El grupo redactor del proyecto de
Constitución de la Ciudad de México solo representa a algunas de las corrientes de la Izquierda. Si tienen
éxito, cualquier otra línea política que no sea la suya, podrá ser declarada
anticonstitucional.
Valiéndose de su predominancia en la
Asamblea Legislativa de la Ciudad de México y, posiblemente, aprovechando que
la atención de gran parte del público está concentrada en la visita de Papa
Francisco, en la primera semana de febrero de 2016, se tomó protesta al grupo
redactor de la Constitución de la Ciudad de México. Un grupo monocolor,
representante únicamente del PRD y que no toma en cuenta otras voces que
pudiera ser necesario incluir. Han decidido ir por una vía excluyente y, podía
decirse, facciosa, al incluir únicamente a los que piensan igual que ellos.
No es algo nuevo. Para cierta
izquierda, hay un dogma laico que se sigue rigurosamente. El dogma de que solo
la izquierda representa legítimamente a los intereses del pueblo y que todos
los demás son “enemigos de clase”. Según este dogma, solo hay intelectuales de
izquierda. Los únicos que merecen ser conocidos como activistas y “luchadores
sociales” son los izquierdistas. Las
demás opiniones no merecen ser incluidas.
Claro, para tapar ese sol con un
dedo, se dice que habrá amplias consultas. Pero sobre un proyecto ya formado,
en el que no se dejaron participar voces discordantes y que no se permitió
participar a sectores muy representativos. Pero el proyecto ya estará hecho,
los tiempos apremiarán, y se buscará que la consulta se haga de manera masiva,
de modo que las voces de expertos disidentes quedarán sofocadas por la gran
cantidad de opiniones.
¿Por qué excluyeron a personajes
de la talla de Luis Rubio, José Woldenberg y Enrique Krause, por ejemplo?
¿Acaso no tendrán mucho que decir? ¿Por qué no incluir intelectuales como
Macario Schettino o Jorge Trasloheros? ¿Por qué dar la representación de las
voces católicas a las Católicas por el Derecho a Decidir, que difícilmente
representan a la opinión católica mayoritaria? ¿Por qué no se incluyeron los
gremios empresariales como la COPARMEX o la CANACO? Y estos solos son algunos
ejemplos. Amplios sectores de la población no están representados en esta
redacción. Tampoco los otros partidos políticos, universidades privadas, las ONG’s que no son
de izquierda y muchas otros grupos de opinión.
En el mejor de los casos, tienen
una ceguera ideológica, que hace que
consideren que ellos son los únicos aptos para opinar. En el peor de los
casos, se trata de imponer a otros que no opinan igual que ellos, una
Constitución que les permitirá perpetuarse en el poder. En cualquier caso, lo
que tiene es un talante excluyente, buscando un instrumento que les permita
evitar cualquier oposición a sus ideas, por el fácil camino de declarar
anticonstitucional todo pensamiento que no sea el suyo.
¿Qué se puede hacer? Al parecer,
como decían los abuelos, golpe dado ni Dios lo quita. Pero creo que hay otras
posibilidades. Desde luego, denunciar y protestar. Dar a conocer este bien
maquinado golpe contra las opiniones disidentes, buscando una dictadura
ideológica, basada en una aparente legalidad. No es algo menor, y eso está en
manos de todos.
Lo otro es más difícil, pero
posible. Vencer la muy mexicana tendencia a fragmentar nuestras acciones y opiniones,
unificar a todos los excluidos de este proyecto y presentar, antes de que el
Gobierno de la Ciudad y su equipo de redactores presenten su proyecto amañado y
faccioso, un proyecto alternativo. Uno que tome en cuenta que la nuestra no es una ciudad monocolor, que
tenemos una gran riqueza en la variedad de las opiniones y que creemos que la
democracia no consiste en acallar a las opiniones diversas sino escucharlas a
todas e incorporar sus diferencias en algo que, como la Constitución, no
consiste en tratar de resolver todo, sino únicamente establecer los mínimos
indispensables para que la ciudadanía pueda tener una convivencia fructífera.
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