¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

viernes, 16 de diciembre de 2022

“La magia de la Navidad”

 Probablemente la celebración más difundida en el mundo es la Navidad. No deja de ser algo singular: más de tres cuartas partes de la humanidad no creen en el nacimiento de Jesús de Nazaret y muchísimo menos en su divinidad. Sin embargo, en naciones donde no se tienen estas creencias y en sectores de países nominalmente cristianos, quienes no comparten dichos criterios, de todas maneras la celebran.

Es un fenómeno que se da de un modo parecido en otras creencias religiosas. Los budistas, por ejemplo, celebran el nacimiento de Buda. De hecho, a mí me tocó estar presente en Corea en el día en que se celebra su nacimiento. Pero, aún entre los creyentes de esa religión, el impacto de la celebración es mucho más moderado. Es un día de asueto, muchos visitan los templos de su religión, pero la celebración no tiene el impacto social que tiene la Navidad en muchos países. Y, por supuesto, no se celebra entre quienes no comparten esa religión. Y algo muy parecido ocurre con la conmemoración del nacimiento de Mahoma, que se celebra en los países islámicos, en algunos de los cuales se regalan dulces a los niños, pero que no tiene el mismo impacto.

Recientemente, con una poderosa campaña encabezada por una de las bebidas no alcohólicas más importantes a nivel mundial, se nos habla de la “magia de la Navidad”.  No es que sea algo nuevo: el estudio de cine Universal Studios de los Estados Unidos, hace ya algún tiempo que celebra la Navidad con películas donde se habla de la misma y su magia, con historias de tipo romántico, que se dan en épocas navideñas, con situaciones de familias incompletas o reconstruidas, presentando con frecuencia la situación de las fuerzas armadas de este país, cuyos miembros se ven separados de sus familias en estas épocas y otros temas parecidos. Y en donde para nada se menciona a Jesús.

Tal parece que el propósito de esta secularización de la Navidad tiene el objeto de hacer que todos, crean o no en Jesús, se sientan llamados a celebrar una serie de valores que no son objeto de discusión. Es particularmente interesante el enfoque que trata de presentar la Navidad como algo mágico. Si nos atenemos al significado que le da el diccionario a la palabra magia, veremos que no hay congruencia con el concepto original de la Navidad. Efectivamente, según él diccionario de la Real Academia Española, magia significa:

Arte o ciencia oculta con que se pretende producir, valiéndose de ciertos actos o palabras, o con la intervención de seres imaginables, resultados contrarios a las leyes naturales. Un concepto muy alejado del significado original que tiene la celebración navideña.

 

Es muy claro que estas fiestas tienen un fuerte componente comercial: regalos, celebraciones, felicitaciones y reuniones, significan un muy buen negocio para muchos. Por otro lado, uno podría argumentar que no tiene nada de malo el que se celebren reuniones de familiares y amigos, donde se recuerde el cariño mutuo, que se les hagan regalos de modo especial a los niños, se celebre La Paz y el Amor entre los seres humanos y otros muchos valores que de suyo son importantes. Pero no deja de ser una ocasión de desvirtuar el origen de esta celebración, cosa que nos atañe a quienes nos consideramos cristianos, pero que no tiene significado para aquellos que sin serlo celebran y adoptan valores que nosotros también compartimos.

Quienes creemos en Jesús de Nazaret, como el hijo del Dios vivo, no creemos que la Navidad se trate de magia. Creemos en la misericordia del Padre que nos ha dado en mayor de los regalos: su Hijo, el que nos ha dado el perdón de los pecados y la vida eterna. Y que también predicó entre nosotros el amor de unos a los otros, el cariño por los niños, parientes y amigos, el anhelo de Paz entre los humanos. La mejor manera de celebrar estas fechas es agradecer esos regalos de Jesús y compartir con quienes no tienen nuestras creencias, los valores universales que todos compartimos.

