Dado el deterioro político de la
Presidencia de México, se están activando desde hace tiempo diversos escenarios
para la sucesión en el 2018. Escenarios que apuestan a la alternancia desde
diferentes modelos. Es pronto para decir si estos escenarios pueden funcionar,
pero es un hecho que son posibles y que se están instrumentando.
Escenario 1968: Un conflicto que escala entre gobierno y
activistas, una crisis sin solución posible, donde se habla de diálogo pero no
se acepta más solución que la de los activistas. El conflicto actual, que nace
por la apresurada e incompleta Reforma Educativa, ya ha hecho que se produzcan
enfrentamientos que cuestan sangre y vidas. La izquierda habla de provocadores,
pagados por el Gobierno y que llevan a cabo los actos vandálicos y la
violencia. Muchos comunicadores, sobre todo los que siguen la línea del
Gobierno, pero no únicamente estos, hablan de una coalición CENTE-Guerrillas,
siendo estas últimas quienes forman la “vanguardia del proletariado” violenta.
En todo caso, el mecanismo es parecido al de
1968: lograr que el Gobierno sea visto como represor, para debilitarlo
y hacerle imposible lograr una sucesión a su gusto.
Escenario 1998: Ante un gobierno desprestigiado y débil después de
las elecciones federales y locales de la
segunda mitad de su mandato, un gobernador panista crea un mecanismo propio
para la operación de las elecciones (los amigos de Fox), y se impone a un PAN
que no tiene una idea clara de cómo aprovechar la coyuntura, además de que
insiste en respetar los tiempos electorales. Esto es lo que está haciendo el
gobernador Moreno Valle, ex priista
impulsado por el PAN para gobernar su Estado, y que está desarrollando
su estructura propia para operar las elecciones del 2018 con un equipo de ex
priistas. O que al menos se dicen ex priistas. La idea es aprovechar las
contradicciones internas de un PAN que no acaba de entender por qué tuvo sus
triunfos recientes y están disputándose desde ahora un poder que todavía no
ganan.
Aquellos escenarios tuvieron éxito
en lograr una alternancia. En 1970, la alternancia se da dentro del PRI: el ala
del “capitalismo de cuates”, denominada “desarrollo estabilizador” que va desde
el sexenio de Miguel Alemán hasta el de Diaz Ordaz (24 años) es sustituida por
el ala del “nacionalismo revolucionario” que dirige la economía desde los
Pinos. En el 2000, la alternancia se da fuera del partido, con un gobierno
nominalmente panista pero que incluye pocos panistas en la cúpula del poder,
seguido por un sexenio con mayor
raigambre panista.
Por desgracia, estos dos nuevos escenarios
conducen por diferentes vías a un resultado parecido: llevar a ex priistas a regir
el país con un modo de gobernar que varía solo en el énfasis de sus postulados
pero no en su estilo, muy lejano a la democracia.
¿Hay otro escenario? Es posible.
Decía algún autor que no hay nada más difícil de pronosticar que el futuro. Y un
gran mexicano, Benito Bucay, decía que los primeros pronosticadores de la
historia fueron los profetas del pueblo de Israel… y que todos murieron
apedreados. De modo que no intentaré pronosticar.
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