¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

sábado, 25 de julio de 2015

Nuestra democracia imperfecta

A raíz de las elecciones federales del pasado junio y las estatales de los pasados junio y julio, se ha vuelto a escuchar el tema de la “democracia imperfecta”. Efectivamente, después del análisis de esas campañas y esas elecciones en algo hay que darle la razón a los que nos califican así. Algo, pero no del todo. Es cierto que volvieron a verse, sobre todo en las elecciones estatales, las tradicionales “compras de votos”, amenazas de suspender apoyos y una cantidad de atentados contra candidatos y sus ayudantes, atentados que a veces fueron mortales. Ya no se habló de “ingeniería electoral” ni de los “operadores políticos” pero claramente siguieron presentes y actuantes.
Con todo, sigo sin aceptar ese concepto de la “democracia imperfecta”. A veces suena a lamento, a veces a disculpa. A veces suena a que hay que buscar otro camino, que sea menos imperfecto. La realidad es que todas las democracias son imperfectas. En donde quiera que haya democracia. Aún en los países con una larga tradición democrática. La democracia no es un destino al que se llega, es una manera de caminar. Y quejarse de lo áspero del camino, de lo imperfecto que es, resulta inútil y solo sirve para desanimar al caminante.
Hace más de treinta años, Enrique Krause escribió un ensayo fundamental, uno que modificó el modo de ver la política en México. Y que influyó en todos, aún en el partido dominante, si bien muy a su pesar. Recientemente se volvió a publicar en la editorial Clío. El ensayo, al que el autor le llama “una modesta utopía”, se titula “Por una democracia sin adjetivos” y ha servido de guía a toda una generación de personas que reflexionan sobre la política. En efecto, en aquella época se hablaba de “democracias populares” que no tenían nada de democrático, de “democracia orgánica”, “democracia social”, “democracia corporativa” y de muchas otras maneras. Y cada uno de los adjetivos le quitaba algo de su esencia a la democracia. Para el autor, la utopía es modesta: “que los votos se cuenten y cuenten”. Nada más, pero nada menos. Y, para este escribidor, esta es una gran gesta, digna de continuar y tratar de cumplir. A sabiendas de que nunca será perfecta.
Porque es absurdo hablar de la perfección en temas humanos y, sobre todo, en termas políticos. ¡Muéstreme un sistema de gobierno perfecto! ¡Muéstreme un grupo humano, una asociación, un Organización No Gubernamental, que sean perfectas! No, no las hay. Solo los autoritarios creen perfectas sus visiones del mundo, sus maneras de operar, sus modos de concebir y ejecutar sus objetivos. Vamos, ni la ciencia es perfecta y los verdaderos científicos lo reconocen de muy buen grado. La ciencia no da explicaciones definitivas; siempre nos da la mejor explicación disponible dados los recursos que tenemos para entender la realidad. Siempre hace teorías provisionales y siempre está buscando el modo de demostrar que tienen algo incorrecto. Porque así avanza la ciencia, atacando a sus propias explicaciones.
La gran batalla de los próximos años no es entre izquierdas o derechas. La gran batalla es entre el autoritarismo y la democracia. Entre los que piensan que los súbditos deben “callar y obedecer” y los que creemos que todos deben expresarse y aceptar lo que la mayoría acepte. Y no solo aceptar, sino contribuir a que esa decisión de la mayoría se cumpla. Porque creemos que todos vamos en el mismo barco y no tiene sentido que unos remen en una dirección y otros en direcciones diversas.  Sin temor a equivocarnos, a sabiendas de que fallaremos pero que cada falla, bien discutida y analizada, nos dará enseñanzas que nos acercarán a ser mejores. Solo los autoritarios nunca se equivocan. Siempre encuentran argumentos, pretextos y  complots para explicar y negar sus fallas. Sus planes eran perfectos; solo la realidad falló.

¿Qué nos falta mucho? Sin duda. Razón de más para comprender qué es la democracia, librarla de adjetivos, adornos, y componendas. Razón de más para entenderla, apreciarla y tratar de enseñarla a los demás, a nuestros conciudadanos, a nuestros hijos e hijas y también a nuestros padres y madres, que no la vivieron y no la entienden.

Prioridades, prioridades...

