"Que Cuba se abra
al mundo y el mundo se abra a Cuba": Juan Pablo II, visita a Cuba, 1998
Después de 11 meses de conversaciones en Canadá, los
presidentes de Cuba y Estados Unidos llegan a una serie de acuerdos. Más de 50
años habían pasado sin que hubiera acuerdos formales; en esta ocasión se logra
una liberación de presos de ambas naciones, la promesa de levantar algunas de
las previsiones del embargo que Estados Unidos había decretado en contra de Cuba
y de pedir al Congreso de Estados Unidos que elimine el embargo
permanentemente.
Es claro que no a todo mundo le parecerá buena esta
situación. Huber Matos (1918-2014), Armando Valladares y otros miles de presos
de conciencia sentirán que no se ha hecho justicia. Yoani Sánchez y otros
perseguidos por tratar de expresar libremente su opinión sentirán que quienes
los persiguieron se salen con la suya. Pero no son los únicos: ya han empezado
a circular en las redes sociales comentarios sobre los miembros del Partido
Comunista Cubano que van a devolver su carnet del partido porque sienten
que el gobierno de Raúl Castro ha traicionado sus principios.
Pero, finalmente, lo importante es la gente, lo importante
es el pueblo de Cuba. Es cierto que el bloqueo que se les impuso no logró
quebrantar al gobierno de los Castro, pero también es cierto que a pesar de que
otros países comerciaban con Cuba, su situación económica era y es bastante
angustiante para la población. En 1959 Cuba era uno de los países más
desarrollados de América Latina[1], desde
la Revolución no ha podido eliminar la
carestía de bienes de consumo, el racionamiento de alimentos, el deterioro de
la infraestructura urbana y otros muchos males.
Las familias, separadas por el exilio, todavía encuentran
muchas dificultades para poder reunirse o al menos visitarse. El nivel de vida
de los cubanos se mejora en parte gracias a las remesas se les envía el exilio
cubano, pero claramente todavía es insuficiente. Entre las promesas de Obama
está la de facilitar el las visitas y las remesas de los exiliados cubanos a sus
familias. Pero claramente eso no es lo más importante. Lo ideal sería que el
gobierno cubano liberalice las posibilidades de inversiones extranjeras para
poder ampliar el mercado de trabajo y mejorar los ingresos de los cubanos. Algo
que no es nada fácil, pero que los chinos ya demostraron que puede hacerse.
Es muy pronto para poder decir que resultados tendrán estas
nuevas condiciones en las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Al
desaparecer el bloqueo, desaparece también el gran pretexto para explicar por
qué el sistema económico cubano no ha dado resultados de desarrollo y bienestar
que siempre han prometido. Habrá que ver sí, sin el bloqueo, ahora podrán tomar
un camino de desarrollo acelerado. Algo que, si lo logran, a los capitalistas
duros les causaría una gran desazón.
Yo espero fervientemente que todo esto sea para bien de los
cubanos. Que estos convenios les permita mejorar su situación económica, que
favorezcan la democratización de su sistema de gobierno, que den una mayor suma
de libertades a los intelectuales, opositores al régimen y al pueblo en
general. También espero fervientemente que ambas partes, Estados Unidos y Cuba,
puedan lograr relaciones abiertas y leales; nada sería más decepcionante que
encontrar que se negoció tramposamente y que lo único que se buscara fueran los
reflectores de los medios.
Espero que sea así, no sólo para el bien del pueblo de Cuba
sino también para el de Estados Unidos.
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