Antonio Maza Pereda

martes, 13 de diciembre de 2022

Violencia generalizada

 Ya muy cercanos a la época navideña, entre otros muchos villancicos de la época, se escucha con frecuencia y en varios idiomas la canción “Noche de Paz”. La frecuencia con que se repite el tema en esta época nos indica que hay un anhelo en todas las naciones y en todas las culturas porque la Paz sea una forma de vida. Aspiración que no siempre se cumple.

Un aspecto que, por otra parte, no siempre nos queda claro. Por ejemplo, cuando nuestras autoridades tratan de medir el progreso de sus esfuerzos por reducir la violencia, generalmente tratan de medirlos como la reducción en el número de homicidios dolosos. Un concepto muy importante pero que no necesariamente refleja todos los tipos de violencia que se generan en nuestra Sociedad. Ello sin tomar en cuenta que, el mero hecho de que se reduzcan las denuncias por homicidios dolosos, no quiere decir necesariamente que se está logrando un avance, dado el gran aumento en la impunidad.

No tenemos claro lo que se considera violencia. Porque si sólo pensamos que los homicidios son la violencia, estamos dejando fuera toda clase de situaciones que afectan a nuestra sociedad y que también son particularmente violentas.

Hace ya algún tiempo, la Unidad Politécnica de Gestión con Perspectiva de Género, creó un instrumento llamado violentómetro, que señala hasta 27 tipos diferentes de violencia en las relaciones personales. Desde conceptos que muchos consideran cómo no violentos, por ejemplo, las bromas hirientes, la “ley del hielo”, los celos, o ridiculizar y ofender, llegando hasta las amenazas de muerte, la violación, la mutilación y el asesinato. Comportamientos violentos que además crecen de manera progresiva. Aunque claramente no todos los violentos pasan por estos niveles y llegan hasta los más agresivos, es un hecho que la mayoría comienza por conductas aparentemente poco violentas.

Esto que se da en las relaciones de género, claramente puede encontrar sus paralelos en relaciones de familia, laborales, escolares y de muchos otros tipos. Mientras sólo consideremos que los niveles más agresivos de este violentómetro son los que verdaderamente deberíamos de limitar, nuestra Sociedad seguirá siendo una sociedad violenta. Y hay que considerar que, en nuestro medio, una parte importante del entretenimiento tiene aspectos de violencia. No nos ponemos a considerar la enorme cantidad de furia que tenemos en nuestra cultura del entretenimiento, violencia que es actuada pero que es disfrutada por las mayorías. Eso sin considerar la violencia reglamentada en el box, el fútbol americano y hasta en las corridas de toros a la usanza española.

El tema es que nos estamos acostumbrando permanentemente a la violencia, ignoramos su existencia, la minimizamos y luego nos escandalizamos al ver que aumenta progresivamente. Las soluciones que nos proponen los gobernantes en los tres Poderes de la Unión buscan, en términos generales, imponer castigos cada vez más fuertes a algunos de los comportamientos considerados más violentos. Sin tomar en cuenta que el aumento de la penalidad nunca ha servido para reducir las conductas delictivas. Como claramente estamos viendo con las figuras de feminicidio, con penalidades cada vez más fuertes y que no han servido para reducir ni los propios feminicidios ni otros actos de violencia cómo son la intrafamiliar y las violaciones. Y es de esperarse porque las penalidades, por intensas que sean, tienen poco efecto cuando la impunidad es prácticamente absoluta en esos crímenes.

Claramente la solución pasa por un rechazo masivo de la sociedad a todos los grados de violencia, no únicamente a la violencia más extrema. Porque cuando una persona se acostumbra a ser violenta, muchas veces va aumentando su grado de violencia hasta que llega un momento que ya es imparable por él mismo agresor. Cuando la sociedad percibe un comportamiento como dañino y actúa en consecuencia, exige a las autoridades mayor rigor en el seguimiento de la impunidad y se preocupa por influir en la educación, así como en las costumbres, para lograr reducir ese nivel de violencia.

