¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

sábado, 27 de junio de 2015

Pero, ¿qué rayos es la izquierda?

Usted perdone, pero mi pregunta viene de mi confusión. Ya no sé a quién  creerle o qué creer sobre lo que políticamente se considera izquierda. Sí sé quiénes se dicen de izquierda, pero son tan diferentes entre sí, que es difícil decir que tienen en común. Sé quiénes son reconocidos (casi, casi certificados internacionalmente) como partidos de izquierda. Pero ellos se acusan entre sí de ser de derecha o de ser falsos socialistas.  Ninguno de los partidos ha difundido  y, a veces, ni definido su plataforma ideológica. A pesar de los miles de millones gastados en propaganda política, los ciudadanos de a pie no tenemos una respuesta clara sobre los postulados ideológicos de los partidos.

Mi confusión empezó en los años 50 cuando el entonces presidente, Adolfo López Mateos, declaró que su gobierno era de extrema izquierda. Obviamente, se armó un gran alboroto, hubo toda clase de editoriales y una serie de aclaraciones por parte de la oficina de la presidencia. Finalmente, el presidente se vio obligado a declarar que su gobierno era de "atinada izquierda dentro de la de Constitución". A esto, por supuesto, siguió un nuevo diluvio de comentarios  y caricaturas, muchos de ellos haciendo burlas y cuchufletas de la declaración presidencial. Lo cual no era poca cosa en aquellos tiempos de la presidencia imperial.

Muchos años después, Andrés Manuel López Obrador nos regala una nueva definición de lo que es la izquierda: "son las personas honestas y de buenos sentimientos". En esta definición caben, probablemente, el 80% de los mexicanos. Bajo estos criterios, mis queridas monjitas del Convento de la Visitación de María  seguramente son de extrema izquierda: yo no conozco a personas más honestas y de buenos sentimientos que estas Hermanas. En cambio, me permito dudar de la mayoría de los izquierdistas que han alcanzado puestos de renombre y  que cubran esos criterios, ni siquiera medianamente.

Si nos vamos al reconocimiento internacional, el organismo que agrupa a una gran cantidad de partidos de izquierda en el mundo entero es la Internacional Socialista. ¿Saben qué? Los dos partidos mexicanos que reciben este reconocimiento internacional como partidos de izquierda son el PRI y el PRD. ¡Para mi enorme sorpresa! No sólo esto; entre los actuales vicepresidentes están Beatriz Paredes y Marcelo Ebrad Casaubón. Y uno de los presidentes honorarios es Cuauhtémoc Cárdenas. Bueno, si le creemos a la internacional socialista, nuestro país está gobernado mayoritariamente por los partidos de izquierda. Pero, como es de esperarse, los partidos de izquierda califican al PRI como un partido de derecha. ¡Vaya usted a saber! Lo único que me queda claro, es que no hay peor insulto que se le puede hacer a un partido de izquierda que acusarlo de derechista. ¿Ya se hizo bolas? Bienvenido a mi confusión.

Si buscamos una definición más técnica, en términos generales los partidos de izquierda buscan un control del Estado sobre la economía y, en un extremo, sobre todo los medios de producción. La gama es enorme: desde los que no reconocen de ninguna manera una propiedad privada hasta los que promueven una economía con un fuerte control del Estado. Un tema sobre el que los partidos de izquierda no han hecho una aclaración suficiente. Saben que la mayoría de los mexicanos desconfiamos del control del Estado sobre la economía y entendemos que cuando la economía se ha administrado "desde los Pinos" al país le ha ido mal. Como ocurrido en la mayoría de los países socialistas: en mayor o menor grado su economía se ha estancado. Pero, nos dicen los izquierdistas, ha habido menos desigualdad. Sí, contestan los capitalistas, ahora todos son igual de pobres.

Otros consideran a la izquierda como los partidos emanados de la clase obrera, campesina, del proletariado en general. En México, sin embargo, con la excepción del PRI, los partidos de izquierda no tienen una posición fuerte en las organizaciones obreras. En general, sus dirigentes son políticos e intelectuales de clase media. Con excepciones; varios tienen bastante más ingresos que la clase media. Y no recuerdo a ninguno de sus dirigentes que haya sido obrero. Con este criterio, el PRI es más de izquierda que la mayoría de las izquierdas.

Algunos dicen que las izquierdas son los que buscan el cambio, cualquier cosa que esto signifique. Sin embargo, una vez que la izquierda domina el gobierno de un país, los izquierdistas se vuelven ferozmente conservadores, en el sentido de que no aceptan cambios en sus sistemas. Y ahí están los ejemplos de Cuba, Corea del Norte, Venezuela y algunos otros más. No hay nadie más conservador sobre sus propias ideas que un izquierdista.

