Para casi todos, con excepción de una cierta izquierda, y no
olvidemos que el PRI es de izquierda,
según la Internacional Socialista (de la de la cual es miembro desde hace
muchos años), la reducción del gasto público es una medida necesaria. No sólo
por la baja de los precios del petróleo, sino también por el desastroso
resultado de la miscelánea fiscal promulgada en el 2013 y que significó un
freno importante para la economía en lo
que va de sexenio.
Ahora la propuesta tiene que ver con lo que, en el lenguaje
de los técnicos, es la reducción del gasto corriente y del gasto de inversión.
Al parecer, las coberturas de que se adquirieron para amortiguar el efecto de
la baja del petróleo, no fueron suficientes.
Hace mucho que el sector privado y la prensa de negocios han
insistido en la reducción del gasto corriente del Gobierno. Lo que no se ha
dicho es que la parte más importante de ese gasto significa remuneraciones del
personal. Puesto de manera más sencilla: reducir el gasto corriente significa
desemplear personas. En su mayoría: ciertamente hay algunos gastos como
celulares, gastos de restoranes y viajes que no tienen que ver con salarios,
pero claramente son poco importantes en
comparación con la gran masa salarial que significa la operación del Gobierno.
Sí, nos dicen que se reducirán los gastos de honorarios, los
eventuales, los asesores. Pero, finalmente, también son personas que se
quedarán desempleadas. Y si se desemplea una cantidad de personas que viven del
gasto público, reducirán su consumo a lo indispensable o menos, y provocarán un
freno importante a la economía, haciendo que los sectores productivos reduzcan
su crecimiento, para lo cual desemplearán también a algunas personas, quienes a
su vez reducirán su consumo y entraremos a un círculo vicioso que le pegará a
la economía.
Probablemente sea algo necesario. Pero hay que verlo así: es
como un enfermo que tiene que amputarse un miembro para evitar la muerte. Sin
duda será necesario, pero no deja de ser un mal. Pero, se dice, es que el Gobierno
tiene un gran exceso de personal. Estoy seguro que es cierto, pero reducir al
personal en un momento en que la economía está estancada, es llevar a esas
personas a quedar con pocas posibilidades de obtener un empleo.
Estrictamente, si planeáramos las cosas, el mejor momento para reducir el
número de plazas ineficientes del Gobierno sería cuando la economía está
creciendo. De ese modo, las personas que perderían su empleo tendrían más oportunidades
para encontrar un nuevo empleo en un tiempo razonable. Recortar gastos del Gobierno
en tiempos de estancamiento económico, puede ser que resuelva problemas
presupuestales, pero provocando problemas sociales importantes.
¿Hay otras opciones? No muchas, pero las hay. Sin ser
experto, se me ocurren algunas. Por ejemplo, hacer reducciones temporales en
las prestaciones de los empleados del Gobierno, sobre todo en los de los
niveles medios y altos. Reducir a la mitad del financiamiento los partidos
políticos, sobre todo para mandar un mensaje de austeridad, aunque su efecto probablemente sea
relativamente pequeño. Lo mismo, reducir a la mitad sueldos de Senadores y
Diputados. Reducir a la mitad del gasto para las próximas campañas electorales.
Sí, ya sé que el argumento de darles dinero es para evitar la tentación de que
reciban dinero del narcotráfico; pero la realidad nos ha mostrado que ese pago
tan importante no ha servido para evitar la influencia de los delincuentes en
muchas elecciones.
Se puede reducir el gasto de inversión, sobre todo en los
proyectos faraónicos que claramente podrían reducirse o incluso eliminarse. Por
ejemplo, los ferrocarriles. Se dice, y valía la pena investigarlo, que en todos
los países los ferrocarriles operan con subsidio gubernamental. O sea, con
dinero de nosotros, los contribuyentes. ¿Para qué hacer inversiones que de
entrada significarán todavía más gasto público? Por ejemplo, el aeropuerto
internacional de la Ciudad de México. Se plantea multiplicar por cuatro su
capacidad. ¿No podríamos construir solamente un aeropuerto de la misma
capacidad que el actual y continuar creciendo posteriormente? Y, a propósito,
si el nuevo aeropuerto va a tener los mismos acabados de lujo que tiene la
segunda terminal del aeropuerto de la ciudad de México, sin duda costará mucho
más que si nos conformamos con acabados austeros; es bien sabido que, en toda
obra, uno de los gastos más importantes son los de los acabados.
No hay soluciones fáciles. Donde quiera que se recorte el
gasto público o el gasto privado, si a
esas vamos, el resultado será algún desempleo. Porque la economía es
algo muy complejo, porque todos sus componentes están conectados los unos con
los otros. Si un sector de la población deja de comer caviar y langosta,
seguramente causará desempleo en alguna otra parte de la economía. Si los
ciudadanos dejan de renovar sus vehículos, o si reducen a la mitad su consumo
en ropa y calzado, desemplearán a obreros de esas ramas industriales. No se
puede desemplear a una cantidad importante de personas sin provocar problemas a
corto plazo.
Sí, nos dicen, es algo doloroso pero prudente. Por supuesto,
más doloroso para los muchos que sufren las medidas que para aquellos pocos que
implementan las mismas. Es un tema que no puede tratarse sin tener una medida
de compasión, compasión por todos aquellos a quienes esta situación dejará sin
empleo. Es aquí donde se verá la sabiduría de nuestros gobernantes, es la
oportunidad de demostrar que de veras saben gobernar. Es el momento de mostrar
que son capaces, no sólo de recaudar más impuestos, sino sobre todo para
aplicarlos de la mejor manera posible.
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