Ya se ha dicho todo o casi todo sobre el caso Joaquín Guzmán Loera. Desde el punto de vista judicial o policiaco yo, ciudadano de a pie, poco puedo agregar. Ya hay demasiados “expertos instantáneos” tratando de encontrar nuevas pistas y aconsejando modos de recuperar al evadido. Ahora que ya se escapó, la casa de la fuga y el túnel están estrechamente vigilados. No vaya a ser que el señor vaya a regresar por su iPad.
Pero lo que sí puede decir este ciudadano, sin pretender ser experto, es su honda preocupación al ver a nuestro gobierno haciendo el mayor de los ridículos que yo recuerde. Su imagen en el país y en el extranjero es verdaderamente de dar lástima. Y nadie, decía Mark Twain, se recupera del ridículo. Ni personas ni instituciones. Todavía más me preocupa ver que este gobierno y la mayoría de sus antecesores no tienen claras sus prioridades. Y eso es muy grave.
Hay un problema con las prioridades: es fácil establecerlas en el discurso. Pero uno no puede estar seguro de que efectivamente se están aplicando, hasta que hay que escoger entre dos prioridades diferentes. Los ejemplos abundan. Y, desgraciadamente, para la mayoría de nuestros gobiernos la imagen, sobre todo la imagen ante los medios, resulta tener una prioridad más alta que el bienestar de la ciudadanía o las promesas que se han hecho a la nación.
Desde hace mucho tiempo, en el discurso, se ha dicho que el combate a la corrupción es una prioridad. Ya en tiempos del presidente Miguel de la Madrid, se habló de la Reforma Moral del Estado. Que yo recuerde, todos los presidentes después de él han ofrecido combatir este flagelo. Pero, en la realidad, esto no ha sido una prioridad. Ha servido para políticos y candidatos para obtener apoyos de la ciudadanía; una vez en el puesto por el que compitieron, estas promesas se han olvidado.
Ahora, se nos está diciendo que en la raíz de la fuga de Joaquín Guzmán, hay corrupción. Lo cual no es un gran descubrimiento: la ciudadanía ya nos lo imaginábamos. Y, por supuesto, el Congreso ya está citando diversos funcionarios para pedirles cuentas. Sin embargo, hace unos cuantos meses, este mismo Congreso pospuso la votación sobre la nueva Ley Anticorrupción. Para el Congreso, en la práctica, no fue una prioridad esta votación. Tuvo más prioridad el irse a las campañas políticas federales y locales. Es más, esta ley no está siendo discutida; se retomará cuando inicie el nuevo período de sesiones.
No es que yo diga que si se hubiera aprobado esa ley, se hubiera evitado la mencionada fuga. Lo que sí dejó muy claro la actitud del Congreso es que, aunque en el discurso la Ley de Anticorrupción tenía una alta prioridad, en la práctica no la tuvo. Tuvo más prioridad discutir las leyes para evitar que los circos tuvieran animales, por ejemplo. Se nos dijo que las Reformas Estructurales tenían una gran prioridad. Pero, en la práctica, las leyes reglamentarias para hacer que estas reformas tengan efecto, han tenido una prioridad muy baja. Y no sólo ocurren estas cosas en el poder legislativo. ¿Recuerda usted el decálogo para aumentar la seguridad para la población? ¿Cuántos de esos aspectos se han cumplido? El más sencillo de todos, establecer un número de emergencia nacional 911: ¿se ha llevado a cabo?

Es claro que en nuestro país, y probablemente en muchos más, las prioridades de los gobernantes no reflejan las prioridades de la ciudadanía. Y, en una democracia, es lo menos que deberíamos esperar de quienes dicen representarnos y quienes gobiernan, se dice, de acuerdo al mandato de la Sociedad. Mientras no haya acuerdo entre las prioridades de la ciudadanía y los gobernantes, la credibilidad del Gobierno será mínima. Como ha venido ocurriendo. Y, por supuesto su  credibilidad, señores políticos, en este momento está en uno de sus  puntos más bajos.

domingo, 12 de julio de 2015

¿Qué aprendimos de la tragedia griega?

