¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

jueves, 26 de agosto de 2021

Hay que encontrar al culpable

 Uno de los rasgos característicos de nuestra cultura nacional, es el deseo de encontrar culpables, para cualquier desgracia o dificultad que tenemos. Para cada problema, debe haber un culpable, alguien específico, a quien podamos castigar. No aceptamos que, para muchos problemas, todos compartimos una parte de la culpa. No: nosotros, la sociedad, nunca somos los culpables. Siempre hay alguien, el proverbial “extraño enemigo” (el Masiosare) que tiene la culpa de nuestras penurias.

Y no siempre es por un afán de justicia, de auténtica justicia. Muchas veces se trata solo de un “desquite”. Como aquella frase de nuestros ancestros: “No quiero saber quien me la hizo, quiero saber quien me la paga”. Aunque no sea el verdadero culpable. De ahí la prospera industria de la fabricación de culpables, que hizo tristemente celebres a los “judiciales” y que tanto trabajo sigue costando eliminar.  Sí, tenemos verdaderos expertos en la creación de “chivos expiatorios”.

Claro, esta lacra es más visible entre las facciones políticas, expertas en asignar culpas a los opositores de turno. Pero, desgraciadamente esta costumbre está presente muchas veces desde la familia. Empezando por los alegatos de los niños: “Yo no fui, fue mi hermano, fue mi primo. Ellos empezaron”. Y, cuando oye uno a los políticos, nos parece haber vuelto a esos días infantiles de las acusaciones mutuas.

Claro, ante una tragedia mundial, como la actual pandemia, la construcción de culpables está a todo lo que da. No solo basta con encontrar imprudencias: estamos buscando el dolo. Por supuesto, el villano favorito es quien está a cargo de las instituciones. Pero, para defenderse, muchas veces también ellos culpan a médicos, personal de salud, fabricantes de medicamentos, organismos técnicos y quien se nos ocurra la semana próxima.

No quiero decir que no haya habido fallas. O imprudencias. Pero no reconocemos que estamos ante una situación inédita y que, por más que nos guste creer que ya la humanidad tiene todas las respuestas, la verdad es que desconocemos todavía muchísimo. Hace menos de dos años que sabemos del COVID 19 y, la verdad, todavía no lo entendemos bien. Tenemos explicaciones provisionales sobre el modo como se contagia. Y, con ese conocimiento limitado, recomendamos acciones que creemos que funcionarán. Pero, la verdad, ni nuestro país ni los países con alto nivel tecnológico y médico, tienen respuestas infalibles. Solo hay que ver los problemas y las recaídas que han tenido esos países, a pesar de su alto nivel de conocimiento. ¿Qué podemos esperar de un país, como el nuestro, donde se invierte cada vez menos en educación e investigación pura y aplicada?

Lo cual tampoco es motivo para no tomar medidas. Aunque sean medidas provisionales, lo prudente es ponerlas en práctica. Como las vacunas, por ejemplo, que tienen aprobaciones provisionales, temporales, pero que no podemos dar el lujo de esperar varios años hasta tener aprobaciones definitivas. Hay que usarlas ya.

Finalmente, esta costumbre de encontrar culpables se está dando en las familias. He visto casos donde en una familia tienen la trágica situación de caer enfermos de COVID 19 y donde sus miembros se empeñan en acusaciones mutuas. “La culpa la tiene Juanito”, “No, Pedro fue muy imprudente”, “Lo que pasa es que no se cuidan”, “Eso pasa por no vacunarse” y otras frases por el estilo. Como si todos fuéramos expertos en prevención de enfermedades. La verdad, como si no bastara la tragedia y el temor, nos dedicamos a culpabilizar a los enfermos y a los que los cuidaron. Conozco casos muy graves donde el enfermo, que ha quedado con severas secuelas, tiene que además que cargar con el sentimiento de culpa por haber sido, supuestamente, el que llevó la enfermedad a la familia. Pero no hay certeza de que los aparentemente sanos, no hayan sido asintomáticos y sean los que verdaderamente transmitieron la infección a la familia. No necesariamente el primero con síntomas fue el que contagió a los demás.

Ojalá no me vea en ese caso. No sé cómo reaccionaría. Pero creo que, por esta vez, todos debemos cuidar nuestras reacciones y evitar esas acusaciones que, al parecer, se ven justificadas pero no lo son. Por el bien de todos. 

 

Antonio Maza Pereda

jueves, 19 de agosto de 2021

Hay que desmitificar a la Ciencia

Espero que este artículo no sea el que cause que pierda varias amistades. Lo cual, por supuesto, lamentaría mucho. Voy a necesitar de mis escasas capacidades para darme a entender, para evitar confusiones innecesarias. Tal vez debería de empezar por decir que creo en la necesidad de la ciencia. También debo decir que no creo que la ciencia sea un mito, aunque sí creo que en el manejo y la comunicación de lo que significa la ciencia se manejan muchos mitos. Mitos que hacen daño, en primer lugar, a la propia ciencia y a los académicos. Y es por ello por lo que creo que, para que la ciencia sea un instrumento útil para la sociedad, es importante quitarle los mitos que, con cierta frecuencia, los medios de comunicación, el público en general y hasta los propios académicos le han asignado.

