¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

lunes, 27 de septiembre de 2021

Nos hacen falta traductores

No; No me refiero a que, gracias al comercio internacional, vamos a necesitar especialistas en diferentes lenguajes. El tema es mucho más cercano a nosotros; es un tema social. Entre nosotros, en parte debido al rápido crecimiento del conocimiento y también en buena parte por el relativismo que reina en las discusiones entre nosotros, tenemos el grave problema de no entendernos unos con otros.

No nos entendemos entre empresarios y empleados, entre profesores y alumnos, entre gobernantes y ciudadanos, entre la oposición y los electores, así como en otros medios más cercanos: entre las generaciones dentro de las propias familias. Y no es que estemos hablando otro idioma: es que estamos utilizando un lenguaje peculiar, uno que sólo es entendible por quienes son parecidos a nosotros. Por ejemplo, los dichos comunes entre los ciudadanos y ciudadanas de la tercera edad y que son totalmente obscuros para muchachos y muchachas de la generación Z o similares.

No sólo se trata de que a los instruidos no los entienden las personas menos cultas. Nos encontramos también con lenguajes muy particulares: los abogados no se entienden, por ejemplo, con los financieros y a estos a su vez les cuesta trabajo entenderse con los técnicos o los contadores sufren tratando de entender lo que quieren decir las personas de sistemas. Y estamos hablando de personas de un nivel cultural similar: imagínese usted cuando un especialista en sistemas, por poner un ejemplo, trata de entender a un obrero especializado que se hace cargo de las operaciones de un turno de producción en una fábrica.

Desgraciadamente, esto nos está costando en términos de confusión, errores, retrasos de nuestros planes. Y no hablemos de los políticos:  las ideas políticas son difíciles de entender por el ciudadano común y muchas veces por los mismos periodistas qué, supuestamente, nos comunican las acciones y los logros de estos políticos.

Hemos caído en el vicio del culteranismo; el gusto por el lenguaje culto, propio de una minoría, y que no es entendible para el grueso de la gente. Como ocurrió en el siglo XVI y XVII en los países de habla hispana. Y eso tiene sus consecuencias. Se dice, y posiblemente tengan razón, que en México se lee poco. Y las estadísticas lo avala. Pero no existe estadística que nos diga sí aquello que se publica se hace con un lenguaje tan complejo, que la mayoría de la gente, desesperada por no estar entendiendo lo que se les transmite, renuncia al esfuerzo de entender lo que están tratando de leer.

Se dice, y probablemente es cierto, que muchos de los políticos más exitosos deben parte de su éxito al hecho de que pueden hablar en el lenguaje de la mayor parte de los votantes. Tal vez uno de los mejores ejemplos es el caso de Andrés Manuel: ha encontrado el modo de transmitir sus ideas de manera que una parte importante de la población le entiende. Cosa que no se da generalmente en la oposición: muchas veces son tan técnicos o afectos al lenguaje político, que el votante normal no tiene clara idea de qué es lo que están proponiendo. Frecuentremente se dice de ellos que “hablan bonito”, pero no se entiende qué es lo que tratan de decir

No estamos hablando necesariamente de la capacidad de convencer. Un buen traductor no está interesado en convencer de sus ideas; sólo le interesa transmitir con total fidelidad el sentido de lo que está traduciendo. Porque no se trata de ganarse el aprecio de aquellos para los que trabaja. No se trata de convencer de que piensan igual que quien traduce. Necesitamos poder traducir nuestras ideas de manera que la sociedad pueda entender con precisión lo que proponemos y puedan debatirlo, ver los aspectos positivos y negativos, y llegar finalmente a una conclusión, asegurándonos de que estamos hablando de lo mismo. Que no se trata de manipular ni de poner a los demás de nuestro lado.

