¿Porqué Cuenta Larga?

¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.

Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones

sábado, 26 de diciembre de 2015

España, 80 años después



El año próximo se cumplirán 80 años de una situación, en España, que tiene un espeluznante parecido con su situación actual, al menos en algunos aspectos. En 1936, ante la imposibilidad de que ninguno de los partidos de izquierda pudiera derrotar a los partidos de derecha, se crea el Frente Popular, una coalición de partidos de izquierda desde los moderados hasta los más radicales, incluidos los anarquistas así como liberales anticlericales y grupos autonómicos mediante los cuales toman el poder en ese año. Poco tiempo después vendría el asesinato del líder más importante de la oposición de derecha, José Calvo Sotelo, y a los pocos meses el levantamiento militar que llevó a una guerra civil que duró varios años y costó, al menos, 1 millón de muertos.

Los resultados de las elecciones españolas el pasado 20 diciembre dejan a España en una situación de indefinición. Los partidos de centro-derecha, el Partido Popular y el partido Ciudadanos, no alcanzan la votación necesaria para formar un gobierno. Las distintas izquierdas, fundamentalmente el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) y el partido Podemos, tienen una votación aún menor pero, si logran una alianza con partidos nacionalistas, podrían formar un gobierno. De hecho, algunos analistas ya empiezan a hablar de un Frente Popular como el de 1936. De no  formar gobierno ninguna de las fuerzas principales, la ley Española prevé una segunda ronda de votación.

Claramente, estamos hablando de una situación muy diferente. No es creíble que empiece una ronda de asesinatos políticos: el desarrollo industrial y económico de España, aún en las condiciones actuales de crisis, ha reducido las diferencias socioeconómicas en el país y muchos años de paz han cambiado también la cultura de la población. Pero no deja de ser muy notorio que después de tantos años la sociedad española sigue profundamente dividida. Como en 1936, no existe un consenso claro sobre el camino a seguir y las posiciones tienden a radicalizarse, no necesariamente en el sentido de la violencia, pero sí en el sentido de un rechazo un tanto visceral a entender los puntos de vista de los que opinan diferente. 

En el fondo, lo que hay es una profunda desconfianza sobre los partidos políticos. Los nuevos partidos han crecido en base a los afiliados a los partidos más tradicionales, que han perdido credibilidad: el partido Ciudadanos crece con las defecciones del Partido Popular y el partido Podemos crece, en buena parte, con los que abandonan al PSOE y también con una gran parte de la población joven, con un desempleo brutal y con una desconfianza profunda por el sistema.

Es claro que los poco menos de 40 años de transición democrática española, no han sido aprovechados para formar partidos sólidos, con modelos de nación claramente entendibles para la ciudadanía y tampoco se ha buscado desarrollar una cultura democrática que abarque a la gran mayoría de la sociedad. A cambio de ello, los partidos han sido aprovechados como un botín que permite enriquecimiento ilícito de algunos representantes muy conspicuos de la clase política. Ninguno de los bandos en contienda puede decirse inmune a los casos de corrupción escandalosos que han sacudido al país y, tristemente, ni la propia Casa Real ha dejado de tener algún caso de este estilo.

En esta situación no es de sorprender el rechazo de la mayoría de la ciudadanía por una clase política que no es percibida como promotores y abanderados del bien común. Los dichos de "que se vayan todos" y "todos son iguales" podrán ser injustos, pero son  muy entendibles.

Es importante que en esta situación veamos nosotros paralelos para la situación de la democracia mexicana. Y, dicho sea de paso, de la democracia en el mundo entero. Tenemos el mismo desencanto con los partidos políticos. Nuestros partidos no han aprovechado la transición democrática para formar a la ciudadanía en una cultura democrática que vaya más allá de una participación electoral, sino que realmente abarque todos los aspectos económicos, sociales y políticos de nuestra sociedad. Si nos quejamos de la falta de democracia y  corrupción en los partidos políticos, deberíamos voltear a ver la falta de democracia y corrupción en las demás instituciones del país. Claramente, tenemos una visión reducida y reduccionista de lo que significa el concepto de democracia. No vamos más allá del aspecto de los votos emitidos con libertad y contados con imparcialidad, asuntos fundamentales pero que no agotan el sentido de lo democrático. Pero sentirse auténticamente democrático debería incluir el aceptar los resultados de las elecciones y colaborar a que se cumpla la voluntad de la mayoría. Entender que ser democrático incluye el aceptar ponerse bajo el gobierno de otros que opinan diferentes de nosotros, solamente por el hecho de que son más. Y colaborar con ese consenso.

En nuestro país, se han desperdiciado los años de la transición democrática en debates partidarios sobre el modo de repartirse privilegios y facultades y muy poco se ha hecho para formar, en primer lugar, las bases democráticas entre los afiliados a esos partidos y mucho menos para formar a la ciudadanía en una cultura que le permita actuar como los mandantes que les señalan a los mandatarios como deben ser en su actuación y cómo deben llevar a cabo su gobierno. Logramos salir del autoritarismo, pero hemos caído ahora en la partidocracia. Y, tristemente, estamos viendo en muchas partes un retorno claramente planeado para volver a los tiempos autoritarios. Una parte importante de la población no sale de la crítica, más o menos agresiva, y no está dispuesta a hacer su parte para el desarrollo democrático de nuestro país. Que es, claramente, un asunto de la mayor importancia. El gran tema de los próximos años, el gran resultado al que debían abocarse no sólo los partidos políticos sino también los grupos intermedios de la sociedad.


Y no sólo esos grupos: Usted, yo, todos los ciudadanos debemos hacernos responsables de la creación de esta cultura. Porque nadie lo va a hacer por nosotros. Porque la mayoría de los grupos políticos y cuerpos intermedios tienen mucho de que beneficiarse con la situación actual y con una reducción de los espacios democráticos. Ellos actuarán por presión, por nuestra presión. La ciudadanía tendrá que actuar por convencimiento.

sábado, 19 de diciembre de 2015

¿A dónde se fue la Navidad?


Casi cada Navidad escucho o leo lo mismo. ¡Cómo se ha perdido el concepto de la Navidad! ¡Cómo hemos perdido la idea central de esas fiestas! ¡Cómo se ha paganizado!. Yo también he escrito artículos como esos. Algunos quisiéramos que la Navidad se viviera de otro modo, más sencilla, más centrada en lo fundamental, menos consumista.

Pero tal vez hay otros ángulos en este tema. Otros puntos que tomar en cuenta. Y, sin perder ese ideal de lo que creemos que debería ser la Navidad, pudiéramos ver lo que hay en el modo más generalizado de celebrarla.

Porque la Navidad se ha vuelto una celebración global. Aún en países donde la cultura no es cristiana,  han adoptado esta celebración. Cada cual a su manera, en su contexto y de acuerdo a sus valores. Hoy en día, en nuestra sociedad, lo común es ver la Navidad como una celebración de la paz y la esperanza, una ocasión  de celebrar la Familia, de revivir tradiciones que tal vez ya no se entienden del todo. Una ocasión de regalar y recibir regalos, de mostrar cariño y aprecio por los demás, de renovar comunicación y relaciones que tenemos olvidadas.

Y todo ello es muy bueno. Un momento del año en que hacemos un alto y recordamos cosas que valoramos. Momentos de celebración. Y probablemente eso ha ocurrido hace siglos, con distintas modalidades, con diferentes recursos, con diferente nivel de vida que el que se podía tener en otros siglos y que hacía que todo fuera más austero. Y también desde una vivencia diferente de la fe y de los valores.

Celebración, regalos, reuniones, son cosas muy buenas. Pero son lo adicional. Lo fundamental es que en Navidad celebramos que el Hijo de Dios se hizo Hombre y puso su morada entre nosotros. Y que, con ello, nos trajo la Redención del pecado y de la muerte y nos concedió llegar a  ser Hijos de Dios. El mayor regalo que ha recibido la Humanidad. Pero, ¿cuántos lo saben? ¿Cuántos tienen claro este concepto? ¿Para cuántos forma parte de sus creencias?

Claro, también hay un esfuerzo por desvalorizar la Navidad. Están, por supuesto, quienes han contribuido a su secularización a propósito, por diseño. Como los que han quitado toda referencia religiosa a esta fiesta, los que han prohibido en algunos países que se expongan públicamente los nacimientos, los que ya no hablan de Navidad, sino de las Fiestas, o las celebraciones de la temporada. Los que han despojado a los villancicos de cualquier sentido religioso. Los que nos hablan de la “Magia de la Navidad”. Los que han creado el frenesí de consumismo y que, comprensiblemente, quieren que estén incluidos los de cualquier creencia y temen que si la celebración es “demasiado” religiosa, ahuyentarán a consumidores con otras creencias.


En mi opinión, no debemos criticar ni atacar estos síntomas. Debemos ir a la raíz. Si no conocemos, entendemos y vivimos nuestra fe, la consecuencia será vivir tradiciones y costumbres  alejadas de su sentido original. Si volvemos a hacer de nuestra fe el fundamento de nuestras acciones, sabremos darle a la Navidad su sentido, sin necesidad de quitar nada a estas celebraciones. El reto es enriquecer nuestra vivencia de la Navidad y gozar de su sentido profundo. Que su propósito central sea el agradecimiento, el agradecimiento a nuestro Padre Dios por el magnífico regalo que recibimos mediante este Niño que nos ha nacido y que nos ha traído los mayores bienes.

lunes, 14 de diciembre de 2015

Por fin, ¿un acuerdo contra el calentamiento global?


Termina la reunión COP21 (Conference of Parties 21), en París, el encuentro para obtener un acuerdo sobre el cambio climático y una meta clara sobre cuánto debe reducirse ese  cambio. No es que haya sido un acuerdo fácil: lo único que se ha logrado es una meta aceptada por los 195 países representados en dicha conferencia. Falta todavía que esos 195 países obtengan de sus respectivos congresos la aprobación para ese tratado. Después de lo cual, para el año 2018 deberán presentar un plan de trabajo para cada país. Y todavía quedarán muchos puntos que ver en la implementación de ese plan.

