¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

viernes, 26 de febrero de 2021

Pandemónium, un caso de participación ciudadana


Ante el desencanto con la clase política de todos los signos, sea de derecha, centro, izquierda o multidimensional, algunos opinamos que las soluciones que busca la sociedad se encontrarán fuera del “establishment” político.

Dedicados a tener y conservar el poder, sobre todo en este 2021, la clase política nos tiene en un prolongado ayuno de ideas, de razonamientos que resuenen con nuestra cruda realidad y por esa razón, solo de la propia ciudadanía podemos esperar ideas nuevas, frescas, aplicables para nuestra compleja situación.

Estas iniciativas sociales, por regla general, se dan en pequeña escala, sin recursos, sin poder o influencia. Y, sin embargo, comienzan a aparecer en multitud de localidades y empiezan a crear corrientes de pensamiento, una verdadera opinión pública, muy diversa de la “opinión publicada” a la que los medios tradicionales nos tienen acostumbrados. Una opinión verdaderamente libre.

En julio del 2020, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas, se inició un proyecto de reflexión comunitaria. Tres ciudadanos, dos de ellos miembros del Colegio de la Frontera Sur y un médico pediatra, empezaron a transmitir coloquios sobre los efectos de la pandemia, a los que invitaron a ciudadanos y funcionarios de los gobiernos de San Cristóbal y del Estado de Chiapas.

Usando redes sociales, mayormente Facebook[1], y con el apoyo de un centro cultural ciudadano, empezaron a transmitir sus diálogos en un horario infame: (viernes de las 22:00 a las 24 horas), convocando a funcionarios municipales, a expertos o a simples ciudadanos. Después de unas treinta semanas, el diálogo ha convocado a expertos de Chiapas y de otros Estados; incluso a algunos radicados en el extranjero, teniendo oyentes de sitios tan diversos como Tijuana, Coahuila, Ciudad de México y otras localidades.

El evento se llama “Pandemónium” en un juego de palabras entre pandemia y el término mismo que significa originalmente “todos los espíritus”. También se llama así a los debates entre ángeles y demonios, y     significa también un evento donde hay un gran vocerío y confusión. El formato es sencillo: tres moderadores, uno o dos invitados que se presentan, dan su opinión sobre la situación y proponen acciones a futuro. Tanto los moderadores como los invitados gozan enormemente del evento; claramente se ve que se divierten muchísimo.  

La temática ha variado conforme se ha desarrollado el impacto de la pandemia en la sociedad.  Al principio se trataron temas escolares y han seguido con temas económicos, culturales, de salud y la administración de esos temas por los gobiernos; de espiritualidad, el impacto de la pandemia en los trabajadores de la salud y las familias de los enfermos e incluso presentaciones de sobrevivientes de la enfermedad.

Son eventos interesantes e instructivos, en temas muchas veces desconocidos para la ciudadanía. Hay algunos temas estrujantes, como la experiencia de los sobrevivientes y los riesgos que toman los trabajadores de la salud que, sin exagerar, se juegan la vida con recursos y apoyos muy limitados e incluso con ataques de parte de la población, por la triste realidad de quienes todavía no creen que hay que cuidarse, hasta que ya es demasiado tarde.

No se trata de una gran asistencia: se reportan 2000 seguidores directos, algunos en tiempo real y la mayoría conectándose a las retransmisiones.  Su alcance indirecto no es fácil de medir: seguramente no llegan a los centenares de miles o más que logran los llamados “influencers”.

Una gran iniciativa, como las de miles y decenas de miles que se llevan a cabo grupos ciudadanos en temas de filantropía, grupos de autoayuda, comunicación, enseñanza y exigencia a las autoridades para que escuchen a la sociedad civil, a veces tan ninguneada por la casta política.

La ciudadanía se está dando cuenta de que poco puede esperar de una clase política que, en este inicio del 2021, se ha volcado al tema electorero, dando a veces la impresión de que aprovechan esta pandemia para sacar raja política. Mientras tanto, en el ciudadano de a pie se está dando el fenómeno del “poder de los sin poder” del que hablaba Vaclav Havel, el poeta checo             que tanto contribuyó al cambio democrático de su país.  Necesitamos una ciudadanía actuante, comprometida, a la que no le arredren la falta de recursos ni lo pequeño de los resultados. Una ciudadanía que sí interviene, que participa, que llega hasta dónde puede llegar. Sólo de una ciudadanía así podemos esperar soluciones y mejoras. De la clase política, poco nos llegará.