La verdad, hasta el Partido Acción Nacional tiene sus aspectos de izquierdismo. No puede hablarse de que rechacen la intervención del Estado en la economía y, si nos vamos a la definición de López Obrador, hasta tienen algunas personas honestas y de buenos sentimientos.

¡Qué le vamos a hacer! Los políticos nos acusarán,  a los ciudadanos de a pie, de indiferentes, de no interesarnos en la vida política. Nos dirán que no tenemos el suficiente conocimiento como para entender sus postulados. Nos alegarán que ahí están sus páginas en el Web, donde exponen sus plataformas políticas. Pero, honestamente, dudo que sus propios adherentes tengan claro los principios de sus partidos. Nos dicen las cosas que, según los expertos en mercadotecnia política, busca la ciudadanía. Pero son argumentos emotivos, no racionales.

Algunas preguntas nos quedan sin resolver a los ciudadanos. Y los partidos deberían responderlas. Por ejemplo: ¿qué grado de intervención del gobierno en la economía están proponiendo? ¿Hasta dónde llega su compromiso con la democracia? ¿A qué modelo de país que parece el que nos proponen? ¿Hay algún país en el que se puedan ver ejemplos del modelo de nación que nos están impulsando? ¿Cuál es el grado de respeto que tienen para la propiedad privada y cuantas excepciones consideran que podría haber a este derecho? ¿Qué grado de libertad de expresión permitirán, en caso de que lleguen al poder? ¿Consideran a los derechos humanos por encima de los derechos de la Sociedad? ¿Aceptan la dictadura del proletariado o los derechos individuales?

En pocas palabras: los partidos y en particular las izquierdas, nos han quedado a deber en claridad, en una expresión honesta y específica de sus intenciones de gobierno, de su ideología, de sus posiciones políticas. Yo sé que es mucho pedir. Ellos creen que tienen mucho que hacer como para dedicar tiempo a los que, como este ciudadano de a pie que les escribe, estamos en una gran confusión.


sábado, 20 de junio de 2015

La evaluación de los docentes: de nuevo, el conflicto.

