¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

miércoles, 23 de junio de 2021

De política, religión y otros temas innombrables

Después de 15 meses de confinamiento, sustos y sofocones, gracias a la pandemia del Coronavirus, todavía hay mucho por entender y por asimilar. Con muy pocas, poquísimas excepciones, prácticamente ninguno hemos vivido algo similar. A menos de que usted tenga unos 103 años y alguien le haya contado de la Gripe Española, que a principios del siglo XX causó entre 50 y 100 millones de muertes en el mundo.

Claramente, queda mucho por entender. Cualquier comentario a estas alturas es, seguramente, prematuro. Pero algo se puede avanzar. En particular: la pandemia, la reclusión, causaron una ruptura de las costumbres normales, pero se crearon o se fortalecieron nuevas costumbres. Unas de ellas fueron las ahora llamadas redes sociales, apoyadas por aplicaciones computarizadas, que han tenido un gran auge. Y que han adquirido una dinámica diferente de las reuniones y las redes sociales que siempre han existido, pero que se hacían de manera presencial.

En mi caso en particular, pero sospecho que ha sido el caso de muchos otros, se reforzaron y profundizaron redes sociales que ya existían y que, en parte por el tiempo adicional que tuvimos debido a la reclusión y al uso de sistemas computarizados de comunicación, se desarrollaron de una manera más importante. No trato de presumirles a ustedes, pero al menos 6 nuevas redes de comunicación se crearon o se reforzaron en mi entorno inmediato. Cuatro de ellas, grupos que se formaron en los sesenta del siglo pasado, entre los estudiantes de nuestra universidad y  en grupos de trabajo que se formaron cuando varios tuvimos una parte importante de nuestra vida laboral en un organismo dedicado a información, consultoría y capacitación.

La amistad existía. En ambos casos habían pasado algunos años sin que nos viéramos de una manera continua excepto en alguna reunión ocasional. Pero a poco del inicio de la pandemia se crearon grupos de conversación que rápidamente alcanzaron el tamaño de varias docenas de participantes. Y en ambos casos, incluso se llegó a producir una división con lo cual se multiplicó el número de las redes. Tristemente, aun habiendo una historia común, no es fácil mantener una conversación amistosa y, por razones de ese tipo, los grupos se fraccionaron.

Sin embargo, en esos grupos ocurrió un fenómeno muy interesante. Siguiendo algunas costumbres muy mexicanas, se evitó cuidadosamente tratar de temas políticos o religiosos. Al principio, todos siguieron el dicho, muy mexicano, de que no hay que hablar de religión ni de política. Sin embargo, prácticamente desde el inicio de la reclusión, en los grupos se empezó a platicar de política. Para nuestra gran sorpresa, nos encontramos con que muchos colegas con los que habíamos compartido mucho tiempo, tenían posiciones muy desarrolladas en temas políticos. De la conversación resultó claro que muchos habían reflexionado con profundidad sobre estos temas y otros, tal vez no tan reflexivos, también sentían la necesidad de expresarse con mucho vigor sobre estos temas. Lo cual, efectivamente, provocó divisiones. Tal vez no tantas como pensaríamos, de seguir al pie de la letra ese tradicional consejo de no tratar en público esos temas. Da la impresión de que todos se sintieron en la situación, en la necesidad de opinar en cuestiones públicas. Y si bien hubo motivos de conflicto, también es cierto que en muchos se desarrolló una capacidad de tolerancia, en el buen sentido del término: la aceptación de que otros tienen sus propias razones para opinar en este tipo de temas y que, si logramos hacer una discusión civilizada, es muy posible que todos nos enriquezcamos.

Más interesante fue el tema de la participación en temas religiosos. Un tema que, generalmente, se considera una especie de tabú en México. En este tema, la reacción fue diferente. Sin pedir permiso, sin anuncio previo, los participantes empezaron a emplear expresiones religiosas: "Si Dios quiere, voy a pedir por ustedes, les pido oraciones…" expresiones que no son frecuentes en la conversación diaria, al menos en la mayoría de los Estados del país. Y todo ello con una gran tolerancia, sin quejas ni molestia. Y lo mismo con otro tipo de expresiones arreligiosas: “Yo no creo, siempre he sido agnóstico…”  Y todo ello, sin que se perdiera la cordialidad. Incluso con mayor aceptación que la que merecieron los conceptos políticos.

