¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

viernes, 28 de octubre de 2022

Falta de iniciativas

En este momento la sociedad civil mexicana está resintiendo una ausencia casi total de opciones a las propuestas del Ejecutivo Federal. Para efectos prácticos el Señor Presidente se ha quedado casi totalmente con el monopolio de las iniciativas políticas, económicas y sociales.

Las facciones políticas que pretenden actuar en el rol de oposición están jugando un papel muy triste. Y no estoy hablando de las posibles diferencias entre ellos ni de las discrepancias que empiezan a mostrar y que han beneficiado al MORENA. Con lo grave que es el que se hayan dividido en uno de los temas cruciales para la sociedad, como es el tema de la seguridad, me parece que de fondo hay un problema bastante mayor.

La autonombrada oposición está jugando el papel de la reacción. Su narrativa se ha concentrado en oponerse a las propuestas de la 4T y de su Presidente. Estrictamente están reaccionando a un programa de trabajo que se le propone diariamente a la ciudadanía y su respuesta ha sido mayormente la de oponerse. Se están viendo totalmente negativos, sin capacidad de propuestas diferentes.

Ante este modo de actuar de los reaccionarios, la 4T está aplicando el método atribuido a Lenin descrito como: ”dos pasos adelante, un paso atrás”. Esto funciona así: se hace una propuesta, generalmente extrema. Los reaccionarios, como es de esperar, reaccionan, se oponen, usan los medios a su alcance y denuncian ante la opinión pública lo extremo de la propuesta. De ahí pasan a la negociación, donde a cambio de suprimir las partes más extremas del proyecto, ceden en algunos aspectos menores. La 4T dio dos pasos adelante, negoció, dio un paso atrás y finalmente logra un avance.

Posiblemente, en este momento nos encontramos en un caso que ilustra este método. La 4T propone como remedio para el problema de la inseguridad en la sociedad, asignarle toda la seguridad interior y exterior al Ejército Mexicano. Se hace gran alharaca, algunos partidos políticos se inconforman, otros se adhieren a la propuesta, se logra que intervenga el poder judicial, se da algún paso atrás, pero se logra modificar el presupuesto, de manera que el Ejército reciba más en proporción. Y, a cambio de permitir temporalmente que la Guardia Nacional quede nominalmente independiente del Ejército, queda dependiente de éste para efectos de tener recursos. Dos pasos adelante, un paso atrás.

Nos encontramos a una oposición paralizada por la falta de iniciativas. Su mayor logro, ahora en duda, es la alianza electoral. Sigue existiendo en el papel; pero sin un programa coherente. Si esta alianza no se consolida y no se logran propuestas diferentes, resultará que serán las encuestas quienes decidan quiénes serán sus candidatos y no aquellos que se escojan por su capacidad de ofrecer nuevos caminos. Y si las alianzas están sujetas a las estadísticas, nos encontraremos sujetos al hecho real de que, aunque la estadística nos diga que un candidato tiene un 70% de probabilidad de ganar, siempre será posible que ocurra que gane quien sólo tenía un 30% de probabilidad. Porque así son las estadísticas.

Si el único argumento que nos puede ofrecer la oposición es que su candidato tiene mayor probabilidad de ganar, no estaremos votando a favor de un programa: estaremos votando en contra de la 4T que, nos guste o no, algo ha presentado de propuestas, aunque haya tenido incongruencias.

Es claro que, hasta este momento, la oposición no nos ha sorprendido con propuestas novedosas ni debatibles. Su único argumento es: “si lo propone MORENA es que es una mala propuesta”. Y su narrativa consiste en demostrar las incapacidades o las fallas de los personeros de esta administración. Todavía no nos han podido demostrar que sus posibles candidatos tienen ideas que resulten más viables, más favorables para la mayoría de la población. Y si su único argumento es que los votantes que forman el voto duro de MORENA son ignorantes y están equivocados, ese argumento claramente no les va a funcionar: a nadie le gusta reconocer públicamente sus errores y menos aún su ignorancia.

¿Qué hace falta en toda la ciudadanía, pero sobre todo qué falla en aquellos que pretenden representarnos como oposición a la administración actual? Falta educación política, capacidad de discernir situaciones, organización y creatividad. A nosotros, a la sociedad civil, nos ha faltado la capacidad de quitarnos de encima el yugo de partidos que no saben que proponer. ¿Será suficiente el tiempo que nos queda hasta las elecciones federales, un poco más de año y medio? ¿Será un tiempo suficiente para proponer nuevos caminos que nos convenzan de modificar las situaciones que estamos viviendo?

Porque, desgraciadamente, para algunos el tema es fácil: solo basta que estemos en contra de la 4T y todo estará mejor, nos dicen. Como si volver a la situación del 2012 o del 2017 fuera la solución de todos los males. Porque el tema no es golpear al gobierno actual. El tema es reconocer de fondo los problemas que han hecho que una parte importante de la sociedad quiera nuevas soluciones. Y mientras nadie proponga nuevos caminos, muchos seguirán el viejo refrán: “más vale malo conocido qué bueno por conocer”. Sobre todo, porque esos que dicen ser los buenos no nos están convenciendo de la bondad de sus ideas.