Posiblemente hay que empezar por las conductas menos agresivas, pero más extendidas, convenciendo a la mayoría de que son inaceptables y pasando de ahí a otros conceptos más dañinos. Hace ya más de 30 años en Colombia, que ha tenido un problema de violencia por décadas y han logrado reducirla de una manera significativa, hubo una campaña apoyada por la Sociedad, algunas organizaciones sociales e iglesias cuyo lema era: “Por la Paz yo conduzco sin odio”. Un pequeño paso, pero que muestra que, para empezar a reducir la violencia, hay que iniciar por las actitudes más extendidas en la sociedad, para ir progresando hacia los temas más dañinos.

En todo caso no podemos seguir ignorando el hecho de que estamos viviendo una situación cada día más violenta. No podemos seguir pensando que los violentos son otros, cuando todos tenemos un cierto grado mayor o menor de actitudes violentas. La Paz no debería de ser una utopía; debería ser un anhelo para toda la sociedad y una ocupación de todos, no sólo de los gobiernos ni de los tribunales.


Antonio Maza Pereda

 

domingo, 4 de diciembre de 2022

Guerra de números

En estas semanas pasadas hemos tenido marchas y contramarchas, unos a favor de que “el INE no se toca”, mientras otros que, inicialmente marcharían a favor de una reforma electoral, cambiaron después por una idea de apoyo al Presidente de la República y terminaron como una especie de “marcha de la felicidad”, donde asistirían para demostrar que están muy contentos con el desempeño de la 4T y deseosos de escuchar el informe del Presidente.

No faltaron las acusaciones mutuas: mientras unos acusaron a unos marchistas de ser clasistas, fifís y conservadores, sus contrarios acusaron a los participantes de la segunda marcha de ser acarreados. Y, por supuesto, hicieron las cuentas del costo de este evento de apoyo al Presidente de la República, del cual se dijo que tuvo un costo superior a los 500 millones de pesos. Cifra muy difícil de confirmar, porque en esos casos raramente se emiten facturas o recibos.

Una de las preguntas importantes de estos casos es: ¿realmente influyen estas marchas?
 A nivel de los medios seguramente tienen una influencia, pero la pregunta importante es cuánto influyen a la hora de las elecciones.

 Los números de participantes son muy difíciles de comprobar. Mientras que el Gobierno Federal dicen que los que participaron en la “marcha de la felicidad” fueron alrededor de 1 millón 200 mil, los números de la primera marcha son mucho más variables. Desde la estimación que se hizo en la Ciudad de México de 10 mil a 20 mil participantes, número realmente ridículo, hasta los estimados de algunos organizadores, con hasta 800 mil participantes entre la Ciudad de México y las decenas de ciudades que participaron.

Pero estos números son mínimos en comparación con el número de ciudadanos inscritos en el padrón electoral, revisado el noviembre pasado, que son 95 millones. De acuerdo con ello, en la marcha de la 4T estuvieron el 1.3% de los votantes registrados, mientras que la marcha en favor del INE obtuvo aproximadamente el 0.8% de los mismos. Cantidades muy escasas para modificar los resultados de las elecciones federales del año 2024.

En todo caso ambas manifestaciones tuvieron el resultado de convencer a los que ya están convencidos. Difícilmente se pueden encontrar en ninguna de las dos, argumentos que hagan que los que ya están decididos por la 4T o por la oposición, cambien de opinión en vista de lo expresado por estas marchas.

Justamente en la víspera de la marcha de la 4T me tocó estar junto a dos ciudadanos convencidos de los frutos de esta administración y de la gran felicidad que ha traído a la población. Estuve escuchando pacientemente sus argumentaciones, pero era bastante claro que el debate no estaba destinado a convencerme a mí. Estaban tratando de convencer el uno al otro de cuál era el que estaba más comprometido y quién podía decir más argumentos a favor de la 4T. Para todo efecto práctico, yo jugué el papel de un florero, de un objeto que no había que tomar en cuenta, que era innecesario convencerlo con sus argumentos. Porque claramente no estaban dispuestos a escuchar ninguna otra opinión.