Después de dos semanas en primera plana, una gran expectativa sobre los resultados de un referéndum hecho aceleradamente y  con preguntas confusas, la tragedia griega del 2015 ya no está en las primeras planas. En parte porque no ocurrió lo que muchos temían: que al rechazarse en referéndum las propuestas de austeridad que se le ofrecían a Grecia, hubiera pánico en los mercados, y  grandes manifestaciones de miedo o de apoyo. Pero fue como si ya todo mundo lo hubiera esperado y la vida siguió como de costumbre. Una baja marginal en las bolsas de valores, seguida por un aumento que más que compensó esas caídas, bastante estabilidad del Euro, una frialdad de los acreedores que no se apresuraron a tratar de "contener los daños": todo esto contribuyó a que el asunto haya dejado de ser noticia.
El primer resultado concreto de este referéndum es una propuesta del premier griego Alexis Tsipras a sus acreedores que, contrario a lo aprobado en el referéndum, propone más medidas de austeridad: aumento de impuestos, reducción de la participación del gobierno en la economía, moderación de los programas de pensiones: medidas que en  conjunto significan una reducción del nivel de vida de una buena cantidad de los griegos. En particular, el aumento del IVA en las regiones con mayor afluencia turística, las islas griegas, podría hacer que se disminuya el turismo, uno de los principales ingresos de divisas duras que tiene el país. Estrictamente, podría dudarse de cuál fue el objeto de dicho referéndum. El 60% votaron contra la austeridad y finalmente, su gobierno  está proponiendo más austeridad. Supuestamente lo que se buscaba era tener un mandato, un apoyo para poder oponerse a las medidas exigidas por los acreedores del país. Pero no fue así. No cabe duda: los antiguos griegos nos heredaron a toda la humanidad la democracia y los filósofos, pero también nos heredaron la demagogia y los sofistas. Y parecería que el señor Alexis Tsipras ha asumido este segundo tipo de herencia.
Lo que sí se está pidiendo es lo que se llama una "quita" de la deuda; 74,000 millones de Euros. La tercera vez en menos de cinco años que los griegos han pedido dichas “quitas”, que han sido inútiles para sacarlos de la crisis. Y esto por buenas razones; la reducción de la deuda ocurre en el papel y no entra ni un solo Euro adicional a la economía del país. En todo caso, se obtiene una reducción de los intereses que venían pagando (u omitiendo pagar, como fue el caso). Pero nada de esto resuelve su problemática de fondo. Lo único de logra es tiempo. Que lo necesita, pero no se dice con claridad para qué van a usar ese tiempo. Porque si siguen haciendo lo mismo, en unos años estarán igual o peor.
En las reuniones de este sábado y domingo, hay la impresión de que el referéndum fue contraproducente. Ahora se habla de que Grecia deje el Euro por cinco años, de que haga aún más privatizaciones, de que permita que se supervise en el campo lo que se acuerde, que aprueben nuevas leyes para el próximo miércoles y otras medidas más. El asunto, dicen los acreedores, es que ahora Grecia se tiene que ganar la confianza de Europa.  
Pero el asunto no ha quedado resuelto. Se logra una solución de corto plazo, habrá un poco más de liquidez en los bancos griegos, pero esto no modifica los "fundamentales" de la economía  griega. Lo que llevó a Grecia en esta crisis, en primer lugar, toda una serie de circunstancias que no cambian con esta negociación. Más del 50% de la población, entre empleados directos del gobierno, desempleados y retirados reciben su ingreso del gobierno. El invierno demográfico, la reducción de la población étnica griega a largo plazo, el enorme desempleo de jóvenes hacen que la economía no esté produciendo ingresos suficientes para pagar su deuda ni para mantener un nivel de vida similar a los de otros países Europeos. Aunque, para ser justos, hay que reconocer que su nivel de vida es muy superior al de los latinoamericanos mejor desarrollados, siendo su ingreso per cápita más del doble del que tienen los mexicanos, por ejemplo.