Nos hace falta poder discutir y debatir los temas nacionales con precisión, sin confusión de términos. Y para ello necesitamos desarrollar el servicio de traducir, en términos que la mayoría de la ciudadanía pueda entender, las necesidades, los proyectos y las propuestas de distintos sectores de la sociedad y sobre todo de la clase política. Y en particular esta es una necesidad que tiene la oposición en nuestro país. Precisamente se han alejado de la ciudadanía porque el electorado no entiende con claridad qué es lo que propone. Como buenos opositores, lo único que estamos entendiéndoles es que están en contra la actual administración. Lo que no nos está quedando tan claro es que es lo que proponen, en qué son diferente sus propuestas de las que está ofreciendo el Gobierno actual, cuáles serían las consecuencias y por qué creen que sus ofertas son mejores.

Si no logramos tener una buena traducción entre los sectores de nuestra sociedad, nuestro futuro probablemente será triste. Seremos fáciles de manipular. Sí, nos hacen falta traductores de buena fe, fieles al significado de lo que traducen, sin agendas ocultas, aceptados por distintos sectores de la sociedad. ¿Se anima a dar ese servicio?

Antonio Maza Pereda

martes, 14 de septiembre de 2021

Dependencia, independencia, codependencia, interdependencia…

 

Dependencia, independencia, codependencia, interdependencia…

Antonio Maza Pereda

Estamos a días de celebrar 200 años de la consumación de la Independencia de México. Una fecha            que celebra la verdadera independencia de España, ya que el 16 de septiembre lo que celebramos es el inicio de la guerra de Independencia en 2010. Por razones más o menos oscuras, poco celebramos la consumación de la Independencia, el 27 de septiembre en 1821

Algunos ven en esto un tema cultural: celebramos la iniciación de obras, proyectos y programas y posteriormente no nos preocupa tanto la terminación, puesta en marcha y funcionamiento efectivo de eso que iniciamos. Una manía muy propia de la clase política, de todos los signos y en todos los niveles. Pero no solo en la clase política: en la era dorada de las cámaras empresariales era notorio el gran esfuerzo por firmar acuerdos y conveníos internacionales, mismos que después no se implementaban y no daban resultados. Tal vez porque la firma de los convenios es noticia y la operación exitosa de los mismos por años y décadas no da mucho de qué hablar y no sale en los medios.

Pero, en fin, la gran fiesta cívica es el 16 de septiembre, la gran liturgia del Grito de la Independencia, el desfile militar, los adornos de las casas con adornos patrióticos, la gran cena de la noche mexicana, y mucho más. Una celebración genuinamente atesorada por los mexicanos.

Pero no falta quien cuestiona si realmente tenemos esa independencia. Muchos, sobre todo del lado izquierdo del espectro político, pero también en grupos de derecha, cuestionan si verdaderamente tenemos esa independencia política, pensando en el influjo que tienen los EE. UU. en nuestra política, pero también en los temas económicos, tecnológicos y culturales, donde hay una fuerte intervención de ese país y de otras potencias.

Pero no solo tenemos esas dependencias, totales o parciales. Existe también una buena cantidad de codependencias, donde hay muchos ejemplos. Por ejemplo: la economía de los Estados Unidos en la franja fronteriza entre nuestros países depende fuertemente de las compras de los mexicanos en esa zona. De modo que, cuando hay dificultades económicas en México, esos Estados padecen fuertemente. Pero no sólo en eso: buena parte de la economía de los Estados Unidos depende de la mano de obra barata de los mexicanos, sobre todo de los ilegales, pero también de los productos con alto contenido de mano de obra que exportamos a ese país. Y al mismo tiempo, nosotros dependemos de ellos en productos de alto valor agregado y con un gran nivel tecnológico. Sobre todo, en aquellos productos que son el fruto de una importante investigación y desarrollo. Por no hablar del hecho de que muchos de nuestros científicos e investigadores han desarrollado  sus grados académicos más elevados asistiendo a universidades y centros de investigación en ese país.