De fondo, su gran argumento consistió en demostrar que las administraciones anteriores estaban peor que la actual. En términos muy básicos el razonamiento era que si los otros están mal quiere decir que su líder está bien. O sea que no podían admitir que haya más que la proverbial “no hay más que 2 sopas”. O en términos un poco coloquiales, “si tú estás mal quiere decir que yo estoy bien”.

Pero al final lo único que cuentan son los votos. Probablemente el mayor efecto está en el ánimo de los participantes, que realmente serán los que tratarán de convencer a la población de las bondades de sus propuestas. Ahí sí puede haber un resultado interesante. Ambos bandos quedaron en un nivel triunfalista y con esa actitud enfrentarán los próximos comicios.

A la oposición probablemente le haya beneficiado el hecho de que los partidarios de la 4T pudieron comprobar la capacidad de movilización, voluntaria o involuntaria, que tuvo la maquinaria de su Movimiento. Porque al final del sexenio lo que cuenta son los números de votantes a favor de una u otra fórmula, independientemente de si ocurrió porque hubo acarreo, amenazas o argumentos falsos. La oposición se beneficia con los resultados de la “marcha de la felicidad”: le queda una idea clara de lo que les espera en las elecciones del 2024 y probablemente será un incentivo para que redoblen sus esfuerzos, multipliquen su capacidad de movilización y, sobre todo, que cuiden más el desarrollo y la comunicación de sus argumentos. Un tema en que no han sido particularmente exitosos. Como ya se ha comentado en estas líneas, la oposición no ha podido tener argumentos convincentes: se han limitado a ser reactivos y muy poco propositivos. Es posible que el resultado de estas marchas los sacuda y los convenza de que tienen que hacer más para convencer al electorado. Por otro lado, el gran riesgo de la 4T es que, dado el resultado de los números en las marchas, se confíen pensando que ya todo está ganado.

¿Cuál es la reacción de la ciudadanía? Poco se habla de ello. En las encuestas valdría la pena preguntar a los consultados cuántos cambiaron de opinión como resultado de estas marchas. En mi humilde opinión me parece detectar un hartazgo de la ciudadanía, que ya no cree en nadie. Por otro lado, podría haber una reacción mucho más saludable. El convencimiento de que los ciudadanos tenemos que participar más activamente en cuestiones de política y la convicción de que hay que tratar de entender más a fondo las posiciones que están en juego para el 2024. Ojalá que tenga razón.

 

Antonio Maza Pereda

viernes, 25 de noviembre de 2022

Cine y Sociedad

 

Desde que inició de manera formal el cine, hace 127 años, ha sido objeto de una gran cantidad de críticas y por otro lado ha tenido un éxito incomparable. Aún en los países con menor desarrollo económico y tecnológico, el cine goza de una impresionante popularidad. Muy superior al de las otras artes que la humanidad produce desde la antigüedad clásica. Porque no a todos les gusta la poesía, o la literatura; las exposiciones de pintura, escultura, o de teatro no reúnen las muchedumbres de espectadores que reúne este llamado séptimo arte. Lo cual no ha dejado de causar escozor a muchos que se consideran exponentes de la cultura.

Ese éxito masivo tiene como resultado una gran capacidad de influir sobre las grandes mayorías de la sociedad. Razón por la cual gobiernos, partidos políticos e incluso religiones, han tratado de aprovechar esa capacidad para convencer. Por otro lado, no deja de ser una actividad de alto riesgo. Las inversiones de las superproducciones están fuera del alcance de la mayoría de los que tratan de influir sobre la sociedad. Y aunque se ha intentado, con algún resultado, tratar de predecir el éxito de una nueva producción, la verdad es que muchas veces la cantidad invertida no es necesariamente un predictor de su éxito social o comercial. O sea, no es posible pronosticar con precisión cual es su riesgo. Por otro lado, no es raro el caso de producciones de bajo costo que han tenido un éxito clamoroso, contra todas las predicciones.