Hay muchas cosas que observar en este aspecto. Los dos países que más contribuyen a la huella de carbono en el entorno son Estados Unidos (24%) y China (14%), las economías número uno en número dos del mundo. El grueso de la huella de carbono procede de los países desarrollados y de las economías más poderosas. ¿Están dispuestos a hacer los gastos necesarios? Los países en desarrollo dicen, y de alguna manera no les falta razón, que para que ellos puedan crecer sus economías  en condiciones que limiten el uso de combustibles orgánicos, tardarán más y les costará más. Por lo cual se ha hablado de algunas transferencias de dinero a estos países para que puedan adoptar medidas para limitar la huella de carbono. Un nuevo modo de ayuda internacional que, comprensiblemente, genera mucho escepticismo, cuando se analiza el pobre resultado de la ayuda mundial al desarrollo en los últimos 70 años.

Puede discutirse mucho la importancia de la huella de carbono en el calentamiento global. Se toma como referencia la temperatura promedio global en el año 1778, antes de la era industrial, hasta nuestros días. El calentamiento global en el período 1778-2014  fue de 0.8 °C, pero se pronostica un crecimiento de la temperatura global de entre 1.4 °C y 5 °C antes del año 2100. El acuerdo propone una meta de no más de 2 °C de calentamiento comparado con la temperatura global del año 1778, es decir, que la temperatura para el año 2100 no haya aumentado más que 1.2 °C comparado con la temperatura actual. Parece que no es mucho, pero las consecuencias pueden ser importantes. Y hay muchas dudas sobre la temperatura global en el año 1778: las mediciones se hacían solo en países muy desarrollados y los termómetros no eran igual de precisos que los actuales. Todavía en 1960, una buena práctica era calibrar los termómetros nuevos, porque podían tener fallas hasta de 2 grados centígrados, aunque hubieran pasado el control de calidad de sus fabricantes. También hay otras razones para las dudas sobre el impacto de la huella de carbono. Las fuerzas de la naturaleza tienen una influencia mucho mayor que la que nos imaginamos. Por ejemplo, las erupciones volcánicas importantes pueden bajar la temperatura global más que los esfuerzos que pueden hacer los Estados.
Se habla mucho de medidas regulatorias y de inversiones fuertes en investigación y desarrollo. Pero, muy probablemente, el papel de la ciudadanía mundial será mucho más importante para lograr una reducción importante en la huella de carbono. El tema es si la población, en general, está dispuesta a hacer los sacrificios necesarios para que esto se logre.

Hay varios puntos en donde los ciudadanos podríamos hacer una diferencia. Desde luego, tendremos que estar dispuestos a pagar mayores impuestos. La investigación y desarrollo no es barata, el cambio de equipos generadores de electricidad para eliminar los que usan combustibles basados en carbono, no es barato. Sí, es cierto que se  generarán muchos empleos con estos cambios, pero de alguna manera habrá que pagar por ellos. Y los gobiernos no tienen más dinero del que les puedan extraer a los contribuyentes. En México, antes incluso del anuncio de los resultados de esta reunión, el sector privado ya estaba exigiendo al gobierno que no les pida que pague por el cambio a una economía más sustentable. En otras palabras, lo que están pidiendo es que los contribuyentes sean quienes paguen por ese cambio. Lo cual ocurriría de todas maneras; si los negocios tienen que gastar más para ser más sustentables, habrán de repercutir esos costos adicionales en los precios de lo que vendan.

A un nivel más personal: ¿estaría usted dispuesto, si es que tiene un automóvil, a no usar automóviles grandes y preferir los autos más pequeños que generan menor huella de carbono? Porque, en promedio, una “mini van” deja casi el triple de dióxido de carbono en el ambiente que un auto de los más pequeños, por kilómetro recorrido. ¿Estaría usted dispuesto a conducir a una velocidad menor en las carreteras? Los autos emiten menos gas carbónico cuando trabajan en su velocidad de crucero más eficiente, entre 80 y 90 km/h. ¿Estaría usted dispuesto a caminar más en distancias cortas y usar cuando fuera posible el transporte público? Porque, cuando se comparte el transporte, la emisión de carbono al ambiente por persona transportada se reduce.


De hecho, independientemente de lo que se logre a través de acuerdos como los que se están diseñando en este momento, una parte importante de la solución está en manos de la ciudadanía. Somos nosotros los que podemos reducir la demanda de gases invernadero, a través de nuestras costumbres que muchas veces han aumentado la presencia de gas carbónico en el medio ambiente. La gran pregunta es: ¿Estamos dispuestos a asumir nuestra parte?

lunes, 7 de diciembre de 2015

¿El principio del fin en Venezuela?


Una paradoja, casi como las de Chesterton, fue parte de un discurso de Churchill diciendo,  a propósito de algunos de los eventos de la Segunda Guerra Mundial: “Esto no es el principio del fin, pero sí es el fin del principio”.

Espero de todo corazón que las elecciones parlamentarias en Venezuela sean el principio del fin de una larga noche de autoritarismo, de populismo, de medidas antidemocráticas y de sumisión a los últimos estalinistas del mundo. Lo deseo ardientemente: que Venezuela vuelva a ser el ejemplo de democracia en América Latina que fue durante la larga temporada de dictaduras militares y dictaduras de partido que sufrimos en  nuestro continente.

Aunque a la hora de hacer este artículo aún no se sabe el resultado final de las elecciones, ya es un hecho que la oposición gana 99 escaños en el Congreso, mientras que los Chavistas-Maduristas tienen 46 y están indecisos 22 puestos. Lo  cual no es cosa menor: la ley Venezolana marca diferentes atribuciones a diferentes mayorías: la mayoría simple (la mitad más uno), la de tres quintos más uno y la de dos tercios más uno. Solo esta última puede evitar que Maduro gobierne por decreto, como podría ser autorizado por el actual Congreso en los 30 días que le quedan en el poder. O sea que, aun habiendo ganado por mayoría, la oposición podría quedar inmovilizada para detener los desplantes autoritarios de Maduro, si no logra más de los dos tercios.

Como ve Usted, hay un real motivo de alegría en Venezuela, pero todavía no es el fin. Hasta el 2018 serán las elecciones presidenciales que podrían sacar finalmente a Maduro del poder. Y quedaría también por ver si la oposición se mantendrá unida, cosa que apenas ahora se ha logrado.

Según un estudio de varias universidades venezolanas, el 73% de los hogares en ese país están en condición de pobreza por ingreso[1]. Una clase pobre que desconfía de la clase media y adinerada así como de los partidos de centro y de izquierda moderada. Las décadas de bonanza petrolera, que podrían haber sido aprovechadas para crear una infraestructura económica que no dependiera del petróleo, se desperdició en subsidios que no generaron empleo estable y en subsidiar a otros países afines ideológicamente al Chavismo,  mediante generosos apoyos en petróleo. La historia económica de Venezuela pudo haber dejado de ser la historia de los precios internacionales del petróleo. Hubo la oportunidad. Chávez y sus sucesores la desperdiciaron.

Ahora la tarea es mantener el impulso. Mantener la unidad arduamente obtenida y ganar las mentes y los corazones de los venezolanos pobres, mediante hechos más que  con discursos. Maduro está achacando su derrota a la guerra económica que, dice él, han desatado los países ricos y la burguesía venezolana. Ignorando, mañosamente, que la parte sustancial de la penuria venezolana viene de los precios que fija la OPEP, de la cuál es fundadora y miembro Venezuela. Y olvidando que subsidiar absurdamente el consumo de gasolina y mantener un tipo de cambio artificial, solo propiciaría importaciones y, a la larga, la inflación que hoy padecen. Pero, si el viento cambia y el petróleo puede volver a estar caro, Venezuela volvería a tener prosperidad.

La reconstrucción de la confianza es la orden del día y de muchas semanas y meses. Una actitud triunfalista de los hoy ganadores, puede generar un desastre a mediano plazo. Hoy, más que nunca, en Venezuela como en América Latina y en el mundo entero, tenemos que reconstruir las sociedades mediante el rechazo de la lucha de clases, que se ha mostrado enormemente dañina y reconstruir relaciones de acercamiento y apoyo mutuo ente las clases sociales. Por el Desarrollo, “el otro nombre de la Paz”, como dijo Paulo VI. Por la concordia. Por la confianza entre los miembros de la sociedad. Por nuestro futuro.



[1] http://www.eluniverso.com/noticias/2015/11/20/nota/5251059/pobreza-venezuela-alcanzo-73-hogares

sábado, 28 de noviembre de 2015

¿Cuáles son los argumentos en contra de la independencia de Catalunya?


¿Qué argumentos hay en  contra de la independencia de  Catalunya? ¿De qué manera quieren los demás españoles convencer a los catalanes de que no se independicen? En los medios ha aparecido una gran diversidad de argumentos, de distinto mérito y profundidad.

Hay argumentos muy superficiales. Por ejemplo: el hecho de que el  Club de Fútbol Barcelona deje de estar presente en las competencias internacionales, por no ser parte de la liga Española. Como si el Mónaco no fuera parte de la Eurocopa. O que los colores de la Señera, la bandera catalana, están en la bandera Española. Es como si dijeran que, ya que el partido mexicano PRI usa los colores de la bandera mexicana, todos los mexicanos deberían de votar por ese partido (lo que, de paso, creen muchos dirigentes de ese partido). O el hecho de que Catalunya ha formado parte de España por muchos siglos, un argumento que podían haber esgrimido los musulmanes en contra de la Reconquista de Andalucía. O el argumento de que los partidos separatistas están tratando de ocultar su corrupción a través de sus campañas secesionistas. Como si los partidos españoles fueran ejemplo de probidad. Es como el comal que le dice a la olla: “no me toques porque me tiznas”.

Tiene más fuerza el argumento económico, porque no es difícil argumentar que Catalunya perdería al no tener los mercados de la Península y quedar fuera de la Unión Europea. Si es que fuera así: Catalunya es la 14ª economía de Europa, algo nada despreciable. Pero también es cierto que España perdería casi el 20% de su producto interno bruto y algo más de eso en recaudación fiscal, así como una parte importante de su comercio interior y sus exportaciones. Todo ello, perdiendo casi el 16% de la población. Sí, Catalunya perdería, pero también perdería el resto de España. España es más fuerte económicamente y más competitiva internacionalmente con Catalunya que sin Catalunya.

