Va de nuevo. A riesgo de aburrirlos, pero he tenido tantas
reacciones, la inmensa mayoría positivas, para mi anterior artículo sobre este
tema que me parece obligado seguir pensándolo con Ustedes.
Mi primera reflexión es hacia mí mismo, hacia mi temor de
aburrirlos. Siento que esa es una de las razones por las cuales los organismos intermedios,
ONG ’s, medios y particulares no hemos tenido constancia en presentar el tema.
Después de unas semanas del caso Guzmán Loera, que abre un debate sobre la
corrupción, el tema está siendo abandonado en los medios. Nada se ha resuelto,
nada se ha hecho por castigar a culpables de ese y otros muchos casos célebres
de corrupción.
Los corruptos y los que deberían combatir la corrupción
están apostando a nuestro aburrimiento, a nuestro afán de sensacionalismo, a
nuestro corto poder de mantener la atención sobre los temas de la conducción de
la Nación. Y, una vez más, están ganando la apuesta. Bastará con que haya un nuevo
escándalo, algún crimen pasional o algún enredo amoroso de los “famosos”, para
que nuestra atención se desvíe y abandonemos el tema… hasta que se desentierre
algún nuevo caso de corrupción. Así no se puede avanzar.
Otro tema: es claro que la mayoría, si no es que toda la
ciudadanía es víctima de la corrupción. Y que esa mayoría, antes silenciosa y
ahora expresándose a través de las redes sociales, vería con mucha alegría que
viviéramos en un Estado de Derecho, y se combatiera en serio la corrupción. Pero
la minoría, los corruptos y corruptores quieren mantener la imagen de que la
corrupción es cultural, es generalizada. Es como el adolescente que se enfrenta
a sus padres diciéndoles que se quiere hacer un tatuaje. ¿Cuál es su argumento?
“Es que todos se están tatuando”. Lo cual, en primer lugar no es cierto, Cuando
uno profundiza, son unos cuantos los que se tatúan. Y, por otro lado, el que
todos hagan algo, no es un argumento válido. El que todos fumen, no le quita lo
dañino al tabaco. El que todos fueran alcohólicos, pongamos por caso, no quita
el daño a la salud que el alcoholismo
genera. Ni la cantidad de accidentes viales que ocasiona.
Claro, es de discutirse como se puede reducir la corrupción.
Hasta ahora el enfoque ha sido: aprobar leyes más duras, poner reglamentos más
severos qué, en general, han resultado contraproducentes porque generan nuevas
oportunidades de corrupción. Todo esto seguido de una implementación y
seguimiento inconstante, para el escaparate de los medios, tomando algunos
casos célebres con una gran publicidad y
continuando después con los “negocios como siempre”. Un ejemplo: hace años, en medio de un gran despliegue
mediático, se encarceló a un exdirector general de PEMEX. Se le juzgó y cumplió
su sentencia. ¿Se redujo la corrupción en PEMEX? Para nada. En todo caso, las
mordidas se hicieron más costosas, tomado como pretexto que el corrupto tendría
que enfrentar riesgos mayores.
Ha faltado imaginación. El método ha sido: se destapa un
escándalo, se generan nuevas leyes y reglamentos, se promulgan con un gran despliegue
mediático, se hace como que se cumple y seguimos… hasta el próximo escándalo.
El método ha sido un rotundo fracaso. O, si yo creyera en las teorías de la
conspiración, creería que ese es el modo
como los corruptos mantienen apaciguada
a la ciudadanía.
Hay otras cosas que se podrían hacer y no se hacen. Como
educar, por ejemplo. Una generación entera ha pasado por el sistema educativo sin recibir clases de civismo y pronto serán
dos generaciones que no conozcan ese tema. Y no es que fuera un programa con un
excelente contenido. Para nada. Pero en algo ayudaba. Hace falta que toda la ciudadanía
y los que pronto serán los nuevos ciudadanos recibamos capacitación en ética
ciudadana, política, social, económica, de negocios y de otros temas similares.
Hacen falta acciones ciudadanas para auditar el desempeño de los gobernantes, de
manera profunda y constante, sin esperar a que venga un nuevo escándalo. Las
contralorías sociales no han sido particularmente exitosas, pero es una
excelente idea. Hace falta dejar de hacer como que se llevan cabo e implementarlas con fuerza. Es
necesario no aburrirnos de denunciar la corrupción, con mucha fuerza y aprovechando los nuevos medios de comunicación
social. Hay que vigilar a los medios y exigir que no se oculten los escándalos
de corrupción “menor”, y, por supuesto, seguir dando a conocer los grandes casos. Hacen falta
debates públicos de ciudadanos para denunciar pero, sobre todo, para construir
soluciones.
Sí, la corrupción no somos todos. Sí, la mayoría somos víctimas de la corrupción, no somos los que
la impulsan. Pero es claro que nada se resuelve quedándonos como espectadores
pasivos, chismorreando, escandalizándonos, pero sin hacer nada al respecto.
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