Antonio Maza Pereda

viernes, 21 de octubre de 2022

¿Cuándo nos convencieron?

 ¿En qué momento nos convencieron a la mayoría de la comunidad de que el Gobierno puede hacer todo mejor que la Sociedad?

¿De que busca honestamente nuestro bien, a pesar de que abundan los ejemplos de que “se sirven con la cuchara grande”, en vez de servirnos a todos, y nos convencimos de que ven por el bien de la mayoría, cuando todos vemos muchos casos donde solamente algunos se benefician?

¿Cuándo empezamos a creer que saben educar a nuestros hijos mejor que nosotros, porque nosotros somos inútiles para buscar su bienestar? ¿De qué cuidarán mejor nuestra salud, cuando todos nosotros estamos conscientes de que el sistema de salud pública está dejando afuera a muchas categorías de enfermos, sobre todo a los niños?

¿De qué manera aceptamos que ellos pueden darnos un mejor nivel económico, y que lograrían un reparto más equilibrado de los bienes producidos por la Sociedad? ¿Cuándo quedamos en dejarle la responsabilidad de cuidar nuestro medio ambiente, y dejamos de hacer nuestra parte en su cuidado?

¿De qué nos informarían verazmente como gastan nuestros recursos, cuando estamos viendo que frecuentemente recibimos información equivocada? ¿De que nos representarían dignamente ante otras naciones, preocupándose únicamente de nuestros intereses nacionales?

Y la lista podría seguir de modo casi indefinido. Probablemente nunca tan pocos pudieron convencer a tantos de aceptar sus puntos de vista y negar lo que nos dicen nuestros propios ojos. Porque, no importa cuál es la facción política de que hablemos, todos están convencidos y nos quieren convencer de que la solución está en el sistema de gobierno. “¡Es que no hay otra manera!”, nos dicen una y otra vez. “El problema no está en el concepto de gobierno, está en las personas que lo ejercen. Dennos el poder a nosotros y verán cómo cambian las cosas”, argumentan.

En otras palabras, nos están pidiendo un acto de fe. Fe en el sistema de dar a una minoría el poder sobre la Sociedad. Que la solución está en darle aún mayor poder a alguna de las minorías que pretenden gobernarnos. En lugar de analizar a fondo de qué manera la Sociedad puede administrarse a sí misma, para lograr mejores resultados.

Nos han dividido y el que divide vencerá. Nos han convencido de que no nos podemos organizar solos. Y las facciones políticas podrán estar en desacuerdo en muchas cosas, pero en esto todos están de acuerdo: qué necesitamos que nos gobiernen. Que sin ellos somos inútiles.

Todos lo dicen a su manera: desde el dicho del conde de Floridablanca, que nos decía que “debemos callar y obedecer”, hasta el lema de Porfirio Díaz, “poca política y mucha administración”. Desde el programa de Pierre Samuel du Pont de Nemours, de “dejar hacer, dejar pasar” hasta el concepto marxista leninista, llevado a sus máximas consecuencias por Stalin, de la “dictadura del proletariado”.

Nos han convencido de que solos no podemos y que a futuro podremos menos; que cada vez los necesitamos más y les debemos de dar una cuota de poder cada vez mayor. ¿Será posible que nosotros, los ciudadanos de a pie, los sin poder podamos sacudirnos ese mito dañino de que necesitamos de la casta política para poder funcionar? ¿Habrá manera de que podamos asumir nuestro papel de mandantes para ponerle límites a los mandatarios y tener medios efectivos para llamarlos a cuentas para quitarles aquellas áreas de poder en donde han demostrado que no están sirviendo a la Sociedad?

No será mientras sigamos permitiendo que nos dividan. No será mientras no nos quitemos ese sentimiento de inferioridad frente al Gobierno. No será mientras no hayamos aprendido a construir confianza los unos con los otros. Mientras sigamos creyendo en el gran mito de que del Gobierno debemos esperar todos los bienes, nuestro futuro será de gobiernos cada vez más intervencionistas, que no necesariamente fuertes, y una Sociedad cada vez más débil.

Antonio Maza Pereda

 

domingo, 16 de octubre de 2022

Cuentas bancarias inactivas

 Entre todos los temas noticiosos de la semana del 10 al 15 de octubre de este año, uno que llamó la atención fue la aprobación de la propuesta que permite al Gobierno, hacerse cargo (es un decir) o expropiar, como dicen algunos, las cuentas bancarias que no tiene movimientos en un periodo de años qué, según algunos, es de 3 años y según otros es de 6 años.

La iniciativa aprobada por todas las fracciones (o facciones) políticas, permite al Gobierno apropiarse de cuentas que no han tenido movimiento en esos periodos y utilizar los fondos recabados para aumentar el gasto en seguridad. El asunto da mucho que hablar. Pero, en la opinión de su servidor, hay algunos temas que no se trataron.