Sin ser exhaustivo, los principales mitos tienen que ver con la infalibilidad de la ciencia. No es que lo digan de esa manera, pero se expresa de diversos modos. Por ejemplo: en un debate, el argumento de los académicos es: “Esto es científico”. Y con esto ya no se sienten obligados a demostrar nada. Basta que ya tenga la bendición de los académicos. Quedan dispensados de argumentar o de demostrar cuales son las razones a favor de sus dichos. O, por ejemplo, decir o implicar: “la ciencia no se equivoca.” Como si no hubiera multitud de ejemplos de cambios en los criterios científicos, conforme se avanza en el conocimiento. Y, por supuesto, que hay equivocaciones.

En realidad, la ciencia busca incrementar el conocimiento. Lo hace buscando explicaciones a fenómenos que ocurren pero que no entendemos. Estrictamente la ciencia ofrece explicaciones parciales, provisionales, que dependen de las capacidades de los instrumentos que usan para medir los fenómenos que pueden explicar. Y también depende de las condiciones en que se realicen sus experimentos, el rango de lo que se puede medir en esos momentos. Un buen ejemplo es el de la mecánica newtoniana, que explica razonablemente los fenómenos que se podían medir en los tiempos de Newton. Pero, cuando sabemos de las partículas subatómicas moviéndose a velocidades similares a la velocidad de la luz, muchas de esas “leyes” ya no se aplican. Seguirán siendo útiles dentro del rango de masa y velocidad que se podían medir en la época de Newton y siguen siendo válidas para diseño de estructuras, equipo, y hasta aplicaciones militares.

De hecho, la ciencia avanza cuando demuestra que una explicación no se sostiene, cuando falla en algunos casos o que no se puede demostrar cuando tenemos instrumentos más precisos. A un nivel más casero, muchos de los que ya no somos jóvenes, recordamos cuando nos dijeron que era un hecho “científico” que comer huevo y en particular yema de huevo era muy dañino y causaba problemas cardiacos. Los restaurantes empezaron a ofrecer omelettes de claras de huevo y a la fecha lo siguen haciendo. Los médicos prohibían el huevo a los adultos mayores. Pero, hace relativamente poco, nos dicen que eso no es así; que no hay peligro en comer huevo entero todos los días y que es muy sano. Y esto, también es “muy científico”. Lo cual no sería un problema si todos entendiéramos el alcance del método científico.

Entiendo que esto le plantea un problema de credibilidad a los académicos. Imagínense a las autoridades sanitarias diciéndole a la población, respecto a las medidas contra el COVID 19: “Las soluciones que les pedimos aplicar están basadas en explicaciones parciales, provisionales y están sujetas a que, conforme conozcamos mejor la pandemia, podrían cambiar radicalmente. Es lo mejor que podemos recomendar con lo que sabemos, pero seguimos investigando y muchos están tratando de demostrar que esas no son las únicas explicaciones posibles o que son erróneas”. Al día siguiente estarían quemando al Dr. Gatell con leña verde.

Pero, en la realidad así ocurrió. Al principio nos dijeron que era muy necesario tener tapetes sanitarios, usar goggles, saniitizar superficies y otras medidas más que pueden ser útiles en otros casos, pero no para esta pandemia. Medidas que, de hecho, mejoran la salud pero               que no son específicas para esta infección. Y es       que, al principio, ignorantes del modo como se transmite este virus, se recomendaron soluciones provisionales que sirvieron para otras pandemias,

Yo creo firmemente que la academia, los investigadores, ganarían credibilidad si reconocieran los límites de la ciencia, si se decidieran a desmitificarla. Por desgracia, creo que estamos muy lejos de ello. Pocos académicos están dispuestos a renunciar a su prestigio, últimamente demeritado por las medidas de “pobreza franciscana” a las que han sido sometidos. Tampoco es muy claro si esta situación, esta desmitificación que de hecho está ocurriendo en partes de la población, no está en la raíz de esos fenómenos como los grupos antivacunas. La desmitificación está ocurriendo y no de la mejor manera. ¿No valdría la pena un esfuerzo lograr que la ciudadanía entienda bien los alcances y los límites del saber científico? A no ser que usted piense que la población no puede asimilar estos asuntos y que tales hechos deben ser tratados de un modo esotérico, dejándolos únicamente al alcance de unos pocos iniciados.

 Antonio Maza Pereda 

 

martes, 3 de agosto de 2021

La consulta: una pena


El pasado fin de semana tuvimos la oportunidad de ser consultados, conforme a la ley sobre la Consulta Ciudadana. Independientemente de otras leyes de Consulta Ciudadana y Consulta Popular, en esta consulta a nivel federal se aplica esta ley. Y el tema fue sobre la posibilidad de enjuiciar a los expresidentes de nuestro país.

