Las remesas que los migrantes a
EEUU envían a sus familiares en México significan un apoyo muy importante para
la población en estado de pobreza, más importante que los ingresos de Pemex y que
los programas sociales del Gobierno.
Hay números que nada más por su
magnitud, nos dan mucho trabajo entenderlos. Uno de ellos es el monto de las
remesas de los migrantes a sus familiares en México. Entre los años 2011 a 2014
los migrantes remitieron al país casi 92,000 millones de dólares. 23,000
millones anuales, en promedio. No hay datos completos del 2015, pero no hay
razón para creer que esa cantidad sea menor. ¿Es mucho o es poco?
A 20 dólares el barril de petróleo
crudo, esa cantidad anualizada es como
si exportáramos tres millones de barriles diarios. Actualmente estamos exportando
del orden de millón 200 mil barriles diarios. 60% menos que lo que nos llega por remesas. Pero,
obviamente, esa no es la utilidad que esa venta deja.
Las remesas de 23,000 millones de
dólares al año son más del triple del
presupuesto 2016 de SEDESOL qué, suponiendo que el dólar esté a 18 pesos,
serían poco menos de 6,100 millones de dólares, mucho menos de la tercera
parte. Y hay que contar con que el dinero que maneja SEDESOL no llega completo
a los pobres, sino que una parte
sustancial se queda en la administración. Sería interesante hacer la cuenta de
cuanto efectivamente llega a los pobres. Claro, eso es el dinero que entre
todos, a través de impuestos directos e indirectos, le entregamos al Gobierno
para que, en parte, se use para reducir la pobreza.
Una última comparación. Sí, de
acuerdo con la lista de hombres ricos de la revista Forbes, la fortuna que
Carlos Slim ha acumulado en 50 años de trabajo fue, en 2015, de 55,200 millones
de dólares, quiere decir que cada dos años y medio las remesas de los migrantes
entregan a los pobres de México, suman una
cantidad ligeramente mayor.
¿Se nota todo este dinero?
Probablemente no mucho. La mayor parte va directamente al consumo de ancianos,
niños y madres de familia que, sin esos apoyos, estarían en pobreza extrema.
Como lo estarían los migrantes si no hubieran emigrado. Al no invertirse en
actividades productivas, tienen un poco efecto multiplicador directo. Pero,
claramente, al consumir generan movimiento económico. Y de todos modos, no es
demasiado dinero. Si esa cantidad se repartiera por igual a todos los 55 millones de pobres, les tocarían a 630 pesos al mes o 2500 pesos por familia de
cuatro miembros. No es poco, pero no los saca de pobres. Y, claro, no a todos
les toca y buena parte le llega a familias de clase media baja.
Lo interesante, creo yo, es que
son los pobres los que más ayudan a los pobres.
Y, posiblemente, sean la explicación de porqué la clase media es ya más
numerosa que la clase pobre. Aunque muchos no lo crean: el 46% de la población
es pobre, lo cual quiere decir que el 54% no son pobres. Si suponemos (no hay
un dato oficial al respecto) que el 1% de la población es rico, la clase media
es el 53% de la población.
Claramente, esto no es como para
concluir que no hay que preocuparnos por la pobreza. Nos debería dar vergüenza
que sean los pobres los que más ayudan a los pobres. Deberíamos tener, como en
la ciudad de San Salvador, República del Salvador, un Monumento al Hermano
Distante, un monumento al migrante que no olvida a los suyos y que se preocupa
por su situación. Y que, a través de su apoyo, nos están ayudando a todos.
Pero, sobre todo, deberíamos tratar de encontrar un modo de ayudar. En lo
personal.
No podemos confiar en que bastará
lo que el Gobierno haga, ni podemos solamente lamentar lo que el Gobierno deje
de hacer. Es necesario crear empresas para que esos migrantes que no tienen
oportunidades en México, las encuentren. Es necesario que se mejoren los
salarios a todos los niveles. No podemos seguir buscando competitividad
internacional basándonos en salarios bajos. Necesitamos invertir en mejorar la
competitividad del trabajador mexicano. Y para ello no basta el salario: hay
que invertir en capacitación y en equipamiento. El obrero mexicano bien
alimentado, bien entrenado, bien equipado y bien dirigido es tan competitivo o
más que el de cualquier parte del mundo.
Y nuestros migrantes lo están demostrando.
Cuando estamos hablando de salir
de la pobreza, se necesita voluntad. Pero no basta con la voluntad política. No
basta con la voluntad de los empresarios. Se requiere abandonar conceptos
añejos que nos han paralizado. Y convencernos
de que todos, TODOS, tenemos un papel
que jugar.
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