Claro que, en el caso de lo religioso, no hubo una intensión proselitista. Que tal vez sí se notaba en aspectos políticos. Ni expresiones de denigración o insulto. ¿Será acaso que nos iremos volviendo menos agresivos en estos temas? ¿Será que estemos aceptando que necesitamos libertad de expresión y tolerancia para llegar a tener una profunda amistad social que tanta falta nos hace?

Reconozco que mis observaciones son aisladas y que seguramente no son representativas. Pero también es cierto que los cambios sociales de fondo no ocurren en corto tiempo, a no ser que ocurran hechos traumáticos, como la pandemia que estamos viviendo. Pero por algún lado se empieza, y estos síntomas aislados podrían estar marcando algunos cambios de fondo. Sí, necesitamos cambiar. Si, necesitamos una sana tolerancia, amistad social, cariño entre conciudadanos. Entender que mi prójimo que no piensa como yo, no es el enemigo al que debo de silenciar. Que, finalmente, de todos podemos aprender.

Antonio Maza Pereda

martes, 15 de junio de 2021

Reposicionamiento de los partidos políticos

 

A poco más de una semana de las elecciones, apenas está asentándose el polvo. Con esto quiero decir que las cosas apenas empiezan a verse con un poco de más claridad. Es cierto que todos ganaron algo, pero también es cierto que todos perdieron algo en estas elecciones. Para la ciudadanía, el mayor logro es hacer más difícil la imposición de leyes y, sobre todo, de reformas a la Constitución, gracias a que no hay una mayoría automática que permita hacer cambios constitucionales sin negociar.

Hemos vivido una semana donde en la mayoría de los partidos han estado en un plan triunfalista. Con la excepción, por supuesto, de los nuevos partidos que no lograron su registro. Y es de esperarse: ninguno de los partidos tradicionales reconocerá fácilmente las pérdidas que han sufrido. Sin embargo, ya empiezan a verse algunos inicios de que hay quien propone reformas mayores en los partidos. Reformas que pueden ir de un reposicionamiento hasta una auténtica refundación del partido. Obviamente, y tristemente, esas voces son todavía una minoría entre la clase política.

Desde un punto de vista ciudadano, es importante que logren una diferenciación entre sus diferentes plataformas. Se han fiado en exceso de los resultados de la mercadotecnia política. En particular, de los resultados de las encuestas, las cuales les han dicho con mayor o menor precisión qué es lo que la ciudadanía espera de ellos. Con lo cual, prácticamente todos le están diciendo a la ciudadanía lo que creen que desea escuchar. Y, si las encuestas están bien hechas, el resultado es que las plataformas son muy parecidas. Y si no me cree, dígame ustedes cuál es la diferencia en las plataformas, por ejemplo, del PRI y del PRD. Sí, hay un barniz ideológico en cada uno de ellos, pero la agenda no es muy diferente.

Por supuesto, en el caso de la 4T, la plataforma es muy distintiva, debido a que la interpretación de la realidad no se basa en las encuestas de la mercadotecnia política, sino en la percepción de su dirigente máximo. Y esto hace que sus propuestas tengan un tinte diferente, aunque los temas no sean muy distintos.

Hay algunos ejemplos notables. Ricardo Monreal, uno de los políticos más fuertes dentro de la 4T, sí está hablando de la necesidad de mejorar la propuesta política de la 4T. A lo cual casi nadie le ha hecho mayor caso, o por lo menos no lo han dicho en público. En el Partido Acción Nacional, también ha habido algunas declaraciones interesantes. Damián Zepeda Vidales, senador de la República hasta 2018, por ejemplo, ha dicho que hay que dejar el triunfalismo y enfrentar de una manera más clara el hecho de que han perdido y no ha sido poco. Dudo mucho que alguien le haga caso: todavía estamos en la borrachera de triunfalismo que vive toda la clase política. Ya vendrá la cruda, y de ahí posiblemente algunos empezarán a pensar en cambios necesarios.

Desde el punto de vista de un ciudadano sin poder, en mi opinión el cambio más necesario para los partidos de oposición es el de construir una agenda pública propia. Mientras sigan estando en un plan reactivo, esperando a ver cuál es la propuesta de la 4T para atacarla, siempre irán un paso atrás. Para cuando reaccionen, la 4T ya estará en el tema siguiente. Y de esa manera, no hay modo de ganarles.

