Han sido días de una actividad frenética en
los medios de comunicación tradicionales y en las redes sociales, con
comentarios de todo tipo respecto a las primeras actividades y órdenes ejecutivas del Presidente Trump.
Obviamente, las que tienen que ver con México pero también las que tienen que
ver con otros países.
La clase política, después de solicitar y obtener
del Ejecutivo suspender la reunión entre los presidentes de los Estados Unidos
y México, ha emprendido una campaña buscando la unidad en nuestra nación, como
el medio de enfrentar lo que se percibe como la amenaza más importante a
nuestro país en varias décadas. Este llamado ha tenido un apoyo bastante
importante,
Valdría la pena, sin embargo, delimitar con
cuidado que significa ese llamado a la unidad. Por desgracia, prácticamente
todas las dictaduras han aprovechado momentos de crisis o de amenazas externas
para solicitar, en nombre de la unidad, la limitación de las libertades civiles
y políticas. No ha faltado quien ha aprovechado para posponer las elecciones, a
veces de modo indefinido, con el motivo de evitar las divisiones que son
inevitables en todo proceso electoral. Otros han cancelado o limitado la libertad de expresión,
con el pretexto de considerar cualquier desacuerdo como un ataque a la unidad.
También es un buen motivo para evitar atender los temas que han dividido a la
sociedad con la clase política; el argumento es posponerlos hasta que se haya
resuelto esa amenaza.
Es obvio que tenemos una gran división en este
país. Divisiones entre la ciudadanía y la clase política, principalmente, y
muchas otras más. La clase política nos pide que olvidemos temporalmente, sin decir
por cuanto tiempo, temas tan importantes como la corrupción, la intervención
abusiva del Estado en la Economía, la violencia, las dificultades causadas por
los errores en las Reformas Estructurales y otros muchos asuntos.
Es cierto que necesitamos tener unidad para
enfrentar las dificultades que nos vienen desde el exterior, pero igualmente es
importante sanar el rompimiento entre la sociedad y la clase política, cada vez
más desprestigiada así como con los
gobiernos que de ella han emanado en todos los niveles federal, estatal y
municipal.
Sí, necesitamos un pacto nacional de unidad.
Unidad ante las amenazas del exterior, pero sin olvidar los asuntos pendientes
en el interior ni dejar de atender las muy postergadas reivindicaciones de la
ciudadanía. En otras palabras: la ciudadanía no podemos, no debemos extender a
la clase política un cheque en blanco. Un “perdón y olvido”, que sólo posponga
los cambios muy necesarios en nuestro país. La confianza no se obtiene mediante
discursos emotivos y promesas vagas. Hemos tenido demasiadas promesas
incumplidas y hemos sido decepcionados en muchas ocasiones por los oradores con
brillante retórica que nos han mareado con frases bonitas.
Hagamos
formalmente un pacto de unidad. La clase política debe comprometerse a
continuar resolviendo los problemas que más lastiman a la ciudadanía en nuestro
camino de crecimiento democrático. También debe comprometerse a no limitar
nuestras libertades ciudadanas ni a suspender el cumplimiento de las garantías
que nos da la Constitución y la declaración mundial de los Derechos Humanos.
Una vez teniendo este compromiso junto con una guía de ruta e indicadores de su
cumplimiento, establezcamos en qué consistirán las actividades de la ciudadanía
para generar unidad y que den soporte a nuestras autoridades para poder
negociar desde una posición de fuerza con aquellos que están amenazando,
ciertamente, a nuestra economía y a los derechos humanos de las familias de
nuestros emigrantes que están allá y que quedaron acá.
Este es un momento muy complicado, de muy
difícil solución y requiere también que la clase política permita la
participación de la ciudadanía, de las
mejores personas pensantes de este país.
No es hora de llevarse medallas, no es hora de buscar imagen ni prestigio. Si
logramos atender de una manera exitosa las amenazas que se nos presentan, será
mérito de todos, sociedad y políticos. No deberá de ser un botín para las
distintas formaciones electorales de cara a las elecciones del 2018. Las cuales,
como otras elecciones estatales y municipales, deben ser escrupulosamente
cumplidas, sin utilizar el momento crítico del país para posponer la toma de
decisiones de la ciudadanía.
Si logramos atender esta situación, nuestro
país, nuestra sociedad saldrá fortalecida. Todos, incluso la clase política hoy
tan desprestigiada, saldremos ganando. Si atendemos el tema con mezquindad,
buscando beneficios partidarios, buscando imagen y prestigio, podemos tener un
retroceso en nuestro desarrollo de muchos años. La sociedad, la ciudadanía, está
a la altura de este reto. ¿Lo estará a la clase política?
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