¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

lunes, 26 de diciembre de 2016

2016: año de sorpresas

       

Un año curioso, el 2016. Un año de sorpresas políticas, en México y en el extranjero. Sorpresas que nos hacen comprender que las interpretaciones que hacemos de la sociedad, la política y sus procesos no son necesariamente acertadas. Y esto es muy bueno: necesitamos entendernos cada vez mejor a nosotros mismos, para poder operar  cada vez mejor en sociedad.

Este es estrictamente un artículo de  opinión y rigurosamente personal. No pretendo tener mejor interpretación que otros articulistas que tratan estos temas. Es mi visión personalísima y acepto de entrada que puede estar equivocada. Con esa advertencia, la ofrezco a su juicio y la pongo a debate, con la esperanza de que  de la discusión surja algo de luz.

La primera sorpresa fue la aceptación de la propuesta de que el Reino Unido abandone la Unión Europea, conocida como BREXIT. Los dos partidos políticos mayores apoyaron la permanencia del país en la Unión Europea, la prensa votó mayoritariamente en contra de salirse, las encuestas pronosticaban permanecerían en el tratado. Pero, por una escasa mayoría, se votó por salir. Los razonamientos, la mercadotecnia política, la influencia de la prensa y la maquinaria de los partidos no dieron el resultado que se esperaba. Y las encuestas fallaron lamentablemente.

Después, la derrota del PRI en la gran mayoría de las gubernaturas en las que compitió. También en contra de lo pronosticado por los politólogos, encuestadores y a pesar del apoyo de prensa y televisión de las localidades y en muchos casos en los medios nacionales. Tan sorpresivo que el propio partido Acción Nacional no lo podía creer. El dinero gastado en las campañas tampoco fue suficiente para convencer a la ciudadanía.

A continuación, la derrota el tratado de paz en Colombia, puesto a consulta en referéndum. Los medios, las encuestas y los expertos de nuevo fueron incapaces de pronosticar una derrota, a pesar del hecho incontrovertible de que Colombia ha sufrido muchísimo en esa que ha sido la  guerra de mayor duración en la historia de América y era de esperarse que la ciudadanía ya estuviera harta de la violencia y que aceptaría prontamente esta oportunidad de limitarla.

Y, por supuesto, el triunfo de Trump. Expertos, prensa, medios, encuestas fallaron una y otra vez para entender el mecanismo que le dio la victoria primero en el Partido Republicano y después en la contienda por la presidencia.

¿Qué pasó? Las explicaciones de comentaristas y expertos no resultan suficientes. Es importante entender por qué se dan tantas excepciones al interpretar esos temas. Los mecanismos de control y de manipulación de la ciudadanía usados por la clase política están siendo inútiles. Y, como en otros casos, la clase política no entiende que no entiende.

No por falta de explicaciones. Que hay un cambio generacional. Pero, al parecer no está operando como se esperaba. Hoy en proporción la población madura y de tercera edad sobrepasa a las nuevas generaciones en número de votantes y sienten que han sido olvidados por la clase política. Han votado en contra de Clinton en EEUU y a favor del BREXIT, en Inglaterra. En México y en Colombia no hay suficientes estadísticas para construir una interpretación en este sentido. 

Otra interpretación: el poder de influencia de los medios tradicionales es cada vez menor. Periódicos con una larga historia de “guiar· a la opinión pública”, están cerrando por tener menos y menos clientela. Su entrada a los medios modernos ha sido torpe y muchas veces contraproducente: claramente siguen sin entender que el juego es otro. Eso, sin tomar en cuenta que cada vez es más claro que no son imparciales en aspectos políticos y sociales.

Una explicación aventurada pero no depreciable: la entrada de nuevos actores en esta arena. Los grupos pro-vida y familia en EEUU y México podrían haber inclinado la balanza de forma decisiva a favor de Trump y en contra del PRI, respectivamente. La diferencia probablemente se debe a un acuerdo de estos grupos por encima de sus obvias diferencias religiosas y organizativas. Al parecer han encontrado un terreno común y mecanismos de colaboración eficaces.

En mi opinión, la explicación de fondo es el imparable desprestigio de la clase política en la mayoría de los países. Los políticos son vistos con desconfianza en el mejor de los casos y como beneficiarios de la manipulación de la democracia, en el peor de los casos. El triunfo de Trump puede deberse a que logró distanciarse de la clase política, verse como ajeno al sistema y traer ideas nuevas. Y algo así continúa  haciendo, al traer personajes “poco políticos” a su gabinete: militares, empresarios y miembros de la sociedad civil. En México es claro que los que derrotaron al PRI en diversas elecciones lo hicieron presentándose como ajenos al sistema político tradicional. Por esas razones en ambos países el dinero, la experiencia, la organización de la clase política no fue suficiente. Y en el Reino Unido, los proponentes de la salida de la Unión Europea vinieron de partidos en minoría o de las minorías de los partidos tradicionales.


