¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

domingo, 30 de agosto de 2015

¿El fin de la era de la colaboración?

De lo poco que puede presumir la Administración Peña Nieto en su próximo informe presidencial, a la mitad del camino, es de las Reformas Estructurales. Algo que fue imposible por mucho tiempo, ocurrió gracias a la colaboración de los tres partidos mayores, muchas veces a costa de pagar un alto precio político y a contrapelo de sus adherentes. Y, claramente, ese precio que pagaron se hace patente en sus pérdidas en las elecciones del 2016 y la profunda división en sus propias filas, que ha llevado a que sus artífices hayan sido removidos de sus dirigencias.

Pero, por otro lado, el clima ha cambiado en la Administración Peña Nieto. Al tono conciliador de las comunicaciones, reconociendo la participación de todas las fuerzas políticas, ahora sigue un tono triunfalista en el cuál se tiende a apropiarse los efectos benéficos de las Reformas (por escasos que hayan sido, todavía) y a adoptar un talante retador hacia otras fuerzas políticas y hacia la ciudadanía, diciendo que no gobernarán para dar gusto a la crítica. Como si no tuvieran la obligación de escuchar y atender a las voces disidentes.

Mal inicio de la segunda mitad de esta administración. Y, sin pretender ser pronosticador, creo que hay que considerar algunos elementos que influirán fuertemente en los escenarios de esta segunda mitad:

  • Los dos partidos de oposición que perdieron participación en el Congreso en las pasadas elecciones, buscarán quitarse el estigma de “vendidos”, que una parte de la ciudadanía les endilgó. Y uno de los modos más fáciles es oponiéndose a ultranza al Gobierno de la República. El tono conciliador se ha ido de ambos lados y ahora la oposición venderá cara su colaboración, a  cambio de prestigio y posibilidad de recuperar votos.
  • El éxito de MORENA en sus primeras elecciones, después de haber sido la principal voz contra la administración Peña Nieto, les confirma que ese es el camino de ganar popularidad. Pero ahora, cuando todas las fuerzas estén criticando al Gobierno, se verán obligados a ser aún más radicales, aunque no sea más que para destacar entre el coro de los que habrán dejado de colaborar. Claro: podría haber otra opción. Podrían tratar de ganar el apoyo de la mayoría de la población, que prefiere posturas moderadas, haciendo ver que no son “un peligro para el País”, como muchos creen. Pero es poco probable: su talante no es en ese sentido ni tampoco coincide con el de sus bases. El papel de “oposición responsable” no se les da.
  •  El triunfalismo del Gobierno, en sus tres poderes y tres niveles continúa siendo motivo de enojo y de desconfianza. Mientras sigan creyendo que las elecciones  validaron su desempeño, es muy difícil que haya  cambios de fondo. Aparentemente el Gobierno cree que algunas declaraciones tronantes y unos cuantos comerciales de 60 segundos, diseñados por el mejor publicista del país y repetidos 10 millones de veces, son suficientes para recuperar la  confianza de la  ciudadanía. La realidad nos muestra que, a pesar de ese gasto enorme, la confianza de la ciudadanía hacia los tres poderes de la Unión sigue a la  baja. Porque es fácil perder la confianza, pero extraordinariamente difícil recuperarla.
  •         En último lugar, pero no necesariamente en importancia, la lucha interna en el partido gobernante de cara a las elecciones del 2018, seguramente se recrudecerá, a pesar de la firme posición del Presidente para contenerla y las declaraciones de los actores de la sucesión. La lucha entre los grupos afiliados a los mexiquenses (Videgaray), los hidalguenses (encabezados por Osorio Chong) y los independientes (encabezados por Beltrones) seguirá y pudiera volverse una lucha sucia o, por lo menos percudida.
En este entorno, la  confianza de la ciudadanía y de los inversionistas no necesariamente crecerá; sobre todo los nuevos actores de la inversión nacional y extranjera, poco habituados a las peculiaridades del Sistema Mexicano, posiblemente tomarán una actitud de “esperar y ver”. Lo cual significará que los inversionistas serán mayormente los de siempre: las míticas “trescientas familias” ricas y los inversionistas extranjeros que ya operan en el país. Y eso  significará que estos actores seguirán manteniendo su “palanca” sobre el Gobierno y que el crecimiento de la economía tendrá como límite sus capacidades de inversión así como   las opciones más rentables que les ofrezcan otras economías.


