Un espacio para reflexionar sobre las consecuencias de largo plazo de las decisiones de las administraciones públicas, privadas y sociales. Su enfoque es mayormente estratégico, y su método es el de las proyecciones de tipo cualitativo, con los criterios de la creación de escenarios. Su ambición es la de ir más allá de la exposición y ser un espacio libre de discusión de los interesados en este tema.
¿Porqué Cuenta Larga?
¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.
Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones
viernes, 18 de julio de 2025
Democracia y Demagogia
Cuando hablamos de sistemas de gobierno, en términos generales los ubicamos en sistemas de derecha o izquierda. Podemos también hablar de sistemas donde hay planeación centralizada y sistemas que dan una gran libertad de planeación, con poca intervención del gobierno.
Hay otra categoría de la que poco se habla. Existen sistemas de tipo demagógico y otros que son de estilo democrático. Que ocurren tanto en gobiernos de izquierda o de derecha. En esto hay gran confusión. Los medios, en general, consideran a los sistemas demagógicos como totalmente malos, mientras que a la democracia se le considera, prácticamente de entrada, como un sistema bueno.
Aclarando: un gobierno demagógico puede tener las mejores intenciones y buscar lo mejor para su pueblo. Eso no le quita lo demagógico. No es una cuestión de intenciones. Es muy raro encontrar quien, permanentemente, tenga intenciones malévolas respecto a su pueblo. Y algo parecido ocurre con las democracias, donde supuestamente todo debe ser bueno, aceptado por todos y de buena voluntad. También es cierto que hay demócratas que ejercen la llamada tiranía de las mayorías, que evitan tener controles. La diferencia está en algo más fundamental.
El aspecto más importante no es si el pueblo acepta o si está feliz con un sistema. Eso no los convierte en demagógicos o democráticos. Hay ejemplos muy cercanos. Por poner uno, hubo un tiempo durante el cual, una porción relevante de la población mexicana estaba muy contenta con el sistema del PRI. Tampoco se puede medir por encuestas de popularidad. Muchos demagogos han sido y son enormemente populares.
Lo fundamental es: ¿Cuál es el lugar que tiene el ciudadano en estos sistemas? En principio, si nos vamos a la etimología, la demagogia es un sistema donde un grupo conduce a los pueblos, de acuerdo con las ideas de quien los conduce. Los dirige un grupo minoritario que les dice qué debe hacerse. Y les maneja, por manipulación, por convencimiento, por presión o temor, a seguirlo de determinada manera. O por amor o conveniencia. Se le dice al pueblo por dónde se debe ir. Y eso no entra en discusión. Mientras que en la democracia es el ciudadano quien le dice al gobierno qué es lo que debe de hacer. Me dirá usted, y tendrá mucha razón: “si esto es cierto, verdaderamente hay pocas democracias auténticas”. De acuerdo con usted. Ese es el asunto.
Esto se nota, sobre todo, en los grupos de tipo fascista, donde el título del dirigente tiene una connotación de conductor. Hablamos del Führer, del Duce o del Caudillo. O del “Padrecito de los pueblos”, como le decían a Stalin. Habitualmente, hay alguien que es quien dirige, quien conduce al pueblo por donde debe de ir.
¿Quién manda, el ciudadano común o el dirigente? Lo más importante es que, en los sistemas demagógicos, se está tratando al ciudadano como un menor de edad. Y no se está respetando el hecho de que todos los ciudadanos somos adultos. No se acepta que el ciudadano no requiere ser conducido, sino totalmente al revés: es la ciudadanía la que tiene que conducir al gobierno de acuerdo con sus necesidades. Amiga, amigo: verdaderamente, ¿usted siente que la clase política le trata como adulto?
miércoles, 16 de julio de 2025
¿Necesitamos Comisiones de la Verdad?
La situación actual, en muchos países, es que a los ciudadanos nos han mentido, sistemáticamente, personas de la clase política o interesados en negocios particulares. Hay dos tipos de reacciones ante este asunto. Uno, es que no nos importe; que nos dé igual si nos están diciendo verdades o mentiras. Y otro, que vive parte importante de la población, quien sí quiere la verdad. Pero no cree que sea posible obtenerla o conocerla.
