Después de dos semanas en primera plana, una gran
expectativa sobre los resultados de un referéndum hecho aceleradamente y con preguntas confusas, la tragedia griega
del 2015 ya no está en las primeras planas. En parte porque no ocurrió lo que
muchos temían: que al rechazarse en referéndum las propuestas de austeridad que
se le ofrecían a Grecia, hubiera pánico en los mercados, y grandes manifestaciones de miedo o de apoyo.
Pero fue como si ya todo mundo lo hubiera esperado y la vida siguió como de
costumbre. Una baja marginal en las bolsas de valores, seguida por un aumento
que más que compensó esas caídas, bastante estabilidad del Euro, una frialdad
de los acreedores que no se apresuraron a tratar de "contener los
daños": todo esto contribuyó a que el asunto haya dejado de ser noticia.
El primer resultado concreto de este referéndum es una
propuesta del premier griego Alexis Tsipras a sus acreedores que, contrario a
lo aprobado en el referéndum, propone más medidas de austeridad: aumento de
impuestos, reducción de la participación del gobierno en la economía, moderación
de los programas de pensiones: medidas que en
conjunto significan una reducción del nivel de vida de una buena
cantidad de los griegos. En particular, el aumento del IVA en las regiones con
mayor afluencia turística, las islas griegas, podría hacer que se disminuya el
turismo, uno de los principales ingresos de divisas duras que tiene el país.
Estrictamente, podría dudarse de cuál fue el objeto de dicho referéndum. El 60%
votaron contra la austeridad y finalmente, su gobierno está proponiendo más austeridad. Supuestamente
lo que se buscaba era tener un mandato, un apoyo para poder oponerse a las
medidas exigidas por los acreedores del país. Pero no fue así. No cabe duda:
los antiguos griegos nos heredaron a toda la humanidad la democracia y los
filósofos, pero también nos heredaron la demagogia y los sofistas. Y parecería
que el señor Alexis Tsipras ha asumido este segundo tipo de herencia.
Lo que sí se está pidiendo es lo
que se llama una "quita" de la deuda; 74,000 millones de Euros. La
tercera vez en menos de cinco años que los griegos han pedido dichas “quitas”,
que han sido inútiles para sacarlos de la crisis. Y esto por buenas razones; la
reducción de la deuda ocurre en el papel y no entra ni un solo Euro adicional a
la economía del país. En todo caso, se obtiene una reducción de los intereses
que venían pagando (u omitiendo pagar, como fue el caso). Pero nada de esto
resuelve su problemática de fondo. Lo único de logra es tiempo. Que lo
necesita, pero no se dice con claridad para qué van a usar ese tiempo. Porque
si siguen haciendo lo mismo, en unos años estarán igual o peor.
En las reuniones de este sábado y domingo, hay la impresión de
que el referéndum fue contraproducente. Ahora se habla de que Grecia deje el
Euro por cinco años, de que haga aún más privatizaciones, de que permita que se
supervise en el campo lo que se acuerde, que aprueben nuevas leyes para el
próximo miércoles y otras medidas más. El asunto, dicen los acreedores, es que
ahora Grecia se tiene que ganar la confianza de Europa.
Pero el asunto no ha quedado resuelto. Se logra una solución
de corto plazo, habrá un poco más de liquidez en los bancos griegos, pero esto
no modifica los "fundamentales" de la economía griega. Lo que llevó a Grecia en esta crisis,
en primer lugar, toda una serie de circunstancias que no cambian con esta negociación.
Más del 50% de la población, entre empleados directos del gobierno,
desempleados y retirados reciben su ingreso del gobierno. El invierno
demográfico, la reducción de la población étnica griega a largo plazo, el
enorme desempleo de jóvenes hacen que la economía no esté produciendo ingresos
suficientes para pagar su deuda ni para mantener un nivel de vida similar a los
de otros países Europeos. Aunque, para ser justos, hay que reconocer que su
nivel de vida es muy superior al de los latinoamericanos mejor desarrollados,
siendo su ingreso per cápita más del doble del que tienen los mexicanos, por
ejemplo.
Un problema que no es únicamente griego, sino también europeo,
es la ausencia de mercados que les permitan un crecimiento robusto. Sus
mercados internos están estancados o en declinación, debido al hecho de que sus
poblaciones son cada vez más ancianas y los ancianos no consumen mucho. Todos
tienen desempleo, en distinto grado, y fundamentalmente de jóvenes: justamente
los que están en la edad que más podrían aportar a la economía. Por otro lado,
el surgimiento de nuevos jugadores en el mercado internacional, notablemente
China e India, ha hecho que los productos europeos sean poco competitivos en
los mercados mundiales. Y, por lo visto, las soluciones que se están ofreciendo
a las economías europeas no incluyen planes concretos para ampliar sus
mercados, sobre todo los mundiales. En mi opinión, esto sólo es posible
invirtiendo fuertemente en hacer que los países pobres salgan de su pobreza y
puedan acceder con sus productos a los mercados mundiales, de manera que tengan excedentes que les
permitan adquirir productos de los países desarrollados. Seguir protegiendo a
los productos europeos generados ineficientemente (como muchos de sus productos
agropecuarios) es totalmente contraproducente.
¿Qué podemos aprender de estas tragedias? A primera vista
hay algunas lecciones. La primera es que con las finanzas públicas no se juega.
La realidad es tremendamente terca. Sí, se pueden lograr algunas enmiendas
temporales, pero finalmente se termina pagando la cuenta. Crecer en base a
deudas, operar con déficit presupuestario, puede dar un crecimiento temporal,
pero en algún momento habrá que pagar. No es que no deba de haber deudas, lo
importante es qué se adquiere con esos fondos que se obtienen. Cuando se
invierte en infraestructura, en desarrollo tecnológico, en desarrollo de mercados,
se generan ingresos que permitan pagar los intereses de las deudas y el
principal. Cuando se adquieren deudas para pagar el gasto corriente del
gobierno, las pensiones, y compensar los errores presupuestales, esas deudas se
vuelven impagables porque no generan los recursos necesarios para sufragarlas. Eso,
suponiendo, que el dinero no se desperdicie a través de la corrupción. Que es
una gran suposición. Grecia necesita “dinero fresco” para modernizarse, desarrollar
mercados y productos nuevos. Y no se dice nada al respecto, ni parte de los
griegos ni de sus acreedores.
Otra lección es no olvidar los "fundamentales" de
la economía. El Estado de derecho, la acción de los tribunales para asegurar
que se cumplan los contratos. Buena recaudación fiscal. Limitación y moderación
de los monopolios y oligopolios. Asegurar
que los salarios permitan a las familias tener algún consumo adicional a los
mínimos de subsistencia. Limitar los subsidios que permiten alargar la agonía
de empresas y sectores pocos productivos y, en cambio, invertir en mejorar la
competitividad de la economía. Y una lección muy amarga: el deudor insolvente,
sea una familia, una empresa o un país, pierde libertades. Ya no tiene su
destino en sus manos y tiene que aceptar las condiciones que le impongan.
Ojalá todos, y en primer lugar los Europeos, específicamente
los griegos, aprendamos de estas situaciones. En el fondo, el gran problema es
seguir viendo la vida de las naciones a corto plazo, consolándonos con el dicho
atribuido a Keynes: "En el largo plazo, todos estaremos muertos". Lo
cual es cierto; todos estaremos muertos pero no nuestros hijos y nuestros
nietos. Ellos son los que requieren que construyamos economías sólidas, no
situaciones donde lo que les heredemos sean deudas y austeridad.
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