El otro argumento, el electoral, señala que sólo el 46% de los votantes en las pasadas elecciones votaron por los partidos separatistas. Pero eso, en realidad, tiene arreglo: basta que al declarar independiente a Catalunya se les desconozcan los derechos electorales a los andaluces, murcianos y valencianos que han emigrado a esas provincias. Lo cual puede hacerse dándoles derechos legales para trabajar, sin darles derechos electorales. O bien, dejando que abandonen las provincias para darles trabajo a su gran número de desempleados. Cosas que puede hacer un país independiente, como lo hicieron algunos países hispanoamericanos al declarar sus independencias y expulsar a un número importante de españoles.
Está el argumento de la legalidad: la independencia catalana va contra la Ley. Cierto. Pero, de fondo, la mayoría de los procesos de independencia de los países, han sido ilegales. Lo fue Irlanda, lo fue Israel, lo fueron muchos países africanos, lo fue la India en la mayor parte de su proceso de independencia. Lo fue toda Hispanoamérica, y los reinos de Europa tardaron mucho en reconocer su independencia.
Probablemente el argumento más fuerte es el argumento de la unidad de España. Un logro de muchos siglos, de una larga lucha de reconquista y una historia de toda clase de calamidades, incluyendo la invasión francesa y la pérdida de Gibraltar así como de las colonias y la  guerra  civil. Pero dentro de este argumento hay una parte formal y una parte sustantiva. La parte formal es la legislación, la Constitución. Éstas, tienen fuerza en tanto cuanto reflejen la realidad de la ciudadanía. De otro modo, es un formalismo en el cual no cree la población. Si, por supuesto que se puede obligar, incluso con la fuerza de las armas y con acciones policiacas, a que se conserve una unidad que vaya a contrapelo de una parte importante de la población. Se puede lograr, pero no se puede convencer por esos medios. Pueden encarcelar a los dirigentes secesionistas, a riesgo  de convertirlos en mártires y profundizar en el descontento de la población que no quiere ser parte de España. Otras medidas, como un bloqueo económico en caso de que se dé la independencia, tendrían un efecto parecido. Puedes rendir por hambre a la población, pero los ejemplos históricos de aislamiento económico a países como Cuba y como el que ocurrió en los cuarentas para la España franquista, demuestran que raramente esas medidas cambian fundamentalmente las cosas. Porque se trata de convencer, no de vencer. 

Lo que no se lee en las argumentaciones publicadas, es un ánimo de convencer a los catalanes de que España los quiere. No he visto, salvo alguna excepción, argumentaciones en las que se diga que los españoles quieren a Catalunya, que necesitan la unidad porque son valiosos para España. Es muy difícil convencer a alguien de que se quiere la unidad acusando a los catalanes de separatistas, sediciosos, vanidosos, engreídos y tontos. Qué, sin usar estas palabras exactas, ése es el tono que se desprende de la lectura de muchos artículos en contra de la independencia de Catalunya. No alcanzo a comprender cómo habrá quien crea que, a través de escarnios,  se puede convencer a alguien de que buscamos la unidad. Si yo fuera catalán, la lectura de la prensa que se opone a la independencia de Catalunya me convencería de que, efectivamente, los españoles no aprecian a los catalanes y que quieren solamente seguir teniendo una fuente de impuestos y un mercado disponible, pero que no buscan de fondo una unidad basada en el aprecio mutuo.

¿Hay otros medios de lograr la unidad? Sí, pero no son rápidos de implementar y los resultados pueden tardar en materializarse. Se trata de reconstruir la Unidad así, en mayúsculas, basada en el convencimiento de que nos queremos y nos necesitamos. La secesión de  Catalunya es una tragedia, porque ya existe en los corazones y solo falta formalizarla. Es una tragedia  como cuando un esposo abandona a su mujer e hijos. Ni los argumentos legales ni los económicos lo van a convencer, porque la separación ya ocurrió, solo falta formalizarla. ¿Se puede reparar esa separación? Sí, pero no es sencillo. Los argumentos jurídicos, económicos, sociales y hasta religiosos no bastan para reconstruir esa unidad.


En el caso de Catalunya, habría que empezar por entender las razones que tienen los  catalanes para creer que los demás españoles los han tratado injustamente. Y, una vez entendidas, pedir perdón.  Muy difícil, pero si la Iglesia por medio de San Juan Pablo II pidió perdón por hechos ocurridos hace muchos siglos, otros podrían hacerlo. Claro, entiendo que esto es lo último que los partidos políticos van a hacer. Esto tiene que salir de la Ciudadanía y es la Ciudadanía la que debe convencer a los políticos de hacerlo. Y también los catalanes deben estar dispuestos a hacer lo mismo. Porque  ante una tragedia de esta magnitud, no es momento de mezquindades, legalismos ni demostraciones de fuerza.  Hay que, con magnanimidad, reconstruir una relación que nunca debería haberse roto. Con reglas claras, con generosidad, con amor. Porque así hay que tratar a todos los españoles.

lunes, 23 de noviembre de 2015

¿Giro a la derecha en América Latina?



Argentina rechaza a los peronistas y elige a Mauricio Macri, un empresario y ex alcalde de Buenos Aires, para presidente de la nación. El próximo 6 de diciembre, en las elecciones parlamentarias venezolanas, las encuestas dan al chavismo en tercer lugar en la intención del voto. Pero no son los únicos casos en que la población rechaza a las izquierdas en Sudamérica.

Dilma Rousseff, tiene en Brasil, según diferentes encuestas, entre 8% y 20% de aprobación. Michelle Bachelet, en Chile, un 30% de aprobación. En Paraguay, desde agosto de 2013 hay un gobierno de derecha, encabezado por Horacio Cartes, quien sustituye a Fernando Lugo, de izquierda y ex obispo, destituido ese año. 

¿Significa esto un giro a la derecha en Latino-américa? Bueno… eso depende de lo que usted entienda por Derecha… o por Izquierda, si a esas vamos. Porque hoy en día las definiciones se han vuelto confusas. No hay claridad en lo que se llama Izquierda, y el término Derecha se ha vuelto un epíteto que todos, hasta la más rancia derecha, trata de evitar.

En Venezuela, de acuerdo con refugiados políticos de ese país, todos los partidos de oposición se consideran más o menos socialistas, con distintos matices e intensidades. De hecho, tres de los partidos de oposición en ese país, son miembros de la Internacional Socialista, organismo mundial que agrupa a partidos de esa denominación. Y, curiosamente, la propia Internacional no tiene entre sus miembros al Partido Socialista Unificado de Venezuela, el partido de Nicolás Maduro, sucesor de Hugo Chavez. La Coalición Mesa de Unidad Democrática (MUD), grupo que representa a muchos partidos de oposición tiene entre sus adherentes una mayoría de partidos socialistas, incluyendo a un partido marxista-leninista y algunos partidos autodenominados “progresistas”.

Aparentemente hay un giro a la derecha. O hacia el Centro, si usted prefiere. Todo depende de los parámetros que usted maneje en la geometría política. La siguiente parada en este giro son las elecciones venezolanas del próximo 6 de Diciembre. Unas elecciones que, si se respeta la voluntad democrática, tiene perdidas el chavismo de Nicolás Maduro. Pero las dudas son muy fuertes. Según la oposición venezolana, se está preparando un fraude en gran escala. El gobierno ha rechazado la presencia de observadores extranjeros, notablemente los propuestos por la Organización de Estados Americanos, OEA. A varios dirigentes de la oposición  se les mantiene presos. Nicolás Maduro hace amenazas, apenas disfrazadas.

De reconocer la derrota en las elecciones del 6 de Diciembre, Nicolás Maduro tendría que gobernar con un Congreso opositor. Situación por demás incómoda. Y es de esperar que un Congreso así, exponga la corrupción e ineptitud de su Gobierno, reduciendo aún más el ya pobre nivel de aprobación del Señor Maduro. ¿Qué puede hacer el chavismo?

Desde luego, intentarán el fraude. De no lograrlo o de resultar tan obvio que genere un rechazo generalizado, el chavismo tiene algunos escenarios. El primero es un golpe de estado militar. Nada increíble. Recordemos de Hugo Chavez saltó a la fama mediante un golpe de estado fallido y que siempre tuvo un gran apoyo entre los militares. Otro escenario es un golpe de estado “en el palacio”. Una destitución de Nicolás Maduro, organizada por los propios chavistas, mayormente los alineados con la hija favorita de Hugo Chavez, María Gabriela, representante permanente de Venezuela ante la ONU, dado que Don Nicolás ya no sirve para sus intereses.

Ojalá prevalezca ese sentido democrático que hizo a Venezuela ser reconocido y admirado como una de las democracias que mejor funcionaba en América Latina, en medio de una era de gobiernos militares o de dictaduras más o menos perfectas.

Este giro que se está dando hoy no es necesariamente un giro hacia la derecha. Ojalá sea un giro a favor de reducir el autoritarismo en América Latina. Ojalá sea para evitar la abusiva intervención de los gobiernos en la economía y la centralización de poderes económico, político e ideológico en unas cuantas manos. Ojalá sea un paso para tener sociedades más libres.

Felicidades al pueblo argentino. Nuestros mejores augurios para los demócratas venezolanos y de otros países de América Latina. Sin olvidar que en México todavía nos falta mucho por lograr en ese camino para construir democracias sin adjetivos: no somos quienes para dar lecciones a nadie y muy bien podríamos aprender de todos los países de América Latina que hoy están construyendo sus democracias.


sábado, 14 de noviembre de 2015

Prohibido insultar a la autoridad


Justamente en estos días vi en un letrero electrónico advirtiendo a la ciudadanía que está prohibido insultar a la autoridad. Supongo que es una campaña para dar a conocer el contenido del nuevo reglamento de tránsito del Gobierno del Distrito Federal. El tema, sin embargo, me puso a reflexionar. Si estoy equivocado y este ordenamiento forma parte de nuestra Constitución, estoy y estamos en graves problemas.

No es que yo tenga muchas ganas de insultar a las autoridades. Pero lo que me preocupa es el intento de silenciar a la ciudadanía cuando quiere expresar su desacuerdo con alguna autoridad. Porque, en principio, no es fácil definir qué cosa es un insulto. La Real Academia Española define insultar como: Ofender a alguien provocándolo e irritándolo con palabras o acciones. Lo cual nos pone en grave predicamento. ¿Quién define lo que es ofender? A partir de esta descripción, la definición de lo que es insultante depende de los sentimientos que tenga el supuesto ofendido. Bastaría que yo, si fuera autoridad, dijera que las palabras, las acciones o los escritos de cualquier ciudadano me estuvieran provocando o irritando, para que esa persona o institución cayera en una falta contra ese reglamento y fuera sujeto de una sanción.

