de gobierno de la administración gobernante y proponen nuevas ideas, otros modos diferentes de atender las situaciones que se están presentando.

Tristemente, en nuestro país no tenemos una tradición así. Es difícil hablar de una oposición profesional, que analice a fondo las propuestas de gobierno y que no ataque por atacar a la administración en curso.  Y menos en circunstancias como la actual, donde todos los partidos políticos, en mayor o menor medida, se han dedicado a atacar, no solo a la oposición, sino a sectores muy importantes de la ciudadanía.  Aquí, como se dice en la frase clásica: el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

Tristemente, pudiera darse lo que llamaríamos una oposición facciosa, una que no reconozca logros y que ataque por sistema a quienquiera que haya ganado.  Una aceptación incondicional hacia su facción, ocultando las fallas de sus adeptos.  Tratar al contrincante político como enemigo, incluso como enemigo mortal. Al que no hay que darle ni el menor reconocimiento. O destruirlo, si se puede.

Hace un par de décadas, por lo menos, de que presenciamos ataques sin misericordia y siembra de odio. A la clase política le parece difícil que las cosas ocurran de otra manera. Por otra parte, y esto es mucho más grave, ese ánimo beligerante se ha transmitido a la ciudadanía.  Nos encontramos con frecuencia familias en donde ya no se puede hablar de política, sin que haya graves ataques e insultos de los unos a los otros. Y no hablemos de esta misma actitud en el trabajo, en eventos sociales, a veces incluso en las organizaciones religiosas, no gubernamentales, filantrópicas y otras dedicadas al bien común.  ¿Cómo podemos evitar este horror?

En alguien tiene que caber la razón. Y cómo, por desgracia, no es de esperarse encontrarla en los partidos políticos, solo podemos esperarla de la ciudadanía. Quien gane, por desgracia, querrá eliminar a quienes se atrevieron a enfrentarle.  Quienes pierdan encontrarán muchas razones para desconocer su derrota. Por el contrario, nos encontraremos debates donde no se reconocerán aciertos y prolifere la crítica destructiva.  Por no hablar de las famosas “fake news” y, en el extremo, de la continuación de la violencia.

Nos toca a la ciudadanía el papel de poner moderación en las discusiones, reconocer los aspectos positivos y también los negativos de las propuestas y las acciones de trabajo de los gobiernos. Y exigir, como mandantes que somos, que nuestros mandatarios, así como sus opositores y la ciudadanía, que   actuemos con moderación y cortesía. Como la que nos merecemos todos por el hecho de ser conciudadanos y mexicanos.

No se trata de no reclamar. Por supuesto, debemos de seguir exigiendo a la clase política, que tanto nos ha quedado a deber, que nos cumplan sus abundantes promesas. Hacerlo siempre con un estricto apego a los hechos y la nobleza de reconocer cuando no tuvimos aciertos o nos hemos equivocado en nuestras críticas. Reclamar, no engancharnos en pleitos estériles.  Utilizar la lógica para criticar, no el hígado.

Un gran tema, y uno del que depende la salud de nuestra vida pública. Bastantes problemas tenemos con la dificultad de construir y mantener la paz, como para seguir echándole leña al fuego, asumiendo actitudes intolerantes. Y si la clase política no está dispuesta a moderarse, solo queda el remedio de que los ciudadanos sin partido, los hombres y mujeres sin poder, exijamos fuertemente a quienes dicen gobernar en nombre nuestro, que reduzcan la crispación, el encono, el enojo que estamos viviendo día con día.

Antonio Maza Pereda

 

 

lunes, 13 de mayo de 2024

Lo que se juega

 Las próximas elecciones federales en México son complicadas para el votante por muchas razones. Nos han mentido mucho y cuesta trabajo tener una imagen clara de lo que está en juego con los distintos candidatos.  Los conocemos a través de la imagen de marca que les han creado los especialistas en mercadotecnia electoral.  En el caso particular de la 4T la imagen está también influida fuertemente por la del actual presidente, Andrés Manuel. Una imagen que no nos consta que efectivamente será la que tendrá la candidata de MORENA en el caso de que sea la triunfadora.

En términos generales podemos hablar de que lo que se arriesga es la democracia. Lo cual para una gran parte del electorado dice muy poco. Tenemos una imagen un tanto etérea de lo que es la democracia. Si no me creen, pregunten a personas de nivel medio educativo y se darán cuenta de que la mayoría no tienen ideas claras de lo que esto significa. Independientemente de que, en nuestro país, la democracia es relativamente joven y los resultados de la transición democrática no han sido esplendorosos.

