¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

lunes, 30 de enero de 2017

Unidad Sí, cheque en blanco NO



Han sido días de una actividad frenética en los medios de comunicación tradicionales y en las redes sociales, con comentarios de todo tipo respecto a las primeras actividades y  órdenes ejecutivas del Presidente Trump. Obviamente, las que tienen que ver con México pero también las que tienen que ver con otros países.

La clase política, después de solicitar y obtener del Ejecutivo suspender la reunión entre los presidentes de los Estados Unidos y México, ha emprendido una campaña buscando la unidad en nuestra nación, como el medio de enfrentar lo que se percibe como la amenaza más importante a nuestro país en varias décadas. Este llamado ha tenido un apoyo bastante importante,

Valdría la pena, sin embargo, delimitar con cuidado que significa ese llamado a la unidad. Por desgracia, prácticamente todas las dictaduras han aprovechado momentos de crisis o de amenazas externas para solicitar, en nombre de la unidad, la limitación de las libertades civiles y políticas. No ha faltado quien ha aprovechado para posponer las elecciones, a veces de modo indefinido, con el motivo de evitar las divisiones que son inevitables en todo proceso electoral. Otros han  cancelado o limitado la libertad de expresión, con el pretexto de considerar cualquier desacuerdo como un ataque a la unidad. También es un buen motivo para evitar atender los temas que han dividido a la sociedad con la clase política; el argumento es posponerlos hasta que se haya resuelto esa amenaza.

Es obvio que tenemos una gran división en este país. Divisiones entre la ciudadanía y la clase política, principalmente, y muchas otras más. La clase política nos pide que olvidemos temporalmente, sin decir por cuanto tiempo, temas tan importantes como la corrupción, la intervención abusiva del Estado en la Economía, la violencia, las dificultades causadas por los errores en las Reformas Estructurales y otros muchos asuntos.

Es cierto que necesitamos tener unidad para enfrentar las dificultades que nos vienen desde el exterior, pero igualmente es importante sanar el rompimiento entre la sociedad y la clase política, cada vez más desprestigiada así como   con los gobiernos que de ella han emanado en todos los niveles federal, estatal y municipal.

Sí, necesitamos un pacto nacional de unidad. Unidad ante las amenazas del exterior, pero sin olvidar los asuntos pendientes en el interior ni dejar de atender las muy postergadas reivindicaciones de la ciudadanía. En otras palabras: la ciudadanía no podemos, no debemos extender a la clase política un cheque en blanco. Un “perdón y olvido”, que sólo posponga los cambios muy necesarios en nuestro país. La confianza no se obtiene mediante discursos emotivos y promesas vagas. Hemos tenido demasiadas promesas incumplidas y hemos sido decepcionados en muchas ocasiones por los oradores con brillante retórica que nos han mareado con frases bonitas.

 Hagamos formalmente un pacto de unidad. La clase política debe comprometerse a continuar resolviendo los problemas que más lastiman a la ciudadanía en nuestro camino de crecimiento democrático. También debe comprometerse a no limitar nuestras libertades ciudadanas ni a suspender el cumplimiento de las garantías que nos da la Constitución y la declaración mundial de los Derechos Humanos. Una vez teniendo este compromiso junto con una guía de ruta e indicadores de su cumplimiento, establezcamos en qué consistirán las actividades de la ciudadanía para generar unidad y que den soporte a nuestras autoridades para poder negociar desde una posición de fuerza con aquellos que están amenazando, ciertamente, a nuestra economía y a los derechos humanos de las familias de nuestros emigrantes que están allá y que quedaron acá.

Este es un momento muy complicado, de muy difícil solución y requiere también que la clase política permita la participación de la ciudadanía, de  las mejores  personas pensantes de este país. No es hora de llevarse medallas, no es hora de buscar imagen ni prestigio. Si logramos atender de una manera exitosa las amenazas que se nos presentan, será mérito de todos, sociedad y políticos. No deberá de ser un botín para las distintas formaciones electorales de cara a las elecciones del 2018. Las cuales, como otras elecciones estatales y municipales, deben ser escrupulosamente cumplidas, sin utilizar el momento crítico del país para posponer la toma de decisiones de la ciudadanía.

