En los últimos días, entre las noticias de las
primeras acciones de Trump y los homenajes a Castro, se dieron dos noticias nacionales
que invitan a reflexionar. A pensar en serio.
Estábamos a duras penas digiriendo la noticia
de que nuestros diputados federales se habían asignado “en lo obscurito” como
de costumbre, un aguinaldo de 500,000 pesos (libres de impuestos, es de
pensarse) cuando se anunció como un gran triunfo el aumento de los salarios
mínimos, el mayor en muchos años, el cuál será de 80 pesos diarios.
La desproporción es enorme. 500,000 pesos
equivalen a 6250 días de salario mínimo, unos 17 años de ingresos de un
trabajador que gana el mínimo legal. Y eso es el aguinaldo. Supongamos que el
aguinaldo es el 25% de la percepción anual de un diputado: en tal caso el
diputado estará ganando anualmente el equivalente a 68 años de ingresos de un
trabajador de salario mínimo o 204 años de esos salarios mínimos en sus tres
años de gestión. Evidentemente, nuestros legisladores siguen creyendo firmemente
que hay clases. La clase de los que se merecen todo y las que no merecen un mejor
nivel de vida.
Aquí no se trata de hacer demagogia. Si los
400 diputados no cobraran nada y su salario se repartiera equitativamente a
toda la población, alcanzaría para dar poco más de seis pesos al año a cada uno.
Nada que nos saque de pobres. El tema de la desproporción es lo importante. En
tiempos de recortes de gastos y de personal, de limitación de recursos para
gastos básicos, de retraso del pago a los proveedores del Gobierno, el hecho de
que los que deberían representarnos mantengan ese tren de ingreso, es una pésima
noticia. Aunque todo se haya hecho legalmente, si bien a escondidas de sus representados.
El otro tema, el de más fondo, es lo escaso
del salario mínimo. La COPARMEX pedía un
aumento mayor, no mucho, pero lo suficiente para mandar un mensaje a la
sociedad: no podemos seguir así. No podemos aceptar la solución muy a la
mexicana diciendo que, de veras, ya casi
nadie gana el salario mínimo. Excepto jornaleros y trabajadores del campo. O
los meseros, gasolineros y otros muchos que reciben sus salarios mínimos y se “acompletan”
con las propinas.
De acuerdo con el Reporte del Desarrollo
Mundial del Banco Mundial, la línea de pobreza está establecida en 2 dólares de
2005 por persona. Con una inflación mundial muy baja, estaría entre 2.30 o un
poco más en este año. Pero dejémoslo en 2 dólares al día por persona. Nuestro
nuevo salario mínimo de 80 pesos equivale a 4 dólares al día, dependiendo de la
especulación diaria. O sea, que una familia de cuatro personas, si tiene dos empleados
de salario mínimo, estaría exactamente
en la línea de la pobreza. Con un solo empleado de salario mínimo estaría aún más lejos de
esa línea. Vergüenza nos debería dar presentar como un triunfo ese nuevo y
mejorado salario mínimo, uno que no rebasa la línea mundial de la pobreza. Y
que solo alcanza si padre y madre, más
alguna aportación de los hijos, contribuyen a rebasar esa línea.
Pese a todas las afirmaciones demagógicas,
pese al hecho innegable de cada vez hay más clase media, es un hecho que
todavía aceptamos ingresos muy elevados para la “clase política” pagados por
los impuestos de todos, incluso de los que ganan el salario mínimo o menos que pagan los impuestos al
valor agregado de su escaso consumo.
¿Cuándo despertaremos? ¿Cuándo nos pondremos a
pensar en serio en soluciones reales, no demagógicas, no electoreras, no transitorias
para este tema de la reducción radical de la pobreza? Tenemos en México
excelentes técnicos en economía y desarrollo, que hasta nos “piratean” los organismos
internacionales. Hay con quién plantear soluciones, Lo que falta es que este
sea un tema para la mayoría y sobre todo para los que no somos pobres. De una
clase política que sin el menor pudor se “sirve con la cuchara grande”, no es
de esperarse que nos vengan las soluciones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario