¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

lunes, 18 de diciembre de 2023

Días vacíos

 Entre los nahuas tenían al final de su año, qué consistía de 18 meses de 20 días cada uno, 360 días en total, cinco días más para completar el año de 365 días.  A estos días se les decían de diferentes maneras: días aciagos, tristes, y más frecuentemente días vacíos. Días sin un propósito claro. En conjunto, los días vacíos eran tiempos sin ánimo, sin celebraciones, sin alegría.

 Sin llegar a ese extremo, nosotros tenemos también entre la Navidad y el Año Nuevo algunos días que podríamos llamar vacíos. Días en los que no hay ninguna celebración importante: generalmente ya se llevaron a cabo las principales celebraciones de Navidad y estamos a la espera del Año Nuevo. Se acabaron las Posadas, las celebraciones familiares, las escolares y laborales. Las tiendas se encuentran menos concurridas, excepto por la sección de alimentación dónde se están haciendo las compras de lo necesario para la cena de Año Nuevo y, por supuesto, las bebidas correspondientes.

Quienes no han salido de vacaciones se encuentran sin mucho que hacer. Claro, lo que es obligatorio: descansar buscando estar preparados para el regreso a las labores.  Son días para dedicar a la familia e incluso a amigos a los que se ve poco. Pero estos días, aparentemente vacíos, podrían ser aprovechados de una manera muy adecuada para la reflexión.  Esa misma ausencia de actividades podría propiciar que logremos algo para lo que generalmente no dedicamos tiempo: a pensar en nuestro futuro y, sobre todo, para algunos con un fuerte sentido cívico, dedicarlos a la reflexión de nuestro papel como ciudadanos, padres y madres de familia, profesionales y empleados.

 En particular, nosotros como ciudadanía tenemos un tema sumamente importante de reflexión: ¿qué espera de nosotros la Sociedad para el año 2024? Un año que se antoja particularmente importante, debido a la gran cantidad de situaciones dónde la sociedad tiene que tomar decisiones. Asuntos Importantes a nivel político, tanto parciales cómo algunos de tipo general.

El fondo de casi todas nuestras decisiones se concentra en la pregunta: ¿por quién votar?  ¿A quién darle nuestra confianza para lograr el desarrollo que necesita nuestra Sociedad? No es una decisión que se pueda tomar a la ligera. Aquellos que están satisfechos con la administración actual, aparentemente tienen más sencilla la decisión:  seguir confiando en nuestros actuales gobernantes. Y, por supuesto, aquellos que están a disgusto tienen claro que votarán pon un cambio total.  Pero ¿qué ocurre si algunos de nosotros, y puede ser que seamos mayoría, no estemos tan seguros de nuestra decisión?

La solución, claramente, no es la abstención.  Cuando nosotros nos abstenemos de ejercer nuestro derecho a votar, le estamos dando el voto a la clase política y a su núcleo duro. Y, francamente, ninguno de los partidos políticos nos ha logrado convencer al 100% de que realmente nos representan. Por supuesto, nos queda la tarea como votantes de instruirnos lo mejor posible, para tratar de hacer la mejor decisión. Pero también es cierto que todos los partidos políticos nos han mentido en algún momento de su historia. Con lo cual nos resulta sumamente complicado tener una decisión correcta. El hecho de votar en conciencia, de acuerdo a lo mejor de nuestras capacidades, no nos garantiza que no estemos  votando por las razones equivocadas. ¿Qué hacer en tal caso? Algo que es poco común en nuestras costumbres electorales: dividir el voto.

Si votamos de acuerdo a nuestro mejor criterio,  pero conservamos dudas sobre las capacidades de quién estamos eligiendo, podemos votar por él o la candidata  que nos haya convencido más,  por ejemplo, para  ocupar el poder ejecutivo,  y al mismo tiempo votar para el poder legislativo por  el o los partidos contrarios a ese candidato. Si  se puede lograr esto de una manera efectiva, quien quiera que gobierne se verá obligado a consultar y a negociar con sus contrincantes antes de poder imponer  un criterio que pudiera parecer dictatorial. Y esto hay que aplicarlo en el congreso federal, los congresos locales y los cabildos de los municipios.