Hay algunos que piden un cambio de fondo. Por ejemplo, Macario Schettino, propone nada menos que un cambio del modo como vemos la historia del país: modificar el mito fundacional del nacionalismo revolucionario y partir desde cero con una nueva narrativa, explicando la situación de las cosas públicas. Tal vez, en un plan menos ambicioso, es necesario construir un nuevo conjunto de propuestas que sean soluciones viables a los grandes problemas nacionales: la seguridad, la pobreza, la salud, las finanzas públicas, la inversión nacional y extranjera, el empleo suficiente y además bien pagado. Por decir algunos de los temas fundamentales. Propuestas que capten la atención y convenzan a la ciudadanía. Al final de cuentas, las posiciones políticas, los votos, sólo son síntomas de algo más profundo: el hecho de que las fuerzas políticas han logrado captar la mente y los corazones de los votantes. O que algunos han comprado voluntades de un modo o de otro. Mientras votemos a la defensiva, con el convencimiento de que ninguno de los candidatos es verdaderamente bueno, sino que es el menos malo o, en todo caso, el bien posible como algunos dicen, la ciudadanía seguirá con un profundo desencanto de lo que ofrecen los políticos.

Ya para cerrar, y un poco desconectado del tema que trata este artículo, es importante comentar el ataque de la 4T a la clase media de este país. Ya no se trata únicamente de una división entre conservadores y liberales. Se trata de una demonización del grupo que también contribuye al sostenimiento del Estado, los que generan mayor valor agregado, aquellos que son parte importante del desarrollo y aquellos en dónde puede estar la solución de muchos de nuestros problemas. No hay ninguna demostración de que los países que destruyen sus clases medias tienen mejor calidad de vida que aquellos que tienen clases medias fuertes. Habrá que ver en qué termina este diferendo. Porque una cosa es hablar mal de los gobiernos anteriores, de corruptos, de irresponsables, y otra muy diferente de hablar mal de aquellos que, antes de la pandemia, eran el 54% de la población.

Antonio Maza Pereda

jueves, 10 de junio de 2021

Y ahora, ¿qué?

Estamos en un momento muy especial. Lo que estuvimos esperando por 6 meses o más, ya ocurrió. Algunos esperaban mucho, otros temían mucho. Para todos, las elecciones fueron el evento más importante de nuestra historia reciente. Y ahora que ya han terminado, quedamos con un sentido un tanto de vacío, un algo de expectación, un poco de alivio

No cabe duda de que a veces la realidad nos sorprende. Según nuestra tendencia política, o falta de ella, algunos esperábamos un fortalecimiento de la 4T. Que para algunos era un triunfo y para otros un grave peligro. Otros, esperaban un rechazo fuerte para la actual administración federal. Y finalmente, el resultado no se dio de la manera como muchos anticipábamos. No hay una pérdida fuerte de la administración de López Obrador, porque sigue manteniendo la capacidad de imponer leyes federales meramente por la fuerza de sus números y también la capacidad de generar la mayoría suficiente para algunas reformas a la Constitución. No en automático, no necesariamente a su gusto, “sin cambiar ni una coma”, pero sí mediante una negociación para lograr que los números sean suficientes. La 4T ahora tiene más Estados, pero pierde fuerza en la zona metropolitana más poblada del país y en las dos siguientes.

Por otro lado, la alianza opositora logra precisamente la capacidad de asociarse, pero finalmente logra la esa capacidad y una parte importante del voto de un modo poco agradable: a través del miedo. Temor de esas fuerzas políticas, que tenían la posibilidad muy cercana de quedarse sin registro a menos que lograran una alianza. O, por lo menos, de perder una parte importante en sus posiciones federales y locales. Temor de una parte importante del electorado, que no se sentían particularmente atraídos por la oposición pero que la veían como lo que algunos llamaron “el bien posible” y otros le llamaban “el mal menor”. No gustaban ni gustan muchos de sus candidatos, pero la alternativa de que la 4T se fortaleciera para realizar todas las propuestas que han anunciado, era mucho peor. Y ahora todos los contendientes dicen haber ganado. Con la excepción de los partidos nuevos, que no logran su registro, cada cual puede presentar algún tipo de ganancia.