Da la impresión de que nos encontramos ante un intento, apenas velado, de silenciar a la ciudadanía. Es un claro atentado contra la libertad de expresión, desde el momento en que no se establece con claridad dónde empieza y dónde termina el concepto de insulto. Pongamos algunos ejemplos: si yo le digo corrupto a un policía que me está pidiendo "mordida", el policía me podría acusar de insultos, porque se sintió ofendido e incluso irritado por lo que yo le dije. En otro ámbito, si yo le dijera inepto a algún funcionario público, es decir, a una autoridad, estaría yo cayendo en el ámbito de las conductas prohibidas y sería sujeto a sanciones. Ya hemos tenido el caso de algún senador de la República que ha intentado prohibir que en las redes sociales se ataque a los funcionarios públicos, con la sana intención de poner una mordaza no sólo los medios en particular sino a la ciudadanía en general.

Me parece algo muy grave. Nuestras autoridades quieren volver a los tiempos del virreinato, o posiblemente a épocas aún anteriores, donde las autoridades eran sagradas e intocables y no era posible decirles que no estaban funcionando. No cabe duda de que nuestra clase política, misma que aprueba reglamentos como el que estamos comentando, no está ni siquiera en los balbuceos de lo que significa ser una autoridad democrática.

Desgraciadamente, este reglamento ya está aprobado por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal y está en vigor. No es fácil echarlo atrás. Y, dada su intención antidemocrática, es muy difícil lograr enmendarlo. Habría que hacer un listado de las palabras altisonantes que deberían considerarse como insultos. También habría que hacer un listado de adjetivos que califican la actuación de las autoridades y que pueden ser usados sin que se consideren insultos, por ejemplo: inepto, corrupto, descuidado, impreparado, inadecuado para su puesto, dictatorial, antidemocrático, autoritario, y otros muchos más qué, de acuerdo a la definición de lo que significa un insulto, podrían provocar o irritar a nuestras beneméritas autoridades.

En pocas palabras: las autoridades, en lugar de ganarse el aprecio y el reconocimiento de la ciudadanía, prefieren silenciar las justas críticas y las observaciones que los ciudadanos pueden y deben hacer a los funcionarios públicos que no están a la altura en de los requerimientos de los puestos que ocupan. Una pésima señal.

De manera qué, de ahora en adelante, la ciudadanía tendremos que ser particularmente cuidadosos y delicados para no ofender las sensibilidades de las autoridades, las que han demostrado ampliamente que tienen la piel muy delgada y a las que les molesta cualquier observación que se les haga, independientemente de lo justificada que pueda ser. Porque, con toda probabilidad, muchos se van a decir insultados.


Ni modo. Un clavo más en la tapa del ataúd que la clase política está construyendo para sepultar nuestras libertades y nuestra recién conquistada democracia. Y, tristemente, los medios formales, los que se dicen opinión pública y en realidad son sólo la "opinión publicada", han permanecido sospechosamente callados en este tema. Un ejemplo más de lo que nos espera si la lucha contra la democracia que han emprendido las diversas izquierdas y en algunos casos las derechas, no es detenida.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Felicidad: las pequeñas cosas

Para mi gran sorpresa, me encontré qué México es uno de los países más felices del mundo. Al menos eso nos dice el Reporte Mundial de la Felicidad 2015[1]. De acuerdo a ese reporte, que mide la percepción de felicidad en 158 países, México ocupa el lugar 14º en felicidad, sobrepasando en este índice a las cuatro economías mayores de Europa, a todos los países asiáticos con la excepción de Israel, con una calificación ligeramente mayor a la de EEUU y siendo sobrepasado solo por Costa Rica, entre los países latinoamericanos. No solo está México en ese honroso lugar, sino que también ocupa el 15º lugar en crecimiento de la felicidad entre 2005 y 2014.

Los factores que se consideraron para explicar estos resultados fueron variables como el PIB per cápita, el apoyo social, la expectativa de vida con salud, la libertad de tomar decisiones de vida, la generosidad, la corrupción y la sensación de disfuncionalidad. En el caso de México el factor que más pesa es el llamado “residual” que abarca lo no explicado por las demás variables y, por cierto, es mucho más elevado en nuestro país que en todos los demás encuestados.

Esto, por supuesto, no ha sido noticia, no es tema de debate,  no ha tenido presencia en los medios tradicionales y no se ha vuelto “viral” en las redes sociales. En el clima colectivo de los medios, la clase política, el llamado “círculo rojo” y otros “líderes de opinión” este tema no ha sido importante. La pregunta es: ¿Debería serlo?

Parecería que la felicidad de los mexicanos no depende necesariamente de ese tipo de variables. De creerle a los medios de comunicación tradicionales y no tradicionales, el estancamiento económico, la disfuncionalidad del sistema incluyendo en ella las fallas en contener la violencia y la pobreza,   así como la deficiencia de apoyos sociales y de salud,  nos deberían llevar a ser profundamente infelices. Pero no parece que sea así. Algunos grupos políticos creen de manera casi religiosa que los mexicanos estamos al borde de la insurrección y la explosión social; hay  otros que  apuestan a la profunda insatisfacción popular para crecer en su posición política. En cambio, estudios serios muestran otra cara de la moneda.

¿Cómo nos lo explicamos? ¿Será que los mexicanos somos irremediablemente masoquistas y que gozamos del infortunio? Lo dudo mucho: estamos locos, pero no tanto. ¿Será que hay una obscura conspiración para falsear esos resultados y hacernos creer que no estamos insatisfechos? De ser así, los artífices de esa conspiración le habrían dado mucha difusión a estos resultados en lugar de dejar que los datos queden medio olvidados en un documento académico, de escaso impacto público. ¿O será que los mexicanos ponemos nuestra felicidad en otras cosas, en ese gran campo de lo no explicado que señala este estudio?

¿Será acaso que ponemos nuestra felicidad en las cosas aparentemente pequeñas, pero que son tremendamente importantes en la vida  diaria y son muy difíciles de medir científicamente? Cosas como  la vida familiar, la amistad, el cariño y el amor. Los pequeños detalles que llenan nuestra vida: las atenciones, el apoyo de los amigos, el trato cortés. O la certeza de que, en la desgracia, la familia será solidaria y suplirá con creces a la deficiencia de los apoyos gubernamentales. O tal vez nuestro sentido de lo estético que nos permite disfrutar de lo bello en la naturaleza y en el arte popular. Nuestra capacidad de gozar y amar profundamente. Y aunque a algunos no les guste que se señale, nuestro profundo sentido de lo religioso, que nos permite ver  con esperanza hasta los peores acontecimientos. No lo sé; estoy especulando. Reconozco de entrada que puedo estar totalmente equivocado, pero no lo creo.

Porque la felicidad no llega de golpe, con acontecimientos extremadamente importantes. Se va construyendo poco a poco y a lo largo del tiempo. Y depende más de nosotros que del entorno. Puede ser que la felicidad sea un hábito, que se edifica lentamente y que dependa solo en parte de la razón y en gran parte de la intuición y, aunque parezca raro, de la voluntad.

En mi opinión, es algo en lo que los gobiernos poco pueden hacer. Tal vez su mayor contribución es la de no crear obstáculos a la construcción de la felicidad. Dejar a la sociedad hacer su tarea sin pretender hacer la “ingeniería social” que tan contraproducente ha resultado.

Para nosotros, la ciudadanía, hay derechos y deberes en este campo. El derecho de que no nos estorben para alcanzar una felicidad duradera. Y el deber de ser felices, de contribuir a la felicidad de otros y de ser testigos de la felicidad que ocurre a nuestro alrededor. Para mí, esto último es fundamental. Ante este ambiente de pesimismo que los medios parecen construir y los políticos aprovechan para sus fines, la ciudadanía debe y necesita sembrar esperanza para poder tomar con sabiduría nuestras decisiones grandes y pequeñas.



[1] Helliwell, John F., Richard Layard, and Jeffrey Sachs, eds. 2015. World Happiness Report 2015. New York: Sustainable Development Solutions Network.