 Obviamente, a los partidos políticos les desagrada enormemente este modo de votar. Dicen, y en parte tienen razón, que el voto dividido les reduce la gobernabilidad.  Lo cual es de alguna manera cierto.  Pero esto depende de a qué le llamamos gobernabilidad. Si por ello entendemos el que se haga la santa voluntad del gobernante, claramente el voto dividido evita que el capricho de un mandatario se lleve a cabo sin mayor análisis.

Obviamente, esta no es la única opción; simplemente la propongo como un modo de reflexión que pudiera ser interesante para llevar a cabo en tus días vacíos.  Pero hay más cosas.  Podemos dedicarnos a entender a los posibles candidatos que ya se conocen, revisar cuáles han sido sus declaraciones y planear qué tiempo le dedicaremos a estudiar sus propuestas.  También será interesante decidir a qué analistas hay que darle seguimiento: sobre todo a aquellos que no se muestren totalmente conectados con alguna de las facciones políticas.  Los analistas ideales serán aquellos que reconozcan los puntos buenos y los puntos malos de cada una de las corrientes políticas.  Teniendo claro que, por regla general, la imparcialidad no se da en maceta.  No estará de más encontrar a otros ciudadanos de a pie, con sentido común y deseos de debatir y discutir las posibilidades que nos presentan las próximas elecciones.

Finalmente, si usted tiene la proactividad y la  creatividad para imaginar soluciones diferentes a los grandes problemas nacionales,  vale la pena que ponga en blanco y negro  sus ideas,  de modo que pueda contrastarlas con las de las fuerzas políticas, así como las de sus candidatos y candidatas. Nada sencillo, pero es necesario que tenga usted algunos criterios para poder decidir cómo participar en este período crucial: lo que algunos consideran la decisión más importante que deberemos tomar desde hace algunas décadas.

Antonio Maza Pereda

lunes, 11 de diciembre de 2023

La magia de la Navidad

 En estas fechas, prácticamente en todo el mundo, se maneja el tema de la Navidad.  En algunos medios, particularmente en los de orientación religiosa, es un tema de discusión. ”La Navidad ya no es lo que era”, se nos dice. Y esto no es totalmente cierto.  En muchos aspectos la Navidad es muy tradicional: las reuniones familiares, las visitas a parientes y amigos, los regalos, el apapacho a los niños, los árboles y sus adornos. En apariencia, todo sigue igual. El comercio aprovecha plenamente este concepto y lo liga con la entrega de cariño. Si regalas, estás demostrando amor.  Entre más costoso el regalo, más amor demuestras.  El consumismo a todo lo que da

Es un fenómeno prácticamente mundial, transcultural, transreligioso.  Precisamente para evitar conflictos para unir bajo la misma cobertura a diferentes creencias, se trata de evitar el nombre de Navidad y se quiere sustituir por “las fiestas de la estación”.  No sea que se nos vayan a ofender aquellos con otras creencias, a los que podría parecer que nosotros les estamos imponiendo una creencia, algunas agendas.

 Esta qué, posiblemente, es la festividad más extendida y aceptada en la humanidad, ha cambiado un poco en las formas. No así en el fondo, en su razón de ser.  Lo que verdaderamente se celebra. Debo reconocer que, para mí, esto no era una preocupación. Hasta hace relativamente poco. “Qué bueno que se celebre el nacimiento de Jesús”, decía yo. Tal vez no lo acepten, Tal vez no lo entiendan, tal vez ni siquiera repitan su nombre, pero de alguna manera sé están adhiriendo a Él. Y con este pensamiento, por años, no hice comentario sobre este tema.

Pero, algo ha cambiado.  Está cambiando el fondo de la celebración, su motivo, su intención. Y esto nos lleva tener dificultades para contestar una pregunta muy simple: ¿qué celebramos?  De algún modo, el concepto de la Navidad se ha vaciado de significado.  O, por lo menos, de su significado original. Sí, Navidad es un momento de nostalgia, el recuerdo de mis navidades de niño, la ocasión de mostrar cariño para mis hijos y nietos.  Es un asunto de tipo cultural, dónde seguimos las tradiciones de nuestros padres, las costumbres que tenemos en nuestro terruño. Una manera de ayudar a otros a ser felices.