Ante esto se ha propuesto, para casos relevantes, la creación de Comisiones de la Verdad, que ya hemos comentado en estas páginas. Hay problemas que deberían de solucionarse mediante dichas Comisiones. Uno, lograr la reconciliación nacional. Cosa particularmente difícil, cuando la clase política se ha dedicado a sembrar el odio entre la población. Además, desarrollar en la Ciudadanía un aprecio genuino por la verdad. Existen dificultades para constituirlas. Desde luego, el escepticismo: “No se va a poder”, dicen algunos. Las grandes preguntas serían: ¿Verdaderamente necesitamos la verdad? ¿Podemos vivir sin ella? ¿Hay otra opción diferente?
Hay obstáculos de diferentes tipos para lograr constituir y hacer funcionar Comisiones de la Verdad. Desde luego, que haya un tema claro. No se puede hablar de esto en abstracto, hay que encontrar suficiente materia para que se pueda crear una comisión que dé resultados significativos. Los inconvenientes más importantes vienen de la clase política y sobre todo aquella parte que está gobernando en ese momento, que puede obstaculizar de una manera considerable el desarrollo de estas comisiones. La falta de información, el temor a denunciar, son aspectos que el gobierno debería de resolver. Por otro lado, está el desinterés de la ciudadanía.
¿Cómo reconocer la verdad? ¿Cómo asegurar que la Comisión maneje los hechos de una manera precisa? ¿Cómo evitar los juicios apresurados o basados en información incompleta? Este es un problema filosófico, difícil de resolver. Un político famoso, Abraham Lincoln, dio una solución interesante diciendo: “Es posible engañar a todos, por algún tiempo, y también engañar a algunos, todo el tiempo: pero no es posible engañar a todos, todo el tiempo”. Una buena idea, pero que difícilmente se puede traducir en acciones concretas. Es un acto de fe: creer que la verdad finalmente brillará y será reconocida.
En cuanto a las propias comisiones, habría ciertos requerimientos para que lleguen a sus objetivos. En primer lugar, precisarlos. Si el objetivo es desprestigiar al contrincante o demostrar que un grupo de personas tiene la razón, estamos empezando mal. Lo básico, debería ser la reconciliación de la sociedad en temas cruciales. Otros requerimientos son: tener expertos que den certeza al proceso, darle seguridad a los denunciantes y evitar la participación de la clase política. Cosas que son difíciles de lograr sin apoyo del gobierno.
Necesitamos un cambio fundamental. El aprecio de la verdad no se puede obtener a corto plazo. Habrá que aceptar que es un cambio difícil y lento, que no podemos esperar resultados mediante recetas rápidas y fáciles. Hay que pensar en estos y otros instrumentos, que pueden y deben estar contribuyendo a la reconciliación en una sociedad que parecería irremediablemente polarizada y construir la amistad social que tanta falta nos hace.
sábado, 12 de julio de 2025
¿Qué es la verdad?
"¿Qué es la verdad?” Dicho de Poncio Pilatos, poco antes de lavarse las manos para condenar a Jesucristo.
Como si tuviéramos pocos temas para debatir, en los últimos días se ventilaron en los medios, acusaciones a un expresidente mexicano: una denuncia de empresarios israelíes en una investigación sobre asuntos de corrupción de sus empresas en el extranjero. Ahí se dijo, y hasta donde se sabe no se ha podido demostrar aún, que estos hombres de negocios habrían dado dinero al mandatario, con el objeto de que adquiriera un software para vigilar a los ciudadanos.
Hay que reflexionar sobre ello y sobre el asunto, más a fondo: ¿qué es la verdad en temas de interés público? Es claro que los medios se han adelantado a dar por hecho, dichos que aún no han sido comprobados. Hay acusaciones como esas, que se dirigen periódicamente a la clase política. Vale la pena analizar esos casos.
Muchos asuntos denunciados y no comprobados, sirven para impulsar la agenda de los partidos políticos. No es fácil tener una verdadera certeza en esos casos. Lo que se ha propuesto como una posible solución para asuntos complejos, como estos, es la creación de comisiones de la verdad. Eso significa establecer grupos que revisen las acusaciones, que a veces pueden tener una antigüedad importante y definir, con base en sus investigaciones, qué hay de cierto en ellas. Son agrupaciones que se dedican a analizar y llegar a una conclusión creíble para la mayoría de la ciudadanía, en los temas que se están investigando, buscando llegar hasta donde sea posible, a establecer cuál es la verdad de esos hechos. No hay escasez de temas: desde algunos tan antiguos como las matanzas de Huitzilac, pasando por el 68, por Acteal, hasta la corrupción y los desaparecidos de estos últimos tiempos.