¿Qué se arriesga? No es fácil establecer, para cada candidatura, unos resultados precisos: muy probablemente hay una mezcla de resultados según los candidatos. En términos generales, está en juego una reducción sustancial de la violencia. Una reducción auténtica, no una basada en decir que hay menos violencia, aunque hay más homicidios dolosos. Los cuales, por otro lado, no son el único modo de violencia.  De estas elecciones podría depender que sane la división entre los mexicanos o que se aumente el odio en la sociedad.

Está en juego la división de poderes. El sistema de balances y contrapesos que son fundamentales en cualquier democracia y que se han venido demoliendo sistemáticamente.  Están en riesgo las finanzas públicas.  En parte, porque todos los candidatos siguen ofreciendo mayor cantidad de beneficios sociales e inversión pública, sin que nadie se atreva a decir, de un modo claro, si esto significará una reforma fiscal.  La cual, dicha en términos sencillos, significa un aumento de impuestos.  Que no tienen como origen exclusivamente los beneficios sociales, sino también el haber agotado los ingresos por la recuperación de la evasión fiscal, los esquemas de facturación falsa y otros similares.  Incrementos que, una vez realizados, no se van a repetir indefinidamente.

El riesgo de que siga deteriorándose el sistema de salud, que está empeorando desde hace años y que no se resolverá rápidamente.  También están por verse la terminación de las obras principales del sexenio que termina. Obras que han costado mucho más de lo presupuestado y que están aún lejos de generar ingresos suficientes para pagar los recursos que se les asignaron.

 Está por verse resolver y lograr el apoyo privado, nacional e internacional, que parece necesario para evitar el abandono de las obras iniciadas.  Falta encontrar una solución contundente para el tema de la corrupción, bandera de todos los partidos, pero a la cual no se le ven respuestas precisas.  Y es que el mero hecho de sistematizar los trámites y crear penalidades cada vez más contundentes, han sido insuficientes.

 Probablemente, lo más inquietante es el desánimo de la ciudadanía.  Nos han ofrecido tanto, les hemos dado nuestra confianza tantas veces y seguimos sin ver resultados. Al final del día, lo único que puede realmente mover la situación del país es la actuación del ciudadano común.  El que ha sido engañado una y otra vez. El que ha confiado en que, ahora sí, tendremos estas situaciones resueltas de manera definitiva.  Una ciudadanía que está volviendo a caer en el desinterés, que provocó el que tuviéramos décadas de una dictadura perfecta. Años en los que el ciudadano se sabía engañado, pero ya no le importaba, porque no veía una solución viable.

Lo que está verdaderamente en juego es que perdamos a una ciudadanía más fuerte, más vigilante, más instruida en los temas de los asuntos públicos. Un electorado participativo que no se contenta con participar en las elecciones, sino que se entienda cómo el actor más importante en el gobierno. Las tragedias de la pandemia, de los múltiples desastres naturales, las carencias educativas, de salud, de un buen gobierno, han despertado al ciudadano. Se discute, se alega, se debate con mucha más intensidad y precisión que en los debates formales de la clase política. Y esto es un gran logro, esta es la solución de fondo a los problemas de nuestro país.

No podemos seguir esperando al gobernante providencial, que nos traiga los remedios que a nadie se le hubieran ocurrido anteriormente. Soluciones que no requieran dolor ni trabajo.  Los verdaderos arreglos los tenemos que crear entre todos y van a nacer de nuestra discusión profunda y nuestra atención permanente a los asuntos del Estado. Esta actitud es la que tenemos que desarrollar, que cuidar y que nutrir, porque en ella están las verdaderas soluciones que el país requiere. Significará, claro está, más trabajo, más atención, más dificultades.  Pero solamente ahí estarán las verdaderas respuestas.

Antonio Maza Pereda

domingo, 5 de mayo de 2024

¿Derecho a marginar?

 


Se ha hablado mucho sobre la polarización que vemos en nuestro país.  Una polarización que ha venido creciendo en el último sexenio, que ya existía anteriormente, aunque no con la misma intensidad. Y conforme nos acercamos   a la elección presidencial de este año se vuelve más intensa.

 Es bastante claro que, los así llamados estrategas políticos, consideran útil y necesaria esta actividad.  En los distintos debates qué habido en las diferentes entidades del país, así como en el debate presidencial, ha sido claro que el esquema ha sido uno de atacar sin misericordia a los contrincantes.