Si logramos atender esta situación, nuestro país, nuestra sociedad saldrá fortalecida. Todos, incluso la clase política hoy tan desprestigiada, saldremos ganando. Si atendemos el tema con mezquindad, buscando beneficios partidarios, buscando imagen y prestigio, podemos tener un retroceso en nuestro desarrollo de muchos años. La sociedad, la ciudadanía, está a la altura de este reto. ¿Lo estará a la clase política?


 

jueves, 26 de enero de 2017

Inicia la administración Trump: ¿Cómo reaccionar?


Si Usted, como muchos mexicanos y en particular políticos y empresarios, estuvieron escuchando el discurso de Trump en su toma de posesión, posiblemente le haya quedado una situación de mayor incertidumbre. Y no lo culpo.

El presidente Trump, como muchos políticos, es más claro  en cuanto a qué quiere lograr que en cuanto como lo quiere lograr, con pocas excepciones. No es fácil de entenderle, en parte porque hay bastante vaguedad y hasta contradicciones en sus  propuestas. De modo que aquí probablemente haya encontrado usted más dudas que soluciones. Pero creo que es valioso tener claras las dudas, para poder escoger cuales son los aspectos en los que debemos clarificar nuestras ideas y empezar a pensar nuestras reacciones ante este fenómeno llamado Donald Trump.

Probablemente su rasgo dominante es el aislacionismo. Un tema muy presente en los EEUU. Aunque la nación siempre ha intervenido en otras naciones, militar o comercialmente, siempre ha habido una parte importante de la población que no lo ve como algo deseable. El papel de primera potencia y gendarme del mundo, no es del gusto de todos. Ese es uno de sus mensajes fuertes: voltear hacia adentro, no ayudar a otras naciones, no contratar a extranjeros, comprar solo lo hecho en EEUU, concentrarse en su desarrollo económico, no apoyar el desarrollo de los demás.

La apertura de EEUU no ha sido necesariamente mala para ellos: es un hecho que los EEUU ha ayudado a otros, pero también que eso le ha generado mercados e influencias que le han convenido. El producir fuera de EEUU ha destruido empleos, pero ha mejorado su nivel de vida al tener productos más accesibles. Si, por poner algunos ejemplos, los estadounidenses tuvieran que comprar televisiones y smartphones hechos 100% en EEUU, ensamblados en su nación con mano de obra nacional y con componentes totalmente fabricados ahí,  sus precios estarían mucho más altos y esos productos no serían competitivos internacionalmente.

Desgraciadamente, como uno de los clientes y proveedores más importantes de EEUU, su aislacionismo nos pega directamente y de un modo relativamente rápido. Y el efecto será de largo plazo.

Ante estas actitudes del Señor Trump, hay que tener una idea clara de cómo debemos reaccionar. Hay que superar el enojo y la incertidumbre, dejar de preocuparnos y empezar a ocuparnos. No pretendo dar recetas, pero si algunos puntos para reflexionar.

Para comenzar, hay que tener claro que el Sr. Trump no acepta las reglas. En su discurso y en sus amenazas, ofrece cosas sin considerar que no tiene total libertad en un sistema de balances y límites, como es el de los EEUU. Actúa como si fuera el dueño de una empresa, que siempre tiene la última palabra. También desprecia los controles externos, como lo demostró al reconocer que evade impuestos siempre que puede evitar los problemas. Es muy probable que trate de hacer lo mismo con los controles que le intente poner el Congreso, tratará de gobernar por decreto siempre que pueda y tratará de evadir los convenios internacionales. Con las presiones que está llevando a cabo amenazando  con impuestos del 35% a nuestras exportaciones, está pasando por encima de su Congreso, quien aprueba los impuestos y también del tratado con la Organización Mundial del Comercio, en donde EEUU ha aceptado no poner barreras arancelarias. Y no le ha importado.

La mentalidad de Trump sobre la economía, es que se trata de un juego de suma cero. Para que a EEUU le vaya bien, a otros les tiene que ir mal. No entiende el concepto de sinergia que en este caso significa que si los aliados comerciales aportan sus mejores puntos fuertes, el resultado es que a ambos les irá mejor y lograrán prosperidad para todos. Por cierto que hay economistas y políticos que piensan igual que Trump. De modo que, para negociar con Trump habrá que tratar de demostrar que hay beneficio para los EEUU y no confiar en que quiera apoyar a otros. Y verá las cosas a corto plazo, no a largo plazo.