domingo, 1 de noviembre de 2015

La población, el problema a largo plazo de China


Por algunos años el "milagro chino" ha sido motivo de análisis y una situación que se nos ha puesto como ejemplo de modelo de desarrollo. Y, efectivamente, mediante el cambio de su sistema económico, la creación de zonas económicas especiales y, en particular, un gran apoyo de las empresas occidentales que han buscado maquila y abastecimiento en China, este país ha logrado un desarrollo económico muy importante y ha sacado de la pobreza a de millones de personas.
Ahora, sin embargo, se ha visto un freno importante en este crecimiento de China. En este año su crecimiento ha sido menos de la mitad de lo que tuvo los mejores años de la primera década de este siglo y no se ve con claridad cuál podría ser una solución.
La prensa de negocios anuncia hoy un cambio fundamental en las políticas sociales de China. Se levanta la política de "sólo un hijo"; una política que frenó en seco el crecimiento demográfico de ese país y que fue acorde con los conceptos recomendados por la Organización de las Naciones Unidas y poderosos grupos como el Club de Roma, urgiendo a las acciones para limitar  la población, en algunos casos, condicionando a los países los apoyos para el desarrollo a la aplicación de estas medidas restrictivas. China hoy da marcha atrás. La gran pregunta es: ¿llega a tiempo  esta medida?
China tiene un poco más de 1,400 millones de habitantes. De seguir de la misma manera, para el año 2050 tendría 1,384, millones de personas. En otras palabras, ya no  crecerá y, si no se toman medidas, para finales de siglo llegarían a tener menos de 1000 millones de habitantes. Lo cual, a primera vista, no suena mal. Pero, por otro lado, la mayoría de esa población estaría ya en la ancianidad.
Hoy en día, según las estadísticas, sólo uno de cada cinco chinos  tiene 15 años o menos. Dentro de 25 años, esos chinos tendrán que sostener a un hijo por persona y probablemente dos ancianos por persona. Esto, suponiendo que todas las mujeres estén en el mercado de trabajo; en las familias con un solo ingreso la pareja tendrá que sostener a seis personas. Una carga fuerte que hará que el consumo se centre fundamentalmente en la subsistencia y no permitirá una mejora importante en el nivel de vida.
Otro asunto del que se habla poco. Debido a la política de "un solo hijo", muchas familias por razones culturales abortaron a las niñas y la diferencia ya se nota en las estadísticas: en la población de 15 años y menores casi 13% más de niños que de niñas, mientras que la población de 15 a 65 años los hombres sobrepasan a las mujeres por más del 5%. Con lo cual, la natalidad se verá retrasada al haber menor cantidad de mujeres en edad reproductiva que las que ocurre normalmente en la población.
¿Será suficiente este cambio de política? ¿Será necesario, en el largo plazo, que China haga algo impensable: buscar emigración de jóvenes para poder impulsar su economía? Algo que iría contra las tendencias milenarias de los chinos. La verdad, no se ven muchas opciones diferentes.
Detrás de esto está el fracaso de los intentos de "ingeniería social". El impulso que se dio a la reducción de la natalidad desde los años 70 y todavía hasta la fecha, empiezan a mostrar sus efectos adversos en una Europa envejecida, urgida de nuevos ciudadanos y que tienen como una posible salida permitir la emigración de jóvenes y, como ya ha ocurrido en Suecia y en Alemania, establecer estímulos de todo tipo, incluyendo fiscales, para qué las parejas busquen tener mayor número de hijos. Los resultados todavía no son visibles y la pregunta es la misma que uno se puede hacer en el caso de China: ¿llegarán a tiempo que estas medidas para lograr vencer lo que se ha llamado "invierno demográfico".? ¿Y en México?
Claro, no faltarán los que todavía creen en los conceptos de control natal de los setentas; un ejemplo muy visible lo tenemos en una ex secretaria que justificaba las fallas en la lucha contra la pobreza echándole  la culpa a que la gente tiene demasiados hijos. Como de costumbre, en México estamos reaccionando muy lentamente a los problemas que se están dando en los países desarrollados. Estamos a tiempo de establecer un enfoque de familia en nuestra política social, sin condicionar los apoyos a la esterilización de las parejas o al uso de medios anticonceptivos de diverso tipo. Visto de otra manera, el camino es respetar la libertad de las parejas y permitir que ellos, responsablemente, decidan el número de hijos que deben tener. Y, en todo caso, plantear apoyos para las familias numerosas.
Yo sé que esto es casi una blasfemia para una parte muy importante de la población que creen religiosamente en que tener un solo hijo es lo mejor para el país. Ahí están los resultados en países que mucho antes que nosotros implantaron estas medidas llegando, en algunos casos, a esterilizaciones forzadas y hasta el infanticidio. Esos mismos países son los que ahora están buscando dar marcha atrás, porque ven hacia adelante un futuro desastroso.




lunes, 19 de octubre de 2015

¿Por qué no se recuperan los precios del petróleo?

Conste que no soy un experto en economía petrolera ni tampoco economista. Como estudioso de la estrategia de negocios, sin embargo, creo que algo puedo opinar en un tema que tiene mucho que ver con el análisis de la estructura industrial de Michael Porter.

Hay que tomar muy en cuenta que las leyes de la oferta y la demanda no funcionan del todo en los oligopolios, sobre todo cuando están organizados como un cártel,  como es la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo u OPEC por sus siglas en inglés). En ese caso, los precios han dependido más de manipulaciones políticas y de oferta que a una demanda real del petróleo.
Algunos datos: en Diciembre de 1998, el precio del petróleo estaba en 10.40 dólares el barril. Doce años después, el precio rompe la barrera de los 100 dólares,  y se mantiene así hasta septiembre de 2014 donde baja a 96 y de ahí cae rápidamente llegando en Enero de 2015 a 55 dólares. Y, como dice The Economist, ahora las empresas petroleras ya desearían que el petróleo llegara de nuevo a 50 dólares.

Nada de esto tiene que ver con el crecimiento de la economía mundial. Ni hay correlación con el cambio en el consumo de petróleo. Se alega que hay exceso de oferta, pero no anuncian medidas para un recorte de esa oferta.

Hay otros hechos no mencionados. El regreso de Irán al mercado, después de levantarles las sanciones internacionales  limitando su exportación. La ocupación de zonas petroleras por el Estado Islámico, que está vendiendo petróleo en el mercado negro a precios de hasta 30 dólares por barril. Pero, tal vez más importante, la entrada en operación del proceso de “fracking” para extraer petróleo y gas de ciertos tipos de estructuras geológicas, proceso que ha convertido a EEUU en el segundo productor de hidrocarburos del mundo. Y algo muy importante: a la industria petrolera de EEUU se le levantó la prohibición de exportar. De modo que no solo está produciendo más, sino que está en el mercado como un jugador desde el lado de la oferta.

Ante esto, consciente o inconscientemente, la OPEP está siguiendo el análisis de Porter. Reducen los precios para evitar la entrada de competidores que tienen alto costo de producción. Con esto, se espera, los productores con el sistema “fracking” ya no serán rentables a estos precios. Pero no siempre ocurre eso.

Al inicio de los 80, los precios de petróleo eran muy altos. Casi 90 dólares el barril, a precios constantes de 2008. A esos precios, países que eran productores menores, como Ecuador y Nigeria, desarrollan sus campos y entran al mercado internacional. Pero, más importantemente, Inglaterra y Noruega desarrollan los campos del Mar del Norte y empiezan a abastecer a Europa con un costo logístico menor. Bajan los precios del petróleo, pero los nuevos productores ya habían hecho las inversiones para desarrollar sus campos. Tenían lo que se llaman “costos hundidos”. No ganaban nada con dejar de producir y tenían que recuperar sus inversiones, aunque fuera a un plazo mayor. ¿Pasará esto ahora? Los gastos de desarrollo de campos con “fracking” ya están hechos. No es creíble que dejen de producir o que dejen sin completar las inversiones ya iniciadas.
Hay, por supuesto, otros factores. Si creemos en las teorías de la conspiración, esto le crea graves problemas a Rusia, y le impide ser la superpotencia que fue y podría volver a ser. Esto le pega todavía más fuerte a la Venezuela de Maduro, y hace que no pueda dar petróleo barato a Cuba, Bolivia y otros. Y, en otra línea de la conspiración, a las empresas automotrices les viene bien la gasolina barata, porque de otro modo, los coches eléctricos serían muy viables y eso no les conviene ni a ellas ni a los productores de petróleo.
Otro aspecto, más basado en hechos, es un análisis hecho por el Fondo Monetario Internacional y el Deutsche Bank, sobre el presupuesto de los países de la OPEP. A menos de 100 dólares el barril, la mayoría de ellos tendrán un déficit presupuestal fuerte: las excepciones son Kuwait, los Emiratos Árabes Unidos y Qatar, pero aún ellos necesitan al menos 70-80 dólares el  barril para tener balance presupuestal. Eso significa que algunos de ellos, sobre todo los de la península arábiga, están gastando sus reservas, que son considerables. Otros, como Venezuela por ejemplo, no disponen de reservas para aguantar mucho tiempo y tendrán que endeudarse. Si hallan quien les quiera prestar. O bajar drásticamente su nivel de vida.

Muy difícil hacer escenarios aquí, sobre todo porque los cárteles existen para modificar  en cierta medida el efecto de las leyes de la economía. Sus  decisiones serán políticas y su lógica no es únicamente económica, sino una de preservar su fuerza oligopólica. Si la historia sirve de alguna guía, nos diría que después de la caída de precios en el 81, los precios se mantuvieron en el nivel medio-bajo por más de 20 años. Y eso sin contar que se predice que en los próximos 5 a 10 años entrarán al mercado nuevas tecnologías para rehabilitación de pozos petroleros agotados. Lo que podría hacer mayor la oferta de petróleo y sería aún más difícil el aumento de sus precios.

De modo que en estos escenarios hay dos impulsores importantes: La necesidad de muchos de los productores de petróleo de balancear sus presupuestos y evitar agotar sus reservas de divisas, lo cual les llevaría a tratar de volver a precios, tal vez no tan altos, pero más cercanos a los precios del 2012-2013 o, por otro lado, la necesidad de evitar nuevos jugadores en el mercado de energéticos y sus efectos a largo plazo, lo cual tendría como consecuencia bajar aún más los precios.  Este último escenario podría tener como efecto menores costos para la economía mundial y un respiro para la crisis económica que en unas decenas de meses más cumplirá diez años. Y otras consecuencias que no son menores: un incentivo para usar carros más grandes y consumidores de gasolina, con su impacto correspondiente en el ambiente.

Un ambiente complejo, muy difícil si no imposible de pronosticar matemáticamente y para el cual hay que preparar escenarios para tener planes alternos y atender la situación.


sábado, 10 de octubre de 2015

¿Cómo estamos en Derechos Humanos?

Desde hace bastante tiempo para los gobiernos emanados de la Revolución, la opinión extranjera y en particular la de los organismos internacionales, les ha importado infinitamente más que la opinión de la ciudadanía. La diplomacia de sus gobiernos ha enfocado mucho de sus esfuerzos a evitar la reprobación y las condenaciones por sus actos de gobierno. Hechos tan graves como los de 1968, los de 1970 y la guerra sucia de los setentas, Aguas Blancas o  Acteal, no merecieron observaciones importantes de los organismos internacionales. Por lo cual no es exagerado decir que, muchos modos, esos organismos fueron cómplices de atrocidades muy claras.

En un momento dado, esos gobiernos decidieron establecer comisiones de derechos humanos, en distintos niveles de gobierno. Encabezadas por miembros de la clase política, la percepción de la ciudadanía es que  una buena parte se trata de un espectáculo para el consumo de un público extranjero y, de una manera muy generalizada,   que dichas comisiones les interesan más la protección de los derechos de los criminales que la atención de los derechos de las víctimas. 
Percepción que, a pesar de la mercadotecnia política, sigue estando bastante vigente: basta con ver la reacción que ha tenido la ciudadanía cuando los jueces han dejado en libertad a criminales basándose en aspectos de “debido proceso”.. En este aspecto, la liberación de la ciudadana francesa señalada por secuestrados como miembro de las bandas, fue un mal inicio en este aspecto para el régimen actual.

