Un año curioso, el 2016. Un año de sorpresas
políticas, en México y en el extranjero. Sorpresas que nos hacen comprender que
las interpretaciones que hacemos de la sociedad, la política y sus procesos no
son necesariamente acertadas. Y esto es muy bueno: necesitamos entendernos cada
vez mejor a nosotros mismos, para poder operar
cada vez mejor en sociedad.
Este es estrictamente un artículo de opinión y rigurosamente personal. No pretendo
tener mejor interpretación que otros articulistas que tratan estos temas. Es mi
visión personalísima y acepto de entrada que puede estar equivocada. Con esa
advertencia, la ofrezco a su juicio y la pongo a debate, con la esperanza de
que de la discusión surja algo de luz.
Y, por supuesto, el triunfo de Trump.
Expertos, prensa, medios, encuestas fallaron una y otra vez para entender el
mecanismo que le dio la victoria primero en el Partido Republicano y después en
la contienda por la presidencia.
¿Qué pasó? Las explicaciones de comentaristas
y expertos no resultan suficientes. Es importante entender por qué se dan
tantas excepciones al interpretar esos temas. Los mecanismos de control y de
manipulación de la ciudadanía usados por la clase política están siendo
inútiles. Y, como en otros casos, la clase política no entiende que no
entiende.
No por falta de explicaciones. Que hay un
cambio generacional. Pero, al parecer no está operando como se esperaba. Hoy en
proporción la población madura y de tercera edad sobrepasa a las nuevas
generaciones en número de votantes y sienten que han sido olvidados por la
clase política. Han votado en contra de Clinton en EEUU y a favor del BREXIT,
en Inglaterra. En México y en Colombia no hay suficientes estadísticas para
construir una interpretación en este sentido.
En mi opinión, la explicación de fondo es el
imparable desprestigio de la clase política en la mayoría de los países. Los
políticos son vistos con desconfianza en el mejor de los casos y como
beneficiarios de la manipulación de la democracia, en el peor de los casos. El
triunfo de Trump puede deberse a que logró distanciarse de la clase política,
verse como ajeno al sistema y traer ideas nuevas. Y algo así continúa haciendo, al traer personajes “poco políticos”
a su gabinete: militares, empresarios y miembros de la sociedad civil. En
México es claro que los que derrotaron al PRI en diversas elecciones lo
hicieron presentándose como ajenos al sistema político tradicional. Por esas
razones en ambos países el dinero, la experiencia, la organización de la clase
política no fue suficiente. Y en el Reino Unido, los proponentes de la salida
de la Unión Europea vinieron de partidos en minoría o de las minorías de los partidos
tradicionales.
Tras todo esto, en mi opinión, hay un tema muy
esperanzador. La ciudadanía, al menos en parte, está cambiando para bien.
Razona más, es más crítica y se da cuenta de cuando la están tratando de
manipular. Y tiene medios para influir y comunicar su descontento. Las redes no
solo le dan los instrumentos sino también un nuevo sentido gregario, que hace
que los temas candentes se vuelvan “virales” en tiempos record. Hay en esto una
gran esperanza. La ciudadanía puede recuperar su papel que nunca debió de dejar:
de ser la mandante y librarse del yugo de los mandatarios. Habrá que ver si
esta tendencia se continúa en 2017. Por el bien de todos, ojalá sea así.
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