Debo reconocer que en este tema no puedo ser imparcial. Mi abuela fue maestra rural. Varias de mis primas y mis hermanos son o han sido maestros. Yo empecé a dar clases a los 18 años, y hasta la fecha sigo siendo profesor; siempre de tiempo parcial. De modo que usted, estimado lector o lectora, debe considerar que tengo un sesgo a favor de los profesores.
No estoy de acuerdo, sin embargo, con los métodos que están usando algunos docentes. No puedo estar de acuerdo con la violencia, no puedo estar de acuerdo con usar la suspensión de clases como método de presión. El interés primordial de la nación son sus niños;  su salud y educación son las necesidades fundamentales que hay que atender de la mejor manera posible.
Creo, sin embargo, que la Reforma Educativa fue desarrollada sobre las rodillas, sin un conocimiento profundo de las realidades del profesorado en nuestro país, y sin tomar en cuenta opiniones calificadas de quienes imparten educación y de las familias, quienes les confían a sus hijos.
Creo que es bastante obvio que hay que evaluar la educación. Yo puedo dar testimonio de qué, a lo largo de los años, los alumnos que me llegan vienen cada vez menos preparados incluso en las habilidades básicas, por ejemplo de la aritmética, de la comprensión de la lectura, y hasta en conceptos tan fundamentales como el concepto de cantidad. Y eso no es casual. Yo reconozco en  mis alumnos mucho esfuerzo y constancia; pero claramente estos conceptos básicos y los hábitos que facilitan el aprendizaje nunca les fueron impartidos de la manera correcta. Creo, por lo tanto, que hay que evaluar la educación. Pero no sólo a los docentes: hay que evaluar en primer lugar a quienes administran de educación pública de este país: los secretarios de educación federales y estatales. A quienes diseñan los planes de estudio. También a la estructura de la Secretaría de Educación Pública. Inspectores, directores de área, directores de las escuelas. Y, por supuesto, a profesores y alumnos. En algún momento se decidió que los alumnos tendrían pase automático al siguiente año escolar, con lo cual se dio un fuerte golpe a la calidad de los egresados.
Hoy se pretende evaluar únicamente a los maestros. Y cabría hacer muchas preguntas. ¿Cómo exigirles un alto nivel de competencia cuando se les impartieron clases en las Escuelas Normales y Universidades Pedagógicas con un nivel deficiente de enseñanza? ¿Cómo esperar que el profesor se mantenga actualizado, cuando no se le paga de manera que pueda sostenerse de modo decoroso y tiene que tener dos plazas o un trabajo adicional para que el ingreso le alcance?
 Y, tal vez, la pregunta más importante: ¿para qué se está evaluando? Si escuchamos las declaraciones de los altos funcionarios del sistema educativo y de algunas ONGs dedicadas al asunto, parecería que el objeto de estas evaluaciones es cesar a los profesores que no las aprueben. Con lo cual, como era de esperarse, se ha provocado el temor y enojo de muchos maestros que ven en riesgo su medio de subsistencia.   El asunto es que no hay modo  real de cumplir esta amenaza. Se supone (y todavía no hay una certeza, aunque parezca absurdo) que tenemos más de 1 millón de maestros en las escuelas públicas. Supongamos que solamente el 20% fallara en las evaluaciones, lo cual sería un verdadero triunfo. ¿Dónde están 200,000 profesores preparados, de alta calidad y sin empleo, disponibles para llenar todas las plazas que dejarán desocupadas esos profesores ineptos? Simplemente, no los hay. Tristemente, y no sólo en este aspecto, las autoridades educativas tanto del sector público como el sector privado, han partido del concepto de que el profesor es una pieza intercambiable, abundantemente disponible en el mercado,  y que siempre habrá una gran oferta de profesores disponibles. La realidad nos demuestra que muchas de las plazas vacantes han sido llenadas mediante el pluriempleo de los profesores.
Por supuesto que hay una opción, pero no se ha hecho pública de una manera suficientemente clara. Ver a la evaluación como un sistema para ubicar el nivel de competencia del profesor. Una vez ejecutada esa ubicación,  diseñar los programas de actualización que sean necesarios para que los profesores verdaderamente se pongan al día. Posteriormente volver evaluar, encontrar las lagunas que hayan quedado en esta recapacitación, y volver evaluar.   Claro, podríamos encontramos a un plomero o un lechero que compraron la plaza y que, no importa qué cantidad de capacitación se le dé, nunca llegarán a estar en el nivel necesario. Pero no es el caso de la mayoría de los profesores.
 Por supuesto, también es necesario emprender una revisión a fondo de la estructura de educación pública y, aunque algunos le moleste, también a la educación privada. La estructura no es todo, pero una estructura deficiente, con liderazgos improvisados, tampoco es la más conducente para que haya una alta calidad de la enseñanza. Y, finalmente, también es importante la capacitación de los padres de familia para que puedan acompañar, motivar y, dado el caso, presionar a los alumnos para que logren resultados superiores. Esto, me dicen, es el secreto de los excelentes resultados de los alumnos en Corea, Japón y China. El alumno no existe en el vacío, existe en el seno familiar. Nosotros, padres de familia, también debemos hacer nuestra parte para que los hijos sean exitosos en su educación formal. Y de esto, ni una palabra en la tan mencionada Reforma Educativa.
Tal parece, y no quiero pecar de suspicaz,  que hay algunos que hacen como que impulsan la Reforma, pero que con sus declaraciones públicas, y sus acciones sólo han logrado exacerbar el problema. Hay que reconocer que aquí ha habido toda clase de intereses. Intereses políticos, la compra de la paz a corto plazo a través de dar grandes cantidades de dinero a los líderes magisteriales, e incluso un cierto sector de la sociedad a la que le ha convenido que la población tenga una educación formal de baja calidad. Sin duda, ha habido a quienes les ha convenido que nuestra población se mantenga en la ignorancia. Y tal parece que algunos sectores autonombrados "progresistas" pretenden con sus tácticas de negar muchas horas de educación a los niños, lograr que la población siga en la ignorancia.
 Yo creo que es  el momento de  hacer una sana autocrítica. Reconocer que hay cosas que modificar en la Reforma Educativa. Reconocer que se requerirá más de una Reforma y que tal vez necesitemos de un criterio general y varios pasos sucesivos de implementación, para aprender de los errores, e ir mejorando el proceso. Incorporar a los profesores y a los padres de familia de una manera pública y masiva en la discusión, no solo  de la Reforma en sí, sino del concepto de educación que este país requiere. Crear grandes metas nacionales para alcanzar niveles suficientes de educación,  como la mayoría de los países están planeando en este momento. Nuestros hijos no merecen menos. Y, para los que ya no alcanzaremos un sistema educativo reformado, hay que llevar a cabo una gran campaña de re alfabetización, de adquisición de habilidades básicas numéricas, lógicas y de análisis, de estudio y auto capacitación. Porque no podemos conformarnos con que los que ya no alcanzaron la Reforma se queden sin las habilidades mínimas para ser productivos en esta Sociedad.

Y, no menos importante, tenemos que aumentar el aprecio social por los maestros. No deben ser los profesionales peor pagados del país. No pueden ser usados como piezas intercambiables de bajo costo. Hay que apoyarlos, hacerlos crecer, sin tratarlos como villanos pero tampoco como víctimas. Tratarlos como la piedra fundamental que son para nuestra Sociedad. Como adultos. Como los seres pensantes que ayudan a que nuestros hijos sepan pensar.