Una buena parte de las críticas proceden del hecho de que se percibe el cine como un elemento que puede modificar los valores que una sociedad aprecia. Por esa razón muchas veces los gobiernos totalitarios y las ideologías tratan de influir de esa manera para modificar el modo de pensar de la mayoría. Crítica a las que sus partidarios muchas veces responden diciendo que el cine solamente es un reflejo de la sociedad. Pero eso no es del todo cierto: lo contrario también es bastante común. Es un hecho que el cine influye en las costumbres y no necesariamente para bien.

Los gobiernos en casi todos los países establecen una clasificación con la sana intención de que los contenidos que requieren formación según el tipo de asistente, se informen al público. Generalmente haciendo grupos de edades, deciden cuál es el usuario que debe de asistir a dichas películas. Lo cual también han hecho en muchas ocasiones las diferentes confesiones religiosas. Muy probablemente la mayoría de los ancianos mexicanos se acuerdan de que en la época de los 40 o 50 existía la llamada Liga de la Decencia, que establecía a qué públicos podían ser exhibidas esas producciones. Todo ello, combinado con un breve comentario dando la razón de la calificación.

Ese enfoque, tanto de los gobiernos como de las organizaciones religiosas, probablemente ya está siendo cada vez más inútil. Las producciones ya no se exhiben únicamente en salas; las películas tienen una vida mucho más larga de la que tienen en los cines. La televisión, los vídeos, y actualmente el llamado streaming, han ampliado el impacto y la longevidad de películas que se daban por obsoletas. Y ante esa multiplicidad de maneras de acceder a las películas, el intento de limitar su acceso a la población infantil y adolescente es cada vez más difícil de aplicar.

Ante ese procedimiento que trataba de proteger a la población, señalando las fallas de las distintas producciones, empieza a darse un enfoque más constructivo. En vez de criticar a las malas películas, se trata de crear buenos contenidos, mensajes que inviten a la reflexión y que tengan un impacto profundo. Lo cual no es sencillo. Darle atractivo al bien, la verdad y la belleza no es una empresa fácil. No sólo por el costo de la producción: también por el costo de una promoción inteligente que haga que las cadenas distribuidoras consideren que les conviene dar espacios a ese tipo de películas. Además, en la situación actual, no resulta fácil hacer atrayentes los valores tradicionales de la sociedad. Se necesita una gran capacidad para hacer atractivos, divertidos y a la vez profundos a esos valores. Tal vez por ello no abundan esas películas.

Al final de cuentas, la industria del cine requiere de tener producciones exitosas, que generen utilidades que puedan reinvertirse en nuevas ideas, en nuevas producciones.  Son pocos y muy meritorios los cineastas que están influyendo de esta manera. Hace ya algún tiempo se están desarrollando en México festivales de cine con valores en temas sociales. El hecho de que algunos de ellos se promueven como festivales de cine católico, no deja de ser un arma de dos filos. Por un lado, se apela a un público que nuestro país tiene nominalmente más de 100 millones de miembros, aquellos que en los censos nacionales se declaran católicos. Pero, por otro lado, esa forma de promover contenidos que son valiosos sin que necesariamente sean exclusivos de los católicos y que podrían tener un impacto más amplio, podrían estar ahuyentando a públicos que, en la práctica, tienen un enfoque laicista pero no necesariamente uno contrario a los valores humanos qué necesita urgentemente nuestra sociedad.

