¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

lunes, 28 de agosto de 2023

Sin propuesta

A pocos días de la decisión de quienes serán las o los candidatos en la próxima contienda electoral 2024, para quienes no están formando parte de los núcleos duros de las diferentes fuerzas políticas, no hay aún muchos motivos para elegir a quién represente mejor nuestros intereses. Los indecisos todavía no saben por cual decidirse. Claro, existen aquellos que son víctimas de las campañas de odio de ambos bandos. Quienes probablemente votarán con su hígado, y no con su razón. Porque ninguno puede declararse ajeno a esta siembra de odio a la que hemos estado sujetos desde hace ya algunas décadas, pero con mayor intensidad en los últimos años.

En buena parte también, porque las ofertas de ambos bandos tienen pocas diferencias. Claro, unos están en contra del actual presidente y otros están totalmente a su favor. Pero curiosamente ambos están ofreciendo cosas muy parecidas, sobre todo en temas de política social. En la oposición tenemos dos posibles precandidatas de ideología socialdemócrata. La que, al menos en el papel, también profesan las corcholatas de la 4T. Porque nadie dice claramente que esté en contra de la democracia, ¡no faltaba más!

Lo que no nos dicen ninguno es como piensan tener los recursos para cumplir con los programas sociales actualmente en curso. Los cuales han sido financiados, en buena parte, mediante el cobro de atrasos en los impuestos por empresas que los evadían. Pero esto, claramente, tiene un límite. Una vez saneada la cartera de deudores, no se puede confiar en que ese ingreso estará disponible. De todo esto no hay propuesta, en ninguno de los bandos. Nos dicen que permanecerán vigentes los programas más populares de la 4T, pero ninguno nos dice cómo se van a financiar. Porque la respuesta es clara: cómo de costumbre será el causante cautivo, el cumplidor, el que no evade impuestos, quién estará sosteniendo las fuentes de su popularidad.

Los foros temáticos de la oposición se han cumplido en tiempo y forma. Pero no han logrado ser noticiosos, al menos en el aspecto de que sus propuestas entusiasmen al electorado y se reflejen en los medios tradicionales. En buena parte porque sus presentaciones han consistido en atacar al presidente saliente. Las corcholatas de la 4T no son muy diferentes: todos coinciden en alabar los resultados de la actual administración. Finalmente, se ha logrado lo que le conviene a nuestro señor Presidente: él y su desempeño son el tema. Nada realmente nuevo.

Ambos le están predicando a los que ya están convencidos. Han hablado para su núcleo duro, pero dudo mucho que el grueso del electorado haya oído algo nuevo. Ni siquiera ha habido críticas o alabanzas que sean novedosas: quien revisa de vez en cuando las redes sociales o escucha alguna vez los noticieros, ya las había escuchado. Seguimos con un largo ayuno de ideas nuevas. Será porque, como dice un afamado politólogo, aún no es el momento de las propuestas. Puede que tenga razón; los sin poder, como su servidor, no tenemos criterios para decir cuándo es el buen momento para proponer cambios que entusiasmen al electorado.

Lo que había sido de esperar, y no se ha dado, es que ambos bandos hicieran una profunda autocrítica de la actual administración y también de las administraciones pasadas, al menos las de este siglo. En todo caso, en el bando de la oposición ha habido una tímida afirmación de que hubo “algunas fallas” en administraciones anteriores. Pero no un análisis a fondo y mucho menos de qué manera nos ofrecerán los controles, los llamados contrapesos, que eviten que esas fallas vuelvan a ocurrir.

Lo que sí ha abundado, en la crítica opositora, son las fallas de la actual administración. Pero su análisis es muy curioso: atacan la ineptitud de los actuales gobernantes, pero no el fondo de sus ideas y sus programas de trabajo. Tal parece que los programas están bien y que, si hubieran estado en manos de funcionarios aptos, todo estaría mejor. Finalmente, la propuesta del bando opositor sigue siendo muy parecida: “quítense ustedes para que lleguemos nosotros”. A, sin mayor argumento. A la ciudadanía nos están pidiendo un salto de fe; que todos los que hicieron mal en administraciones pasadas, ya vieron la luz y de ahora en adelante serán muy buenos.

