Hay quien dice que están
iniciando los jaloneos en vistas a las próximas elecciones federales. Se señala
la inconformidad en el Instituto Politécnico Instituto Nacional, que no ha sido
resuelta a pesar de los esfuerzos del gobierno Federal y que, coincidentemente,
se inicia a unos cuantos días de las celebraciones del 2 octubre. Además están
los hechos de Iguala, el nuevo interés
periodístico por los asuntos de Tlatlalpa. No es difícil ver detrás de esto una
"conspiración" destinada a crearle problemas al gobierno federal ante
las próximas elecciones donde, posiblemente, pudiera cambiar el balance de
poder en el Congreso y hacer difícil a la actual administración seguir gobernando
como lo han hecho hasta ahora.
Por principio, no me gusta
razonar en términos de "conspiraciones". Las teorías del
"complot" siempre me han parecido con un escaso sustento. Pero en
fin, puede ser que algunos analistas políticos tengan razón o al menos parte de
razón. El guion parece similar al de 1968: manifestaciones estudiantiles,
seguidas por un abuso de fuerza de características criminales para
"apaciguar" a los disidentes. En una versión sintética, por supuesto.
Creo, sin embargo, que vale la
pena analizar otros aspectos. La inconformidad de los alumnos y profesores del
Politécnico, tiene bases reales. Hay muchos puntos por resolver en nuestra
educación, en la educación superior y el Politécnico no es la excepción. A esto
agréguele el autoritarismo con el que se manejó el asunto y el resultado es el
de esperarse: en una era de comunicación prácticamente constante, no se puede
contar con que la gente de acepte dócilmente lo que le impone la autoridad, y
menos diciéndole que el argumento a favor de sus reformas es que… las acepto la
Junta de Gobierno.
Por otro lado seguimos atorados
en un paradigma curioso. Para muchos, la solución a los problemas se da
mediante manifestaciones. Y esto tiene varias aristas. La gente se manifiesta
porque funciona. Porque la autoridad no hace caso de otra manera. Puede que no
nos guste, pero así es. El premio por manifestarse, es que la autoridad les
hace caso a los manifestantes. O pagan a los líderes, que para el caso es casi
lo mismo. No hay consecuencias malas para los manifestantes; para la ciudadanía
a la que se le provoca toda clase de malestares, las consecuencias son de una
gran molestia, pero finalmente no hay un daño permanente. O no es visible. En
realidad es de esperarse que sigamos teniendo gran cantidad de manifestaciones
dado que no hay mecanismos confiables, respetados, aceptables para todas las
partes, que permitan hacer una mediación en conflictos que tienen los
ciudadanos. De modo que, cada vez más, veremos grupos de 20 o 25 ciudadanos
alterando la vida de las mayorías, buscando que quiten a una profesora del kínder
o que devuelva las entradas de un evento de entretenimiento. Si no hay
mecanismo para conciliación, seguiremos resolviendo los problemas a través de
manifestaciones y a través de demostrar que podemos reunir más personas a favor
de nuestra idea que los que se oponen a esa idea.
Detrás de este curioso paradigma
está una gran desconfianza en el poder y la imparcialidad de sus instituciones.
Desconfianza en nuestros gobernantes, en nuestros partidos políticos, en los
que se supone que nos representan, en los funcionarios de todo tipo de
instituciones. Claramente estamos hablando de que nuestra democracia es mucho
menos que perfecta. Muchos dirían que es inviable.
Claro, debemos resolver los
problemas inmediatos. Debemos darle una solución adecuada a los estudiantes de
todo México, en todos los niveles, no sólo a los del Politécnico. Debemos, por
supuesto, investigar y llevar ante los tribunales a quienes cometieron
atrocidades en las manifestaciones de Iguala y en otras ocasiones. Ésas son las
soluciones de corto plazo. Pero, claramente, no podemos seguir así. Esta manera
de resolver problemas, de atender inconformidades, cada vez resulta menos
funcional. ¿Y qué solución da usted, me dirán? La verdad, yo creo que debemos
reunir las mejores mentes y los mejores expertos de este país, a la gente
pensante, para encontrar una solución a este modo de actuar de la ciudadanía. Y
más vale que nos demos prisa, porque no será sencillo encontrar la solución e implementarla.
(Publicado originalmente el 14 de
Octubre de 2014)
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