En este mismo concepto, está su enfoque sobre el empleo. Si hay desempleo en EEUU es porque se van empresas a otros países, le dice a su ciudadanía. Lo que no menciona es que EEUU tiene uno de los menores desempleos entre los países desarrollados y que la mayor parte de ese desempleo viene del impacto de la tecnología al sustituir a la mano de obra. Por eso, en este momento hay una recuperación económica, aunque débil,  sin una recuperación del empleo. Algo que ha ocurrido desde la Revolución Industrial. Pero la solución  no es detener la tecnología, sino en crear nuevos mercados.
La solución para Europa y Estados Unidos para  su desempleo y relativo estancamiento económico depende de que los países menos desarrollados crezcan y puedan ser mercados para otros países y que EEUU y Europa puedan ser más competitivos mediante desarrollar cadenas productivas con otros socios comerciales.

Para México y para otros muchos, la negociación tendrá que pasar por demostrarle el beneficio económico de colaborar con nosotros, y no será fácil. No creo que vayamos a convencerlo con manifestaciones, insultos, quebrando piñatas de Trump y mentándole la madre. Tampoco quemando banderas norteamericanas, apedreando su embajada o atacando a Wal-Mart y Starbucks. Los argumentos de lógica o de apelar a la filantropía no van a ayudar tampoco. Las amenazas, sobre todo de los países débiles, solo lograrán enfurecerlo. El único lenguaje que entiende es el de los negocios. ¿Tendrán nuestros negociadores la capacidad de demostrar con argumentos económicos y de negocios que a los EEUU les convienen ser nuestros aliados?



domingo, 15 de enero de 2017

COPARMEX: ¿Contra el Gobierno?

Una noticia inusitada en torno al llamado “gasolinazo”, fue el hecho de que la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX) se negó a firmar el Acuerdo para el Fortalecimiento Económico y la Protección de la Economía Familiar que presentó el Ejecutivo Federal. Sus argumentos fueron que dicho  Acuerdo se presentó sin amplio estudio, en solo tres días, sin tener suficiente consenso así como sin metas, objetivos y medidores claros, entre otras razones. Días después la COPARMEX hizo públicas algunas propuestas para mejorar el Acuerdo firmado por otros sectores.

Se puede estar en acuerdo o en desacuerdo  con las propuestas de COPARMEX. Y qué bueno que puedan discutirse sus ideas. Este tipo de debate es, no solo sano, sino indispensable en este ambiente que,  por decir lo menos, es de “mal humor social”. La unanimidad forzada o fingida en un tema tan espinoso como los aumentos de precios de la gasolina, es lo último que necesitamos. Los acuerdos no deben ser considerados inatacables, por amplio que sea el apoyo que se pueda lograr por ellos. El hecho que se hayan cocinado en tres días, aunque hayan sido por catorce horas diarias como dijo uno de los participantes, no los hace infalibles. Seguimos con el método de negociar “en lo obscurito”, de espaldas a la ciudadanía. No logramos convencernos de que eso ya no funciona.

Pero lo inusitado no es que COPARMEX se haya opuesto cuando el resto del sector privado estuvo de acuerdo. No es primera vez. No en balde algunos consideran a esta Confederación como el “niño malo” del sector privado. Y esa actitud le ha granjeado apoyo de muchos empresarios y fama de independencia. Así como muchos odios.

No, lo novedoso es que algún organismo se oponga al Gobierno con propuestas. Otros sectores, sobre todos los políticos, no pasaron de los insultos o la negación. El “no al gasolinazo” que solo propone cancelar la decisión de quitar los subsidios a la gasolina, sin proponer nada a cambio. La clase política solo ve el “gasolinazo” como la bandera para ganar apoyo que pueden usar ante la ausencia de logros significativos en sus propias administraciones. Otros organismos empresariales callaron o hicieron veladas alusiones a la “incertidumbre” y a “la dura situación que enfrentaremos”, pero no presentaron sus propias propuestas.

Claramente, nuestro sistema político tiene que abrirse a la discusión de las propuestas, vengan de donde vengan. Ninguna propuesta es intocable. Debemos aprender a aceptar la oposición leal a las acciones o ideas del Gobierno y de otros organismos, cuando sean acompañadas con propuestas abiertas también al examen y discusión.

