En mi opinión, nuestra Sociedad tiene muy abajo en sus prioridades el tema de las víctimas. Obviamente, el hecho de que los políticos no le den prioridad al trato a las víctimas es un reflejo del hecho de que en nuestra Sociedad le damos poca importancia.
No es algo de ahora. Viene de nuestra historia: una larga relatoría de víctimas y victimarios que, como dicen, es una historia escrita por los vencedores. O, en este caso, por los victimarios o sus encubridores. No es que no haya una reacción: por supuesto, familiares y amigos de las víctimas sufren y protestan, aunque esto es un fenómeno relativamente reciente. De hecho, como ya se ha comentado en esta columna, los políticos pueden fácilmente hacerse los desentendidos de este tema y no ocurre nada importante. Como ocurrió en el caso de la familia LeBaron, como ocurrió en 2004, como ocurrió en la guerra sucia en los setentas del siglo 20, cómo ocurrieron otros casos donde las autoridades no tomaron cartas en el asunto. Probablemente estamos hablando de los últimos cincuenta años de nuestra historia. Y los resultados no han sido demasiados.
Para agravar la situación de las víctimas, no se han tomado medidas preventivas contundentes. La mayor de las cuales y, probablemente la más efectiva, es lograr reducir sustancialmente la impunidad. Lo cual no ocurrirá de la noche la mañana: cuando más del noventa por ciento de los actos delictuosos quedan impunes, nos queda un largo camino por delante. Hablamos probablemente de décadas, y todos sabemos que a los políticos no les interesa los resultados de largo plazo: quieren ver resultados que puedan lucir dentro de su administración y poco les importa iniciar cambios que se vean a lo largo plazo.
En el caso del próximo paro de las mujeres, el próximo nueve de marzo, el tema de fondo tiene que ver con las víctimas, el gran número de mujeres que son víctimas en distintos grados de la violencia contra la mujer, por ser mujer. Desgraciadamente, para nuestra Sociedad muchos comportamientos no son considerados como victimización. Hasta recientemente, el acoso sexual o laboral se le consideraba como algo de menor importancia. El hecho de la discriminación económica, qué ocurre cuando las mujeres reciben menos salario que los hombres por un trabajo igual, tampoco se le consideraba importante. Negar el trabajo una mujer por el hecho de estar embarazada, menos. Y mucho más. Recordemos los terribles casos de las muertas de Ciudad Juarez, que al principio se consideró poco importante y no se tomó en serio hasta que fue un tema nacional.
Los protocolos de atención a víctimas, sobre todo en el caso de las mujeres, equivalen a una revictimización. Por supuesto, no sólo para las mujeres: también ocurre en el trato de las víctimas de los pederastas clérigos, profesores, entrenadores y, por desgracia, víctimas de sus propios padres y familiares. Y no hablemos del pobre trato y escaso apoyo a la segunda víctima del aborto: la falta de medios para ayudar a las mujeres para que tengan otras opciones y no lleguen a ese extremo. Sí, existen obras muy meritorias que atienden esto. Pero no son suficientes, y la Sociedad misma cierra los ojos, mira para otro lado, o se dedica a atacar a la madre por abortar.
Antonio Maza Pereda
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