Desconfíen siempre de las teorías de la
conspiración. Son una renuncia a pensar. Enrique Krauze[1]
Por supuesto, estoy plenamente de acuerdo con
la frase de Enrique Krauze, uno de los mayores pensadores de nuestra época. Sin
embargo, para poder pensar se requiere tener conocimiento o, como un mínimo,
información. Por esta razón, en un sistema político con un alto nivel de opacidad las teorías de la
conspiración florecen y se extienden.
En el sistema soviético y en particular
durante los tiempos de Stalin, proliferaron analistas que se autonombraron
"sovietólogos”. Éstos personajes trataban de entender un sistema
extraordinariamente opaco y muchas veces, para hacer sentido de la gran escasez
de datos que les llegaban, hacían análisis por ejemplo del lugar ocupaban los diferentes
funcionarios en el presídium de distintos eventos y median a cuantos lugares de
Stalin quedaban sentados. Al analizar varios eventos, suponían que quienes se
iban alejando de los lugares centrales es porque iban cayendo de la gracia del
dirigente máximo y los que se iban acercando es porque iban ganando favores. De
la misma manera, analizaban como
llegaban juntos y cómo permanecían juntos durante los eventos lo cual les permitía suponer alianzas y pleitos.
En la renuncia del secretario de hacienda de
México, la semana pasada, hubo una amplia semejanza con este tipo de análisis. Que
si el secretario Osorio estaba del mismo lado del secretario Videgaray, que si
los nuevos secretarios estaban juntos del otro lado, que si alguno de ellos se
veía sombrío o distraído, a cual grupo pertenecían cada uno de ellos así como
los que los sustituían en sus anteriores cargos, todo eso se prestó a amplias
especulaciones. Todo ello, por la percepción de opacidad en esta decisión.
Obviamente, las teorías de la conspiración
abundan en estas circunstancias. Un analista a quien respeto mucho, opina que el
partido en el poder ya ve perdidas las elecciones nacionales del 2018 y que el
secretario Videgaray está renunciando a su puesto para ser candidato a
gobernador del Estado de México. Un escenario interesante. Otros dicen que en
vista de errores muy graves, tanto los recientes como a lo largo de su
desempeño en su secretaria de Estado, era ya inevitable un cambio. No falta el
que especula que este cambio es el precio que el sector privado pidió para
deponer su actitud de enojo contra el gobierno federal y aún otros piensan que
este cambio es para dar confianza a las agencias internacionales que miden el
riesgo del país.
Otras teorías tienen más que ver con el manejo
de grupos en la clase política. Una conspiración que algunos imaginan es que el
grupo del Estado de México estuvo apoyando de manera sigilosa la rebelión de
los maestros, con el propósito de desprestigiar al secretario de Gobernación, y
hacer que bajara su calificación en las encuestas de popularidad de cara a las
elecciones presidenciales de 2018. Y ahora pagan las consecuencias.
Otras teorías de la conspiración son de mayor
alcance. Hay quienes ven la mano de expresidentes, dirigiendo los movimientos y
los ataques a la administración actual.
O los que ven a la extrema izquierda coludida con uno de los grupos
priistas, con el propósito de desprestigiar a su posible contrincante.
En fin, que por teorías de la conspiración no
paramos. Lo cual es fruto natural de secretismo que maneja la clase política. Por
ello hablamos de los diferentes círculos del conocimiento, como el llamado
"círculo rojo" que son los enterados, el círculo íntimo del
presidente, o los diversos círculos existen o se imaginan los diferentes
analistas.
¿Habrá remedio contra las teorías de la
conspiración? Probablemente sí, pero no en el corto plazo. Václav Havel, el
intelectual checo que pesó fuertemente en la caída del comunismo en su país,
hablaba en su influyente ensayo "El poder de los que no tienen poder"
de que un sistema basado en la mentira omnipresente, es un sistema moralmente
en bancarrota. Pero una bancarrota moral no se resuelve rápidamente. No es
cuestión de un cambio de personas, ni siquiera de estructuras. Es un cambio que
ocurre en las mentes y en los corazones de la ciudadanía. Las grandes preguntas
son: ¿estamos dispuestos los ciudadanos a pagar el costo de dejar de vivir en
la mentira? ¿Tendremos la paciencia y la constancia para un cambio que puede llevar décadas?
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