Magros los resultados del Combate a la Pobreza, nos reporta
el tercer informe de Gobierno de la administración Peña Nieto.
En su administración ha aumentado en más de un millón 990
mil el número de pobres. En cambio, la pobreza extrema ha mejorado: Hay 86,647
personas que ya no están en la pobreza extrema. Y qué bueno. Una reducción del
0.8% en la pobreza extrema, mientras que la pobreza total ha aumentado un 3.7%.
Todo ello gracias a un gasto en Desarrollo Social del Presupuesto Federal que
excede los 200,000 millones de pesos en dos años. O sea, poco más de dos
millones de pesos por persona que dejó
de estar en pobreza extrema, en estos mismos años. Esto sin contar las
múltiples aportaciones de la Sociedad, desde las “Patronas” que alimentan
migrantes, los Hogares Providencia, los Kilos de Ayuda, los Bancos de Alimentos
y otras múltiples iniciativas que en algo habrán contribuido a reducir esa
pobreza extrema, aunque no se les reconozca.
Números fríos, hasta que uno considera que esos no son
números: son familias, son niños, son adultos mayores. Son gente que,
literalmente muere de hambre. Qué bueno que se estén haciendo estos esfuerzos.
Que mal que tengamos más de 11 millones de personas en pobreza extrema y que casi
dos millones de personas más hayan caído en la pobreza o han nacido en ella.
No se ve autocrítica, al menos en público, por parte de esta
Administración. Pero la artífice del programa contra la pobreza ya no está al
frente. Ojalá el nuevo Secretario traiga nuevas ideas, porque urge un cambio de
enfoque.
Es fácil criticar el
modelo de los comedores para gente en pobreza extrema. Yo no lo critico: por
humanidad, por decencia, nuestra Sociedad no puede dejar que haya gente que
muera de hambre o viva muy disminuida por su deficiente nutrición. Lástima que
no se hayan dado datos de la reducción de muertes o enfermedades por desnutrición.
Hubiera sido mucho más indicativo de los resultados del combate a la pobreza. Es
cierto, sin embargo, que este modelo se
presta a usos clientelares y electorales. Habría que demostrar que hay abusos,
porque ahí está el riesgo. Pero no compro el argumento de dejar a la gente con
hambre para no caer en esos peligros.
Otra crítica se centra en el dicho “No hay que darle un
pescado al que tiene hambre, hay que enseñarlo a pescar”. Lo cual también tiene
algo de cierto. Las personas que asisten a los comedores del gobierno, no han
salido de pobres; han salido de su inanición. Pero, si no se le da el pescado
al hambriento, mañana estará muerto y no habrá manera de enseñarlo a pescar. O
estará tan débil por el hambre que le costará mucho trabajo aprender. Hay que hacer
las dos cosas: darle de comer y darle las capacidades para que pueda salir de
pobre. Y en esto hay un punto clave. Se trata de que la gente sea independiente
en lo económico, no que se construya una codependencia entre pobres y
gobiernos. Y en eso hay mucho por hacer para el nuevo secretario del ramo.
Lo que me parece inaceptable fue la excusa que dio la
ex secretaria a cargo de este programa, para su pobre desempeño. No sé por qué
me recordó a un grupo de señoras de la “alta” sociedad, criticando a sus
sirvientas: “Estas no pueden salir de pobres, porque tienen muchos hijos”.
Porque ese fue su argumento. No señora. Las cosas son mucho más complejas. En México
la natalidad ha bajado a la mitad desde 1970 a la fecha y, con la pena, las
familias no viven mejor. Y esto es cierto a nivel rural como el urbano. Hay que
generar riqueza, empleos bien pagados. No se trata de hacer cuentas pueriles
del tipo de que “entre menos burros más olotes”. Si eso fuera la única
solución, las zonas despobladas por la emigración serían áreas prósperas.
Lo que hay que hacer es dejarse de excusas. Una sana autocrítica,
preferentemente pública, no vendría mal. Reconozcamos que no somos un país rico
en recursos naturales. Solo el 14% del territorio es cultivable y solo la mitad
de este tiene riego. Nos estamos acabando la pesca y ya nos gastamos el petróleo
que, para colmo, ahora vale menos. Nuestra población tiene un pésimo nivel
educativo y, aunque pueda haber honrosas excepciones, la gente sin las
capacidades básicas que deberían dar las escuelas, no pueden prosperar, aunque
les den “tablets”. Los emprendedores en pequeño no necesitan dadivas, necesitan
simplificación administrativa de a de veras, que les permita ser eficientes.
Necesitan un sistema de impuestos fácil de administrar y cumplir, no uno que le
cueste al micro empresario casi lo mismo que paga en impuestos. Y esto es solo
una parte de lo que se podría hacer.
Ojalá ahora sí, en serio, sin buscar protagonismos ni el
aplauso de los medios o de los políticos, el Estado, Gobierno y Sociedad, nos
pongamos a impulsar este proceso. Que no es un proceso de un sexenio: si empezamos
ahora y no quitamos el dedo del renglón en una generación habremos reducido sustancialmente
esta vergüenza nacional.
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