La fuerza con que ha respondido la actual administración a los señalamientos de los organismos de Naciones Unidas en materia de derechos humanos ha sido inusitada. Se ha llegado hasta  acusar al señor Álvarez Icaza de traición a la patria y de señalar a los organismos internacionales como superficiales en sus afirmaciones. Se dice, por ejemplo, que los hechos que se han señalado de Iguala y Tlatlaya son ciertos, pero de ninguna manera presentan una situación generalizada, es decir, se trata de hechos aislados. Es como si un marido golpeador dijera que no es verdaderamente violento, porque sólo golpea a su mujer cada tres o cuatro años. Eso sí, la manda al hospital cada vez. Pero, dice el, no puede decirse que es una situación generalizada sino que se trata de hechos aislados. Si estuviéramos hablando de ese marido violento, claramente diríamos que una sola situación en que se haya cometido un acto de violencia es suficiente para  intervenir, proteger a la agredida, y poner los medios necesarios para que esta violencia no se repita. Pero al parecer nuestra clase política considera que el hecho de que estas situaciones gravísimas no ocurren cada día, es un argumento suficiente para decir que en México no hay problema de abuso de los derechos humanos.

Y el punto es que solamente estamos hablando de abusos denunciados y documentados que son   llevados a cabo por  las autoridades. Que no son los únicos que transgreden los derechos humanos. Autoridades escolares, familiares, empresarios, "famosos", y en general los  que se sienten con algún nivel de poder y de privilegio, con bastante frecuencia tienen transgresiones mayores o menores de los derechos humanos de otros a los que consideran súbditos, subordinados o meramente inferiores. Un tema que no puede dejarse nada más a la clase política. Un tema para la ciudadanía, un tema que debería ser preocupación de todos.

La clase política nos ha demostrado con hechos que son expertos en el arte de evadir las culpas y que les preocupa más hacer declaraciones tronantes y sonoras, ampliamente difundidas en los medios, que entrar al trabajo más silencioso, menos lucidor pero mucho más efectivo de tomar acciones concretas y específicas para reducir no sólo los casos de alto impacto, sino atender los miles y posiblemente millones de pequeñas agresiones, de pequeños y grandes atentados contra los derechos humanos que ya no se reportan, debido a esa percepción de que las autoridades no van a tomar cartas en el asunto y de que las comisiones e instituciones que nominalmente tutelan nuestros derechos humanos siguen teniendo muy poco interés en defender los derechos humanos de las víctimas.

lunes, 5 de octubre de 2015

¡Que se nos van los catalanes!

Un tema muy español. Las provincias catalanas quieren separarse de España. La semana pasada hubo unas elecciones locales que fueron presentadas, por el gobierno separatista catalán, como si fuera un plebiscito sobre la separación de Catalunya. Un tema que no es, en lo esencial, exclusivamente español. Situaciones similares, si bien menos agudas, se presentan en otras partes del mundo e incluso en México. Un tema del siglo XXI. Uno de Cuenta Larga.

Detrás del independentismo catalán, está una larga serie de agravios: algunos centenarios y otros relativamente recientes. El desprecio que han sentido en muchos gobiernos centrales de España, que en algún extremo llegaron a intentar desaparecer su lengua y su cultura. La imposición abusiva de cargas en la que se percibe una injusta participación en los impuestos que se recogen en las distintas provincias españolas. Y en el fondo, el sentirse envidiados y despreciados al mismo tiempo. Abusos que no se han reconocido, agravios de los que no se ha pedido perdón.

Mucho  hay de cierto en sus agravios: los catalanes proveen el 25% de la recaudación fiscal de España, y recibe a cambio una participación relativamente pequeña de ese ingreso. Eso, a pesar de que pagan las tasas de impuestos más elevadas de España. Se quejan, por ejemplo, de que su gasto en salud está mal financiado porque lo que reciben del gobierno central es escaso. Y este es sólo un ejemplo.

En el debate, la argumentación que están ofreciendo los demás españoles a favor de la no secesión de Catalunya, no reconoce agravios ni busca la conciliación. En términos generales, el tono es de ataque, de demostrar sus fallas, de acusarlos de no cumplir con los mandatos constitucionales que aceptaron, por ejemplo, y de tratar de convencerlos de que la economía catalana tendría mucho que perder si se separara de la española. Hasta llegar a los argumentos intrascendentes, como la dificultad del equipo de fútbol Barcelona para mantener su nivel internacional si no jugara en la liga española.

Me da la impresión de un marido que está tratando de evitar que su esposa lo divorcie, y los argumentos  que da, fueran: que ella es bastante inútil, un tanto antipática, y que no podrá sostenerse económicamente si él no la estuviera apoyando. Por no decir, que perdería a sus amistades comunes. Yo no sé qué le parezca usted, pero a mí me parece que a esa esposa no le harían mayor impresión esos argumentos. Y algo así sucede en este debate. Algo he leído de la prensa española y no he encontrado absolutamente nada en el sentido de que a los españoles les importen los catalanes. De que los necesiten.  Nada sobre la hermandad entre los hispanos, nada en el sentido de que “nos necesitamos y que, aunque como buenos hermanos nos peleamos, en el fondo nos queremos mucho”.

Francamente, desde la lógica de los argumentos a favor de mantener la unión, parece muy difícil que Catalunya no se independice. En el fondo del debate se ven agravios, se ven rencores, puede ser que, en algún caso, hasta odio. De ambas partes. Mala base para negociar. Mala situación para lograr un acuerdo, si ambas partes no están dispuestas a perdonar y, por duro que sea, lograr en alguna medida olvidar. Que no es fácil, pero es lo único que puede lograr sanar las heridas entre las comunidades catalanas y el resto de España.

Como decía anteriormente, este no es un tema exclusivamente español. En Europa hay situaciones parecidas, si bien no tan agudas. Los lombardos en Italia, los  corsos en Francia, por poner dos ejemplos, también han expresado ideas separatistas. Y por razones históricas, culturales, y fiscales similares a las que expresan los catalanes. En la propia España, los valencianos, los gallegos y los eúskaros han expresado su necesidad de mayor autonomía o incluso de independencia. Según algunos futurólogos, en este siglo se estaría presentando en todo el mundo un esquema de zonas económicas de libre comercio, como la Unión Europea, el tratado de libre comercio de América del Norte y los tratados del Pacífico, con normativas comunes, con situaciones fiscales homologadas, y con fraccionamiento de los países en diferentes regiones autónomas. Estos futurólogos ven que, como reacción a las grandes alianzas comerciales, habría un reforzamiento de las autonomías locales. Lo cual no es tan mala idea: las alianzas entre las grandes naciones al principio del siglo XX, provocaron la Primera Guerra Mundial y en parte también la Segunda.

¿Podría ocurrir algo parecido en México? En alguna medida, las semillas ya están aquí. En concreto, esa es la postura del EZLN, buscando la autonomía para las comunidades indígenas. Y lo mismo ocurre con diversos estados donde se busca promover los "usos y costumbres" de los indígenas. Ellos también tienen agravios centenarios, de expoliación de sus tierras y sus comunidades, de desprecio y discriminación a sus culturas y lenguas, así  como  un intento que empezó con los liberales del siglo XIX para "castellanizarlos". La diferencia es que estos grupos no tienen el impacto económico que tienen los catalanes en España y, por lo tanto, para la mayoría de la población es un tema de escasa importancia.

Pero no son los únicos. También los neoloneses sienten como un agravio que ellos participan muy fuertemente en los impuestos que recauda Hacienda, y sienten que no reciben una parte proporcional de lo que entregan. En ciertas zonas del país, en los noventas, se veían en varias ciudades las pintas diciendo: "haz patria, mata un capitalino". Las mismas semillas de odio, los mismos agravios que se mantienen, podrían llevar a esa situación. En un escenario, si en los desiertos de Chihuahua y Coahuila que tienen formaciones geológicas similares a las de Texas, se hicieran descubrimientos importantes de petróleo, se rompería la dependencia que tienen los estados del norte respecto al resto del país y la tentación de independizarse sería muy fuerte.


Al final, lo que importa es que los países se mantienen unidos por lazos de cariño, de aprecio y de solidaridad entre sus diferentes comunidades. La lengua común, la historia común, incluso la religión que mayormente se profesa, no son suficientes para mantener la unión. Y, para demostración, basta ver lo difícil que ha sido unir a los países de América Latina. En España, como en México y en el resto del mundo, la unión se dará cuando todos reconozcamos públicamente que nos necesitamos los unos a los otros, que nos apreciamos los unos a los otros, que nos importa el destino de nuestras distintas comunidades. Que estamos dispuestos a hacer algo para remediar los agravios, reconocer lo que nos debemos los unos a los otros, y cultivar nuestra amistad y aprecio entre todos nosotros.

sábado, 26 de septiembre de 2015

Acercamiento social


Desde hace bastante tiempo, sobre todo la caída del famoso muro de Berlín, se habla muy poco sobre el marxismo. Incluso entre los marxistas, pocos han leído las obras de Carlos Marx. Sin embargo, nos encontramos que sus criterios y sus maneras de ver el mundo siguen estando vigentes, si bien de un modo inconsciente, en una parte importante de la población.

No se trata aquí de hacer un análisis riguroso de sus doctrinas o de su aplicación. Pero es interesante ver que su concepto de la lucha de clases ha penetrado profundamente  la manera como nuestra sociedad se ve a sí misma. En el marxismo, un instrumento imprescindible es provocar y exacerbar las contradicciones en la sociedad. Obviamente, en su concepto original, se trataba de las lucha entre las clases socioeconómicas.

Sus seguidores han ampliado el concepto; buscando y explotando las contradicciones entre otros grupos sociales: mujeres contra hombres, religiosos contra no religiosos, indígenas contra mestizos, jóvenes contra adultos, gobernantes contra gobernados. El esquema se ha ampliado: para lograr una revolución, cualquier tipo de contradicción puede ser aprovechada. Cuando uno observa con detenimiento ciertos eventos, ciertas interacciones en la sociedad, empieza a descubrir cómo se genera y se provoca este tipo de lucha de clases; no sólo se observan y aprovechan, sino que se busca  radicalizarlas, llevarlas al punto donde no hay solución posible.

En particular, el concepto de lucha entre pobres y ricos es algo profundamente aceptado y penetrado en la manera de pensar de nuestra sociedad. Un ejemplo superficial: hace poco, platicando con un taxista, comentamos de los que asaltan a personas pobres en los microbuses de las zonas marginadas. El chófer estaba sumamente indignado. "Si robaran a la gente rica, estaría bien. ¡Pero robar a los pobres!". No pude convencerlo de que un robo es un robo, no importa a quien se le robe. Porque con ese argumento, lo mismo se puede justificar robar al gobierno, que a  las empresas, robar a los turistas, y a cualquier otro que no sea pobre.