Un caso que no es el único: es el mismo que ocurrió en la era soviética, cuando los países de Europa oriental tenían una fuerte codependencia con la Unión Soviética. Y como todavía ocurre entre países como Cuba y Venezuela.

Parecería que la relación más sana sería una de interdependencia. Como la que ocurre en la Unión Europea, con todas sus dificultades y aún a pesar del famoso Brexit. Una situación donde todos los países se han beneficiado de un reparto de actividades económicas, una serie de directrices económicas y sociales en común e incluso el hecho de tener una moneda única. Algo que ha sido muy difícil de lograr y que, a 70 años de los primeros convenios paneuropeos, todavía requiere de muchos ajustes.

Curiosamente, las formaciones de izquierda se oponen a este tipo de interdependencia. Y lo digo porque tanto Marx como Lenin veían como algo muy importante la creación de organizaciones internacionales, tanto políticas como económicas. De hecho, en sus tiempos a los comunistas se les acusaba de ser internacionalistas, en decremento de lo que se veía como un sano nacionalismo. Y ellos adoptaban gozosamente esa denominación: durante la guerra civil española, por ejemplo, a las brigadas organizadas por el Partido Comunista con miembros procedentes de otros países, se les llamaban las brigadas internacionales, en donde sirvió David Alfaro Siqueiros y llegó a ser coronel.

En fin: es muy importante que tengamos una auténtica independencia política y que podamos tener una sana interdependencia en los demás campos. Por más que muchos no se den cuenta, el futuro de la mayoría de los países está en lograr una sana convivencia que permita que cada uno y cada cual aporte a la comunidad internacional sus carismas, sus conocimientos y sus habilidades para el bien de todos. Sí, celebremos nuestra independencia, trabajemos porque esa independencia sea plena y beneficiosa para nuestro país, evitemos las codependencias que, finalmente, terminan dañando a ambos participantes. Y busquemos construir esta interdependencia que permitirá a todas las naciones prosperar, para bien de todos.

Antonio Maza Pereda

viernes, 3 de septiembre de 2021

Regreso a clases: de nuevo a la anormalidad.

 Empezando el nuevo año escolar, nos embarcamos en la aventura de un regreso presencial a las clases de los niños, adolescentes y adultos en todos los niveles educativos. Hay razones, pero también se reconoce que hay riesgos. Riesgos sanitarios, riesgos por el deterioro de las instalaciones escolares, por el atraso qué ha ocurrido en estos 17 meses de reclusión debido a la pandemia. Sí, esto se reconoce. Y desde la más alta tribuna de la nación. el Ejecutivo Federal ha dicho que es necesario tomar riesgos. Vale la pena, sin embargo, entender qué se gana y qué se arriesga con este regreso a clases. Un regreso que, en opinión de muchos, no ha sido suficientemente preparado. Pero no es únicamente decir si debemos de regresar o no. Tal vez la pregunta más importante es: ¿A qué vamos a regresar? Vamos a regresar a una situación de una grave anormalidad. Porque la normalidad no se mide solo por la asistencia presencial. El nivel de preparación del alumnado que egrese de las escuelas debería ser el indicador real de la normalidad a la que debemos aspirar.

Este regreso a las clases presenciales en un esquema híbrido, combinando actividades presenciales con actividades remotas en donde esto sea posible, responde a necesidades de una gran parte de la población. Y sin duda a necesidades del Gobierno y de la Sociedad. Una buena cantidad de familias tiene la necesidad de poder regresar a tener los tiempos necesarios para hacer sus actividades económicas. Dado que en la mayoría de los hogares mexicanos se puede funcionar gracias a que hay dos ingresos, el hecho de tener a los niños en casa hace muy difícil recuperar ese nivel económico. Lo cual no es algo indiferente: si las familias no tienen el ingreso que tenían antes del 2020, es extraordinariamente difícil lograr una recuperación económica sustancial. Y si no hay una recuperación económica adecuada, los ingresos de los gobiernos en los tres niveles también se reducen, con lo que los programas gubernamentales, principalmente aquellos que requieren inversión y gasto social, se verán severamente afectados.

