Recientemente tuvimos dos hechos inéditos. La muerte de
un gorila en el zoológico de la Ciudad de México que llevó a organizaciones humanitarias
a pedir que intervenga alguna de las múltiples comisiones de Derechos Humanos.
Rápidamente la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal anunció que investigará
el caso. Unos cuantos días después, la COPARMEX (Confederación Patronal de la
República Mexicana) pidió a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos que
investigue las omisiones de los gobiernos estatales y federales por no proteger
los derechos de la ciudadanía, vulnerados por los bloqueos en varios estados. A
la fecha, no hay una respuesta.
El tema podría quedar en anécdota. Aparentemente,
importan más los derechos humanos de un gorila que los de la ciudadanía, sobre
todo si son comerciantes. Pero el tema tiene mucho más fondo. Estos eventos
resaltan una impresión que la ciudadanía tiene: de que los derechos humanos son
para los acusados de crímenes, no para las víctimas… a menos que usted sea
gorila.
En estos aspectos se ha
hablado de dos bandos: los “garantistas” y los “victimistas”. Los primeros, se
concentran en defender el derecho de los acusados en juicio a tener un “debido
proceso”, de tal manera que parecería no importarles los derechos de las víctimas.
Los “victimistas”, sin negar el derecho a un proceso justo, dicen que no se
hace suficiente por los derechos de las víctimas y que estos deberían ser
prioritarios. Queda claro, creo yo, que es un tema pésimamente comunicado a la
ciudadanía y que debe ser discutido a fondo, con razones y no con
declaraciones.
Algo parecido ocurre con
los diversos Centros de Derechos humanos que existen en el país, algunos tan
famosos que hasta han sido llamados al “grupo de notables” que está creando la
Constitución de la CDMX. Estos centros se preocupan de muchos casos de
violaciones de los derechos humanos. Pero de un modo que se percibe selectivo: si el ofendido es un
“luchador social”, todos esos centros harán todo lo que está en sus manos para
apoyar sus derechos. Pero si no es así, usted no merece su atención. Dos
ejemplos: en el asesinato hace algunos días de un periodista por filmar
bloqueos y vandalismo en el sur del país, esos Centros se quedaron mudos. Y
hace un poco más, cuando un empleado de una gasolinera fue quemado vivo por el
vandalismo de unos “luchadores sociales”, estos centros no dijeron ni una
palabra. Su preocupación por la “justicia y paz” es claramente selectiva.
Parece que en este país,
si usted desea que los distintos organismos de Derechos Humanos, oficiales y no
gubernamentales, se ocupen de defenderlo, usted tiene que ser acusado de algún
crimen. Y si además es luchador social, mejor. Y, claro, si puede ser gorila mucho mejor.
Pero si usted es, por ejemplo,
comerciante y el gobierno no defiende sus derechos, nadie le va a hacer caso. En los últimos bloqueos que duraron por
meses en el Monumento a la Revolución, los comerciantes pidieron al Gobierno
que les compensaran sus pérdidas que, colectivamente, eran millonarias. Después
de todo, el gobierno decidió mandar a los bloqueadores a ese lugar. La “solución”
que dio el gobernador del entonces Distrito Federal a las víctimas fue de
ofrecerles financiamientos baratos para que “repusieran” los daños.
Evidentemente su doctorado en derecho no le sirvió para entender que los financiamientos,
por baratos que sean, finalmente se tienen que pagar. O sea que de ninguna
manera se ofreció una compensación de los daños sufridos.
Y no hablemos de los
asaltados, secuestrados, violados, asesinados y otros muchos tipos de víctimas.
No vaya usted a creer que las distintas instancias de derechos humanos lo van a
apoyar o defender o a que se le compensen sus daños. Seguramente defenderán a
sus presuntos agresores. A menos que usted sea un “luchador social”. O, en su
caso, gorila.
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