En nuestra cultura (o incultura) democrática, las elecciones intermedias, aquellas elecciones federales donde no se elige presidente de la República, son las menos concurridas. Abstencionismo de más de 50% es lo común. Lo cual indica que, para la mayoría de los votantes, esta es una elección poco importante. De nada sirve que la propaganda oficial nos diga que son las elecciones más importantes en la historia. Lo cual es cierto desde el punto de vista del número de ciudadanos que podrán votar. Pero la costumbre de abstenerse en estas elecciones nos demuestra que para la mayoría de los votantes no es una elección que importe.
Sí, hay excepciones. Se elige una gran cantidad de gobernadores, que a nivel local si tienen muchas más probabilidades de tener una asistencia copiosa en las urnas. Pero no será así en la mayoría de la población. Y no se les puede culpar del todo. Con nuestro limitado conocimiento de la democracia, para la mayoría no es claro cuál es el papel del poder legislativo, el cual forma la parte más importante de los cargos en juego en esta elección, sea en las federales o en las locales.
Tome usted un grupo al azar de ciudadanos y pregúnteles para qué sirven diputados y senadores. Lo normal será que la mayoría piensen que sólo sirven para validar y dar legalidad a las iniciativas del Poder Ejecutivo. Difícilmente se verá su lugar como el de un contrapeso efectivo que nos dé un balance de poderes, que sea una salvaguarda contra el autoritarismo y que permita escuchar todas las voces antes de tomar decisiones importantes.
Aún más: a ese mismo grupo de ciudadanos pregúnteles a ustedes cuáles son los nombres de su diputado y de su senador, y a qué partido representan. Poquísimos tendrán una respuesta clara. Y si, además, usted les pregunta cuál es su trayectoria lo más probable es que casi nadie la conozca. Todavía más, muéstreles sus fotografías entre las fotografías de otros ciudadanos y puede apostar casi con total seguridad que no lo reconocerán. Para la mayoría de nosotros pasa que a diputados y senadores sólo los conocemos en fotografía, en las pocas semanas que dura la campaña y veremos su imagen en todas las esquinas, en los famosos pasa calles, y a veces en los postes.
Hay, por cierto, un aspecto muy importante en estas elecciones, aspecto que casi no se ha mencionado. En estas elecciones, por primera vez en muchos años, se permitirá la reelección sucesiva de diputados y senadores. Lo cual va contra muchas décadas del famoso aforismo “Sufragio efectivo, no reelección.”. La teoría es que, al permitirse la reelección consecutiva de estos funcionarios, ellos se verán obligados a cumplir sus ofertas de campaña y cuidar su desempeño como legisladores ante aquellos que los eligieron. Algo muy importante: hoy por hoy, la mayoría de los políticos le deben su puesto a las buenas relaciones que tengan con la estructura partidista, no a los votantes. Si esta teoría es cierta, los miembros del Poder Legislativo tendrán mucho más interés en quedar bien con los electores. Habrá que ver sí la teoría se cumple. Porque, en realidad, un número sustantivo de legisladores han escogido hacer la prueba de la reelección.
Los medios y buena parte de los partidos de oposición están presentando estas elecciones intermedias como una especie de plebiscito sobre la administración de Andrés Manuel. De hecho, si uno ve las declaraciones de la oposición política, así como de la multitud de grupos ciudadanos que se están organizando para influir en las elecciones, es claro que la mayor parte de los argumentos para votar por partidos diferentes de la 4T, se basan en proclamar las insuficiencias de nuestro presidente y su administración. Prácticamente no se ven propuestas más allá del conocidísimo “quítate tú para poner a otro”. Con lo cual solamente estamos prolongando ese ayuno de ideas y de propuestas que ya se ha comentado ampliamente en esta columna.
De fondo, la situación más importante en estas elecciones es la que tenemos frente a nosotros desde hace muchas décadas. La decisión entre continuar o profundizar el autoritarismo en nuestro sistema político o la de avanzar hacia una democracia plena, una democracia sin adjetivos, sin condiciones. Estaremos eligiendo una capacidad de contrapeso al Poder Ejecutivo, que limite los excesos del Poder y les dé voz a minorías sustanciales y que actualmente no están siendo tomadas en cuenta para la toma de decisiones. O, en el extremo contrario, la ciudadanía estará extendiendo un cheque en blanco a la administración actual, confiando en la sabiduría y la buena fe del titular del Ejecutivo Federal.
Al final de cuentas, no se trata de un tema de simpatías personales. Se trata de construir un sistema de balances y comprobaciones que impida la prostitución de un sistema que todavía no acaba de ser plenamente democrático y que necesita consolidarse. Esto, amigas y amigos, es lo que se está jugando en este 2021. Y no podemos estar ausentes en esta decisión, de la cual van a depender en mucho las situaciones que se nos presenten en los próximos años, situaciones que no se ven fáciles.
Antonio Maza Pereda
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