Ya hemos pasado la primera mitad de enero del 2022 y todavía estamos cuestionándonos: ¿cómo será este año? Hace bastantes años teníamos la costumbre de preguntarnos unos a otros: “A usted ¿cómo le pinta el año?” Lo cual se prestaba, por supuesto, a bastantes chistes malos. “Pues me pinta como el pintor XXX”, decían los cultos haciendo burla de su pintor menos favorecido; “Pinta horroroso”, decían.
Bromas aparte, esta es la época de buenos propósitos, mismos que rara vez cumplimos, así como de pronósticos bastante coloreados por nuestro carácter pesimista u optimista. Claramente, todos quisiéramos un año venturoso, pero entre la pandemia, la cuesta de enero, noticias escandalosas e interpretaciones optimistas o pesimistas de las conferencias mañaneras del Poder Ejecutivo, nos encontramos con una gran variedad de suposiciones.
Tal vez la pregunta debería ser otra: ¿De qué manera va a pintar a usted a este año? Porque, curiosamente, cuando pronosticamos pesimistamente la situación, es frecuente que esa profecía se cumpla. Y lo mismo cuando pronosticamos venturas, muchas veces ellas se cumplen. Más aún: ¿qué es lo que ustedes y yo vamos a hacer para que este sea un buen año? Porque si sembramos flores, será muy raro que cosechemos cardos, si sembramos árboles frutales, será muy raro que cosechemos pasto.
Valdría la pena reflexionar sobre esto: en este año como en todos los demás, cosecharemos lo que habremos sembrado. Mucho o poco: eso ya dependerá del clima y de las condiciones del terreno. Si lo que sembramos es división, es odio, son desventuras, lo más probable es que precisamente eso será lo que cosechamos. De manera que el modo como nos pinte el año dependerá, de buena manera, de nosotros mismos. Yo me pregunto y les pregunto, queridas amigas y amigos: ¿qué es lo que nos proponemos sembrar?
Además, tenemos otro aspecto importante: los propósitos de Año Nuevo. Famosos porque rara vez se cumplen. Y tal vez el problema viene precisamente de que se hacen propósitos. Generalmente, de superación personal: este año sí bajaré de peso, completaré ese diplomado que he estado posponiendo, tomaré el curso de un idioma que me hace falta para el trabajo, este año sí me decidiré a formar una familia, y muchos otros más. Pero se empieza a acelerar el año, preocupaciones y trabajo empiezan a capturar nuestro tiempo, y esos propósitos se posponen para mejores tiempos. Para cuando ya no esté tan ocupado, para cuando las cosas estén más fáciles. Y, como es de esperarse, esos tiempos fáciles o esa ausencia de preocupaciones nunca llegan: al contrario, cada vez son más presionantes.
Y para ello no hay una receta mágica. pero algo podría ayudar el hecho de que no hagamos propósitos, sino planes. Planes concretos, estableciendo tiempos, recursos, indicadores de desempeño, puntos de revisión de avance. En otras palabras: “ponerles pies” a esos planes para que caminen. Que es justamente lo que no hacemos con los buenos propósitos. Que siempre podrán ser muy buenos, pero si no los planeamos, es muy difícil que se lleguen a cumplir. Claro: también los planes fallan. No se trata de una receta infalible. Pero si los planes están bien hechos, si se toman en cuenta los recursos que les vamos a dedicar, si establecemos puntos de revisión, es mucho más fácil que nos demos cuenta si el plan está fallando y tengamos la oportunidad de hacer correcciones a tiempo.
De modo que hay que volvernos a preguntar: ¿qué haremos para que el año que empieza sea como queremos? ¿De qué manera lo planearemos para facilitar que se lleven a cabo? Y si nuestro plan llegara a fallar, cosa que no tendría nada de raro: ¿Tenemos un plan alternativo?
Yo sigo deseándole a todos ustedes, amigas y amigos, que tengan un excelente año. Y estoy convencido de que eso dependerá en un porcentaje muy elevado de cada uno de nosotros. El mero hecho de que cambiemos el número que le hemos asignado al año, no hace que las cosas cambien. No hay que esperar que una combinación venturosa de números nos haga más felices en este año de lo que fuimos en los años anteriores. Yo le deseo y me deseo a mí mismo, que este año sembremos felicidad. Felicidad para otros, felicidad para nuestra sociedad, felicidad para nuestra familia. Que no nos confiemos a que nuestros buenos deseos se cumplirán en automático. Construyamos planes que nos permitan hacer que nuestros deseos se cumplan. Y, si algo falla, hagamos el recuento de nuestras fallas como de nuestros aciertos y construyamos de nuevo nuestra siembra.
Antonio Maza Pereda
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