Un problema que no es únicamente griego, sino también europeo, es la ausencia de mercados que les permitan un crecimiento robusto. Sus mercados internos están estancados o en declinación, debido al hecho de que sus poblaciones son cada vez más ancianas y los ancianos no consumen mucho. Todos tienen desempleo, en distinto grado, y fundamentalmente de jóvenes: justamente los que están en la edad que más podrían aportar a la economía. Por otro lado, el surgimiento de nuevos jugadores en el mercado internacional, notablemente China e India, ha hecho que los productos europeos sean poco competitivos en los mercados mundiales. Y, por lo visto, las soluciones que se están ofreciendo a las economías europeas no incluyen planes concretos para ampliar sus mercados, sobre todo los mundiales. En mi opinión, esto sólo es posible invirtiendo fuertemente en hacer que los países pobres salgan de su pobreza y puedan acceder con sus productos a los mercados mundiales,  de manera que tengan excedentes que les permitan adquirir productos de los países desarrollados. Seguir protegiendo a los productos europeos generados ineficientemente (como muchos de sus productos agropecuarios) es totalmente contraproducente.
¿Qué podemos aprender de estas tragedias? A primera vista hay algunas lecciones. La primera es que con las finanzas públicas no se juega. La realidad es tremendamente terca. Sí, se pueden lograr algunas enmiendas temporales, pero finalmente se termina pagando la cuenta. Crecer en base a deudas, operar con déficit presupuestario, puede dar un crecimiento temporal, pero en algún momento habrá que pagar. No es que no deba de haber deudas, lo importante es qué se adquiere con esos fondos que se obtienen. Cuando se invierte en infraestructura, en desarrollo tecnológico, en desarrollo de mercados, se generan ingresos que permitan pagar los intereses de las deudas y el principal. Cuando se adquieren deudas para pagar el gasto corriente del gobierno, las pensiones, y compensar los errores presupuestales, esas deudas se vuelven impagables porque no generan los recursos necesarios para sufragarlas. Eso, suponiendo, que el dinero no se desperdicie a través de la corrupción. Que es una gran suposición. Grecia necesita “dinero fresco” para modernizarse, desarrollar mercados y productos nuevos. Y no se dice nada al respecto, ni parte de los griegos ni de sus acreedores.
Otra lección es no olvidar los "fundamentales" de la economía. El Estado de derecho, la acción de los tribunales para asegurar que se cumplan los contratos. Buena recaudación fiscal. Limitación y moderación de los monopolios y oligopolios. Asegurar que los salarios permitan a las familias tener algún consumo adicional a los mínimos de subsistencia. Limitar los subsidios que permiten alargar la agonía de empresas y sectores pocos productivos y, en cambio, invertir en mejorar la competitividad de la economía. Y una lección muy amarga: el deudor insolvente, sea una familia, una empresa o un país, pierde libertades. Ya no tiene su destino en sus manos y tiene que aceptar las condiciones que le impongan.
Ojalá todos, y en primer lugar los Europeos, específicamente los griegos, aprendamos de estas situaciones. En el fondo, el gran problema es seguir viendo la vida de las naciones a corto plazo, consolándonos con el dicho atribuido a Keynes: "En el largo plazo, todos estaremos muertos". Lo cual es cierto; todos estaremos muertos pero no nuestros hijos y nuestros nietos. Ellos son los que requieren que construyamos economías sólidas, no situaciones donde lo que les heredemos sean deudas y austeridad.