Interesantemente, este concepto viene de la idea de que las contiendas electorales deben manejarse como una guerra y, como en todas las guerras, siempre debe haber vencedores y vencidos.  La idea es destruir al contrincante de tal manera que no pueda representar ningún peligro a futuro.

Pero, ¿es esa la idea que debe tener la democracia?  Cuando en ese sistema, lo que se busca es el bien común, el respeto a todos los ciudadanos.  Cuando un oponente hace alguna propuesta, en lugar de examinar con lógica sus argumentos, consideramos que es suficiente ponerle algún tipo de etiqueta. Por ejemplo: “Lo que pasa es que usted es parte del grupo conservador.” “Y los conservadores son los enemigos de la Patria y siempre están equivocados". ¿Se da cuenta de que no se demuestra de ninguna manera que, lo que el otro está proponiendo, contiene errores? Basta con usar la etiqueta y se considera que ya se cumplió. Y eso ocurre en todos los bandos.  Si a alguien le ponen la etiqueta de chairo, de mocho o de comunista, ya no se siente la necesidad de demostrar con lógica los errores de su argumento.

 Y esto se da en otros ambientes, no solamente en el político. Al escuchar, por ejemplo, argumentos en favor de un trato justo para las mujeres, no faltan quienes dicen: las mujeres no son buenas para los números, no son lógicas, son demasiado sentimentales, fácilmente las convencen, padecen tormentas de hormonas que les impiden tomar decisiones correctas.  Todos esos perjuicios se resumen en unas cuantas etiquetas.  Con eso hay muchos que piensan que ya rebatieron los argumentos que puedan tener las mujeres en algún tema. No examinan sus argumentos por sus propios méritos, sino tratándolos a través   de sus ideas preconcebidas.

 Ocurre en muchos otros campus.  Si quien opina es una persona de edad avanzada, dicen que seguramente está atrasado en sus ideas, posiblemente ya está en el principio del Alzheimer. Si es indígena, dicen, seguramente es perezoso y con poca imaginación.  Y así por el estilo. Detrás de todos esos supuestos modos de debatir, está el propósito de negarle validez a grandes sectores de la Sociedad. No cabe duda de que a muchos nos cuesta trabajo usar la razón.  Siempre será más cómodo usar los prejuicios.

 

Esto, que es un defecto en el trato social, tiene todavía mayor importancia en la democracia. Ahí estamos partiendo de la base de que cada persona tiene el derecho a un voto, con la misma validez que el de cualquier otro votante.  Que el tener alguna ideología, no nos da una superioridad.  Que nuestros análisis y nuestros debates deben hacerse basándose en razones, no en prejuicios, no en suposiciones arbitrarias.  Que no tenemos derecho a marginar a nadie, excepto aquellos a quienes se les nieguen los derechos políticos por haber cometido algún crimen para el cual se haya establecido este tipo de pena.

Posiblemente, uno de los motivos por los que es difícil la democracia es precisamente el que nos obligamos al dar peso a las diferentes opiniones basándonos en la lógica y en argumentos de razón. Partimos de una base de que todos los seres humanos tenemos la misma dignidad y que nuestras creencias políticas no nos hacen superiores ni nos dan la facultad de negar a los demás el derecho a opinar.

 Hemos estado viviendo una temporada de polarización, en que este principio democrático se ha ido demeritando.  No solamente estamos padeciendo de una grave violencia física.  Los centenares de miles de muertos y desaparecidos son algo terrible. La violencia intrafamiliar no se ha reducido. Pero esta situación, gravísima como es, no se compara con los millones de ciudadanos a los que se les ataca verbalmente, que sufren diariamente de violencia en las declaraciones de los distintos bandos políticos a todos los niveles, o la de millones de personas que se atacan mutuamente en las redes sociales.

Necesitamos en gran medida reconstruir la amistad social. Tener la nobleza de reconocer opiniones diferentes de la nuestra, de tener la capacidad de analizar sus argumentos sin odio, evaluándolos por sus propios méritos y reconociendo que casi en cualquier tipo de argumentación hay elementos positivos, aun en las propuestas más negativas que puedan encontrarse. Y tener la capacidad de, en lugar de señalar las fallas, proponer soluciones mejores. ¿Que soy iluso? ¿Demasiado teórico? ¿Utópico?  Bueno, me han dicho cosas peores. Y creo que a nuestra Sociedad no le está haciendo ningún bien esta polarización, esta idea de marginar a partes importantes de la ciudadanía con tal de sentir el placer de haber dejado callados a los demás.


Antonio Maza Pereda

 

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