Nuestro papel como ciudadanos conscientes de que nuestra Patria necesita promover los valores que están en nuestras raíces, debería ser el de promover con nuestra asistencia y con nuestras recomendaciones el apoyo al buen cine sea cual fuere su signo ideológico o religioso. Porque el bien tiene un efecto por sí mismo, independientemente de quién es el que lo promueve.  

 

Antonio Maza Pereda

 

lunes, 21 de noviembre de 2022

Ciudadanización: ¿sí o no?

 Probablemente Usted esté de acuerdo conmigo en que, por regla general, los gobiernos y los partidos políticos son bastante alérgicos a la posibilidad de la ciudadanización. Para ellos, muchas veces, el papel del ciudadano es meramente el de ratificar en las urnas las propuestas de los políticos, pero nada más. Cuando los ciudadanos se organizan y tratan de actuar ante funciones que se les han asignado a los gobiernos, su reacción suele ser bastante negativa. Y no importa cuál sea la tendencia ideológica de las facciones políticas en el poder.

El tema de la ciudadanización de las elecciones federales, estatales y locales estuvo en el fondo de las marchas el pasado 13 de noviembre. Pero claramente no es un caso único.   Recientemente me ha tocado presenciar varios conversatorios sobre un tema que actualmente no está en la agenda pública: la ciudadanización del servicio de agua para uso humano. Pero ese no es más que un ejemplo: con cierta facilidad se podrían presentar casos similares.

En ese asunto, prácticamente en todas las ciudades, pueblos y comunidades del país, el servicio de proporcionar agua suficiente y con la adecuada calidad sanitaria, está en manos del gobierno en sus distintos niveles. Además de que está considerado como un derecho humano fundamental en nuestra Constitución. También es un hecho que esos gobiernos han fracasado estrepitosamente: es extraordinariamente difícil encontrar ciudades donde no haya escasez de agua y que tenga una calidad tal que pueda ser consumida directamente tomándola de la red pública. Generalmente hay zonas en la mayoría de las ciudades donde se tiene que repartir el agua mediante pipas y que, para poder tener agua con la calidad sanitaria necesaria, hay que adquirir garrafones o comprarla embotellada.

En ese conversatorio se estaban contando las vicisitudes que sufre la población en una ciudad mediana en el sur del país, comentando entre otras cosas los esfuerzos de un grupo ciudadano que, en una colonia, han estado tratando de exigir al gobierno que rinda cuentas a la ciudadanía sobre el modo como cumple este derecho humano. La reacción de ese gobierno ha ido desde ignorar al grupo de ciudadanos, hasta el intento de privar de la libertad a los dirigentes del grupo, a quiénes en algún momento, empresarios que se están beneficiando con la situación de la escasez del agua, trataron de cooptarlos sin éxito.

Un argumento para no cumplirle a la ciudadanía es que no hay presupuesto. Por otro lado, nadie está considerando el costo humano en términos de salud, de tiempo productivo desperdiciado en el acarreo del agua y el costo directo de pagar a quienes la entregan en pipas, garrafones, agua y refrescos embotellados. Un costo que muy probablemente, sobre todo pensando en el largo plazo, sobrepasa por mucho el costo de las inversiones que requeriría poner remedio a esta situación. Y esto es lo que ocurre en una ciudad mediana, con un nivel de cultura superior al promedio del país, además de tener una tradición de organizarse para exigir a los gobiernos que cumplan con sus obligaciones. Esta situación, evidentemente, es mucho peor en las comunidades rurales muy pequeñas.