¿Qué pasará? No soy ni quiero ser profeta. Esto que discutimos hoy no llega ni siquiera al nivel de escenarios; solo son elementos para empezar a construirlos. El próximo informe presidencial dará mucha luz a este respecto; habrá que ver sobre todo si se confirma el triunfalismo de esta administración y si está tratando en serio de recuperar la confianza ciudadana, por medios distintos. Porque si no hacen nada distinto para cambiar su deteriorada imagen, no ocurrirá dada diferente.

sábado, 22 de agosto de 2015

¿Dónde están los nuevos mercados?

No se avanza. La economía mundial está más que estancada. También la economía de México. Y no es cosa de decir que hay otros que están peor: se acabó el tiempo de las vacas gordas y estamos en el de las vacas flacas. Los diagnósticos son lastimosamente incompletos, cortoplacistas, y no conducen a soluciones. No es un tema de intereses, paridades, medidas monetarias o ajustes fiscales. Medidas de austeridad algo sirven, en el corto plazo, pero no generan nuevos mercados.

¿Dónde está un nuevo Keynes, dicen algunos? Aunque la cruda realidad es que las medidas keynesianas no lograron soluciones definitivas: EEUU solo salió de la gran depresión mediante la Segunda Guerra Mundial. Porque, históricamente, las grandes crisis económicas se han resuelto por la guerra, el hambre o la emigración. Las grandes oleadas de emigraciones irlandesas, suecas e italianas, corresponden a las grandes depresiones o hambrunas en esos países.

Descartando esas situaciones tan dolorosas, ¿qué opciones hay? Si lo supiera, no estaría yo aquí escribiendo: estaría enriqueciéndome vendiendo la solución a los países poderosos. Pero la única solución que veo es la de encontrar nuevos mercados. La mayoría de los países emproblemados tienen un elevado desempleo, una capacidad productiva desocupada y poblaciones envejecidas a las que hay que sostener, que consumen poco y no pueden impulsar la economía. El caso de libro de texto es Grecia, pero con menor gravedad ocurre en la mayoría de Europa y en Japón, que empieza a medir su estancamiento en décadas.

Hablando hace poco con un español, que me hablaba de sus medidas de recorte presupuestal, reducción de intereses y asuntos similares, le preguntaba: ¿Dónde están sus nuevos mercados? Para lo cual no tuvo respuesta. ¿Cuáles son sus nuevos productos, empresas, modelos de negocio? Otra vez, silencio. Y eso se repite en muchos países de Europa. ¿Cuáles son los nuevos mercados de Grecia? Buena pegunta. ¿Recuerda Usted algún producto griego de exportación? ¿Alguna marca griega de alcance mundial? Si lo sabe, mis respetos. Y ahora, que con las medidas de austeridad, han quitado las exenciones de impuestos a sus sitios turísticos, y que los europeos tienen poco dinero para turistear, su situación se ve bastante difícil.

Ante esta triste situación, una nación europea está creciendo, modestamente, pero sólidamente: Alemania. ¿Qué hace la diferencia? Cuando se derrumbó la zona Soviética, Alemania Occidental absorbió a la Alemania Oriental, con una economía muy débil, una población con muy  bajo poder adquisitivo. Y se dedicaron a poner al día a Alemania Oriental. No solo esto: empezaron a ofrecer ciudadanía a las minorías de habla germánica, que existían en varios países de la órbita soviética. Esto generó un gran mercado interno para el cual había que crear capacidades, nuevos productos, construcción, etcétera. Y es un proceso que no ha terminado y que sigue dándole a la economía germana un mercado hacia el cual pueden seguir creciendo. Podría decirse que Alemania está siendo recompensada por su generosidad al ayudar a las poblaciones que absorbió al terminar la Guerra Fría.

