Puede cuestionarse por qué esta columna se ocupando de la toma de posesión del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden. Finalmente es un tema interno de ese país y, estrictamente, no es algo que nos debería interesar más allá de lo noticioso. Sin embargo, es un hecho muy relevante para nosotros. En Estados Unidos se está cambiando de un sistema qué, a falta de mejor nombre, se le ha llamado populismo. Un tema que está presente en varios países latinoamericanos, en donde ha habido oposición y, en algunos más y en otros menos, hay la posibilidad que un cambio de Gobierno similar al que está teniendo Estados Unidos en este momento, de manera que vale la pena analizar el hecho y obtener las lecciones que esto nos deja.
El discurso de toma de posesión es un documento largo, de manera que no trataré de hacer una relatoría completa. Hay dos temas que sobresalen en este discurso: que se trata de un triunfo de la democracia y se hace un llamado a la unidad del pueblo de los Estados Unidos.
Hablar de que su toma de posesión es un triunfo de la democracia, es algo muy influido por los eventos del pasado 6 de enero. Sin embargo, es importante reconocer que esos eventos sólo representaron a una minoría del partido republicano, su opositor en las elecciones. Y, por supuesto, la mayor parte de los millones de estadounidenses que votaron en contra de él, son y se sienten demócratas, no porque pertenezcan a un partido, sino porque creen en la democracia como método de Gobierno. De manera que no se trata de que él derrotó a un grupo de personas que no creían en la democracia. Sí, se puede argumentar que el señor Trump no cree en la democracia. Su enfoque, que siempre ha sido el que tiene el sector empresarial, es un método autocrático. Como ocurre en las empresas, en donde las decisiones más fundamentales no se toman mediante un método democrático. Pero es claro que el votante promedio de los 74 millones que votaron en contra de Biden, se creen y actúan de manera democrática. Mal comienzo: acusar de falta de democracia a una parte importante del electorado.
Después, como su primer acto de Gobierno, Biden emite una gran cantidad decretos, sin incluir a sus opositores, sin pedir opinión, con un enfoque totalmente congruente con la plataforma del Partido Demócrata, pero sin considerar qué otros podrían tener algo que decir sobre esos temas y que merecían haber sido escuchados. Un modo muy raro de promover la unidad en ese país. Una parte importante del electorado consideraría, no sin razón, qué él está imponiendo su plataforma de partido. Y ello, en nombre de la unidad, pero sin pedirles opinión. Mucho más congruente hubiera sido anunciar la necesidad de emitir esos decretos y hacer una consulta urgente e importante a quienes pudieran tener algo que decir. Posiblemente el resultado no hubiera sido diferente, pero el electorado hubiera sentido que de veras se está haciendo un esfuerzo por lograr unidad. Tal como se hicieron las cosas, da la impresión de que el vencedor está imponiendo sus puntos de vista a los derrotados. Mala manera de lograr unidad.
No es fácil lograr unidad en nuestros países. Precisamente por eso, como dice el propio Biden, la democracia es el derecho a disentir. Derecho que el propio presidente de los Estados Unidos no está poniendo en práctica en estos primeros pasos. De modo que no es de extrañar que este discurso, muy cuidadosamente planeado, no haya ganado el corazón del electorado que votó por el señor Trump. Y esto no es cosa menor: hablo de decenas de millones de votantes.
No es algo fácil. El cambio viene después de una larguísima temporada, de varios años, de estar sembrando división y odio en la sociedad. Y de esto, nadie puede decirse ajeno. Si bien es cierto que en torno al señor Trump había extremistas de extrema derecha y antirracistas, también es cierto que el Partido Demócrata ha hecho la vida gorda ante los llamados Antifas, extremistas bastante violentos que estuvieron actuando durante el año 2020 y bastante tiempo antes sin qué el Partido Demócrata se opusiera.
El odio es una enfermedad del alma y no se cura con facilidad. El concepto de amistad social que está proponiendo el Papa Francisco en su último documento Fratelli Tuti, es la solución de fondo, pero una solución que no es sencilla de aplicar. Tristemente, habrá que pasar un tiempo bastante largo para que ese ideal de que la democracia sea verdaderamente el derecho a disentir, se vuelva una realidad. Sí, probablemente ocurra lo mismo para lograr una buena medida de unidad en lo esencial en la sociedad de los Estados Unidos y, me da pena decirlo, en las sociedades de nuestros países latinoamericanos donde el odio también se ha venido sembrando sistemáticamente por varios años. Es importante que haya algunos que den el primer paso para sembrar esa amistad social, a enterrar odios y agravios. ¿Se anima a ser de los primeros?
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