Antonio Maza Pereda


[1] Si desea asistir a este evento, la dirección es https://www.facebook.com/PandemoniumSanCris

 

jueves, 18 de febrero de 2021

Más allá del mal humor social

Una frase que hizo época en la administración pasada. Ocurrente, oportuna, era un intento de explicación para la reacción de la ciudadanía ante regímenes corruptos e ineficientes en todos los órdenes de Gobierno: federal, estatal y municipal.

Lo malo de esta frase es que intentaba disculpar la molestia de los ciudadanos, comparando la actitud de la sociedad con el mal humor al que en ocasiones aludimos cuándo decimos: “amaneció de malas”. Lo decimos y con ello implicamos que no hay razones lógicas para ese malestar. Visto a nivel personal, es una situación a la que se le pone remedio dándole a la pareja un bello ramo de flores o consintiéndola con su platillo favorito. Y, es cierto, a veces estamos “de malas”, y efectivamente, una muestra de afecto remedia ese mal humor y nos regresa al buen camino.

Pero, pensando en la sociedad es muy riesgoso suponer que el ambiente de hartazgo de la población es algo pasajero y que se va a resolver con un mimo.  No es así. Hoy en México y, me temo, en muchos otros países, hay una situación de crispación, de hartazgo en la sociedad. Además, no hay unanimidad en ese tema: hay quien está molesto por la corrupción, los que no soportan las mentiras con que nos quieren manipular, los que aborrecen la información de los que nos gobiernan, los que no pueden ver a los que han tenido éxito económico. Y más.

Un factor común: la situación ha escalado del mal humor al hartazgo y de este, tristemente, al odio. Un odio que nos quita la capacidad de razonar y de encontrar soluciones, de construir acuerdos. Un odio que no es de ahora: que se ha venido cultivando por décadas, y de un modo sistemático, casi científico

Construido con mentiras, con un criterio de “post verdad”. donde se usa la mentira como arma política, embustes que nos esclavizan, como dice Francisco Quijano. Odio que nos envilece y que nos quita la libertad. Porque nos hace fácilmente manipulables y nos quita la capacidad de ver otros puntos de vista. Y, muchas veces, ni siquiera defendemos un punto de vista propio, sino el de nuestro manipulador, que nos mueve a su antojo,

Todas las formaciones políticas han pecado de lo mismo. Nadie puede decir que es ajeno a la manipulación, a la siembra de odios. Quién trata de poner las cosas en perspectiva, de ver los aspectos positivos y explicables de cada postura, es acusado de tibio, de relativista. Claramente los manipuladores odian a los que tratan de encontrar razones en ambos contendientes.  De hecho, los odian más que a sus propios contrincantes porque, finalmente, como dijo Jesús Reyes Heroles: “los que se oponen, apoyan”,

¿Podremos vencer la cultura del odio? No se ve fácil. Tal vez porque ha dado resultados. No se ve sencillo.   La indiferencia, dicen algunos, es el verdadero enemigo de la amistad social. Evitar el odio y la indiferencia requiere una fuerte dosis de autocrítica

Necesitamos aceptar que pudiéramos equivocarnos, Y eso es muy difícil: desde la escuela nos enseñaron a sentirnos mal cuando estamos equivocados y en la vida diaria nos resistimos a reconocer nuestros errores. No, el camino para mejorar nuestra situación no es el odio. Es la amistad con todos, incluso los que opinan diferente de nosotros. Y sólo así podremos salir de la situación en la que nos encontramos. Y si usted piensa que soy un iluso, le pido que me muestre un camino mejor.

Antonio Maza Pereda 

 

 

jueves, 4 de febrero de 2021

La escuela, una de las víctimas de la pandemia

La salud, la economía y la sociedad son algunas de las víctimas de la pandemia. Una víctima de la que se habla poco ha sido la escuela.

Uno de los primeros confinamientos fue precisamente de las escuelas. Primero, adelantar las vacaciones, suspendiendo las clases una semana antes de la Semana Santa, hablando del regreso a clases pasando la semana posterior; después, regresar a clases pasando el 10 de mayo y, en fin, que no hay para cuándo. Escuelas muy bien equipadas se lanzaron a clases remotas casi de inmediato. Bastante tiempo después, se abrieron clases por televisión. Ahora se intenta regresar a clases en los Estados con “semáforo verde”, entre dudas de que el regreso de los niños pudiera causar esos Estados regresen al “semáforo naranja” o al rojo, precisamente por el movimiento que significa el regreso muchos millones de niños a las escuelas, centenares de miles de profesores y empleados y millones de padres de familia llevando y recogiendo a los niños.