Desgraciadamente en nuestra cultura, no solo en los temas políticos, sino en muchos otros temas, el que alguien nos diga que nuestras ideas no son correctas, que son insuficientes o que podrían ser mejoradas, lo tomamos como un insulto personal. Necesitamos despersonalizar el debate. Acostumbrarnos a atacar las ideas sin atacar a quien las propone. Y aceptar que quien señala las fallas en nuestras ideas no está necesariamente tratando de desacreditarnos. Tal vez sea demasiado pedir en este momento, pero deberíamos tratar de llegar al punto donde consideremos que quien difiere propositivamente de nuestras ideas, nos está haciendo un favor. ¿Difícil? Seguro. No ocurrirá rápidamente.  No en este sexenio. No en el próximo. Puede ser que muchos ya no vivamos lo suficiente para verlo.


Por mientras, hay que felicitar a COPARMEX y tratar de copiar su ejemplo en nuestros propios campos. Acostumbrarnos a diferir proponiendo, sin personalizar la crítica y aceptando que nuestras ideas también sean atacadas, sin darnos por atacados en lo personal. En el ambiente social de este inicio de milenio, donde es cada vez más difícil silenciar las ideas o imponer la unanimidad, más vale que nos acostumbremos a oponernos propositivamente y lealmente así como a que se nos opongan del mismo modo.

lunes, 9 de enero de 2017

Gasolinazo: opacidad y búsqueda de culpables


Una vez más, la clase política ha demostrado que le importa más su muy deteriorado “capital político” que el respeto que le debe a la ciudadanía. Lo demuestra el tema del incremento del costo de la energía, el famoso “gasolinazo”, pero no se nos olvide el aumento del costo de la electricidad, el cual no ha quedado claro en cuanto nos afectará directa o indirectamente.

Recientemente declaró en el radio el Secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza en una entrevista radiofónica (Radio Red, viernes 6 de Enero), que el aumento de la gasolina ya había sido aprobado por el Congreso. Lo cual es de esperarse: el presupuesto de ingresos y los medios para obtenerlos deben ser aprobados por el Congreso. Si no fuera así, el Ejecutivo hubiera cometido una transgresión mayúscula. Lo que no queda claro es porqué los partidos de oposición no se manifestaron entonces, en octubre de 2016,  en contra del aumento de los precios de la Gasolina. Lo supieron y no lo  comunicaron a la ciudadanía. Queda claro que este tipo de temas que afectan al bien común no son puestos a debate de la Sociedad. Como, por mínimo respeto, deberían hacer nuestros mandatarios.  Deberían avergonzarse.

El anuncio se hizo entre Navidad y Año Nuevo, donde una buena parte de la población y el Primer Mandatario estaban de vacaciones. Lo cual sirvió para que el único que diera la  cara fuera el Secretario de Hacienda. Solo hasta varios días después se dio una explicación que tuvo más un sabor a queja por la falta de credibilidad hacia el Gobierno y un intento de buscar culpables. Y la frase que quedará en el recuerdo como característica de esta administración: “Ustedes, ¿qué hubieran hecho?”. Claramente, lo importante fue proteger lo más posible el capital político del partido en el poder. Rendir cuentas a la ciudadanía no fue una prioridad.

El acusar a gobiernos anteriores puede funcionar en los primeros meses de una administración. Pero ¿cuatro años después? ¿No se dieron cuenta de que se cometía un error subsidiando la gasolina? Según sus cuentas, nos podrían haber ahorrado una buena cantidad. ¿Por qué siguieron con un sistema que daña a la economía?

Tampoco resulta claro el argumento del aumento del precio del petróleo. Eso no ocurrió de golpe el 20 de diciembre de 2016. Vino ocurriendo a partir de enero de 2016. ¿Por qué esperar un año? Ciertamente hay otros factores. La “depreciación” (para no decirle devaluación) del peso, cuenta si más de la mitad de la gasolina es importada. Pero no se discutió el costo alto de la gasolina producida en PEMEX, con refinerías  muy anticuadas (la más nueva con  casi 35 años de antigüedad) y con muy deficiente mantenimiento, con lo cual su productividad es muy baja. No lo sabemos, porque la información no es clara, pero dado el alto costo de extracción y refinación del petróleo mexicano (una vez que no contamos con los  campos de Cantarell) y por la escasa productividad de nuestras refinerías podría ocurrir que nos saliera más barato importar todas nuestras gasolinas que tratar de usar gasolina nacional. Pero esto no se ha debatido, ni creo que salga a la luz pública.