 Y la pregunta es: y ahora, ¿qué? Creo que la pregunta tiene menos sentido para la 4T. Lo que sigue será lo que señale su dirigente. Hay poca discusión de sus propuestas, al menos en público. Y es de sospecharse que tampoco en privado: cómo dejó muy claro Andrés Manuel al inicio de su gestión, el lema es “aquí mando yo”. Y esto no va a cambiar. Bueno, irá cambiando poco a poco conforme se acerque el momento de la sucesión, pero eso está aún lejano. Y, hasta mediados del año próximo, donde será la consulta de la revocación de mandato, la 4T cerrará filas en torno a su jefe máximo.

Es más discutible qué cosa pasará con la oposición.  ¿Lograrán mantenerse unidos? ¿Lograrán hacer causa común en los enfrentamientos que ocurrirán en el próximo trienio? O, una vez superado el peligro que vieron y del cual convencieron a una parte importante del electorado, ¿regresarán a sus viejas mañas y a su tradicional disgregación?

Como ciudadano, me atrevo a suponer qué lo que la sociedad quiere de todos los partidos, pero en particular de la alianza opositora, es que demuestren que son capaces de gobernar para todos. Que puedan dar muestras de que pueden poner atrás la polarización que tanto está dañando al país y a la que ellos, desgraciadamente, contribuyeron con singular alegría. Y que, en la cruda de sus triunfos están reviviendo. Esto sería el mínimo que esperáramos y que también esperaríamos de la 4T. Esperamos que se decidan a gobernar para todos, no sólo para los que opinan igual que ellos, no sólo para los que votan por ellos.

También esperaríamos de la oposición dé muestras de creatividad y que construyan ideas diferentes, más allá de la oposición automática a todo lo que proponga el Ejecutivo federal. Que tuvieran la capacidad de entender los motivos por los cuales una parte del electorado ven necesarias las propuestas de Andrés Manuel. Que acepten generosamente que hay unos sectores de la población a los que no atendieron cuando gobernaron y que sean capaces de ofrecer resultados equivalentes mediante propuestas sensatas, democráticas y viables. Porque, la verdad, si no pueden ofrecer alternativas seguirán perdiendo una parte importante del electorado. Y, finalmente, la 4T aprenderá de sus fallas y encontrarán nuevos caminos.

Y de nosotros, los ciudadanos de a pie, los sin poder, ¿qué se espera? Una vez pasado el peligro percibido, ¿volveremos a nuestra tradicional despreocupación por las cosas públicas? Es un hecho que, como probablemente en muy pocas ocasiones, la ciudadanía tuvo un papel destacado: nos organizamos, creamos organizaciones intermedias, medios de comunicación de todos los niveles, grandes y pequeños, y logramos influir de una manera importante en la clase política, que se dieron cuenta de que no podían contar con nuestra indiferencia. Pero ahora, habiendo pasado el peligro que percibimos, ¿que nos toca hacer?

Mínimamente, nos toca seguir movilizados, seguir en relación, en debate, en discusión de los asuntos públicos. Nos toca también el papel de vigilar el desempeño de aquellos que están tomando posesión de los cargos para los que fueron electos. Debemos vigilar el cumplimiento de sus ofrecimientos electorales y, más importante aún, el cumplimiento de las obligaciones que les impone la ley. A nivel federal, la obligación de discutir las leyes de acuerdo con las necesidades del bien común. A nivel local, de aquellos que les toca ejercer el Poder Ejecutivo esperamos un desempeño cabal y honesto, al nivel de su capacidad, para dar a la ciudadanía los mejores resultados posibles. No, no esperamos que no cometan errores. Pero sí esperamos que los reconozcan y los enmienden, para bien de todos. En esto, nadie puede sustituir a la ciudadanía. Y más vale que lo hagamos con lo mejor de nuestras capacidades.

Antonio Maza Pereda

lunes, 7 de junio de 2021

Elecciones: resultados preliminares

 

Siempre es riesgoso hacer análisis político al día siguiente de unas elecciones. Simplemente, todavía no hay una certeza y, desgraciadamente, la clase política tiene la costumbre de declararse vencedores sin tener ninguna certeza de ello. Por más que trato de entenderlo, no comprendo cuál es su lógica. Ya no pueden influir en la elección, y en todo caso su equivocación los hace ver mal. Pero, allá ellos

Uno de los anuncios que se hicieron previamente es que, dado el gran interés que han despertado estas elecciones intermedias, habría una votación muy copiosa. La realidad, no fue así. Las elecciones intermedias han tenido un promedio de votación de alrededor del 49% y en estas elecciones se alcanzará poco más del 51%. Sí, es una mejora, pero nada como para presumir. Muchos sobreestimaron el efecto de las redes sociales, que tuvieron una actuación muy destacada en esta contienda. Sin embargo, los resultados no están ahí.