Pero hay otras necesidades que tomar en cuenta. Principalmente el atraso en la educación de los menores. Pero también el impacto emocional de niños inmersos en familias tóxicas y sujetos a diversos tipos de violencia, desde los grados menores como puede ser la famosa “ley del hielo”, pasando por la verbal, la física, la psicológica y hasta la sexual. En condiciones de confinamiento, muchos menores son sujetos a toda clase de riesgos. Y aunque la inmensa mayoría de las familias hacen su mejor esfuerzo por sus hijos, es un hecho qué se necesita reducir al máximo esos posibles riesgos.

Y, por supuesto, está el hecho de que en la mayoría de las escuelas públicas y en muchos casos las privadas, no hay las condiciones para poder garantizar que no aumenten los contagios entre los menores. Sí, se han creado comités en las escuelas, se han desarrollado la mejor manera posible los protocolos para atender esos riesgos sanitarios, pero hay que reconocer que los riesgos no ocurren solo en la escuela y que los que ocurren en el transporte público no están siendo tomados en cuenta para proteger a la inmensa mayoría de los niños, que no tienen manera de transportarse de modo que estén protegidos.

Hablaba yo del regreso a la anormalidad. Una anormalidad que no nos resulta clara No es normal que México esté en un lugar muy bajo en las evaluaciones internacionales en temas de Lectura, Matemáticas y Ciencias. Materias en las que estamos muy por debajo del promedio de la OECD. Y es de esperarse que, en las próximas evaluaciones internacionales, no se verá una mejora sustancial. En parte por razones económicas: en los países desarrollados la inmensa mayoría de las familias tienen conexión muy razonable al internet de manera que pudieron tener clases remotas, tal vez no en un nivel óptimo, pero sí mucho mejor que el que tuvieron la mayoría de las familias mexicanas, que hicieron lo mejor posible con las clases a través de la televisión, usando en el mejor de los casos, sus teléfonos para poder tener algún acceso adicional a las clases.

Nuestras las autoridades educativas no han mencionado ningún plan para recuperar 17 meses de educación deficiente. No se trata de regresar al ya de por sí deficiente nivel que teníamos antes de la pandemia. Es cierto que se va a necesitar un esfuerzo mayúsculo de profesores y familias. Hay que reconocer que ya han hecho grandes esfuerzos, pero estos esfuerzos tendrán que continuar por un tiempo importante.

De manera que lo necesario será construir una nueva situación. No podemos conformarnos con que el regreso a la educación formal nos deje en los mismos niveles de insuficiencia que teníamos antes de la pandemia. No podemos seguir aceptando que el criterio sea que los alumnos “pasen de año”. Lo que necesitamos es que los alumnos estén verdaderamente capacitados para poder llevar a cabo las tareas que nos están imponiendo, no los sistemas políticos capitalistas o socialistas, sino la propia explosión del conocimiento que estamos presenciando en todo el mundo. Todos los especialistas en la educación están de acuerdo: la capacidad más importante que debe adquirir nuestra población, y en particular los menores, es aquella de aprender a aprender con una gran eficiencia.

Sí, estamos tomando riesgos importantes. Sí, estamos en un crecimiento del número de contagiados, aunque es posible que es porque en los últimos meses ha aumentado muy sustancialmente el número de análisis que se han hecho. Algunas familias decidieron esperar algunas semanas para ver cuáles son los resultados de los contagios, en aquellos alumnos que estén regresando a clases presenciales. No tendría nada de raro que en algunos lugares habrá que suspender este regreso. Pero esto es a corto plazo. Importante, pero no suficiente. A largo plazo hay que lograr las condiciones necesarias para recuperar el rezago por la pandemia y el otro rezago mucho mayor que hemos venido arrastrando por décadas.

Antonio Maza Pereda