¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

viernes, 20 de marzo de 2020

La pandemia y los curas

Entre las medidas para reducir el impacto de la pandemia del coronavirus COVID 19, está la medida tomada por la Conferencia Episcopal Mexicana (CEM) para reducir el número de ceremonias públicas, por ejemplo, las misas dominicales, bodas y bautizos y otros sacramentos y ceremonias con asistencia multitudinaria. Medidas que vienen a continuación de las solicitadas hace algunas semanas de evitar darse la mano y abrazos en el rito de la paz de los domingos, así como darles la comunión en la mano a quienes así lo soliciten.

Medidas que han causado alguna molestia en ciertos sectores de la feligresía. Pero el tema de esta columna no ese. Si la emergencia se prolonga y dura más de las cuatro semanas que se han propuesto, por ejemplo, para la suspensión de las escuelas, la situación de los párrocos y presbíteros, así como del clero en general, puede volverse crítica.

Tal vez no todos tenemos claro que el sustento del clero, sobre todo del clero diocesano, depende de las colectas que se hacen en las misas y el estipendio que se recibe por oficiar sacramentos, sepelios, bodas, quince años y otras actividades similares. Si se suspenden o se limitan estas actividades, nuestro clero no tiene otra manera de obtener ingresos para sostenerse.

Desgraciadamente, no se ve que este sea tema de comentario y análisis. Sí, tal vez el grupo de seglares más cercano al párroco está consciente de esta situación. Pero la feligresía, de por sí escasa en este país, donde el 30 por ciento de los bautizados asisten a misa dominical, no ha expresado preocupación por este tema. Tal parece que estamos confiados en que Dios proveerá a estos sacerdotes. La verdad es que debíamos de ser nosotros, los bautizados, quien fuera el canal para que ese apoyo llegue a los presbíteros.

Aquellos de nosotros que vamos a misa dominical, hacemos una contribución en la colecta que ocurre en la misa. Al no existir las misas dominicales, este apoyo al sostenimiento de los sacerdotes dejará de existir. De una manera u otra, todos los asistentes a estas misas ya habíamos destinado alguna cantidad para la colecta. Tal vez la tenemos planeada, o tal vez le destinamos una parte del dinero que llevamos disponible en ese momento. Claramente, no estamos pagando un servicio. Si así fuera, los creyentes católicos tendríamos muy claro que lo que recibimos en la misa, el sacramento de la eucaristía, tiene un valor tan alto que no habría dinero suficiente para pagarlo. No, no estamos pagando por un servicio. Estamos contribuyendo a sostener a quienes están orando por nosotros, ofreciendo el sacrificio de la misa con los católicos, asistentes o no a la misa y por todos los seres humanos. Estamos ayudando a que la Iglesia cumpla su misión.

Con esta suspensión de culto público, estos sacerdotes seguirán ofreciendo diariamente sus oraciones, el sacrificio de la misa, la ministración de sacramentos a los enfermos que no pueden asistir al templo y otros servicios más. Ese es su servicio, y de ese servicio nos beneficiamos todos: católicos y no católicos.

Deberíamos hacernos responsables de esta situación. No tiene que ser una cantidad mayor a la que dábamos en las colectas dominicales, pero al menos deberíamos estar aportando la misma cantidad, como si no se hubiera suspendido el culto público. Tal vez no sea fácil, tal vez no se ha diseñado todavía en modo de recolectar este dinero, pero eso no es un problema mayor: hoy en día hay muchos modos de hacer aportaciones con medios electrónicos. Todo es cuestión de organizarse. Pero hay otras cosas. Por ejemplo, invitar a nuestro párroco a un desayuno o comida familiar. Nada extraordinario: siguiendo el mexicanísimo dicho: “ le echamos agua los frijoles para que nos alcancen para todos”. O, tal vez, comprar algunos comestibles o productos de uso común cuando vamos al supermercado y llevárselos a nuestro párroco. Y, de pasada, darle un poco de cariño a estos sacerdotes que, debido esta suspensión parcial del culto, se sentirán más solos que de costumbre.

De nuestros sacerdotes recibimos muchos bienes. Ahora es el momento de devolverles un poco de lo mucho que nos han dado y, sobre todo, hacernos responsables por ellos.

Antonio Maza Pereda

viernes, 13 de marzo de 2020

No nos están pidiendo permiso

 

Mi anterior columna sobre el tema del 9 de marzo me ganó severas críticas, incluso la de ser “acatólico”. Pese a las críticas, sigo pensando igual sobre el tema de la violencia contra las mujeres. Y creo que les debo una explicación a ustedes, queridos lectores, por haberme calificado de ignorante. Lo cual, por cierto, también causó algún escozor.