No es de extrañarse. En las escuelas normales de donde egresa la mayoría de los profesores de las escuelas públicas, la enseñanza está impregnada de categorías del marxismo. No se trata sólo de algunas de las normales rurales, ni las de alguna de las centrales sindicales. Es algo generalizado.

Claro, dado que todavía mantenemos el mito de que en México no hay clase media, todo el que no es un pobre es automáticamente considerado como rico. Y, por lo tanto, un blanco válido para provocar el odio entre las clases. Interesantemente, cuando se habla de la violencia en México, nunca se ha considerado como un elemento este concepto de la lucha de clases, fomentado de mil maneras, muchas veces subliminales y la mayoría inconscientes, como una de las  causas del  crecimiento y recrudecimiento de la violencia.

Si queremos paz auténtica en este país, necesitamos romper con esta visión de la sociedad. Entender que el rico no es necesariamente malo, como a veces nos presentan las telenovelas, ni necesariamente el pobre es bueno y angelical. Es muy importante romper con todos los prejuicios y las clases sociales tienen respecto a las otras. Algunos ejemplos: el criterio de muchas personas de que los pobres son así porque son flojos, viciosos, irresponsables y que tienen demasiados hijos, como dijo alguna ex secretaria. El criterio de que la pobreza genera violencia, como si todos los pobres por el de serlo puedan ser violentos o, por lo menos deshonestos. Criterio que muchas veces choca con la realidad: el que asalta a un banco con armas de alto poder no es un pobre; obviamente tiene los recursos necesarios para acceder a ese tipo de armamento. Pero, para muchos, ser pobre es sinónimo de ser deshonesto y mentiroso. Y yo estoy dispuesto a apostar lo que sea a que la mayoría de los pobres son gente de bien, pacífica y honesta que desean progresar y dar una vida mejor a sus hijos. Muchos años de trabajar con obreros con salarios bajos me permite afirmarlo con certeza.

Hay que reconocer que nuestra sociedad hay miedo: los ricos y la clase media le tiene miedo a los pobres, los pobres le tienen desconfianza a la clase media y a los adinerados. Es urgente romper con esas barreras. Es necesario encontrar un acercamiento entre las clases sociales. No desde un punto de vista del servilismo de los pobres para obtener algún beneficio de los ricos, ni desde el punto de vista de un filantropismo narcisista, que busca el reconocimiento y el halago. ¿Qué es difícil? ¡Por supuesto! Nadie dijo que fuera fácil. No hay recetas fáciles y probadas. Sólo puede haber algunos principios muy generales, por ejemplo: reconocer que todas las clases sociales podemos aprender y admirar valores en los demás. Por ejemplo, aunque suene muy trillado: la muy generalmente aceptada la regla de oro, de hacer a los demás lo que no queramos que nos hagan a nosotros mismos. Aunque suene a mocho: amar al prójimo como a sí mismo.

Pero hay mucho más. Esto no se puede quedar en el ámbito de las ideas, de los sentimientos o de las emociones. Se necesitan proyectos concretos. Se necesitan acciones específicas. Se necesita mucho más que el dinero, sea por parte del que lo recibe o el que lo da. Es dar tiempo, es dar esfuerzo, es dar la presencia personal, no un cheque frío que se entrega un administrador de donaciones.


Seguro que puede haber muchos campos y muchas maneras de lograr este acercamiento entre las clases sociales. Que los ciudadanos ricos y de clase media tengan contacto directo con los pobres, entiendan sus problemas, reconozcan sus valores y aprendan de ellos. Y que los pobres tengan oportunidad de conocer otro lado de la sociedad, aprender de ellos lo que puedan recibir y que les pueda ayudar a mejorar. Y todos nosotros, toda la colectividad, necesitamos buscar maneras de acercarnos, de apreciarnos, de acabar con los odios y los miedos que hoy paralizan a nuestra sociedad.

domingo, 20 de septiembre de 2015

Los costos de la indecisión: septiembre de 1985

A 30 años ya, y para todos los que lo vivimos nos parece como si hubiera sido ayer. La angustia de un temblor que parecía no terminarse. La interrupción de la luz eléctrica que, en algunas zonas, fue hasta de tres o cuatro días. La interrupción de las comunicaciones telefónicas. Al no haber electricidad, las gasolineras no podían servir combustible. Falta de agua. Poquísima información y, la mayoría, muy sesgada. Y, como si fuera poco, casi 36 horas después otro nuevo temblor, que a todos nos parecía igual de fuerte, que provoca aún mayor pánico. Para muchísimas familias, la angustia de no saber qué había pasado con sus familiares y si las consecuencias habrían sido igual de desastrosas en algunas otras ciudades del país.

En medio de todo este desastre, salió a relucir una joya oculta: los valores de la ciudadanía. Ante el pasmo de las autoridades, que no atinaban a tomar las decisiones necesarias, la ciudadanía y muchos jóvenes que todavía no alcanzaban la edad ciudadana salieron a las calles para ver en qué podían ser útiles. Muchachos que apenas llegaban a la edad de adolescentes, contribuyendo a dirigir el tráfico para evitar los enormes embotellamientos causados por la falta de electricidad. Ciudadanos que se abocaron a buscar entre las ruinas a las personas que habían quedado sepultadas, posteriormente apoyados por los heroicos "Topos", mineros de Pachuca que se trasladaron de inmediato la Ciudad de México para arriesgar sus vidas para salvar las de otros. Señoras que se dedicaban a preparar alimentos para los rescatistas, sin que nadie se los pidiera, entregándolos y retirándose rápidamente sin esperar a que les dieran las gracias.  Colas  interminables de ciudadanos donando sangre, al grado de que, días después, las autoridades sanitarias pedían a la gente que regresaran a sus casas, porque no tenían manera de almacenar todos esas donaciones. No sabemos a ciencia cierta el número de muertos y desaparecidos; muchísimo menos sabemos cuál es el número de personas que deben su vida a este esfuerzo espontáneo y generoso de la ciudadanía.

Mientras todo esto ocurría, las autoridades no daban instrucciones. El ejército qué, según se dice, ya había tomado las fotografías aéreas para conocer las áreas de desastre y tenían preparado el plan DN3, fue detenido por consideraciones políticas: el Departamento del Distrito Federal consideró que eso era vulnerar su área de responsabilidad. Se opuso a que otros participaran, pero no hizo lo necesario para sustituir su acción. Las autoridades del país hicieron una declaración que consideraron de la mayor importancia: dijeron a la Comunidad Internacional que México no necesitaba ayuda. Días después tuvieron que retractarse. Nadie sabe cuántas vidas y cuánto sufrimiento se podía haber ahorrado si las decisiones necesarias se hubieran tomado a tiempo.

Pocas veces ha sido tan palpable el divorcio entre la clase política y lo que les importa, contra los valores de la ciudadanía. Mientras a unos les preocupaban sus ámbitos de autoridad y su imagen, los ciudadanos abocaron a lo importante. Y este divorcio no fue privativo del partido en el poder; los partidos de oposición tampoco se ocuparon de apoyar y organizar la ciudadanía para darle mayor efectividad a su labor. Incluso organizaciones dedicadas a estas situaciones, se vieron rebasadas. Recuerdo un testimonio de primera mano de una química farmacéutica que estaba dedicada, junto con  una gran cantidad de voluntarios, a clasificar los donativos de medicamentos que estaba entregando la ciudadanía. Mientras estaba dirigiendo esta labor, llegó el presidente de una de las organizaciones internacionales de apoyo en situaciones de desastre, con periodistas y un gran séquito a tratar de intervenir. Y esta gran dama le dijo: "Señor, ¿nos trae materiales, nos trae expertos, nos trae algún tipo de apoyo?". Cuando el gran personaje le dijo que sólo venía a supervisarlos, esta fuerte mujer le dijo: "Entonces Señor, déjenos trabajar: que se nos va el tiempo".

Cada quien tiene una gran cantidad de anécdotas que podría contar sobre esta heroica participación ciudadana. Difícilmente se puede agotar el tema en un breve recuento periodístico. La lección más clara es el modo como la ciudadanía mexicana tiene bien puesto el corazón y bien claros los valores. Ante la tragedia, ante la indefensión, supimos unirnos y hacer cada quien su parte. Mientras la clase política estaba pensando en sus propios intereses, los ciudadanos, los mandantes estaban supliendo la inacción de los mandatarios en distintos niveles.

Obviamente hay excepciones, obviamente se pueden contar historias que discrepen, pero el gran panorama es el de un divorcio entre los valores en los mandantes y los mandatarios. Esta discrepancia se hizo visible ante una tragedia, pero sigue estando presente hasta nuestros días. La clase política tiene una jerarquía de valores diferente de la de los ciudadanos: lo que a nosotros, los mandantes, nos parece prioritario, a ellos, los mandatarios, no les parece importante. Y luego se cuestionan porque no se les aplaude y les asombra cuando, después de gastar millones en mercadotecnia política, sigue a la  baja la confianza sobre los partidos y las instituciones del Estado.

Estamos conmemorando a los fallecidos. Ceremonias, simulacros, discursos sonoros. Pocas palabras de agradecimiento a una ciudadanía que demostró tener el corazón en su sitio. Que tuvo su mejor hora. Y ninguna, verdaderamente ninguna disculpa de una clase política que no supo estar a la altura de la ocasión.


sábado, 12 de septiembre de 2015

Combate a la pobreza


Magros los resultados del Combate a la Pobreza, nos reporta el tercer informe de Gobierno de la administración Peña Nieto.

En su administración ha aumentado en más de un millón 990 mil el número de pobres. En cambio, la pobreza extrema ha mejorado: Hay 86,647 personas que ya no están en la pobreza extrema. Y qué bueno. Una reducción del 0.8% en la pobreza extrema, mientras que la pobreza total ha aumentado un 3.7%. Todo ello gracias a un gasto en Desarrollo Social del Presupuesto Federal que excede los 200,000 millones de pesos en dos años. O sea, poco más de dos millones  de pesos por persona que dejó de estar en pobreza extrema, en estos mismos años. Esto sin contar las múltiples aportaciones de la Sociedad, desde las “Patronas” que alimentan migrantes, los Hogares Providencia, los Kilos de Ayuda, los Bancos de Alimentos y otras múltiples iniciativas que en algo habrán contribuido a reducir esa pobreza extrema, aunque no se les reconozca.