Lo que sí se puede decir que es un logro de la oposición es que hayan podido incluir a parte de la ciudadanía organizada: grupos de asociaciones interesados en la cosa pública, pero que no quieren ejercer directamente la función de gobernar. Al menos eso es lo que nos dicen.

Sin duda, algo bueno saldrá de estas discusiones. Pero si nos quedamos ahí, si los que no formamos parte de los núcleos duros de los partidos políticos no actuamos con más fuerza, serán muy escasos los cambios qué podremos ver. La 4T nos ofrece un modelo AMLO 2.0, y la oposición nos ofrece un plan de AMLO sin AMLO ni su gente. Si la ciudadanía, los sin poder, no asumimos nuestro papel de mandantes, los mandatarios de diferentes niveles que se nos están presentando, no harán cosas muy diferentes. Necesitamos una opinión pública más profunda y diversificada. Necesitamos discusión y análisis, más allá de lo que los “expertos” nos digan. Crear nuevas avenidas de opinión y hacer sentir a la casta política que necesitan hacer un mayor esfuerzo por escuchar nuestras necesidades y mayor creatividad para ofrecernos propuestas que realmente nos entusiasmen.

Antonio Maza Pereda

lunes, 21 de agosto de 2023

Unidad, divino tesoro

 Estamos apenas en los inicios de las precampañas y ya empieza a haber señales de que la unidad en las diferentes fuerzas políticas va a ser una mercadería muy escasa.  En la 4T el factor de unidad es el señor Presidente. Él es quien pone orden, quien establece los criterios, quien logra que las ambiciones personales y de facción se mantengan más o menos alineadas. No es cosa fácil:  si en el PRD, uno de los antecesores de MORENA, se hablaba de las nueve tribus, esto se ha complicado con la absorción de personas procedentes de otras fuerzas políticas, sobre todo los que proceden del PRI. Es claro que ya están más visibles los pleitos entre las “corcholatas” y que las patadas ya no son nada más  bajo la mesa”, sino que algunas ya empiezan a trascender a los medios tradicionales.

En la alianza opositora después de los primeros shows de unidad, los llamados Diálogos Ciudadanos, ya hay la amenaza de una interrupción de relaciones del  PRD y también el anuncio de que uno de los contendientes por la nominación,  ya ha renunciado.  Con lo cual baja la probabilidad de que la precandidata Xóchitl Gálvez sea la nominada por la oposición.

 Es relativamente fácil achacar este fenómeno a las ambiciones personales.  Sin duda hay una buena parte de real en esto: en la historia política de nuestro país la mayoría de las disensiones han ocurrido por razones personales y muy raramente por razones que pudieran tener alguna lógica o que estén basadas en una filosofía política.

 La gran pregunta, para los dos grupos contendientes,  es cómo lograr la unidad.  Incluso MORENA, que no tiene aparentemente un problema en este sentido,  gracias a la  popularidad del señor Presidente,  tampoco puede confiarse a que siempre tendrá esa fuerza de unión. Es triste decirlo, pero lo que está ocurriendo no es nada nuevo.  Somos un país sin unidad.  Lo que pasa es que esto se notaba poco, porque las fuerzas políticas trataban de mantener lo más ocultos posible sus diferendos.  Tal vez nos estamos dando cuenta con mayor claridad porque gracias a la gran capacidad de comunicación que tiene toda la población, es mucho más difícil ocultar las dificultades entre grupos. Por otro lado, la siembra sistemática de odio ha sido abierta y es muy notoria porque ocurre desde la presidencia, desde las conferencias cotidianas y en cadena nacional.

Es bastante claro que hemos tenido divisiones entre las clases sociales, por razones de género, raciales y por muchas otras causas.  Solo que no eran tan claras. Los discriminados normalmente soportaban su situación e incluso tenían miedo de hacer notar su disconformidad, por temor a empeorar su situación. Ya no es así.