De ser ciertos los resultados preliminares, hay algunas situaciones interesantes. En cuanto a los partidos, el cambio más notable es la situación del PRD, quien en algún momento llegó a ser la segunda fuerza política del país y pudiera quedar en el sexto o séptimo lugar en esta contienda. De hecho, si no se corrige la tendencia, en las próximas elecciones este partido podría estar luchando por su supervivencia. Por otra parte, es notable el crecimiento del Partido del Trabajo, el Movimiento Ciudadano, y el Partido Verde Ecologista. Tanto es así, que muy probablemente MORENA los necesite para poder alcanzar la mayoría calificada qué necesita para algunas de las propuestas qué tiene pendientes. También es cierto que en algunas contiendas el partido en el poder pudo refrendar sus triunfos gracias a sus alianzas con el Partido Verde Ecologista y con el Partido del Trabajo. Muy concretamente, en las votaciones por alcaldías la Ciudad de México, si no se hubieran dado estas alianzas, la situación de MORENA estaría aún peor.

Estrictamente hablando, no se puede decir que MORENA haya bajado sustantivamente su posición, excepto en la Ciudad de México. Ellos estaban esperando tener un resultado mucho mejor. Ya confiaban que tendrían una mayoría calificada, que les permitiera cómodamente modificar la Constitución y no se dio. Pero así era exactamente su situación en las elecciones del 2018. Donde sí tiene un descalabro importante es en la Ciudad de México. Ahí esperaban tener 14 de las 16 alcaldías y, si todo sigue igual, es posible que la alianza opositora se lleve al menos 6 y posiblemente 8 o 9 alcaldías, cosa que no había ocurrido en décadas. Por otro lado, aumenta el número de Estados que MORENA gobernará.

En cuanto a los partidos, es interesante ver el crecimiento del Movimiento Ciudadano, quien hasta hace poco se le consideraba parte de la “chiquillería” y que está a punto de ganar una de las plazas más importantes del país, Nuevo León, después de haber postulado al actual gobernador del estado de Jalisco. Y también es notable el crecimiento del Partido del Trabajo, de ideología claramente marxista, y al que pocos tomaban en serio.

A reserva de hacer un comentario más amplio, me parece importante tener claro que no se puede decir que la oposición haya ganado; lo que es cierto es que MORENA ha perdido el impulso que tenía. Sí, por ejemplo, no se hubieran metido en el problema del aeropuerto de la Ciudad de México, si hubieran sido un poco menos estridentes en su ataque a los gobiernos anteriores, y otros temas similares, hoy estaríamos hablando de una situación totalmente diferente.

La oposición haría muy mal de suponer que el electorado ha cambiado. Están votando diferente porque Andrés Manuel ha cometido errores, no porque los partidos de oposición estén haciendo propuestas atractivas para la ciudadanía. De hecho, prácticamente toda su campaña se ha centrado en atacar los errores de la 4 T. Pero no están presentando opciones atractivas para el electorado. Y en política, siempre es muy riesgoso basar tus triunfos en el ataque a los errores de los contrincantes. De fondo, les estás enseñando a tus enemigos políticos en dónde están sus fallas y les estás dando la oportunidad de entenderlas y aprender de ellas.

Ya se ha comentado en esta columna, probablemente hasta el cansancio, sobre el largo ayuno de ideas al que nos tiene sometido la clase política y, en particular, la oposición. Realmente, no se ve que tengan ideas frescas, novedosas, con las cuales capturen las mentes y los corazones de la ciudadanía. Está bien que, provisionalmente, hagan un buen uso de la situación actual. Hay que reconocer que han construido un contrapeso que se veía necesario. Pero es una acción básicamente defensiva. Habrá que ver cuánto tiempo se tardan en entenderlo y tomar las medidas necesarias para poder pasar a la ofensiva. De no hacerlo así, solamente estarán retrasando lo inevitable, es decir, la posibilidad de la vuelta al autoritarismo que padecimos por décadas.

Antonio Maza Pereda

 

jueves, 3 de junio de 2021

Las elecciones del abstencionismo

A unas horas de las elecciones más grandes en la historia de este país, y en plena veda electoral, (la prohibición de hacer propaganda de cualquier tipo a favor o en contra de los contrincantes), vale la pena comentar uno de los riesgos más importantes a los que nos enfrentamos los ciudadanos. Porque en estas elecciones se está jugando, entre otras cosas, el revivir de la ciudadanía, un tema largamente esperado en nuestra sociedad.