sábado, 4 de julio de 2015

La tragedia griega, segunda edición

En los últimos años, y en especial en las últimas semanas, la prensa de negocios nos ha hablado de la "Tragedia Griega", apodo que le han puesto a la crisis económica que está ocurriendo en Grecia. Una tragedia que, en realidad, no es solo griega, sino fundamentalmente europea. La verdad, toda la comunidad comparte la misma situación, las mismas causas y la misma incapacidad de tener soluciones para su tragedia. Grecia es solo el caso más agudo. Y me parece que esto no se está entendiendo.
Visto a corto plazo, la tragedia procede del endeudamiento provocado por la crisis económica mundial iniciada en el año 2008 o 2009, según el autor al que usted le crea. Sin embargo, nos encontramos que la tragedia no es únicamente griega. Portugal, y España, presentan síntomas muy semejantes a los que presenta la economía griega. Las medidas para resolverlos son muy similares: recorte presupuestal, mayormente en el gasto social, y aportación de cantidades fabulosas de fondos procedentes de la Comunidad Europea.
Visto en términos de largo plazo, las raíces de este problema son mucho más antiguas. En los años cincuenta del siglo XX, la mayoría de los estados de Europa occidental adoptaron el concepto del "Estado Benefactor". Se basaron en dos supuestos importantes: el aumento de la productividad de los europeos y la permanencia de la pirámide poblacional. Para reforzar este concepto, se promovió una intensa campaña para convencer a la población de reducir la natalidad. 60 años después nos encontramos con la situación de que la población de Europa, en muchos países y en muchos sectores, ya está,  en una alta proporción, en la edad de retiro, que no es precisamente aquella donde se puede esperar la mayor productividad. Por otro lado, al reducirse drásticamente la natalidad, la proporción del gasto social que puede sostenerse a partir de la aportación de los trabajadores en edad laboral, se hace cada vez menos sostenible.
Por esta razón, en la mayoría de estos países las soluciones están basadas en la reducción del gasto social, la reducción de las pensiones y leyes para posponer la edad de retiro. Y, además, el desempleo juvenil está en cifras espeluznantes. En Grecia, por ejemplo, el 32.9% de la población tiene 55 años o más, de los cuales el 20.2 % son mayores de 65 años. El 26.8% de la población económicamente activa   está desempleada, mientras que en los jóvenes el desempleo es de 55.3%  (en las mujeres es de 63.2%).
Por si fuera poco estos jóvenes, muchos con estudios avanzados, no se muestran muy dispuestos a entrar a trabajos en el campo o en las fábricas, con lo que se crea una demanda para mano de obra poco o medianamente especializada. Y a esa mano de obra, hay que importarla y darle prestaciones sociales.
Grecia es un caso del llamado “invierno demográfico”. Su  población crece al 0.01% anual, esencialmente el “crecimiento cero”. Los hijos por mujer son 1.4, muy por debajo del 2.1 por mujer, que se considera necesario para que la población se renueve.
Claramente, habrá que tomar algunas medidas de Corto Plazo. Pero van a ser solamente una "curita" cuando se necesita cirugía mayor. Las medidas de Largo Plazo no darán resultados rápidamente. Eso es claro para todos. Lo grave es que no se están proponiendo soluciones de largo plazo. Por ejemplo, encontrar empleos productivos para los jóvenes que hoy no encuentran empleo, para evitar tener una generación completa de personas dependientes de la beneficencia pública. Resolver el problema de una emigración que no pueden evitar a largo plazo, porque, parafraseando a Keynes, en el largo plazo todos los actuales trabajadores estarán muertos y no es suficiente la población con residencia legal para sustituirlos. Y no en un plazo demasiado largo. Hay que llevar a cabo soluciones dolorosas, como por ejemplo, trabajar en la base de la pirámide de los países menos desarrollados para generar un crecimiento sostenible de la economía mundial, que no esté basado en el consumismo de unos pocos sino en el consumo de los muchos que tengan un nivel de vida decente.
Las renegociaciones que les proponen Europa y los organismos internacionales a Grecia, no resuelven el problema de fondo. Les darían fondos para  cubrir los pagos inmediatos de sus deudas, pero eso no da ni un euro más a la población. Le pueden prestar al gobierno griego para que pueda pagar las pensiones, pero eso no crea trabajos productivos. En este momento, el 50% de su población depende del Gobierno para su ingreso. Pero esos puestos agregan poco valor; no se genera riqueza. De hecho, desde que empezó la  crisis, el PIB de Grecia ha caído más de 20%. Su deuda pública es del 174.5% de su PIB. Si tuviéramos las mismas proporciones, sería como si México debiera 2.3 millones de millones de dólares; actualmente debemos algo más de 500 miles de millones de dólares, en proporción, menos de la cuarta parte de lo que deben los griegos.
Pero, en principio, la Comunidad Europea tiene la misma problemática. Una población envejecida, combinada con alto desempleo juvenil, hace que no puedan esperar un crecimiento económico robusto, porque los ancianos por definición consumen poco y los desempleados tampoco consumen mucho. Los trabajadores ilegales, mal pagados y obligados a apoyar a sus familias en los lugares de origen, no contribuyen mucho al consumo. Una proporción creciente del dinero que puede usar los gobiernos, se van en pagos de pensiones y subvenciones de desempleo, mientras que la base de contribuyentes se reduce. Y los malabarismos monetarios que están haciendo, no ayudan a generar nuevos mercados que soporten el crecimiento de sus economías.
El referéndum griego que hoy nos tiene muy preocupados, tiene escasa importancia. Fuera de la Unión Europea, Grecia tiene aún menores oportunidades de mejorar. Pero, aun quedándose  y aceptando la austeridad que se le impone, no hay una solución de plazo medio a su dificultad para crecer, porque eso depende de un mercado interno, hoy muy deprimido, y de un mercado externo al que no están llegando y para el cuál no se ve una estrategia.

No está fácil, ¿verdad? Por demasiado tiempo se estuvo posponiendo una visión de Largo Plazo. Ahora, no habrá medidas fáciles ni indoloras. Por el bien de la economía mundial, ojalá todavía haya tiempo. Y ojalá aprendamos de esta tragedia para que tomemos a tiempo las medidas necesarias.