 La mayoría de las iglesias cristianas celebramos a Jesús niño y en los regalos conmemoramos el gran regalo que Dios Padre le hizo a la humanidad al entregarnos a su Hijo. Pero si no tenemos su significado original, es necesario asignarle algún tipo de significado.  Recientemente, sobre todo en los canales de televisión originados en los Estados Unidos, se han producido programas de contenido navideño, en algún caso transmitiéndose 24 horas al día desde el mes de octubre hasta los primeros días de enero.  La mayoría con un esquema relativamente homogéneo: una familia incompleta, dónde la madre y en muchos otros casos el padre, dan todo su cariño a un hijo cuando se han quedado solos por diferentes razones.   Y hay tal devoción por el hijo que no se han preocupado por tener alguna otra relación. El niño es feliz, pero siente necesidad de que su padre también sea feliz.  Aparece alguna chica o algún chico, que no ha logrado encontrar un cariño estable y en el ambiente de la Navidad surge un romance.  Todo lo cual ocurre en torno a la Navidad, que contribuye a que ellos que viven la soledad, encuentren nuevamente el amor y el modo de completar la ausencia del padre o madre que ya no está ahí.  Y, obviamente, después de algunos problemas, de algunas dificultades, aquellos sedientos de cariño se encuentran finalmente. Todo ello en un ambiente festivo, la rememoración de las costumbres hogareñas, el cariño de familia. Un romance blanco, sin escenas de alcoba, temas muy familiares. Por cierto, con cierta frecuencia, se presentan películas donde se trata el tema de la Navidad entre las familias de los militares quiénes, por su servicio a la nación, se tienen que separar de sus familias en estos tiempos.  Se ve como, estas familias, mantienen vínculos con quienes están lejanos.  Algo hermoso y seguramente muy necesario para las familias de quienes están al servicio de la nación. Todo buenísimo. Pero ese no es el sentido de la Navidad.  Muy bueno y necesario en cualquier época.  Ojalá el mensaje penetre y se afiance. Pero esos son los valores familiares, valores eternos, no exclusivamente navideños.

Pero, últimamente, ha nacido otra tendencia, a la cual no le encuentro realmente las bondades que le puedo encontrar a las que comenté anteriormente. Ahora se ha estado hablando de la “magia de la Navidad”.  Como si fuera un rito, una palabra mágica, que produjera felicidad por sí misma. Como si el mero hecho de repetir ciertas costumbres generara bien por sí mismo. Esto, que se ha venido cocinando en los últimos años y que ahora ha sido encabezado por el poder mercadológico de uno de los refrescos más conocidos del mundo, el mismo que popularizó el concepto de Santa Claus y la imagen que todos le conocemos.  Y en esto, tristemente, yo no puedo estar de acuerdo.  Puedo aceptar las costumbres familiares, las culturas locales y el modo como celebran esta fiesta y también el hecho de que otras religiones y otras culturas deseen celebrar junto con toda la humanidad lo que nosotros celebramos, por sus razones muy particulares.  Porque en cada cultura están las semillas del mensaje que Dios ha puesto para los hombres.  Pero no es un mensaje de magia, es uno de valores de bondad, bien y belleza.

En fin, celebremos la Navidad cómo lo que es: un recordatorio de la verdad, el bien y la belleza, los grandes valores humanos.  Que para algunos de nosotros están encarnados en el hijo de Dios vivo, que nos llegó cómo un niño.  Otros, que no creen en Él, desean y creen en la bondad, el bien y la belleza. No en un rito mágico que produzca bien por sí mismo, sino el resultado de nuestro deseo de vivir siempre de mejor modo. Que esta Navidad sea, para todos y todas, una gran alegría y que esta ilumine nuestro año próximo.

 Antonio Maza Pereda

lunes, 4 de diciembre de 2023

Noticias angustiantes

 Los noticieros nunca han sido de lo mejor en el aspecto de levantarle el ánimo a sus oyentes.  Basados en una práctica conocida como el amarillismo, el énfasis noticioso no está orientado a las buenas noticias. Las catástrofes, el crimen, lo extraño, lo que se sale de lo común es lo que se considera valioso.  Hay un dicho en esos medios: “cuando un perro muerde a una persona, no es noticia; cuando una  persona muerde a un perro, sí es noticia”. Así es que una buena parte de la población está sujeta a una dieta diaria de noticias que van desde lo raro hasta lo amenazante. Normalmente, al terminar de escuchar el noticiero, mucha gente tiene una pequeña depresión.