Y para otros países, ¿Dónde están los nuevos mercados? A riesgo de equivocarme, digo que lo único que puede generar crecimiento mundial, es ayudar a los países pobres y de economía intermedia a desarrollar en serio sus economías. Ayudarlos a que produzcan, no a que compren los  productos elaborados de los países ricos.  No dar limosnas disfrazadas de “ayudas” que solo dan alivio a corto plazo. Hacer que haya más economías prósperas. Actuar en serio contra la corrupción y no propiciarla como hacen muchas de sus empresas. Cuando los africanos tengan el nivel de consumo que tienen los países pobres de Europa, como Grecia, por ejemplo (pobres comparados al nivel europeo, pero ya quisiéramos tener su ingreso per cápita) habrá para el Mundo mercados nuevos que impulsarán la economía de todos.

Y,  a propósito, en México tenemos una situación similar. Nuestros 50 millones de pobres son una enorme oportunidad. Elevarlos al nivel de la clase media generaría un impulso que nos ayudaría a dejar de crecer a los niveles ridículos que lo estamos haciendo. Nada simple. Tendríamos que dejar posiciones ideológicas obsoletas que nos impiden dejar de ver al pobre como sujeto de lástima y limosnas o como una clientela que nos genera votos a cambio de dádivas, y verlos como sujetos de su propio desarrollo. Tendríamos que combatir en serio a la corrupción a todos los niveles. Tendríamos que hacer sacrificios, no hay duda. Y a nadie nos gusta hacerlo.
Los apoyos filantrópicos a los pobres solo generan soluciones a corto plazo y crean dependencia. Pueden ser muy  necesarios, como una solución  de emergencia, pero no sirven a largo plazo. Son soluciones heroicas, pero no se pueden estar usando a tiempo completo. Es como si un enfermo tiene que amputarse un miembro para evitar la muerte. Hay que hacerlo, no hay duda. Pero esa es una solución de emergencia: no puede seguírsele amputando miembros al enfermo permanentemente. Hay que ir a la causa y resolver de fondo.


Creo que tenemos delante una gran oportunidad: una población del tamaño de muchos países europeos: los mexicanos pobres. Por solidaridad, por amor a los nuestros, hay que ayudarlos: pero ahí está también la solución a muchos de nuestros problemas económicos. Se dice que cuando no hay opciones, no hay estrategia. Solo hay la obligación de seguir ese camino. Y, a largo plazo, no veo otro remedio que resuelva seriamente estos males mexicanos y mundiales.

domingo, 16 de agosto de 2015

La quiebra del sistema educativo

Una revisión somera de los resultados de la prueba PLANEA (Plan Nacional para la Evaluación de la Educación)   da resultados más preocupantes que los que han atraído la atención de los medios: la “devaluación hormiga” del peso, la caída del precio del petróleo, la fuga de Joaquín Guzmán o los desfiguros de algunos personajes famosos.

El hecho de que, en promedio, solo el 12.2% de los egresados de preparatoria aprobaron en comprensión de la lectura y solo el 6.4% aprobaron en matemáticas, nos debería tener muy preocupados. A corto y mediano plazo, no se puede ser competitivo como país, con estos resultados. A largo plazo, significa la profundización de la pobreza. Y estos son, recordemos, los egresados de bachillerato. Los mismos que piden, ¡exigen!, que los admitan a las universidades de forma automática. Y luego nos asombra la baja eficiencia terminal de las universidades. Y luego nos extraña que los mejores egresados de las mismas requieran hasta dos años de re-entrenamiento cuando los contratan las empresas  de clase mundial que operan en México.