La pregunta por votar fue confusa, por decir lo menos. Literalmente, la pregunta fue la siguiente: ¿Estás de acuerdo o no en que se lleven a cabo las acciones pertinentes con apego al marco constitucional y legal, para emprender un proceso de esclarecimiento de las decisiones políticas tomadas en los años pasados por los actores políticos, encaminado a garantizar la justicia y los derechos de las posibles víctimas?

La pregunta tenía algunos conceptos dudosos. Por ejemplo, preguntar si se debería o no llevar a cabo acciones con apego al marco constitucional y legal. Un concepto por demás equívoco: ¿acaso se está poniendo en duda que se deben llevar a cabo acciones apegadas a la Constitución y a las leyes? No parece que debería haber ninguna duda de ello y, en todo caso, es verdaderamente ridículo dudar de que tendríamos que preguntar a la ciudadanía sí se debe hacer caso a la ley y a la Constitución. Hay que cumplirlas sin más, porque para ello están las leyes y en la Constitución. La pregunta no sólo parece ociosa, sino que permite poner en duda todo el sistema legal. Porque, si aprobáramos esto, supondríamos que todas las decisiones de Gobierno debieran ser sujetas a consulta. Lo cual nos llevaría a una parálisis de nuestro sistema.

Pero, independientemente de esto que no es un tema menor, la discusión abre también el tema de que todos los actores políticos pueden ser juzgados por sus decisiones, sin tomar en cuenta su nivel. De manera que, desde los miembros de los cabildos, los alcaldes y presidentes municipales, todo el Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial hasta el primer mandatario, deberían estar sujetos a que se analicen sus decisiones y, en su caso, pudieran ser castigados por un ejercicio indebido del poder. Lo cual, probablemente, sería muy sano. Pero nos llevaría a preguntar por qué eso no ocurre ya. Realmente parecería que no necesitamos de una consulta para hacer que se cumplan las leyes y exigir a todos los actores políticos que cumplan la Constitución y de las leyes de este país, en todos los casos.

Sin embargo, en la propaganda gubernamental, el tema se concentró en el juicio a los expresidentes. Bueno, casi a todos porque hubo algunos, como Luis Echeverría Álvarez y Enrique Peña Nieto que no fueron mencionados. El resultado, según la oposición, fue ridículo. Poco más del 7% del electorado participó: sea a favor, en contra o anulando su voto. El 13.5% de la participación en las elecciones intermedias de este año. El titular del Poder Ejecutivo federal lo consideró un triunfo, aunque este resultado está muy lejos de la magnitud que se requería para hacer que sus resultados sean vinculantes.

Es también de notarse la actuación de la oposición. Ninguno de los partidos defendió a los que llegaron a la presidencia representándolos. Nadie defendió la actuación de sus abanderados. Habría que preguntarles sus razones, pero el hecho es que se concentraron en pedir al electorado que no participara, con el sano propósito de hacer que el resultado de la consulta no se pudiera hacer efectivo. ¿Será que no tenían argumentos suficientes para defender a sus gobernantes? Seguramente es una duda razonable.

Independientemente este manejo, me parece que el resultado tiene un aspecto muy malo. En todos los países democráticos, la consulta ciudadana es un mecanismo que permite corregir fallas y poner contrapesos a los gobernantes. Hubo quien dijo que, si las leyes para juzgar a los expresidentes ya existían, no había que poner a votación su aplicación. En parte estoy de acuerdo, pero si la ciudadanía considera que tenemos leyes deficientes o injustas, deberían ser puestas a consulta. Y la consulta no debería ser sobre su aplicación o no, sino pidiendo al Poder Legislativo que se revisen esas leyes y se les quiten los aspectos deficientes. Y esto es muy importante: no podemos quedarnos con una aceptación ciega de lo que aprueba el Congreso. Si hay leyes que son percibidas por la ciudadanía como deficientes, debe haber una posibilidad de exigir a los tres poderes de la Unión que se revisen y modifiquen esas leyes. Y para ello debería ser usada la consulta ciudadana.

Con los resultados del primero de agosto, da la impresión de que a la ciudadanía no le interesa ser consultada. Lo cual no necesariamente es así: el formato deficiente de la pregunta, la limitación al Instituto Nacional electoral en el presupuesto para llevarla a cabo e incluso poner la consulta en medio de uno de los rebotes de la pandemia, hicieron que hubo muchos  ciudadanos que no quisieran participar.  Son elementos que explican por qué la falta de interés ciudadano. Todo ello es cierto, pero también es cierto que estamos lejos de tener un fuerte sentido de ciudadanía que nos haga interesarnos por temas importantes para el país.

Qué pena. Una buena oportunidad de educarnos como ciudadanos, echada a perder. En mi muy ignorante opinión, me parece que lo ideal hubiera sido que los partidos hubieran debatido con argumentos, sus razones a favor o en contra de una consulta, en vez de tratar de manipular a los votantes, con la así llamada ingeniería electoral o, de otro lado, tratando de convencerlos de que no ejercieran su poder y su capacidad ciudadana.

Necesitamos consultas ciudadanas limpias, valiosas, con abundante participación. No podemos conformarnos con menos.

 Antonio Maza Pereda