Buena parte del tema viene de considerar que el ciudadano no tiene derecho de exigir a los gobiernos que cumplan sus obligaciones. Más aún: quitando las definiciones legales, muchas veces ni siquiera se tiene muy claro quién verdaderamente se le debe considerar ciudadano y quién no. En muchas ocasiones los gobiernos consideran a estos esfuerzos por ciudadanizar actividades que deberían llevar a cabo el sector público, como intentos de privatización. Palabra que es tabú para la mayoría de las administraciones de izquierda. Para ellos, es mucho mejor hablar de actividades sociales, que muchas veces son llevadas a cabo por grupos políticos, asociaciones sindicales y otros similares. Otra manera de denominar a algunas iniciativas para que sean aceptables para los gobiernos es calificarlas de populares. Lo cual muchas veces significa que sólo los grupos con tendencia izquierdista se les pueden llamar legítimamente -dicen ellos- populares. El ciudadano que no pertenezca a ese tipo de asociaciones o que no siga esa tendencia política, no se le considera parte del pueblo. Aunque sea de escasos recursos. Y, por supuesto, serán sujetos a toda clase de insultos para tratar de desacreditarlos. Como los epítetos de fifís, clasistas, conservadores o similares que se usan en nuestro medio. O el de gusanos, que aplicaba Fidel Castro a todos aquellos qué opinan diferente de su partido.

Claramente, también hay maneras aparentemente legales de limitar a capas importantes de la población quitándoles el derecho a ser considerados ciudadanos. Como ocurría en la Grecia antigua y en Roma, donde los esclavos y las mujeres no eran considerados ciudadanos. Como ocurrió a los negros en los Estados Unidos hasta el siglo XIX y en Sudáfrica hasta el siglo XX, y como sigue ocurriendo en la práctica en muchos países donde se limitan sus derechos ciudadanos a las mujeres. O en algunos países donde se les niega el derecho al voto a quienes no tienen capacidad de leer y escribir o no pagan impuestos. El caso extremo era en la URSS o como ocurre en Cuba, donde solo los miembros del Partido Comunista tienen derecho al voto. También hay maneras de limitar a los ciudadanos que a veces no están en las leyes, pero más frecuentemente están en las costumbres. Como ocurre con las etnias indígenas.

Hoy el gran tema es el Instituto Nacional Electoral, (INE). Dentro de la propuesta de esta administración puede haber cosas debatibles, pero el fondo es quitar el carácter ciudadano a este Instituto, asignándole sus funciones a los gobiernos en los distintos niveles, cómo lo tuvimos por muchas décadas en el siglo XIX, y la mayoría del tiempo en el siglo XX. Pero es importante encontrar en qué otras áreas los gobiernos han asumido indebidamente papeles que deberían ser asignados a los ciudadanos. Lo cual no es simple: el gran problema es lograr que la ciudadanía esté dispuesta a asumir nuevos papeles, nuevas responsabilidades.

Y, por supuesto, los gobiernos se defenderán con uñas y dientes para evitar que se les quiten las actividades que les permiten lucirse como benefactores de la población y que, a la vez, les reduzcan las palancas que les sirven para presionar a la ciudadanía.

Antonio Maza Pereda

viernes, 11 de noviembre de 2022

Construir la unidad (segunda parte)

Para muchos de nosotros es muy claro que no hay una manera fácil y rápida de construir unidad en una sociedad tan fragmentada, tan polarizada, tan llena de enfrentamientos y resentimientos como la nuestra. Pero claramente el nuestro no ha sido el único caso. Todavía en los siglos XIX y XX, en Europa no pasaban más de unos pocos años sin que hubiera guerras entre países. Tuvieron que pasar algunos siglos antes de que se pudiera llegar al concepto, que a algunos les parecía absurdo, de una unidad europea. Misma que se empezó a construir en la segunda mitad del siglo XX, que empezó por asuntos de tipo comercial y que, a pesar de diferencias aparentemente insalvables de lenguaje, sistemas políticos y creencias religiosas o ausencia de estas, los europeos han podido construir un sistema viable. Que, sin embargo, no está exento de peligros.

Tal vez podríamos pensar que, siendo el nuestro un país bastante más homogéneo, con un lenguaje que habla la inmensa mayoría de la población, con diferencias culturales relativamente menores, no debería ser tan difícil conseguir la unidad. Pero la realidad nos ha demostrado lo contrario y nos ha probado que quienes le apuestan a la división y a la polarización de los mexicanos, se benefician de ello políticamente.