Tras todo esto, en mi opinión, hay un tema muy esperanzador. La ciudadanía, al menos en parte, está cambiando para bien. Razona más, es más crítica y se da cuenta de cuando la están tratando de manipular. Y tiene medios para influir y comunicar su descontento. Las redes no solo le dan los instrumentos sino también un nuevo sentido gregario, que hace que los temas candentes se vuelvan “virales” en tiempos record. Hay en esto una gran esperanza. La ciudadanía puede recuperar su papel que nunca debió de dejar: de ser la mandante y librarse del yugo de los mandatarios. Habrá que ver si esta tendencia se continúa en 2017. Por el bien de todos, ojalá sea así.

Constitución CDMX: gran desconfianza


Ya se ha  hablado en muchos medios y de muchas maneras sobre los eventos con los que  se pretende modificar el estado constitucional de la Ciudad de México. A espaldas de la sociedad se eligió un grupo de autonombrados “notables”  para redactar un proyecto de constitución, excluyendo a todos los que podrían haber opinado y que no son de izquierda e incluso a algunos izquierdistas. Ahora que se empiezan a ver algunos temas en público, empieza a haber rechazos y se pretende festinar la aprobación mediante un plazo fatal: emitir la nueva constitución el 5 de febrero de 2017 para que coincida con el centenario de la Constitución del 1917. Aunque no se haya logrado un pleno acuerdo, aunque tenga puntos dudosos o sin que haya acuerdo. El plazo, al parecer, es lo que importa a estos “notables”. Y para asegurar su aprobación con mínimas discrepancias, crearon  un comité redactor absolutamente faccioso.

Ahora viene el Congreso Constituyente que solo en parte emana de una elección y otra parte fue asignado a partidos políticos, al Gobierno Federal y al Gobierno de la Ciudad. Otra vez, dando el poder, al menos en parte,  a grupos que operan a espaldas de la ciudadanía.

En esta semana, en unos días se discutirá la Carta de Derechos. Los autonombrados “notables” esperan enmendarle la plana a las declaraciones en este tema a las Naciones Unidas con derechos novedosos (como el derecho a la satisfacción sexual y a colapsar la Ciudad) y haciendo a un lado los derechos a la propiedad privada, al libre tránsito, al libre emprendimiento, por poner algunos. Completamente ausentes están los deberes correlativos de la ciudadanía y las obligaciones del Gobierno de la Ciudad.

Y, por supuesto, tras este galimatías está la implantación forzosa de una ideología, con exclusión de toda otra posible opinión. O sea, se está vulnerando por la vía constitucional las opiniones que puedan tener otros grupos y personas. El derecho a la libre opinión y a la difusión de las ideas será coartado en nombre de lo “políticamente correcto”. Evidentemente, no es un tema que haya entusiasmado a la ciudadanía. Los propios habitantes de la CDMX ven al tema como un asunto de la clase política, la que ha demostrado en gran cantidad de ocasiones que ocupa el último lugar en los sondeos de confianza ciudadana.  Y la ciudadanía del resto del país está aún más ajena al asunto. Para el ciudadano normal, las nuevas leyes y constituciones le provocan una enorme desconfianza. Poco bueno podemos esperar de ellas y, dada la inmensa impunidad que padecemos, las sabemos perfectamente inútiles. Además de que, si la historia es alguna guía, sabemos que las constituciones en nuestro país son violadas sistemáticamente y reformadas abundantemente, de manera que ya hemos perdido la cuenta de cuantas veces se ha enmendado la Constitución de 1917.

Todo esto nos podría llevar a tratar el tema como uno de interés local o un tema intrascendente. En realidad, su importancia para el país es otra. El proyecto de Constitución es el modelo que seguiría una parte de la Izquierda si llegan a gobernar el país, cosa que no es imposible.


Bueno, puede que me equivoque. Soy solo un ciudadano que expresa sus opiniones antes de que estos políticos me quiten este y otros derechos. Y sospecho que así creemos muchos ciudadanos. Lo bueno es que no hay que creerme. Hay una solución. Propongo a los “notables” que sometan la Constitución a un referendo. Veamos si la ciudadanía está encantada con esta Constitución o si la rechaza. No necesitamos de largas disquisiciones ni debates. Esto nos daría a todos la certeza de que la Constitución refleja el sentir de la ciudadanía. Aunque no acabemos a tiempo para el centenario de la Constitución de 1917.

domingo, 11 de diciembre de 2016

La educación, un desastre


Cada poco tiempo, nos  vuelven a recordar que estamos en uno de los peores lugares en la educación entre los países de la OECD, gracias a la prueba del Programa para la Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA por sus siglas en inglés). Dado que es una evaluación independiente, es tomada muy en cuenta para ver el avance de nuestros estudiantes y, en consecuencia, de nuestro sistema educativo.