Pero el problema, con lo grave que es, no tendrá -esperamos- un impacto tan a largo plazo como la posibilidad de tener una generación con un bajo nivel educativo. Un tema que empezó antes de la pandemia: nuestro país lleva muchos años con un bajo nivel educativo, como lo demuestran las evaluaciones internacionales y lo constatan las empresas que dicen que los egresados que reciben para emplearse sólo tienen del 30% al 50% de los conocimientos que las empresas requerirán, según datos del Foro de Davos.

Agregue usted el bajo desempeño de los sistemas de enseñanza en línea y se explicará por qué las empresas de primer nivel están creando sus propios sistemas educativos para remediar el bajo nivel de los aspirantes a ser empleados.

De esto podríamos hablar por horas y horas. Pero lo que importa, creo yo, es prever qué escenarios podríamos enfrentar. Las escuelas, comprensiblemente, no quieren reconocer la magnitud del problema.  Es muy difícil de reconocer ante los padres de familia el hecho de que los alumnos están aprendiendo menos, a pesar del gasto y el tiempo invertidos en la enseñanza remota. De hecho, aunque no lo reconozcan, los sistemas y los programas se improvisaron en modo de urgencia. No hay evidencia confiable de que la enseñanza remota dé resultados similares a los que tenía la enseñanza presencial. A los docentes que señalan este hecho se les acusa de “resistencia al cambio”, “anticuados” y otras lindezas más.

 Por otro lado, es de esperarse que las escuelas privadas e incluso las públicas se resistan a reconocer que la enseñanza se está deteriorando. Sí lo reconocieran, las familias y los alumnos adultos se resistían a pagar las cuotas que las escuelas cargan por estos servicios.

Circuló en redes sociales un discurso, presuntamente del presidente de Uganda, comparando la situación actual a una situación de guerra. Comentaba que, en una guerra, lo esencial es sobrevivir y que se acepta que el resultado será un retraso en la capacidad educativa, entre otras cosas. Y que habrá que esperar al final de la pandemia para tener planes muy concretos para recuperar la deficiencia en educación. Independientemente de si esta carta es un “fake new” o no, hay algo de verdad en esto.

Antes de la pandemia, la inmensa mayoría de la población daba por sentado que, si un alumno es aprobado en la escuela, tiene los conocimientos necesarios. Ahora que los padres están apoyando a los niños para la enseñanza remota, se están dando cuenta de primera mano que muchas veces los niños no tienen las capacidades que presuntamente se les están enseñando. Una diferencia importante: antes de la pandemia la inmensa mayoría de la población confiaba en las escuelas y ahora, tristemente, esto está en duda.

Probablemente sería mucho más práctico reconocer que hay una falla e ir planeando un verdadero regreso a clases, cuando se haya terminado la pandemia, incorporando clases remediales para poner a los alumnos en el nivel que deben estar. También hay que considerar la situación de aquellos profesores a los que no se les pudo seguir pagando y que buscaron otra ocupación. Muy probablemente, algunos de los mejores profesores lograron emplearse en algunas empresas, aprovechando sus capacidades de aprendizaje, organización de la información, conocimiento de muchos temas. Y estos profesores, muy probablemente, ya no volverán al sistema escolar. De modo que tendremos un problema doble: formar maestros especializados en las tareas de remediación, que serán imprescindibles, y formar rápidamente a los profesores que se hayan perdido como consecuencia de la pandemia.

Todo un tema. Uno que no se está tratando. Muchas asociaciones de padres de familia solamente están ocupándose de que los niños no pierdan el año, sin considerar que no se trata solamente de cumplir con el requisito de “pasar el año” sino, sobre todo, de tener los conocimientos necesarios para continuar sus estudios o emplearse productivamente con los conocimientos del   nivel escolar que hayan alcanzado

Y dado que el Gobierno, las autoridades educativas, sindicatos de profesores, así como asociaciones de padres y docentes no hablan de este tema, sólo nos queda a la sociedad hacernos cargo, poner este tema en la agenda pública, y participar en la titánica tarea de remediación educativa qué nos espera una vez que hayamos vencido esta pandemia. 

Antonio Maza Pereda