Esto ocurre, generalmente, cuando ha habido un cambio importante de gobierno. Hay casos, algunos de ellos exitosos, otros no tanto. Por ejemplo, en Sudáfrica, el resultado de las comisiones de la verdad fue exitoso. En otros: Perú, Chile, República de El Salvador, Guatemala y otros más, no lo han sido tanto. Valdría la pena pensar si esa es la solución para nuestro medio y si así podríamos llegar a tener cierta medida de concordia y darle un cierre a esta clase de problemas, por lo menos desde el punto de vista de establecer cuál fue la situación real.
La dificultad que hay para enfrentar en estos casos, es el uso faccioso que podrían estar haciendo los vencedores de una contienda política, para desprestigiar a sus contrincantes. Que es lo que muchas veces se percibe. Se trata de tener certeza de que los hechos que se denuncian han sido precisos. Lo que sigue, a partir de ello, es un tema diferente. Si esto generará acusaciones o condenas, queda fuera del alcance de estas comisiones.
El punto da para bastante de modo que, en otra colaboración para este medio, se profundizará un poco sobre cuáles son los obstáculos que tienen que enfrentar estas comisiones de la verdad, y cuáles son los requerimientos para su conformación, de manera que tengan credibilidad que es, probablemente, lo más importante.
viernes, 4 de julio de 2025
No hay nada tan malo…
No hay nada tan malo que no tenga algo de bueno. Y tampoco hay nada bueno que no tenga algo de malo, al menos en asuntos políticos y sociales. Es un asunto que muchas veces se olvida. Hay situaciones que pueden ser malas para unos y buenas para otros. Que pueden ser malas a corto plazo y buenas a largo plazo, o al revés: buenas a corto plazo, pero muy malas a largo plazo. Y de esto hay muchos ejemplos.
Pensando en la política, tenemos algunos casos. Un asunto que resulta ser malo para la 4T es su división interna. Hay poca colaboración y ha habido, incluso, algunos intentos de demandarse los unos a los otros. No hablemos de la oposición. Después de un ayuno larguísimo sin ideas poderosas, nos encontramos con que está estancada. Pero ninguno de estos ejemplos es, al 100 %, malo. Algo se rescata.
Vamos a hablar de este asunto en el caso del ciudadano sin partido. Entendiendo por ciudadano sin partido, al que no pertenece a ninguno porque no le convencen, pues considera que deberían funcionar de otra manera. No se trata del ciudadano que se abstiene. Estamos hablando del que sí le interesa lo político, pero que no ve opciones. Por desconfianza, por la división que existe entre sus miembros, por la polarización que se ha creado en nuestro país, entre la sociedad, entre diferentes sectores y que afecta al ciudadano. Una polarización real y, probablemente, provocada.
Existe ausencia de recursos para poder actuar, que es lo que hace que, muchas veces, el ciudadano sin partido se abstiene de participar, aunque quisiera hacerlo. Y no solo hablamos de dinero, sino de apoyo, conocimiento, organización o estructura. En esta situación del ciudadano sin partido, se puede rescatar algo de bueno. Ha crecido la conciencia política entre la ciudadanía. Un despertar del ciudadano común, que no ha sido causado por la acción de los partidos. Un gran bien para nuestra sociedad.
Hay, entre los ciudadanos sin partido, una organización incipiente, en niveles muy sencillos. Encontramos que, los ciudadanos sin partido, se están organizando de diferentes maneras. Han ido aprendiendo a actuar en cuestiones importantes para la sociedad. Estos son bienes que no existirían si no nos hubiéramos visto, los ciudadanos sin partido, inmersos en una situación que nos preocupa. Es una fuerza que ha contado poco, hasta ahora.
El ciudadano sin partido es difícil de organizar, y muchas veces lo que uno encuentra son pequeños grupos de amigos, de ciudadanos, que los une un barrio, una ciudad, una situación y que empiezan a compartir información a partir de eso. Aquí hay una gran fortaleza en potencia y es, verdaderamente, el único asunto que puede lograr un cambio importante en el país. Habrá que lograr permanencia, organización y capacitación de esos ciudadanos. Pero, realmente, la mejora de la situación del país, independientemente de cuáles sean los partidos que estén en el poder, ocurrirá cuando haya una respuesta fuerte de ciudadanos sin partido: personas que discutan, analicen, debatan, y que exijan a nuestros mandatarios ir más allá de sus intereses de partido o ideológicos. Y eso logrará, verdaderamente, que nuestra clase política gobierne para todos. Algo que rara vez se ha visto en nuestra historia.
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