Como se ha vuelto costumbre, volvimos a ocupar los últimos lugares en las habilidades básicas de matemáticas, lectura y  ciencia. También ocurrió el acostumbrado torneo de críticas y evasivas, en redes sociales y medios tradicionales. La imputación más frecuente fue al Secretario de Educación, a los distintos grupos magisteriales y, como era de esperarse, se usó el magro resultado como una demostración de lo insuficiente de la Reforma Educativa.

¿Qué tan justas son estas críticas? ¿Qué tan acertadas son las evasivas? En términos generales, creo que ambos lados se quedan cortos. El tema se ha vuelto un proyectil que puede arrojarse al enemigo político, sin que nadie sienta la necesidad de proponer maneras de aumentar nuestra eficiencia educativa. No se ve un análisis a fondo fuera del sobado “pónganse a trabajar” y el novedoso “déjennos el futuro a los niños”, que podría discutirse ampliamente.

En particular vale la pena revisar la idea de que esto es una crisis y que hay que atenderla rápidamente. Suena lógica. Lo que no hay es una guía de ruta. La exhortación es a hacer algo, pronto y bien. Pero, ¿qué? La realidad es que la mejora de la educación no ocurrirá rápidamente. Y mientras sigamos atorados en temas políticos, menos. El tema del manejo sindical del profesorado, sigue usando los criterios corporativos de “los gobiernos emanados de la Revolución”, tratando de tener control político de varios millones de maestros y sus familiares.  Y eso ya no funciona.

El problema, en mi opinión, es que la educación es del tipo de tema qué, siendo extremadamente importante, nunca ha sido visto como urgente. Es algo que no da resultados rápidos y, por lo tanto, no puede ser mostrado como resultado de una administración. Y a nuestros políticos les gustan los resultados rápidos y vistosos, que son los que pueden ayudar electoralmente. Es el tipo de temas en donde los resultados tardan años de crearse y medirse. Al muchacho que entra hoy a la educación preescolar, tardaremos 15 años para ver si verdaderamente quedó preparado para para ser un buen ciudadano, capaz de contribuir a la sociedad y de actuar en el mercado laboral de manera que pueda generar riqueza al país. Mientras tanto, podremos medir si memorizó, si puede resolver problemas, si entiende lo que lee. Pero la adquisición de hábitos sociales y de aprendizaje está por verse.  Mediremos su actividad; y solo cuando egrese del sistema, podremos medir  los resultados.

Hay otros temas de fondo que revisar. A lo que estamos llamando educación en realidad es solo instrucción. La educación incluye la formación de valores, la forja del  carácter, el desarrollo de la posibilidad de formar convicciones propias. Y eso, usted perdone, no es lo que propicia nuestro sistema educativo. Solo da instrucción y lo hace mal, como lo demuestra la multicitada prueba PISA.

Nuestra Constitución, en su artículo 3º dio en la práctica un monopolio casi total del Estado sobre la Educación, sujetando a la educación privada a ser supervisada y vigilada por los burócratas de la educación. Se siguió el modelo de los regímenes totalitarios y los teóricos del control del Estado sobre la población. Al auto asignarse la educación, estos estados buscaron y buscan tener a una ciudadanía que no tenga elementos para cuestionar al Ogro Filantrópico que describió magistralmente  Octavio Paz.

Pero lo peor fue que la población, las familias, aceptaron el modelo y no se  cuestionó ni se trató de complementar sus deficiencias. Lo padres más conscientes se aseguraron de que los hijos hicieran lo que se les decía en la escuela. Los menos conscientes, abdicaron su responsabilidad en profesores y autoridades, sin cuestionar los resultados. Y al desaparecer los exámenes, la mayoría de los padres de familia supusieron que las autoridades sabrían lo que hacían. Los pocos que estaban en desacuerdo no protestaban por temor a causarles problemas a los hijos.

Una minoría trató de dar una educación privada a sus hijos y hoy se dan cuenta, a causa de las pruebas PISA, de que pagaron por la educación dos veces: una con sus impuestos y otra con cuotas a escuelas privadas que, de acuerdo a esas pruebas, no mejoran la capacidad de sus hijos. Como dijo Macario Schettino: el sistema ha logrado unificar la educación en México: es igual de mala en todos los niveles socioeconómicos.