Algunos datos por Estado de la evaluación son interesantes y sorprendentes. Puebla y Durango, que no son precisamente de los estados más ricos del País, están entre los cinco primeros lugares en estas evaluaciones. Y el Distrito Federal, en el último lugar en matemáticas y entre los cinco peores en lectura, a pesar de ser una de las entidades federativas con mayor presupuesto y de que no tiene las  interrupciones de clases que padecen los estados dominados por los maestros de la CENTE. De hecho, el DF califica peor en ambas pruebas que Oaxaca.

Si, por supuesto, estos son argumentos a favor de la Reforma Educativa. Evaluar a los profesores es un primer paso, pero en sí, solo es el principio. De ahí sigue  una re capacitación masiva de todo el profesorado, misma de la que nadie ha hablado. Porque no se resuelve el tema despidiendo maestros. En primer lugar, por justicia: ellos no tienen la culpa de que no hayan sido debidamente capacitados. Y en segundo lugar, porque no hay muchos maestros altamente capacitados y desempleados que vengan a sustituir a los maestros que no aprueben su evaluación. Aun cuando solo el 10% o 20% fueran rechazados.

Pero eso no resuelve el problema de una parte importante de la población económicamente activa, que ya egresó de las escuelas y que ha sido deficientemente capacitada. Porque este desastre educativo no ocurrió en este año; solo se midió hasta ahora. Esto es el fruto de décadas de descuido de la educación y, muy probablemente, si esta evaluación se hubiera hecha hace una década, los resultados hubieran sido iguales o peores.

¿Qué vamos a hacer, como país, para volver a capacitar en esas habilidades clave a la población que ya egresó de las escuelas? ¿Podemos conformarnos con esa situación y esperar a que dentro de 12 años, los egresados de bachillerato, con mejores profesores, ya tengan un nivel decente de lectura y matemáticas? Y conste que estoy siendo optimista: esto supondría que los maestros quedaran capacitados el año próximo.

Esto requiere de un pacto nacional, de una gran alianza de todos los sectores y de todas las tendencias políticas. Un gran proyecto para capacitar masivamente a la población en la comprensión de la lectura y, posiblemente, la comprensión de la palabra hablada. Y, por supuesto, en los conceptos fundamentales de la aritmética y las bases de matemáticas. Será caro y doloroso. Igual que es el rescate de una empresa en quiebra, pero no hay soluciones fáciles ni baratas a problemas crónicos.


Claro, no faltarán los que dirán que esto no hace falta. Son los mismos a los que les conviene la ignorancia masiva, porque hace a la gente fácil de manipular. Porque le conviene a sus intereses políticos, económicos o religiosos. Pero, para el interés general de la Nación, si queremos detener a largo plazo el crecimiento de la pobreza, si queremos prosperar en un mundo cada vez más globalizado y cada vez mejor capacitado, si queremos dejar de  competir pagando bajos salarios,  no hay otros caminos.

sábado, 8 de agosto de 2015

Corrupción: Ya nos cansamos

Va de nuevo. A riesgo de aburrirlos, pero he tenido tantas reacciones, la inmensa mayoría positivas, para mi anterior artículo sobre este tema que me parece obligado seguir pensándolo con Ustedes.

Mi primera reflexión es hacia mí mismo, hacia mi temor de aburrirlos. Siento que esa es una de las razones por las cuales los organismos intermedios, ONG ’s, medios y particulares no hemos tenido constancia en presentar el tema. Después de unas semanas del caso Guzmán Loera, que abre un debate sobre la corrupción, el tema está siendo abandonado en los medios. Nada se ha resuelto, nada se ha hecho por castigar a culpables de ese y otros muchos casos célebres de corrupción.

Los corruptos y los que deberían combatir la corrupción están apostando a nuestro aburrimiento, a nuestro afán de sensacionalismo, a nuestro corto poder de mantener la atención sobre los temas de la conducción de la Nación. Y, una vez más, están ganando la apuesta. Bastará con que haya un nuevo escándalo, algún crimen pasional o algún enredo amoroso de los “famosos”, para que nuestra atención se desvíe y abandonemos el tema… hasta que se desentierre algún nuevo caso de corrupción. Así no se puede avanzar.