 Ante esto no es ocioso hacernos la pregunta: ¿qué es lo que nos une a los mexicanos? Hay algunas respuestas, pero generalmente son en temas poco significativos a nivel social.  Nos une, y seguramente todos estaremos de acuerdo, cierto tipo de música,  nuestra manera peculiar de divertirnos y de una manera muy  amplia el gusto por los espectáculos deportivos. Nos une la gastronomía.  Pero aun en esto tenemos nuestras diferencias:  no siempre es así.

 Nos gustaría pensar en qué nos unen de una manera más sólida, nuestra cultura, construida a través de una jerarquía de valores.  Nos une nuestro aprecio por la familia, qué se intensifica de manera importante en nuestros emigrantes, qué se sacrifican diariamente para contribuir al sostenimiento de los que se quedaron atrás, así como nuestro deseo de que nuestros hijos avancen en lo económico y en lo social, para lo cual muchas familias se sacrifican de una manera importante. También nos unen una buena parte de nuestras creencias que en otro tiempo se concentraban en la peculiar espiritualidad comunitaria de los mexicanos. Mayormente, pero no exclusivamente, en torno a la Iglesia católica.

Todos esos son motivos más sólidos de unidad,  pero desgraciadamente  cada vez están siendo menos importantes. ¿Dónde están los obstáculos para poder construir una convivencia pacífica y productiva?  Muchos hablarán de la ambición cada vez más desmedida que ha entrado a suplantar una buena parte de esos valores tradicionales. Y hay algo de razón en esto.

 También nos estorban algunos mitos, que en muchos casos contribuyen a la separación entre los mexicanos. Como el mito de que somos un país rico. Sin tomar en cuenta hechos muy claros, por ejemplo: que tenemos muy poca tierra cultivable, de la cual menos de la mitad tiene riego;  que tenemos un bono demográfico envidiable, comparado con los países europeos, pero tenemos una población con educación deficiente.  

No hemos logrado, en más de 200 años de independencia, construir un verdadero estado de derecho.  La impunidad no se ha logrado abatir.  Vivimos una situación de profunda desconfianza hacia las autoridades, desconfiamos prácticamente de casi todas las fuerzas sociales del país.  Ninguna ideología política, ningún sistema de gobierno, puede darle unidad a este país. Tenemos que aceptar que nunca tendremos total unidad.  

No podemos aspirar a la unanimidad, a que toda la población acepte un cierto grupo de ideas.  Para eso está la democracia: un sistema que permite administrar la falta de unidad mediante sistemas y acuerdos que permiten que podamos seguir colaborando a pesar de que no estamos realmente de acuerdo en todo.  Pero sí estamos de acuerdo en que necesitamos tener mecanismos para que, independientemente de que no alcancemos la unidad, se puedan seguir tomando decisiones qué respeten las necesidades de las minorías y den cumplimiento a los deseos de las mayorías. Un equilibrio difícil, pero necesario. Y tal vez podríamos empezar a construir una mejor situación, en la medida en que pensemos que esto tiene alguna probabilidad de cumplirse.

Antonio Maza Pereda

lunes, 14 de agosto de 2023

Información o Confusión

 Hace algún tiempo que estamos supuestamente en la era de la información. Tenemos medios para obtener datos de una manera tan extensa como nunca antes en la historia de la humanidad. Sin embargo, para muchos lo que verdaderamente nos está ocurriendo es que estamos en la era de la confusión.  Se ha acuñado el término de infoxicación, qué quiere decir la intoxicación por exceso de información.  Tenemos muchísima información, pero pocos medios para diferenciar aquella que es válida de la que no lo es.

Para algunos es un tema puramente académico.  Sin embargo, en la vida diaria, está ocurriendo un acceso a la información que antes ni siquiera la academia tenía disponible.  La información es abundante, está disponible en tiempo real, tiene un costo mínimo y la pregunta es ¿por qué no podemos aprovecharla plenamente sin intoxicarnos?