Necesitamos un verdadero esfuerzo de todos los sectores en nuestro país y en particular de los mejores pensadores que tenemos, para lograr un programa concreto, viable y muy práctico para ir construyendo los mínimos de unidad que nos están haciendo falta. Posiblemente el primer punto a resolver es precisamente definir cuáles son esos mínimos para la unidad, conscientes del antiguo refrán que dice que “lo mejor es enemigo de lo bueno”. O sea, que no hay que exigirnos soluciones perfectas.

Entre algunos de los temas que debemos enfrentar, deberían estar los siguientes:

·       Encontrar el modo de diferir entre nosotros sin odio. Entender que la asertividad no es lo mismo que el ataque. No es una pequeña tarea: por milenios en la historia escrita de la humanidad y seguramente muchísimo antes, el odio siempre ha estado presente. Las leyes humanas y las amenazas de castigos divinos no han sido totalmente eficaces para ello. Pero cualquier avance siempre será bienvenido.

·       Es importante que nos acostumbremos a debatir nuestras diferencias, nuestros criterios divergentes sin atacar a las personas. Algo muy complicado, porque siempre identificamos a las opiniones con la persona que las emite. Es particularmente difícil sostener que una idea o una opinión están equivocados, conservando al mismo tiempo el respeto y el aprecio por quien sostiene opiniones diferentes de las nuestras.

·       Tenemos que encontrar modelos que nos inspiren para encontrar el modo de sanar estas diferencias. Ejemplos como el que nos dieron en Colombia el hijo de Pablo Escobar, el capo más poderoso de su época, que buscó a Rodrigo Lara Restrepo, a cuyo padre, un periodista, mandó asesinar el suyo. El hijo de la víctima y el del victimario se reunieron y el hijo de Escobar pidió perdón al hijo de Lara. Un perdón pedido y recibido que sanó a ambos. ¿Seremos capaces de encontrar casos ejemplares como estos? Porque nuestra Sociedad está muy herida. Necesitamos urgentemente de muchas acciones, pequeñas y grandes, de sanación.

·       También es importante comprender que a nadie le podemos obligar a perdonar. No podemos exigir total perdón y olvido. El acto de perdonar es particularmente difícil, porque requiere simultáneamente de una combinación de justicia con misericordia, combinación tan compleja que algunos dicen que sólo ocurre en la justicia divina, y que es inalcanzable por los humanos. Conscientes de esa dificultad, es como debemos de tratar en la medida de nuestras capacidades de pedir y de conceder perdón, si es que queremos alguna sanación de nuestra Sociedad.

Muy posiblemente no todos nos sentimos culpables del daño que hemos hecho a otros al contribuir a dividir nuestra Sociedad. Y una vez que hayamos logrado entender en dónde hemos fallado, habría que encontrar maneras de reparar el daño que hemos hecho, consciente o inconscientemente. También quienes hemos sido de alguna manera víctimas de un sistema o de personas, tendríamos que estar buscando las maneras concretas para encontrar y recuperar la confianza de la que nuestra Sociedad carece en estos momentos.

Nada fácil. Todavía en muchos aspectos nos reconocemos en esos artículos escritos por J. K. Turner titulados México Bárbaro, y que tratan la vida de la sociedad mexicana, hace poco más de 100 años. Cuando había autentica esclavitud y brutal discriminación hacia algunos sectores de la sociedad mexicana. Sí, algo hemos mejorado. Pero en el fondo seguimos teniendo la idea de que realmente no todos son dignos de un trato justo. Y de ahí la necesidad de comprometernos a construir los mínimos de unidad qué necesitamos para que nuestra Sociedad funcione. Porque si no lo logramos, nuestro futuro es muy dudoso.

 

Antonio Maza Pereda