El concepto de recabar un dinero que está inmovilizado en cuentas bancarias tiene que ver con una manera como se veían en los siglos XVIII y XIX los sistemas bancarios. En aquella época se consideraba que los bancos tenían en resguardo en sus bóvedas dinero de los depositantes y que, si uno había asaltado el banco, básicamente se llevaba el dinero de ellos. Pero en el sistema bancario del siglo XXI no existe tal cosa. Ese dinero que está en cuentas sin movimiento, de hecho no está en una bóveda, ni siquiera en documentos al portador. Ese dinero está prestado a los usuarios de crédito. No es relevante si se dan pocos o muchos intereses: lo fundamental es que es un dinero que está siendo ocupado por esos usuarios de diversas maneras. Las instituciones bancarias, por supuesto, obtienen utilidades con ese dinero. El costo de captación es mínimo, y generalmente el dinero se puede colocar en préstamos que, por ejemplo, si son para inversiones inmobiliarias estarán ganando alrededor de un 15%, pero si se usan para financiar préstamos con tarjetas de crédito, el rendimiento bruto estaría entre el 50 y el 60% anual. No está mal el negocio para los bancos.

Muchos de estos recursos que se apropiará el Gobierno proceden de ancianos o jubilados, pero sobre todo de intestados donde el dinero no se puede mover mientras no se define un juicio de sucesión. Juicios que normalmente no son fáciles y que en algunos casos han llegado a durar hasta un par de décadas. Y, seguramente, también podía haber ahí cuentas abandonadas de dinero procedente de lavado de dinero, de corrupción o de otras actividades ilícitas, que los depositantes prefieren no retirar ni mover para evitar ser ubicados. Pero claramente no hay un estudio  de qué porcentaje de esos dineros pertenecen a alguna de esas categorías.

Por otro lado, tampoco es muy claro cuál es el monto del dinero que se podría recuperar. Algunos estiman que podría ser 10, 000 millones de pesos, otros dicen que hasta 75, 000 millones, pero el mero hecho de que sea una dispersión tan grande indica que no hay una idea clara de lo que estamos hablando. Evidentemente, no se trata de una cantidad inmensa: según datos del Banco de México el monto de depósitos en cuentas bancarias con exigibilidad inmediata, es decir, dónde se puede retirar el depósito sin previo aviso, es de más de 3,500 miles de millones de pesos. De manera que aún en el supuesto de que las cuentas de qué estamos hablando fueran todas decomisadas, se trataría de 0.3% al 2% del total del dinero depositado en los bancos, en ese tipo de cuentas. Sin contar depósitos a plazos y de otros tipos.

Pero ese no es el tema. Eso no hace irrelevante la medida que aprobaron todas las fuerzas políticas. Estamos hablando de darle poder al Gobierno de decomisar las propiedades de algunos ciudadanos. Sin que medie un juicio. Tal parece que para nuestros representantes (es un decir) en el Congreso, el tener un dinero que no se mueve es un delito punible con un decomiso sin posibilidad de apelación ni con la decisión del Poder Judicial.

Cuando esto se lleve a cabo, y al parecer la autonombrada Oposición estuvo de acuerdo en ello, el resultado inmediato es que se reduzca la cantidad de crédito disponible para proyectos productivos o simplemente para acelerar el movimiento de la economía. Lo cual encarecerá el crédito y llevará a los pequeños y medianos empresarios a tener dificultades de financiamiento. Todo ello en un momento en el que, de acuerdo con los datos del INEGI, vivimos ya varios meses de estancamiento de la economía, que no ha tenido una caída, pero tampoco ha tenido un crecimiento como el que se decía que tendríamos, no se diga en las promesas de campaña del 7% anual, sino según el estimado mucho más conservador de crecer, en este año que se acaba, en torno al 2%, un crecimiento que los propios gobernantes marcaron como raquítico, en sus ofertas de campaña. Y todos lo calificaron de la misma manera, tanto la administración actual como los partidos opositores en su momento.

Quedaría un punto más. Según un concepto jurídico, consagrado en nuestra Constitución, y de uso casi universal en todos los países con algún viso de democracia, un principio generalmente aceptado es que las leyes no se pueden hacer retroactivas en perjuicio de persona alguna. Con lo cual, a pesar del hecho de que una mayoría absoluta es quién aprueba esta legislación, no podría aplicarse. Aunque, cómo han tenido a bien decirnos nuestros supuestos representantes, la Ley ya decía que estas cuentas abandonadas pasarían a la beneficencia pública. En pocas palabras, todas las fuerzas políticas nos están notificando de qué “palo dado ni Dios lo quita”, en pocas palabras, aguántense. Parafraseando lo que dijo el conde de Floridablanca durante la colonia española: “Sepan los ciudadanos que su papel en esta República es el de callar y obedecer y no opinar en los altos asuntos del Gobierno”.

Sea por Dios.

 

Antonio Maza Pereda