No quiere decir esto qué necesariamente los informativos sean completamente dañinos. La globalización, la comunicación prácticamente en tiempo real y a costos muy bajos, y otras mejoras tecnológicas nos  han creado  un nivel de información de alta calidad  en poco tiempo: muy amplia, completa y con muchas posibilidades de verificarla.  Nos están dando un servicio valioso a la sociedad.  Todavía hace un par de generaciones, sólo los gobiernos y personas con amplios recursos económicos tenían acceso a un nivel de información, como la que ahora podemos obtener a un costo pequeñísimo.  En aquel tiempo, el acceso a la información era tan limitado que generaba grandes ventajas competitivas y se construían  fortunas con el aprovechamiento oportuno de la información.

Por otro lado, nos encontramos con que el contenido de los noticieros y muchos otros programas basados en información, se han quedado en generar valor al crear atención sobre los hechos.  Pero la mejora en el análisis no ha seguido el mismo paso que la de la información. Cantidades cada vez mayores de datos se entregan sin suficiente valor de análisis. En los medios tradicionales y en muchísimos de los nuevos medios, nos encontramos con pocos eventos basados en análisis, presentados generalmente en horarios poco competitivos, con formatos difíciles de absorber y, me supongo, con bajos ratings.  Además, muchas veces el análisis es unilateral y se maneja poco debate.  

En nuestro país, en el mejor de los casos, los debates van unidos a las campañas políticas.  Los debates parlamentarios, que muchas veces presentan un nivel lamentable, tienen muy poca audiencia. Y, en general, se manejan con un enfoque de ataque. Rarísimamente se encuentran discusiones con propuesta., dónde se examinen los méritos de las diferentes ideas, y se trate de construir, aceptando los aspectos valiosos y complementándolos para que tengan aún más resultados.

 En general esos pocos planteamientos son de corto plazo, sin ver el contexto ni las consecuencias previsibles de cada una de esas ideas. Claramente está haciendo falta un cambio de cultura.  Y es sabido, que las culturas no provocan cambios rápidos.  De hecho, la politización de los debates hace que solo las propuestas con efectos inmediatos sean las preferidas por la clase política. No encontrará uno algún político que esté dispuesto a ofrecer ideas que den resultados en docenas de años. Desgraciadamente, esos políticos de gran visión, qué ven un horizonte amplio, difícilmente atraerían las simpatías de los votantes.  Los demás, buscan resultados en el término de su administración. Parafraseando un refrán popular, ellos dirían: “Si no es en tu año, no te beneficiará”

La tecnología, los cambios sociales y la misma ciencia nos han acostumbrado a esperar cambios que ocurran a una velocidad fulgurante. El propio entretenimiento que ofrecen los distintos medios generalmente presenta situaciones dónde problemas gravísimos de nivel mundial, suelen resolverse en una o dos horas.  Nosotros, ingenuamente, esperamos que así ocurra en la realidad.

Pero independientemente de esta situación, las soluciones a los grandes problemas nacionales se podrán lograr cuando encontremos el modo de construir, en lugar de atacar. De hecho, en otros países, en la planeación estratégica se ha acuñado un término interesante: se habla de coopetencia, como una alternativa a la competencia. El concepto se podría traducir aproximadamente como la combinación de cooperar con competir: colaborar entre competidores. Algo difícil, claro.  

¿Podremos esperar, en un plazo razonable, que dejemos de centrarnos en lo negativo y que logremos modificar sustancialmente el tipo de información que consumimos, encontrar el modo de cooperar, de limitar los ataques viciosos? Yo creo que sí, pero tendríamos que cambiar nuestras costumbres para la toma de decisiones.  Además de aprender a analizar y debatir ideas. Tal vez el gran obstáculo, el de fondo, es que esto requiere de una gran dosis de humildad. Reconocer los aciertos de los otros, encontrar cuáles son los elementos valiosos que tienen y no sentirnos agredidos porque otros reconozcan las virtudes de las propuestas de los demás.  Y esto, es difícil en términos empresariales y probablemente lo es mucho más en los asuntos políticos.

Porque queremos ganar a toda costa, porque estamos buscando vencer, ser premiados o mejor aún llevarnos el reconocimiento. Y este espíritu de humildad, como decía mi santo abuelo, no se da en maceta.   

Antonio Maza Pereda