Se justifica el aumento comparando la cantidad que se reducirá de subsidios, comparado con el monto de gastos en seguridad social, por ejemplo. Podrían  haberse hecho otras comparaciones. Hay analistas que consideran que las cantidades desviadas por gobiernos estatales y municipales más  el costo del servicio de las deudas públicas fácilmente duplican lo que se ahorrará en subsidios. No sé si estos analistas tienen razón, pero vale la pena revisar las cuentas. En este tema energético, como en otros, el problema de fondo tiene que ver con el efecto de la corrupción. Otra comparación: ¿De qué tamaño es la evasión de impuestos o las condonaciones que ocurren a los mismos? Si todos pagaran, ¿podría evitarse el gasolinazo? Hay quien estima que solo la evasión del ISR es el 2% del PIB, casi el doble del subsidio a la gasolina.

Pero, en mi opinión, el problema de fondo es el concepto del subsidio. Como ciudadanos todavía no nos queda claro que los gobiernos solo pueden subsidiar si aumentan los impuestos o reducen los gastos. El petróleo en México, históricamente, se usó para lograr subsidios sin aumentar los impuestos. Ya no es posible. No hay ganancias petroleras para ello. Solo se puede subsidiar aumentando impuestos por otro lado. Pedir que baje la gasolina implica subir impuestos o reducir gasto público. Ya se anunciaron recortes de gastos, a funcionarios públicos de alto nivel. Una buena señal, pero insuficiente para compensar el subsidio que se está eliminando. También se habla de una reducción de 30,000 plazas. Que es otra señal, pero que no resuelve de fondo. Y, nadie lo comenta, significa desempleo.

No se ve una solución de corto plazo. A mediano plazo, un combate enérgico a la corrupción, en serio, sí generaría fondos importantes. Sí, como dicen algunos, el costo de la corrupción es el 10% del ingreso federal, esa cantidad es más que el doble del subsidio que se está eliminando. De modo que ahí sí hay un ingreso adecuado.

La solución de fondo, la de largo plazo, la más difícil, es que la ciudadanía nos hagamos cargo de la política. Que tengamos una participación mayor. No se trata de que todos seamos políticos. Se trata de que participemos más. No basta con votar. Hay que estar enterados, seguirle la pista a los tres Poderes en todos los órdenes de gobierno. Discutir, debatir, ofrecer soluciones. Algo que, a propósito, no ha ocurrido con el gasolinazo. Sí, hay enojo y hay manifestaciones. Y que bueno. Lo que no tenemos son propuestas más allá de que se dé marcha atrás en los aumentos. Lo cual reduciría un poco el enojo, pero no resuelve el problema. No basta con señalar soluciones. Hay que debatirlas, diseñar su implementación y darles seguimiento. En pocas palabras, la adversidad nos está obligando a ser una sociedad, una ciudadanía maduras. Ojalá lo asumamos. Yo tengo fe en que la ciudadanía lo puede lograr. De lo que no tengo tanta confianza es en que, por su propia iniciativa, la clase política nos proponga soluciones de fondo.


2017: ¡Huy, qué miedo!

La verdad, a primera impresión, da miedo el año que empieza. Bajo  crecimiento económico, devaluaciones (ligeras o severas), inflaciones altas, gasolinazos y por si fuera poco, el Presidente Trump cancelando el Tratado de Libre Comercio con México y regresándonos algunos millones de mexicanos para que ingresen a las filas de los desempleados. Esa es la dieta diaria que nos están dando los medios en sus comunicaciones, gran parte de las redes sociales, los “expertos” y los infaltables encuestólogos. Y lo peor es que hay bases para estos temores, que provocan desde la mera preocupación hasta el pánico.