Otro tema: es claro que la mayoría, si no es que toda la ciudadanía es víctima de la corrupción. Y que esa mayoría, antes silenciosa y ahora expresándose a través de las redes sociales, vería con mucha alegría que viviéramos en un Estado de Derecho, y se combatiera en serio la corrupción. Pero la minoría, los corruptos y corruptores quieren mantener la imagen de que la corrupción es cultural, es generalizada. Es como el adolescente que se enfrenta a sus padres diciéndoles que se quiere hacer un tatuaje. ¿Cuál es su argumento? “Es que todos se están tatuando”. Lo cual, en primer lugar no es cierto, Cuando uno profundiza, son unos cuantos los que se tatúan. Y, por otro lado, el que todos hagan algo, no es un argumento válido. El que todos fumen, no le quita lo dañino al tabaco. El que todos fueran alcohólicos, pongamos por caso, no quita el daño a  la salud que el alcoholismo genera. Ni la cantidad de accidentes viales que ocasiona.

Claro, es de discutirse como se puede reducir la corrupción. Hasta ahora el enfoque ha sido: aprobar leyes más duras, poner reglamentos más severos qué, en general, han resultado contraproducentes porque generan nuevas oportunidades de corrupción. Todo esto seguido de una implementación y seguimiento inconstante, para el escaparate de los medios, tomando algunos casos célebres con una gran publicidad y  continuando después con los “negocios como siempre”. Un ejemplo: hace años, en medio de un gran despliegue mediático, se encarceló a un exdirector general de PEMEX. Se le juzgó y cumplió su sentencia. ¿Se redujo la corrupción en PEMEX? Para nada. En todo caso, las mordidas se hicieron más costosas, tomado como pretexto que el corrupto tendría que enfrentar riesgos mayores.

Ha faltado imaginación. El método ha sido: se destapa un escándalo, se generan nuevas leyes y reglamentos, se promulgan con un gran despliegue mediático, se hace como que se cumple y seguimos… hasta el próximo escándalo. El método ha sido un rotundo fracaso. O, si yo creyera en las teorías de la conspiración,  creería que ese es el modo como los corruptos  mantienen apaciguada a la ciudadanía.

Hay otras cosas que se podrían hacer y no se hacen. Como educar, por ejemplo. Una generación entera ha pasado por el sistema educativo  sin recibir clases de civismo y pronto serán dos generaciones que no conozcan ese tema. Y no es que fuera un programa con un excelente contenido. Para nada. Pero en algo ayudaba. Hace falta que toda la ciudadanía y los que pronto serán los nuevos ciudadanos recibamos capacitación en ética ciudadana, política, social, económica, de negocios y de otros temas similares. Hacen falta acciones ciudadanas para auditar el desempeño de los gobernantes, de manera profunda y constante, sin esperar a que venga un nuevo escándalo. Las contralorías sociales no han sido particularmente exitosas, pero es una excelente idea. Hace falta dejar de hacer como que se llevan  cabo e implementarlas con fuerza. Es necesario no aburrirnos de denunciar la corrupción, con mucha fuerza  y aprovechando los nuevos medios de comunicación social. Hay que vigilar a los medios y exigir que no se oculten los escándalos de corrupción “menor”, y, por supuesto, seguir dando a  conocer los grandes casos. Hacen falta debates públicos de ciudadanos para denunciar pero, sobre todo, para construir soluciones.


Sí, la corrupción no somos todos. Sí, la mayoría somos  víctimas de la corrupción, no somos los que la impulsan. Pero es claro que nada se resuelve quedándonos como espectadores pasivos, chismorreando, escandalizándonos, pero sin hacer nada al respecto.

sábado, 1 de agosto de 2015

Yo corrompo, tu corrompes, el corrompe...