El gran tema es la validación del información. Es difícil poder distinguir la buena información de la distorsionada. Algunos hablan del tema de la posverdad. Un asunto del que ahora se habla poco, pero que hace unos pocos años estaba muy presente en la comunicación.  Se trata, dicen algunos, de que ya no se considera posible la existencia de la verdad. Es la metástasis del relativismo, invadiendo todas las comunicaciones humanas.  Sin embargo, estrictamente no estamos teniendo ese concepto.

Se entendía que la posverdad significaba que había tantas verdades como individuos, todas ellas de igual valor. Todas esas versiones de la verdad -se decía- son igualmente válidas. Con lo cual se vuelve imposible un diálogo auténtico, porque todo el mundo se aferra a su propia versión de la verdad.  Hasta aquí, uno podría decir que esto es lo que está ocurriendo.  Hay muy pocas verdades realmente válidas, nos dicen los que proponen que ya estamos en una época así.

Sin embargo, la realidad es diferente. Se encuentra uno con que la mayor parte de la gente acepta que hay muchas verdades, pero también están plenamente convencidos de que su propia versión personal de la verdad, es la correcta. Todos los demás están equivocados. Cuando alguno nos dice: “yo tengo otros datos”, generalmente está queriendo decir que los suyos son los correctos y no los de los demás. No acepta que todas las verdades son igualmente válidas o valiosas. “Sólo la mía, sólo mis datos son los correctos”, piensan.

Las consecuencias de esta visión de la verdad, es que en la práctica es casi imposible llegar a tomar decisiones en conjunto. No se pueden tener acuerdos cuando partimos de la base de que todos los demás están equivocados y solo mi versión de la realidad, o la de aquellos a los que he logrado convencer, es la correcta.

En esas condiciones ¿a quién creer? Para algunos la respuesta es, en la práctica, creer a quien se oye con mayor frecuencia. Lo cual nos lleva  a un convencimiento que se logra según el dinero que se puede invertir en propaganda,  dónde lo que importa es que se escuche más intensamente un mensaje,  independientemente de su contenido. Y este es el quehacer de la mercadotecnia política, qué empezamos a padecer de cara a las próximas elecciones federales.

Ya no importa para muchos la solidez de los argumentos de los contendientes.  Lo importante es lograr la penetración de un mensaje, a través de una repetición incansable y que excluya la posibilidad de dedicar tiempo a los mensajes de los demás. A eso muchos mercadólogos le llaman convencimiento, aunque en la realidad no es más que tener una memorización del mensaje y recordación de quién lo difunde.

Claramente necesitamos educarnos como ciudadanos conscientes para poder hacernos una idea sobre la confiabilidad de los precandidatos y candidatos que se nos están proponiendo por las distintas fuerzas políticas.  Será un trabajo pesado.  Dedicarle tiempo y esfuerzo a oír opiniones, tener criterios para validarlas, llegar a entender quiénes son los candidatos qué más le convienen al País.  

 Tenemos ante nosotros una época de arduo trabajo ciudadano.  Captar la mayor información posible, tener razones para validar las distintas propuestas, además de tener motivos para juzgar la credibilidad de quiénes nos están ofreciendo esos planteamientos. Teniendo muy claro que nos dirán aquello que saben que queremos escuchar.  Están pagando a especialistas en política qué están revisando, hasta el último detalle, el modo como nos podrían convencer:  su imagen, las reacciones que generan su voz y la cadencia con la que nos entregan su mensaje, y mucho más.

Ante ese derroche de conocimientos y capacidades políticas, lo único que puede hacer el “ciudadano de a pie”, el “sin poder” como usted y yo, es estar lo más enterado posible,  discutir a fondo con otros “ciudadanos de a pie” la credibilidad de las propuestas y la confiabilidad de los candidatos para formar nuestra propia opinión.  Mediante lo cual podríamos estar votando en conciencia, contrastando nuestras opiniones con las de otros que no han recibido un pago por convencer a los demás,  los que no tienen nada que ganar en lo personal al convencernos.

Se va a poner interesante. El resultado de los próximos comicios dependerá en mucho de que la ciudadanía tengamos una sana desconfianza  de lo que se nos proponga, nos comuniquemos los unos con los otros y votemos  pensando en el bien mayor de la sociedad.

Antonio Maza Pereda