Números fríos, hasta que uno considera que esos no son números: son familias, son niños, son adultos mayores. Son gente que, literalmente muere de hambre. Qué bueno que se estén haciendo estos esfuerzos. Que mal que tengamos más de 11 millones de personas en pobreza extrema y que casi dos millones de personas más hayan caído en la pobreza o han nacido en ella. 

No se ve autocrítica, al menos en público, por parte de esta Administración. Pero la artífice del programa contra la pobreza ya no está al frente. Ojalá el nuevo Secretario traiga nuevas ideas, porque urge un cambio de enfoque.

Es fácil  criticar el modelo de los comedores para gente en pobreza extrema. Yo no lo critico: por humanidad, por decencia, nuestra Sociedad no puede dejar que haya gente que muera de hambre o viva muy disminuida por su deficiente nutrición. Lástima que no se hayan dado datos de la reducción de muertes o enfermedades por desnutrición. Hubiera sido mucho más indicativo de los resultados del combate a la pobreza. Es cierto, sin embargo,  que este modelo se presta a usos clientelares y electorales. Habría que demostrar que hay abusos, porque ahí está el riesgo. Pero no compro el argumento de dejar a la gente con hambre para no caer en esos peligros.

Otra crítica se centra en el dicho “No hay que darle un pescado al que tiene hambre, hay que enseñarlo a pescar”. Lo cual también tiene algo de cierto. Las personas que asisten a los comedores del gobierno, no han salido de pobres; han salido de su inanición. Pero, si no se le da el pescado al hambriento, mañana estará muerto y no habrá manera de enseñarlo a pescar. O estará tan débil por el hambre que le costará mucho trabajo aprender. Hay que hacer las dos cosas: darle de comer y darle las capacidades para que pueda salir de pobre. Y en esto hay un punto clave. Se trata de que la gente sea independiente en lo económico, no que se construya una codependencia entre pobres y gobiernos. Y en eso hay mucho por hacer para el nuevo secretario del ramo.

Lo que me parece inaceptable fue la excusa que dio la ex secretaria a cargo de este programa, para su pobre desempeño. No sé por qué me recordó a un grupo de señoras de la “alta” sociedad, criticando a sus sirvientas: “Estas no pueden salir de pobres, porque tienen muchos hijos”. Porque ese fue su argumento. No señora. Las cosas son mucho más complejas. En México la natalidad ha bajado a la mitad desde 1970 a la fecha y, con la pena, las familias no viven mejor. Y esto es cierto a nivel rural como el urbano. Hay que generar riqueza, empleos bien pagados. No se trata de hacer cuentas pueriles del tipo de que “entre menos burros más olotes”. Si eso fuera la única solución, las zonas despobladas por la emigración serían áreas prósperas.

Lo que hay que hacer es dejarse de excusas. Una sana autocrítica, preferentemente pública, no vendría mal. Reconozcamos que no somos un país rico en recursos naturales. Solo el 14% del territorio es cultivable y solo la mitad de este tiene riego. Nos estamos acabando la pesca y ya nos gastamos el petróleo que, para colmo, ahora vale menos. Nuestra población tiene un pésimo nivel educativo y, aunque pueda haber honrosas excepciones, la gente sin las capacidades básicas que deberían dar las escuelas, no pueden prosperar, aunque les den “tablets”. Los emprendedores en pequeño no necesitan dadivas, necesitan simplificación administrativa de a de veras, que les permita ser eficientes. Necesitan un sistema de impuestos fácil de administrar y cumplir, no uno que le cueste al micro empresario casi lo mismo que paga en impuestos. Y esto es solo una parte de lo que se podría hacer.

Ojalá ahora sí, en serio, sin buscar protagonismos ni el aplauso de los medios o de los políticos, el Estado, Gobierno y Sociedad, nos pongamos a impulsar este proceso. Que no es un proceso de un sexenio: si empezamos ahora y no quitamos el dedo del renglón en una generación habremos reducido sustancialmente esta vergüenza nacional.


sábado, 5 de septiembre de 2015

¿Tuvo algo de bueno el Informe?

A riesgo de que se enojen conmigo algunos de mis amigos y Usted, amable lector, le daré mi opinión honesta. He  tratado de oír y leer lo más posible de los comentarios sobre el Informe Presidencial, presentado en público el pasado 2 septiembre. El consenso no puede ser más negativo: difícilmente se encuentra en la prensa independiente, ni en las redes sociales a alguien que no le haya parecido que el Informe fue malo. Pero creo que no hay nada tan malo que no tenga un poco de bueno. Creo que en el Informe y en el proceso en torno a su presentación hay cosas positivas que destacar.

Para empezar, a diferencia de otros Informes presidenciales que me ha tocado escuchar, en este se puso el énfasis en los resultados, no en las actividades. Y eso es muy importante: en la mayoría de los Informes presidenciales y gubernamentales se encuentra una larga relación de actividades, sin explicar si esas han dado los resultados que buscaban. Así, se reportan por ejemplo inauguraciones de hospitales que después no entran en funcionamiento por falta de médicos, como ha ocurrido en varios estados de la República. Otro ejemplo: en algunos Informes se ha hablado de una actividad de educación para 25 millones de niños y adolescentes. Nunca se ha mencionado la calidad de educación ni se han precisado los resultados que se están obteniendo de esta actividad. Y eso, desde un punto de vista totalmente técnico de la Administración es muy importante. De manera que este Informe, al enfatizar los resultados,  ha hecho un cambio notable.

Otro tema diferente es la veracidad de esos datos. En el estado de desconfianza con el que la ciudadanía está juzgando el desempeño de esta administración, es de esperarse que la mayoría opine, muchas veces sin bases, que las cifras están "maquilladas". Algo extraordinariamente positivo, en mi opinión, es la actividad de grupos de la sociedad civil que han asumido la responsabilidad de validar esa información. Por ejemplo, @ElSabuesoAP que, asociado con otros grupos, emprendió la tarea de convocar y capacitar a un grupo de ciudadanos para revisar el sustento de las afirmaciones que tiene el Informe. Interesantemente, de 21 temas revisados sólo encontró dos verdaderos. De los demás, cinco se calificaron como verdades a medias, nueve se calificaron de engañosos, uno discutible y cuatro difíciles de probar. Ninguno fue calificado de falso o casi falso. Independientemente del resultado, lo que me parece un gran logro es que grupos de la sociedad civil hayan asumido esta responsabilidad y hayan hecho públicos sus resultados. Bien hecho. Ojalá tengamos más grupos así; ojalá pronto estemos evaluando con el mismo rigor todas las declaraciones de nuestros mandatarios.

Por otro lado, la información que se nos dio, aún si hubiera sido escrupulosamente cierta, le hace falta un elemento muy importante: el contexto. ¿A qué me refiero? Los logros que se reseñaron no nos dan ninguna referencia respecto a lo planeado. Por ejemplo: se construye una determinada cantidad de kilómetros de carretera. ¿Es mucho o es poco de acuerdo a lo que decía el Plan Nacional de Desarrollo? Se nos habla de un buen número de escuelas de tiempo completo. ¿A qué porcentaje de cumplimiento van de acuerdo a las promesas de campaña, debidamente registradas ante notario? Esto es otro elemento fundamental en cualquier tipo de administración, sea pública o privada. Los resultados son relevantes en comparación con los planes y las obligaciones que se han asumido. Sin ese contexto, esa información es muy poco valiosa. En descargo de esta administración, debo decir que esto ha sido una falla común en todos los Informes presidenciales que he podido revisar. Pero esa unanimidad no sirve para disculpar: para que se pueda juzgar correctamente esos resultados no basta con compararse lo que ocurrió en otras administraciones o lo que ocurre en otros países.

Pero, para mi gusto, lo más importante y destacable es el hecho de que por primera vez en la historia de México un presidente reconoce públicamente y mediante su Informe al Congreso, que existe una profunda desconfianza hacia su administración. Yo no encuentro ningún ejemplo parecido de ninguno de los presidentes que hemos tenido en nuestra historia. Y eso me parece un excelente principio: todo funcionario público debería admitir públicamente el hecho de que la ciudadanía no le tiene confianza, si es el caso. Esto, obviamente, no es suficiente. Pero sin empezar por ahí, es muy difícil avanzar más. Por supuesto, estoy consciente de que no se ha logrado frenar esa desconfianza y me cuesta mucho trabajo creer que con el " Decálogo" que se nos propone, la remedie. Me pregunto, amable lector y lectora: ¿ha aumentado su confianza hacia esta administración, a raíz de escuchar el Informe o leer sus transcripciones y comentarios? Francamente, lo dudo mucho. Y es que la confianza no se gana fácilmente. En épocas anteriores, se creía que bastaba con una buena oratoria, con la elocuencia de los gobernantes para ganar la confianza de la ciudadanía. Ahora se confía, ciegamente, en las técnicas de mercadotecnia política. Y, claramente, ninguno de los dos enfoques está resultando en un aumento de la confianza ciudadana.

Es claro que para ganar de nuevo la confianza se necesitan hechos, muy visibles y que no requieran de la validación de los propios miembros de la administración. Hechos que sean tan claros que a la ciudadanía no les quede duda de los mismos. Es una tarea por hacer. Un buen principio sería que, junto con el reconocimiento de la desconfianza generalizada, se dijera a la ciudadanía y al Congreso, que en teoría nos representa, cuáles son las medidas concretas que se tomarán para enmendar esa peligrosísima brecha entre nuestros mandatarios y nosotros, los mandantes.


Esos son mis razones para no poder ver este Informe totalmente en negro o totalmente en blanco: es claramente un conjunto de luces y sombras. De poco sirven ambos extremos. Una ciudadanía madura debe tener la capacidad de reconocer aciertos sin caer en la adulación y reconocer también las fallas sin satanizar a quien las comete. Nosotros, ciudadanos, no debemos caer en el pesimismo, pero tampoco podemos ser ilusos. Hay que ver cuáles son los elementos sobre los cuales podemos construir, reconocer los obstáculos y las dificultades, y no quitar el dedo del renglón. Somos los ciudadanos, somos los mandantes y no se nos debe olvidar que los mandatarios están ahí para cumplir con nuestro mandato.