La tendencia de los medios al sensacionalismo, y su idea de que lo trágico y lo pesimista vende periódicos o puntos de “rating”, los lleva a crear profecías que se auto cumplen. Si se crea miedo en la sociedad, la economía se paralizará y todo irá mal. Después de todo, pronosticar desastres es la apuesta más segura para un comunicador. Si pronostica bonanza y no ocurre, todos lo recriminarán. Si pronostica calamidades y no ocurren, el alivio de la Sociedad al ver que las cosas no fueron tan mal después de todo, le da tal alegría que nadie reclamará al pesimista.

Por otro lado, para la clase política esto es un premio inesperado. Con muy poco que mostrar de logros en sus propias administraciones, las situaciones como las que nos pronostican son las municiones que necesitaban urgentemente para  ganar adeptos y derrotar a los partidos en el poder.
Pero, en serio, ¿Hay otros escenarios posibles? Bajo estas circunstancias ¿Es posible ser un optimista y ser racional? Yo creo que sí. Sé que molestaré a muchos y que me ganaré muchos regaños pero,  en conciencia, me siento obligado a diferir del pesimismo generalizado que estamos viviendo. Y estoy consciente de que bien puedo estar equivocado.

MI mayor argumento es nuestra Sociedad. Una sociedad asombrosamente resistente, que ha sufrido y superado calamidades de todo tipo y ha salido fortalecida en cada una y, lo más importante, sin perder la esperanza y el buen humor que nos caracteriza. Aguantamos 300 años de colonia, un siglo de caudillos aderezado por múltiples intervenciones extranjeras, casi ochenta años de dictadura perfecta y doce de una alternancia democrática mal conducida, que no cumplió las expectativas de todos.
En toda nuestra historia es  casi imposible encontrar buenos gobiernos. Y a pesar de tener gobiernos muy malos, el país ha prosperado en buena medida. No gracias a los gobernantes, sino a pesar de ellos. Un ejemplo: en los últimos años los EEUU han deportado casi dos millones  de mexicanos que regresaron al país y se incorporaron a la sociedad trayendo conocimientos y, lo más valioso, el empuje y disposición a arriesgarse que los llevaron a emigrar. Sin hacer ruido, sin apoyos gubernamentales, están incorporándose y aportando sus capacidades. Un valor incomparable que, bien encauzado, puede mejorar mucho a nuestra sociedad. Su regreso fue y será beneficioso. Y es de esperarse que así ocurra si los siguen deportando.

No quiero decir con esto que debamos resignarnos a tener gobiernos malos. Pero sí que debemos estar convencidos de que podemos prosperar a pesar de ellos. De que nuestra sociedad es cada día más consciente, más fuerte y más interesada en los asuntos públicos. Que tenemos claro que no hay recetas fáciles ni programas mágicos que resuelvan nuestros problemas rápidamente. Debemos aceptar que esto es una “brega de eternidad” como decía Gomez Morín.

El miedo no sirve a nuestra Sociedad para nada bueno. No vamos a resolver nada paralizándonos como colectividad. Si algo necesitamos es evitar  que el miedo nos provoque desesperanza. En vez de angustiarnos, necesitamos apoyarnos unos a otros para encontrar soluciones, para hacer sentir nuestra fuerza de Sociedad a los mandatarios que no siguen nuestros mandatos. Asegurarnos de que la política sirva al país y no solo a la  clase política y sus beneficiarios.

¿Tendremos la fortaleza para ello? Creo que sí. Déjeme contarle una anécdota. Hace años tuvimos hospedada en nuestro hogar a una monjita revolucionaria, progresista y activista que había trabajado con pobres de varios países de América Latina. Ella, por supuesto, de inmediato fue a visitar las zonas más marginadas del país. Al despedirse nos dijo algo notable. “Los pobres mexicanos son diferentes de los pobres de otros países”, afirmó. “La diferencia es que los pobres mexicanos tienen esperanza”. Ahí, precisamente ahí está nuestra fortaleza.


Yo creo que eso es cierto y no solo de los pobres. El Mexicano, así con mayúscula, es una persona con esperanza. Ese es nuestro mayor tesoro. Amiga, amigo, le deseo que en este año 2017 todos cultivemos y apliquemos nuestra esperanza. Que no nos dejemos acobardar por el miedo y el pesimismo que están tratando de inyectarnos. Se nos vienen retos importantes. Pero, estoy seguro, estaremos a la altura de esos desafíos.