Al parecer, la respuesta más
reciente o científica es:
no sabemos.
Tristemente. Porque, como se dice en las ciencias administrativas:
Lo que no se puede medir, no se puede
controlar ni mejorar.
Hace dos semanas inició una
fuerte controversia entre el INEGI (Instituto Nacional de Estadística y
Geografía) y el CONEVAL (Consejo
Nacional de Evaluación para la Política de Desarrollo Social) a propósito de la
evaluación de los niveles de pobreza en el país. Esta medición, que cubre los
resultados del 2015 utilizó una metodología diferente de la utilizada en las
mediciones anteriores, lo cual hace que los resultados medidos ahora no se
pueden comparar con los de años anteriores. Dicho de otro modo, no podemos saber
si hay más pobres o menos en el año 2015, comparado con años anteriores.
No es poca cosa. El CONEVAL protestó, con justa razón. Dada esta situación,
no está en condiciones de dar una evaluación sobre el aumento o disminución de
la pobreza en 2015, por falta de información comparable. El asunto brincó a los
medios y a las redes sociales y a finales de la semana pasada el Director
General del INEGI, Miguel Cervera López presentó su renuncia.
Obviamente, no faltaron los
proponentes de la teoría de la conspiración. La nueva metodología incluye
conceptos diferentes en la medición y da como resultado un número menor de
pobres. Y dado que una de las propuestas de campaña de la actual administración
fueron la reducción de la pobreza y la guerra contra el hambre, áreas donde no
se han podido mostrar buenos resultados, una nueva metodología que genera
mejores números y no se puede comparar con otros años, parecería favorecer que
se puedan “maquillar” los números. Aunque, por otro lado, otros sustentantes de
las teorías de la conspiración dicen que a la Secretaría de Desarrollo Social,
a los líderes y “luchadores sociales” así como a la clase política no les
convienen que se den números de reducción del número de pobres, porque de ese
modo se recortarían sus jugosos presupuestos y se quitaría credibilidad a la
retórica para justificar sus posiciones. Vaya usted a saber.
Lo que es un hecho es que el tema
no es exclusivamente mexicano ni es nuevo. Hace mucho que se discute que las
técnicas actuales para medir la pobreza no consideran muchos ingresos de la
gente pobre que no pasan por el mercado ni por las cuentas nacionales. Por
ejemplo, los productores agropecuarios y pesqueros de subsistencia, que consumen
lo que producen o explotan, son considerados en las metodologías anteriores
como personas sin ingresos y su producción, al no ser considerada en las
cuentas nacionales, reduce el indicador de ingreso per cápita. Claro, se hacen
estimaciones y supuestos para compensar, pero no se puede tener una certeza.
Algo parecido ocurre con los ingresos de la economía informal. Y los datos de
ingresos en los censos son notoriamente inexactos, sobre todo por el temor a
que los ingresos reales de la familia sean conocidos y mal usados.
Los otros indicadores multifactoriales tampoco
son muy buenos. Hubo un gran esfuerzo por varias administraciones federales por
poner piso de cemento a muchas viviendas, lo cual no reduce necesariamente la
pobreza, sobre todo a corto plazo aunque, a largo plazo, al reducir la
posibilidad de plagas y enfermedades puede mejorar la salud y la higiene. Pero es
uno de los indicadores multifactoriales de pobreza y poniendo pisos se da la impresión
de que hay menos pobres. Aunque haya familias que siguen muriendo de hambre
exactamente igual que si tuvieran otro tipo de piso.
Los datos oficiales del Banco
Mundial, organismo de la ONU enfocado al Desarrollo han reportado que, a nivel
mundial, la pobreza se está reduciendo de manera importante. En su reporte
“Midiendo la Pobreza”
indica que la pobreza medida como ingresos de 1.90 o menos dólares al día
(ajustado por el poder de compra y a precios constantes del 2011) bajó de ser
el 44% de la población mundial en 1981
a 12.7% en 2012 y se estima que en 2015
fue menos del 10% de la población mundial. Un solo indicador, que se ha ido
ajustando pero que sigue permitiendo comparar las cifras. Por cierto, como dato
curioso: una familia de cuatro integrantes
que recibe 1.90 dólares por miembro al día, estaría recibiendo casi el doble
del salario mínimo oficial en México. O dicho de otra manera, el salario mínimo
oficial está por debajo de la línea de la pobreza que marca el Banco Mundial.
El tema es complejo. Pero, me
parece, la lección más inmediata es que estamos viendo el resultado de no publicar, debatir y
consensuar temas como la medición de la pobreza. Sí, es un tema técnico. Pero
no hay motivo para no mantener dos mediciones paralelas con los dos métodos
hasta que se tenga un historial de estadísticas comparables. La opacidad, la
soberbia de algunos técnicos que no buscan consultar con la ciudadanía en temas que nos atañen a todos, es el asunto
de fondo, La rendición de cuentas es una necesidad. Nosotros los mandantes, la
ciudadanía, tenemos el derecho de ser consultados por los mandatarios, nuestros
empleados, sobre el modo como queremos que se nos informe. Y este derecho se
nos está negando.
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