Podría decirse que, sí a pesar de la efervescencia política que hay, sí a pesar de todo el esfuerzo de grupos de la sociedad para informar y dar a conocer las opciones del voto, sí a pesar de todos esos esfuerzos sigue campeando el abstencionismo, bien podríamos decir que no tenemos remedio. Que estamos condenados a dictaduras más o menos abiertas, más o menos perfectas, más o menos reconocidas como tales.

Una de las pocas ventajas de la avanzada edad de este escribidor, es haber vivido la época en que abstención era la norma. Votaban los acarreados, lo que se llamaba “el voto duro”, los votos comprados. La época en la que la gente no se presentaba a votar por temor a los disturbios que podían a ocurrir en las casillas. La época de la quema de urnas durante las elecciones, cuando gente armada robaba las urnas que volvían a aparecer habiendo cambiado el contenido. Una época cuando se decía que esas eran acciones del Ejército, y mucha gente lo creía. La época de las “urnas embarazadas”, la del “ratón loco”: grupos que iban de casilla en casilla votando repetidas veces. Todo ello, con la vigilancia (es un decir) de la Secretaría de Gobernación. Por no hablar de las “caídas del sistema”, reconocidas o no. Con eso no es de extrañarse que poca gente votara. Y todo esto ocurrió dentro de esta generación, y no cabe duda de que hay quienes quieren que esas épocas vuelvan.

Las encuestas, supuestamente muy científicas, no dan cuenta de aquellos que se niegan a responder a encuestas grabadas, o a la multitud de encuestas hechas en lo personal, con lo cual sus evaluaciones no son precisas. No cabe duda de que hay un gran número de indecisos, no cuantificados, pero también hay personas que están firmemente decididos a no votar. Bien pudiéramos estar hablando de 20 o 30% de abstenciones. Lo cual, curiosamente, sería un verdadero logro: en las elecciones intermedias la abstención generalmente es del orden del 50% de los votantes.

Esto indica también que el sentido de los votos, el sentido de los resultados está en manos de aquellos que han decidido no votar. Visto de esa manera, los resultados están en manos de los ausentes. Si se lograra un 70 u 80% de votación, los resultados podrían ser muy diferentes. Y no sólo eso: sería mucho más creíbles y tendrían mucho mayor legitimidad.

¿A qué voy con todo esto? Voy a pedirle una vez más que, por lo que más quiera, vaya a votar. Sí, será una molestia. Sí, serán colas largas por las precauciones necesarias por la pandemia. Sí, estamos en plena temporada de lluvias y nos arriesgamos a un resfriado o algo más. Todo ello es cierto. Pero usted y yo, los sin poder, no tenemos otro medio de hacer oír nuestra voz y más vale que la hagamos oír: hay mucho en juego. Todos los bandos necesitan poder demostrar su legitimidad, necesitan poder demostrar que realmente representan a las mayorías. La Sociedad necesita una votación muy copiosa, a prueba de conflictos postelectorales que pueden llevar a que las elecciones se ganen en los tribunales y no en las urnas.

Vote, por favor, vote. Necesitamos hacernos oír, y de un modo tan contundente que aquellos verdaderos demócratas, ciudadanos conscientes, se sientan obligados apoyar los resultados de estas elecciones, aún en el caso de que sean contrarias a sus ideas. Porque un demócrata apoyaría los resultados de una elección copiosa, limpia, muy representativa del sentir ciudadano.

Llegó la hora de la ciudadana, del ciudadano. Demos a la clase política una lección de civismo. Nos veremos en las casillas y, si todo sale bien, nos veremos en el seguimiento a aquellos que la mayoría escogió, para exigirles el cumplimiento de sus promesas electorales.

Antonio Maza Pereda

 

martes, 1 de junio de 2021

Ahora sí, a votar

Ahora sí, finalmente llegó el momento de votar. Parecía como que era un periodo muy largo, pero ya nos quedan sólo unos cuantos días para nuestro sufragio. Es más, ya las autoridades han pedido que no se haga propaganda política en estos días, que se supone que serán de reflexión. Intentaré cumplir con ese mandato: haré algunas reflexiones muy generales.

