¿Qué argumentos hay en
contra de la independencia de
Catalunya? ¿De qué manera quieren los demás españoles convencer a los
catalanes de que no se independicen? En los medios ha aparecido una gran
diversidad de argumentos, de distinto mérito y profundidad.
Hay argumentos muy superficiales. Por ejemplo: el hecho de
que el Club de Fútbol Barcelona deje de
estar presente en las competencias internacionales, por no ser parte de la liga
Española. Como si el Mónaco no fuera parte de la Eurocopa. O que los colores de
la Señera, la bandera catalana, están en la bandera Española. Es como
si dijeran que, ya que el partido mexicano PRI usa los colores de la bandera
mexicana, todos los mexicanos deberían de votar por ese partido (lo que, de paso,
creen muchos dirigentes de ese partido). O el hecho de que Catalunya ha formado
parte de España por muchos siglos, un argumento que podían haber esgrimido los
musulmanes en contra de la Reconquista de Andalucía. O el argumento de que los
partidos separatistas están tratando de ocultar su corrupción a través de sus
campañas secesionistas. Como si los partidos españoles fueran ejemplo de
probidad. Es como el comal que le dice a la olla: “no me toques porque me
tiznas”.
Tiene más fuerza el argumento económico, porque no es
difícil argumentar que Catalunya perdería al no tener los mercados de la
Península y quedar fuera de la Unión Europea. Si es que fuera así: Catalunya es
la 14ª economía de Europa, algo nada despreciable. Pero también es cierto que
España perdería casi el 20% de su producto interno bruto y algo más de eso en
recaudación fiscal, así como una parte importante de su comercio interior y sus
exportaciones. Todo ello, perdiendo casi el 16% de la población. Sí, Catalunya
perdería, pero también perdería el resto de España. España es más fuerte
económicamente y más competitiva internacionalmente con Catalunya que sin
Catalunya.
El otro argumento, el electoral, señala que sólo el 46% de
los votantes en las pasadas elecciones votaron por los partidos separatistas.
Pero eso, en realidad, tiene arreglo: basta que al declarar independiente a
Catalunya se les desconozcan los derechos electorales a los andaluces,
murcianos y valencianos que han emigrado a esas provincias. Lo cual puede
hacerse dándoles derechos legales para trabajar, sin darles derechos
electorales. O bien, dejando que abandonen las provincias para darles trabajo a
su gran número de desempleados. Cosas que puede hacer un país independiente, como
lo hicieron algunos países hispanoamericanos al declarar sus independencias y
expulsar a un número importante de españoles.
Está el argumento de la legalidad: la independencia catalana
va contra la Ley. Cierto. Pero, de fondo, la mayoría de los procesos de
independencia de los países, han sido ilegales. Lo fue Irlanda, lo fue Israel,
lo fueron muchos países africanos, lo fue la India en la mayor parte de su
proceso de independencia. Lo fue toda Hispanoamérica, y los reinos de Europa
tardaron mucho en reconocer su independencia.
Probablemente el argumento más fuerte es el argumento de la
unidad de España. Un logro de muchos siglos, de una larga lucha de reconquista
y una historia de toda clase de calamidades, incluyendo la invasión francesa y
la pérdida de Gibraltar así como de las colonias y la guerra
civil. Pero dentro de este argumento hay una parte formal y una parte
sustantiva. La parte formal es la legislación, la Constitución. Éstas, tienen
fuerza en tanto cuanto reflejen la realidad de la ciudadanía. De otro modo, es
un formalismo en el cual no cree la población. Si, por supuesto que se puede
obligar, incluso con la fuerza de las armas y con acciones policiacas, a que se
conserve una unidad que vaya a contrapelo de una parte importante de la
población. Se puede lograr, pero no se puede convencer por esos medios. Pueden encarcelar
a los dirigentes secesionistas, a riesgo de convertirlos en mártires y profundizar en
el descontento de la población que no quiere ser parte de España. Otras
medidas, como un bloqueo económico en caso de que se dé la independencia,
tendrían un efecto parecido. Puedes rendir por hambre a la población, pero los
ejemplos históricos de aislamiento económico a países como Cuba y como el que
ocurrió en los cuarentas para la España franquista, demuestran que raramente
esas medidas cambian fundamentalmente las cosas. Porque se trata de convencer,
no de vencer.
Lo que no se lee en las argumentaciones publicadas, es un
ánimo de convencer a los catalanes de que España los quiere. No he visto, salvo
alguna excepción, argumentaciones en las que se diga que los españoles quieren
a Catalunya, que necesitan la unidad porque son valiosos para España. Es muy
difícil convencer a alguien de que se quiere la unidad acusando a los catalanes
de separatistas, sediciosos, vanidosos, engreídos y tontos. Qué, sin usar estas
palabras exactas, ése es el tono que se desprende de la lectura de muchos
artículos en contra de la independencia de Catalunya. No alcanzo a comprender
cómo habrá quien crea que, a través de escarnios, se puede convencer a alguien de que buscamos
la unidad. Si yo fuera catalán, la lectura de la prensa que se opone a la
independencia de Catalunya me convencería de que, efectivamente, los españoles
no aprecian a los catalanes y que quieren solamente seguir teniendo una fuente
de impuestos y un mercado disponible, pero que no buscan de fondo una unidad
basada en el aprecio mutuo.
¿Hay otros medios de lograr la unidad? Sí, pero no son
rápidos de implementar y los resultados pueden tardar en materializarse. Se
trata de reconstruir la Unidad así, en mayúsculas, basada en el convencimiento
de que nos queremos y nos necesitamos. La secesión de Catalunya es una tragedia, porque ya existe
en los corazones y solo falta formalizarla. Es una tragedia como cuando un esposo abandona a su mujer e
hijos. Ni los argumentos legales ni los económicos lo van a convencer, porque
la separación ya ocurrió, solo falta formalizarla. ¿Se puede reparar esa
separación? Sí, pero no es sencillo. Los argumentos jurídicos, económicos,
sociales y hasta religiosos no bastan para reconstruir esa unidad.
En el caso de Catalunya, habría que empezar por entender las
razones que tienen los catalanes para
creer que los demás españoles los han tratado injustamente. Y, una vez entendidas,
pedir perdón. Muy difícil, pero si la
Iglesia por medio de San Juan Pablo II pidió perdón por hechos ocurridos hace
muchos siglos, otros podrían hacerlo. Claro, entiendo que esto es lo último que
los partidos políticos van a hacer. Esto tiene que salir de la Ciudadanía y es
la Ciudadanía la que debe convencer a los políticos de hacerlo. Y también los
catalanes deben estar dispuestos a hacer lo mismo. Porque ante una tragedia de esta magnitud, no es
momento de mezquindades, legalismos ni demostraciones de fuerza. Hay que, con magnanimidad, reconstruir una
relación que nunca debería haberse roto. Con reglas claras, con generosidad,
con amor. Porque así hay que tratar a todos los españoles.
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