Hace años, antes de que la mayoría de mis lectores hubieran nacido, un presidente salió con la ocurrencia de que “la corrupción somos todos”. Por supuesto, la nación se sintió agraviada, hubo toda clase de críticas y, ciertamente la dichosa frase tenía por objeto dejar sentir que no había nada por hacer, porque de alguna manera todos participamos en la corrupción. Seguramente ese presidente recordó que en algún lado había leído la frase: “el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Y, en los hechos el tal presidente resultó ser uno de los más corruptos en la historia del siglo pasado.
Independientemente de lo mañoso de la declaración, hay que reconocer que hay algo de verdad en ella. La mayoría hemos dado alguna mordida, pedido algún favor que no era totalmente de acuerdo a los reglamentos, que nos aceleraran un trámite. Y ciertamente, muchos funcionarios públicos piden la célebre mordida de manera rutinaria. Hay un ambiente que propicia la corrupción. Por supuesto, eso lleva a muchos funcionarios a decir que la corrupción es cultural, que viene a ser decir lo mismo: que la corrupción somos todos porqué, aquí sí, la cultura somos todos.
Pero valdría la pena reflexionar: ¿Somos corruptos o somos víctimas de la corrupción? Puesto de otro modo: la falta de un verdadero Estado de Derecho, ¿nos da alguna protección si rechazamos la corrupción?  Si más del 90% de los delitos denunciados quedan impunes, ¿Qué probabilidad hay de que la denuncia de una extorsión por una infracción de tránsito será investigada y debidamente castigada? Muy cercana a cero. Por otro lado, el funcionario menor que se niega a pedir mordida, ¿qué protección tiene si sus superiores le exigen que lo haga? ¿Quién le garantiza que conservará su puesto y no perderá su ingreso si no “le entra”? Claro, sí hay una gran cantidad de ciudadanos que rechazan la mordida y funcionarios que se niegan a pedirla. Y habría que considerarlos como verdaderos héroes civiles. Afortunadamente cada vez hay más, pero no son suficientes.
Todo lo anterior no es para decir que nos crucemos de brazos y nos resignemos a vivir como víctimas de la corrupción. O aceptar que muchos se beneficien de ella. Todo lo contrario. Pero es importante que la ciudadanía tenga claro qué, aunque urgen nuevas leyes, reglamentos y sistemas, nada eso hará mucho bien mientras no tengamos un verdadero Estado de Derecho. Por leyes no paramos. De lo que padecemos es de la falta de su aplicación plena e imparcial. Y nuestro Congreso no tiene entre sus prioridades el Sistema Anti-corrupción, de modo que la ciudadanía tiene pocas esperanzas que la corrupción se reduzca pronto.
Bienvenidas nuevas leyes, instituciones, participación ciudadana, nuevos mecanismos de fiscalización. De algo servirán. Pero lo que verdaderamente resolverá de fondo este flagelo de la corrupción es la instauración plena de un verdadero Estado de Derecho. Y no será lo único que resolverá. La paz, el desarrollo económico, la democracia sin apellidos dependen en gran medida de que las leyes sean cumplidas, se erradique la impunidad y se dé el castigo adecuado a quien las infrinjan. No es un asunto menor. Sin esto, nuevas leyes, reformas estructurales y otras muchas buenas intenciones harán muy poco bien.

Pero nos tiene que quedar claro que el Estado de Derecho no ocurrirá solo. No va a llegar como un gracioso don de nuestros gobernantes. No es de esperarse que los que se benefician enormemente de la corrupción de repente vean la luz y reconozcan el daño que hacen. Difícilmente se pondrán límites voluntariamente. La presión no vendrá, como en algunos otros temas, de la opinión internacional. Nos urgen muchos más héroes y heroínas civiles que, con hechos, empujen el establecimiento del Estado de Derecho. Y el modo más efectivo es cumplir cuidadosamente con leyes y reglamentos. Y, por supuesto, levantar nuestra voz para exigir que erradique la corrupción y se establezca el Estado de Derecho. Pero lo que nos da la autoridad moral para reclamar es el hecho de que, yendo contra la corriente, nuestra comodidad y hasta la burla de muchos, nos esforcemos por cumplir puntualmente las leyes y reglamentos a los que estamos sujetos.