Después del muy
esperado debate entre los dos candidatos más importantes para la presidencia de
los Estados Unidos, si yo fuera un ciudadano de ese país me encontraría todavía
en la categoría de los indecisos. Con la información que me dio este debate me
costaría mucho seleccionar a uno de los dos. Posiblemente me inclinaría por la
abstención o trataría de ubicar cual es el menos malo. Y como ciudadano del
mundo, dada la fuerte influencia de Estados Unidos, estoy bastante preocupado.
Es cierto que los
debates, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo, tienen muy poco
contenido y sobre todo muy poco de razonamiento. En la sociedad del "Homo
Videns” que describía Giovanni Sartori, hay poco espacio y paciencia para el
razonamiento. Por esta razón los debates apelan más a las emociones. Se
justifican diciendo que lo que se está buscando es el "carácter" de
los contendientes. ¿Se ve "presidencial"? ¿Muestra valentía,
fortaleza, capacidad bajo presión, decisión? ¿Parece digno de confianza?
Cualidades difíciles de medir y de observar en el breve espacio de 90 minutos.
Pero eso es lo que se espera de los votantes.
Desde otro ángulo,
el propósito de los debates es convencer a los indecisos, que bien pueden
modificar totalmente el resultado de la elección. Y más en esta donde ambos
contendientes se ven bastante deficientes. Por esta razón, el señor Trump se
dedicó a atacar a los políticos sin distinciones, aún a riesgo de que sus
patrocinadores, los Republicanos, se puedan molestar. Porque él quiere dar la
imagen de ser un hombre de negocios exitoso y que no está manchado por la
política. Lo cual tiene mucho sentido, dado el hartazgo tienen los votantes con
los partidos tradicionales, sus múltiples promesas vanas y la corrupción que ha
mostrado. Ese es el grupo de votantes que quiere convencer el candidato
republicano. Por su lado, la señora Clinton evitó cuidadosamente atacar al
partido Republicano. Está consciente que muchos republicanos se oponen al señor
Trump y quiere atraerlos a su bando, al menos por esta elección.
Los ataques mutuos
siguieron la lógica pervertida según la cual, si yo demuestro que el otro está
mal ya no tengo que demostrar que mis propuestas son las correctas. Sofisma del
que abusó más el señor Trump, pero que también usó la señora Clinton. Con lo
cual muchos indecisos les queda claro los dos tienen hechos reprobables. Pero
no demuestra de ninguna manera cuál es el que gobernará mejor al país.
Probablemente lo
más preocupante de la posición de la señora Clinton es la postura de la
izquierda norteamericana según la cual el gobierno debe tener una fuerte
intervención en la economía y en la sociedad, debe limitar las libertades
ciudadanas para apoyar sus ideologías y aumentar el gasto público por la vía de
impuestos a la clase media y alta de esa nación. Receta que aplicó el señor
Obama y que no ha resultado en una mejora sustancial de su economía, si bien ha
logrado frenar la caída que era de esperarse después de la crisis del 2007 -2008. El
Sr. Trump se presenta como un hombre de negocios, busca regresar al
aislacionismo económico y militar del país. Propone reducir los impuestos (una
propuesta que siempre tiene muchos adeptos) sin explicar de una manera clara
como eso hará que haya más inversiones de las empresas grandes. Porque las
grandes empresas en Estados Unidos tienen mucho dinero para invertir y han
preferido tenerlo en el extranjero incluso sin invertirlo, como es el caso de
Apple que tiene algo con 800,000 millones de dólares guardados en bonos y
acciones en sus oficinas en Irlanda. Muchas veces el tema no es que las
empresas tengan dinero, sino que tengan la confianza necesaria para invertirlo
en negocios donde vean un riesgo razonable.
Tratando de
aparecer como un hombre de negocios, las soluciones que propone el señor Trump
son soluciones basadas en dinero. Cobrarle impuestos a México, crear un muro y que
lo pague México, cobrar a sus socios de la OTAN por los servicios de seguridad
que les dan con su capacidad militar y en particular pedirles que paguen por la
defensa contra ataques nucleares, en particular Alemania, Japón y Corea. Una
propuesta riesgosa y bastante cándida. Ante la necesidad de pagar por una
seguridad basada en armas nucleares, pudiera ser que los japoneses, coreanos y
sobre todo los alemanes consideraran mucho más beneficioso en el largo plazo
tener propia producción de armas nucleares. Lo cual no es muy difícil: si un
país de desarrollo medio como Siria e incluso uno pobre como Pakistán han
podido desarrollar armas nucleares, eso no presentará ninguna dificultad para
países como Alemania y Japón e incluso Corea. Lo que está proponiendo el señor
Trump tendrá como un resultado rápido y extraordinariamente peligroso la
proliferación de armas nucleares. Porque si Estados Unidos no cumple sus
convenios de proteger a sus aliados, su credibilidad se mermara.
Independientemente de que esa situación restaría fondos para las economías del
mundo, para dedicarlos a una nueva escalada nuclear que requiere muchísimo
dinero. A no ser que el señor Trump piense que las compañías americanas de
armamento se pudieran beneficiar con esa carrera.
Ante todo eso, poniéndome
en el lugar del ciudadano de los Estados Unidos que tiene que escoger entre dos
opciones tan malas, me costaría mucho trabajo votar en conciencia por uno o la
otra. Y claramente estaría en el bando de los indecisos o de los que no quieren
votar.
Habrá que ver qué nos traen los siguientes debates. Como decían en mi
pueblo: que Dios nos agarre confesados
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