El tema ha sido enfocado mal desde el principio. La educación es un tema multifactorial. No se resuelve regalando tablets, creando escuelas de elite., evaluando a los maestros y corriendo a los malos. No se puede mejorar si los padres de familia siguen convencidos de que el Gobierno es el principal responsable de la educación y el único que tiene que opinar, porque nos está haciendo el favor de educar a nuestros hijos. Hay que romper con estructuras de poder políticas, convencer a los padres de responsabilizarse de la educación,  darles  prestigio y relevancia social a los maestros y remunerarlos de acuerdo a ello. Como han hecho Singapur, Korea, Finlandia y otros países campeones en este tema. Y, lo siento mucho,  pero no será rápido. Porque es un cambio social y de valores muy profundo. Razón de más para que empecemos lo antes posible. Porque este es nuestro problema más importante.

domingo, 4 de diciembre de 2016

Sí, todavía hay clases


En los últimos días, entre las noticias de las primeras acciones de Trump y los homenajes a Castro, se dieron dos noticias nacionales que invitan a reflexionar. A pensar en serio.

Estábamos a duras penas digiriendo la noticia de que nuestros diputados federales se habían asignado “en lo obscurito” como de costumbre, un aguinaldo de 500,000 pesos (libres de impuestos, es de pensarse) cuando se anunció como un gran triunfo el aumento de los salarios mínimos, el mayor en muchos años, el cuál será de 80 pesos diarios.

La desproporción es enorme. 500,000 pesos equivalen a 6250 días de salario mínimo, unos 17 años de ingresos de un trabajador que gana el mínimo legal. Y eso es el aguinaldo. Supongamos que el aguinaldo es el 25% de la percepción anual de un diputado: en tal caso el diputado estará ganando anualmente el equivalente a 68 años de ingresos de un trabajador de salario mínimo o 204 años de esos salarios mínimos en sus tres años de gestión. Evidentemente, nuestros legisladores siguen creyendo firmemente que hay clases. La clase de los que se merecen todo y las que no merecen un mejor nivel de vida.

Aquí no se trata de hacer demagogia. Si los 400 diputados no cobraran nada y su salario se repartiera equitativamente a toda la población, alcanzaría para dar poco más de seis pesos al año a cada uno. Nada que nos saque de pobres. El tema de la desproporción es lo importante. En tiempos de recortes de gastos y de personal, de limitación de recursos para gastos básicos, de retraso del pago a los proveedores del Gobierno, el hecho de que los que deberían representarnos mantengan ese tren de ingreso, es una pésima noticia. Aunque todo se haya hecho legalmente, si bien a escondidas de sus representados.

El otro tema, el de más fondo, es lo escaso del salario mínimo. La COPARMEX pedía un  aumento mayor, no mucho, pero lo suficiente para mandar un mensaje a la sociedad: no podemos seguir así. No podemos aceptar la solución muy a la mexicana diciendo  que, de veras, ya casi nadie gana el salario mínimo. Excepto jornaleros y trabajadores del campo. O los meseros, gasolineros y otros muchos que reciben sus salarios mínimos y se “acompletan” con las propinas. 

De acuerdo con el Reporte del Desarrollo Mundial del Banco Mundial, la línea de pobreza está establecida en 2 dólares de 2005 por persona. Con una inflación mundial muy baja, estaría entre 2.30 o un poco más en este año. Pero dejémoslo en 2 dólares al día por persona. Nuestro nuevo salario mínimo de 80 pesos equivale a 4 dólares al día, dependiendo de la especulación diaria. O sea, que una familia de cuatro personas, si tiene dos empleados  de salario mínimo, estaría exactamente en la línea de la pobreza. Con un solo empleado de salario mínimo estaría aún más lejos de esa línea. Vergüenza nos debería dar presentar como un triunfo ese nuevo y mejorado salario mínimo, uno que no rebasa la línea mundial de la pobreza. Y que solo  alcanza si padre y madre, más alguna aportación de los hijos, contribuyen a rebasar esa línea.

Pese a todas las afirmaciones demagógicas, pese al hecho innegable de cada vez hay más clase media, es un hecho que todavía aceptamos ingresos muy elevados para la “clase política” pagados por los impuestos de todos, incluso de los que ganan el salario  mínimo o menos que pagan los impuestos al valor agregado de su escaso consumo.

¿Cuándo despertaremos? ¿Cuándo nos pondremos a pensar en serio en soluciones reales, no demagógicas, no electoreras, no transitorias para este tema de la reducción radical de la pobreza? Tenemos en México excelentes técnicos en economía y desarrollo, que hasta nos “piratean” los organismos internacionales. Hay con quién plantear soluciones, Lo que falta es que este sea un tema para la mayoría y sobre todo para los que no somos pobres. De una clase política que sin el menor pudor se “sirve con la cuchara grande”, no es de esperarse que nos vengan las soluciones.