Creo que, en temas de discriminación y violencia contra la mujer soy bastante ignorante, Y no estoy solo: la Sociedad es muy ignorante. Siendo hombre no vivo la discriminación, el machismo que sufren las mujeres. No vivo el temor de la madre de familia, único sostén de sus hijos, que no sabe si esta tarde regresará a su casa. No alcanzo a comprender el temor de la mujer que necesita un empleo y a la que amenazan con quitarle su ingreso, ya de por sí injusto, si no se presta a ciertos “servicios especiales”. No puedo sentir la rabia de la joven madre que ya no lleva a los hijos al parque porque hay hombres que se le han insinuado y hasta le han hecho comentarios salaces sobre su hijita de 4 años. Y muchos casos más, mucho más graves.

Como Sociedad estamos fallando. Y ahora, estas víctimas de nuestra ignorancia culpable proponen un paro el próximo 9 de marzo, un día sin mujeres, para hacer visible su situación. No nos están pidiendo permiso. No buscan nuestra aprobación. No la buscan de los hombres ni de las mujeres que ya han vivido tanto el machismo que lo ven como lo normal; como el pez que no se da cuenta de que está mojado, porque siempre ha vivido en ese medio.

Las críticas siguen. Desde “la más alta tribuna” se dice que toda esta protesta está creada por los corruptos que están molestos porque ya se les cobran impuestos. Que George Soros, el mismísimo diablo personificado, está metiendo dinero al paro. O, desde alguna tribuna eclesiástica, se dice que no hay que participar porque hay feministas radicales organizando este evento. Como si las mujeres fueran tan manipulables que, si participan en el paro, se van a volver neoliberales y, además, abortistas. Actitudes profundamente machistas que no les conceden a las mujeres la capacidad de razonar y evitar las manipulaciones. Y, en general, con el mensaje subyacente: “Mujeres, no entren al paro. Es por su bien: no se dan cuenta del daño que se les puede hacer”. Paternalismo del más malo. Sí, hay riesgos. Como los hay siempre cuando se quiere cambiar una situación injusta. Pero tenemos mucha culpa. Por nuestra ausencia frente a estas injusticias contra la mujer, hemos cedido esa bandera a quienes han estado dispuestos a tomarla. Ahora no podemos quejarnos.

Sí, ha habido apoyos al paro. Universidades, empresas, gobiernos en todos sus niveles, han dicho que no penalizarán ni harán descuentos a las que participen. Y se han asegurado de que el mundo lo sepa, en un claro intento de tener buena imagen ante la Sociedad. Cuando bastaba una comunicación interna a sus colaboradoras. Aún más: si de veras las apoyaran, deberían poner en marcha, con urgencia, comités en esas instituciones creando medidas para evitar la discriminación y la violencia que afecta a esas mujeres. Pero de eso no se habla nada: les basta su muy publicitado apoyo el día 9 de Marzo, aunque después todo siga igual.

Pero hay más. Varias de esas instituciones han dado el permiso, a cuenta de vacaciones o un cambio de ese paro por tiempo extra. Y a veces pidiéndole a las que se ausenten que se mantengan localizables a través del teléfono o a través del WhatsApp . Han perdido el punto central: el paro quiere hacer muy visible qué pasaría sí, de un modo impredecible, la mujer ya no pudiera ir al lugar de trabajo porque está desaparecida, ha fallecido o está en un hospital reponiéndose de la paliza que le puso su pareja. Cosas que no son predecibles, y que causaría una ausencia que había que cubrir de otra manera. A mi entender, esa es la idea del paro: el impacto que tendría una ausencia repentina de las mujeres en los hogares, las escuelas, los lugares de trabajo y en cualquier otro lugar donde estén ellas.

Al final, todas las críticas se reducen a una conclusión: “Mujeres, no entren al paro.” Y las razones para convencerlas son muchas. Tal vez una de las más poderosas es que su esfuerzo pudría salir mal, incluso contraproducente. Que sería un error. ¿Y qué? ¿Quiénes somos los demás para decirles que podrían equivocarse? ¿Acaso nosotros no nos equivocamos nunca? Todavía más: si se equivocaran, cosa que dudo, tendrían una oportunidad inmejorable: aprender de sus errores para poder actuar cada vez mejor. No tenemos derecho a negarles esa posibilidad.

Pero no creo que sea un error y no creo que vaya a salir mal. Reconozco que es mi opinión: no tengo bases para poder opinar de este modo. Y creo que los que opinan diferente de mí tampoco tienen razones que los avalen y que los hagan a prueba de errores. Claramente, es algo que hay que hacer y que debería haberse hecho hace ya mucho tiempo. Enhorabuena.

Antonio Maza Pereda