En primer lugar, vote. No importa por quien: vote. Es importante que la clase política se dé cuenta de que la ciudadanía está cambiando. Que ya no es sólo el “círculo rojo” al que le interesa quién vota y por quién vota. Si todos votáramos, es más: si una mayoría aplastante votáramos, ese sería un mensaje muy poderoso para una clase política acostumbrada a una ciudadanía poco participativa a la que, aparentemente, le importa poco su deber ciudadano. De modo que, por lo que más quiera, vote.

Tal vez por la situación actual: la pandemia, el cambio de gobierno por el que estamos pasando y que ha provocado filias y fobias muy espectaculares, el hecho es que hay una efervescencia política fuera de serie. Una efervescencia política que no se parece a la que hubo en otras épocas. Hace algunos años el interés político se medía por la participación en los mítines. Era claro que parte del juego era llevar el mayor número posible de personas a las manifestaciones. La fuerza política se media por el número de acarreados a esos eventos. Y había acarreados de todos los tipos: acarreados corrientes y acarreados de angora. Y todos contaban. Hoy los mercadólogos políticos se encuentran que el modo de medir a través del número de gente que se pone en la calle, ya es poco relevante. Las encuestas, un evento medianamente reciente, han demostrado en todos los países que son poco confiables. Y el número de “hits” y de “likes” en las redes sociales tampoco son indicadores precisos. Pero lo que es un hecho es que se han desarrollado una gran cantidad de grupos dedicados a promover sus ideas políticas mediante las redes sociales y también se han desarrollado contiendas cibernéticas, muchas veces feroces, a las que me cuesta trabajo llamarles debates, porque les falta el aspecto de razonamiento y les sobra el aspecto de encono que los caracteriza.

Otro asunto: voten de manera informada. Sé que no es fácil: la mercadotecnia política ha hecho un arte de confundirnos con argumentos falaces. Posiblemente sabemos nombres, caras debidamente arregladas mediante el “Photoshop”, muchas declaraciones, pero difícilmente conocemos a fondo a las personas, a la realidad de ese candidato que nos está pidiendo nuestro voto. Hay organizaciones ciudadanas que se han dado a la tarea de construir tablas comparativas de los diferentes candidatos, mostrando sus plataformas, las ofertas de cada uno , de manera que podamos hacer una comparación relativamente confiable. Y no ha faltado quienes han contratado a matemáticos para ayudarnos a hacer el cálculo de votar del modo que más dañe a los candidatos o partidos que no nos gustan. Todo ello, en nombre del llamado voto útil. O sea, el modo como los votantes pueden ayudar a limitar el poder de las mayorías.

Vote por convicción, no por enojo. En cuestiones ciudadanas, el que se enoja pierde. Y hemos visto una y otra vez que cuando los ciudadanos votamos con el hígado, después nos arrepentimos de nuestro voto. El enojo, en cuestiones políticas, ciertamente es un mal consejero. El enojo nos hace fácilmente manipulables. Y yo creo que esta ha sido una de las lecciones de estos primeros años del siglo XXI. Vote pensando en el largo plazo, vote pensando en candidatos que verdaderamente nos representen. Que, hasta donde sea posible, tenga usted la convicción de que ese candidato piensa de manera similar a lo que usted piensa o siente, que busca lo que usted desea para nuestra Patria.

Ciertamente, estas elecciones tienen que ver con el apoyo a la democracia, a una auténtica democracia, o el apoyo al autoritarismo. Esta disyuntiva, probablemente, es el tema central que debemos de tratar de dilucidar al elegir a nuestro candidato. Pero, por otro lado, si logramos dar a la clase política el espectáculo de una ciudadanía muy interesada en cuestiones políticas, muy decidida a cumplir con sus deberes ciudadanos, lo pensarán dos veces antes de seguir jugándonos las malas pasadas a que nos tienen acostumbrados.

Y no se olvide usted de que nuestro deber ciudadano no termina el día de los votos. Si usted está decidido a ser verdaderamente ciudadano, tome la decisión de continuar interviniendo en política, auditando el desempeño de las autoridades por las que estamos votando. En muchos países se dice que el día de las votaciones es el día de fiesta de la democracia. Pocas veces ha sido así en nuestra Patria. Pero de nosotros depende, de nuestra decisión, el que efectivamente el día de las votaciones sea un día de alegría, de encuentro entre ciudadanos, y de entierro del odio que nos han tratado de inocular repetidamente.

 

Antonio Maza Pereda