Una revisión somera de los resultados de la prueba PLANEA
(Plan Nacional para la Evaluación de la Educación) da resultados más preocupantes que los que
han atraído la atención de los medios: la “devaluación hormiga” del peso, la
caída del precio del petróleo, la fuga de Joaquín Guzmán o los desfiguros de
algunos personajes famosos.
El hecho de que, en promedio, solo el 12.2% de los egresados
de preparatoria aprobaron en comprensión de la lectura y solo el 6.4% aprobaron
en matemáticas, nos debería tener muy preocupados. A corto y mediano plazo, no
se puede ser competitivo como país, con estos resultados. A largo plazo,
significa la profundización de la pobreza. Y estos son, recordemos, los egresados
de bachillerato. Los mismos que piden, ¡exigen!, que los admitan a las
universidades de forma automática. Y luego nos asombra la baja eficiencia
terminal de las universidades. Y luego nos extraña que los mejores egresados de
las mismas requieran hasta dos años de re-entrenamiento cuando los contratan las
empresas de clase mundial que operan en
México.
Algunos datos por Estado de la evaluación son interesantes y
sorprendentes. Puebla y Durango, que no son precisamente de los estados más
ricos del País, están entre los cinco primeros lugares en estas evaluaciones. Y
el Distrito Federal, en el último lugar en matemáticas y entre los cinco peores
en lectura, a pesar de ser una de las entidades federativas con mayor
presupuesto y de que no tiene las
interrupciones de clases que padecen los estados dominados por los
maestros de la CENTE. De hecho, el DF califica peor en ambas pruebas que
Oaxaca.
Si, por supuesto, estos son argumentos a favor de la Reforma
Educativa. Evaluar a los profesores es un primer paso, pero en sí, solo es el
principio. De ahí sigue una
re capacitación masiva de todo el profesorado, misma de la que nadie ha hablado.
Porque no se resuelve el tema despidiendo maestros. En primer lugar, por
justicia: ellos no tienen la culpa de que no hayan sido debidamente
capacitados. Y en segundo lugar, porque no hay muchos maestros altamente
capacitados y desempleados que vengan a sustituir a los maestros que no aprueben
su evaluación. Aun cuando solo el 10% o 20% fueran rechazados.
Pero eso no resuelve el problema de una parte importante de
la población económicamente activa, que ya egresó de las escuelas y que ha sido
deficientemente capacitada. Porque este desastre educativo no ocurrió en este
año; solo se midió hasta ahora. Esto es el fruto de décadas de descuido de la
educación y, muy probablemente, si esta evaluación se hubiera hecha hace una
década, los resultados hubieran sido iguales o peores.
¿Qué vamos a hacer, como país, para volver a capacitar en
esas habilidades clave a la población que ya egresó de las escuelas? ¿Podemos
conformarnos con esa situación y esperar a que dentro de 12 años, los egresados
de bachillerato, con mejores profesores, ya tengan un nivel decente de lectura
y matemáticas? Y conste que estoy siendo optimista: esto supondría que los
maestros quedaran capacitados el año próximo.
Esto requiere de un pacto nacional, de una gran alianza de
todos los sectores y de todas las tendencias políticas. Un gran proyecto para
capacitar masivamente a la población en la comprensión de la lectura y,
posiblemente, la comprensión de la palabra hablada. Y, por supuesto, en los
conceptos fundamentales de la aritmética y las bases de matemáticas. Será caro
y doloroso. Igual que es el rescate de una empresa en quiebra, pero no hay
soluciones fáciles ni baratas a problemas crónicos.
Claro, no faltarán los que dirán que esto no hace falta. Son
los mismos a los que les conviene la ignorancia masiva, porque hace a la gente
fácil de manipular. Porque le conviene a sus intereses políticos, económicos o
religiosos. Pero, para el interés general de la Nación, si queremos detener a
largo plazo el crecimiento de la pobreza, si queremos prosperar en un mundo
cada vez más globalizado y cada vez mejor capacitado, si queremos dejar de competir pagando bajos salarios, no hay otros caminos.
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