Un espacio para reflexionar sobre las consecuencias de largo plazo de las decisiones de las administraciones públicas, privadas y sociales. Su enfoque es mayormente estratégico, y su método es el de las proyecciones de tipo cualitativo, con los criterios de la creación de escenarios. Su ambición es la de ir más allá de la exposición y ser un espacio libre de discusión de los interesados en este tema.
¿Porqué Cuenta Larga?
¿Porqué cuenta Larga? Los mayas tuvieron dos maneras de llevar el calendario: la cuenta corta (el año o tun) y la cuenta larga, de 144,000 días, el baktun, equivalente a 395 años y medio, aproximadamente.
Las organizaciones deberían tomar en cuenta esta filosofía. Hay decisiones de corto plazo (Cuenta Corta) y de largo plazo (Cuenta Larga). Este blog está orientado a las situaciones de largo plazo y su influencia en las organizaciones
martes, 25 de marzo de 2025
Por un país misericordioso
No cabe duda de que somos un país con múltiples carencias, pero probablemente una de las más urgentes es recuperar la situación de volver a ser un país misericordioso. No es algo simple de entender. Etimológicamente, misericordia viene de la palabra corazón, en latín, y tiene que ver con el hecho de tener un corazón abierto hacia las desdichas de los demás, un corazón que le preocupen, que le duelan las dificultades de otros.
Es un asunto de práctica, no un tema de un mero sentimiento que puede desaparecer de un momento a otro, muy rápidamente. Podemos decir que nuestro país era reconocido por su cortesía, la bondad de su gente, por la misericordia de las personas hacia las desgracias del prójimo. Y hemos ido cayendo de esa situación, que era ya habitual. Nos encontramos de esa triste manera a un nivel personal, pero también a nivel de la Sociedad, en el ámbito de todo el país.
Vivimos la pérdida generalizada de la costumbre de cuidar al otro, de ayudar a los demás. Hay múltiples ejemplos de cómo se daba este tipo de actitud, en hechos concretos. Son muy de recordar las reacciones de la población en las desgracias naturales, muy concretamente los grandes sismos del 1982 y del 2017, donde la población sobrepasó a las autoridades. Salía la gente a las calles a ver cómo podía hacer algo por los demás. Algunos ofreciéndose a cargar piedras y a llevar cubetas con cascajo, a ayudar a los que estaban rescatando a los que estaban sepultados. Otros, señoras y señores que se dedicaron a preparar tortas para los que estaban rescatando a las víctimas.
Y era una cuestión de la población, de muchachos que salían a la calle a dirigir el tránsito en las grandes zonas donde había falta de energía eléctrica y que necesitaban movilidad. O también las pequeñas tienditas, que ayudaban a los rescatistas ofreciéndoles el uso de los sanitarios en sus establecimientos. Y esto era algo que nacía del corazón, no se debía a una petición del gobierno o de las ONG’s. Es un hecho que la misma autoridad quedaba rebasada por la población, porque los gobernantes no alcanzaban a encontrar las muchas maneras de hacer un trabajo efectivo, de ejercer la misericordia hacia los demás.
Por otro lado, podemos decir que esta cualidad era fruto de la amistad social. Eso es lo que se ha ido demeritando y actualmente podemos hablar de todo lo contrario: de una enemistad social, donde ya no nos preocupan los demás, donde no podemos actuar con misericordia. Somos incapaces de actuar sin esperar una recompensa.
Hay muchos ejemplos recientes y algunos bastante antiguos ya. Es el caso de los centenares de miles de desaparecidos, donde las autoridades se han dedicado a defenderse, incluso a negar los hechos, pero, por otro lado, también es cierto que una parte al menos de la oposición se ha dedicado a magnificar el asunto y usarlo como un arma arrojadiza contra el gobierno actual.
Lo que es un hecho es que se sigue negando el acceso a los padres y madres buscadores de sus hijos. Se sigue extrañando una actividad consistente y eficaz para atender el tema de las desapariciones. Y se habla de cuestiones que podían haberse hecho hace muchísimo tiempo y que se vuelven a anunciar una vez más, pero claramente no se ve que pueda haber una solución a corto plazo. Es verdaderamente doloroso ver que no existe el más pequeño indicio de misericordia para atender el dolor de esos padres y esas madres que han perdido sus hijos y que no saben dónde están. Y estamos hablando de cientos, de miles de personas. Se trata a esos padres y madres buscadores como si fueran opositores, como si fueran auténticos enemigos del Estado. Y se les trata en consecuencia. ¿Por qué negarse a entrevistarse con ellos? Es un verdadero misterio.
Pero hay otros asuntos también; esa reacción no es la única. Por ejemplo, la cuestión de los niños que no tienen los medicamentos suficientes para atender enfermedades graves como el cáncer o las vacunas para atender enfermedades prevenibles. Y también el tema de las mujeres. Cómo se les niega apoyo y no se atienden sus necesidades urgentes. En concreto, el caso de las madres abandonadas, que se encuentran de repente con la dificultad para mantener y darle una atención adecuada a sus hijos. Y no hablemos de los ancianos, a los que la Sociedad ve con un desprecio que se disfraza a veces de eufemismo, pero lo único que se les ocurre es darles dinero, para ganar una clientela que les rinda en lo político. Y podríamos hablar de otros casos más.
Aquí puede haber muchas justificaciones. Se habla, por ejemplo, de que hay temor de ayudar a alguien que se ve en desgracia. Quien quiere apoyar, puede ser objeto de un fraude e incluso se pone en riesgo. Y entonces la gente ya no quiere apoyar a otros, por puro temor. Existe el miedo de apoyar a las víctimas, y ser a su vez revictimizado, por autoridades que no tienen ese criterio de trabajar con misericordia hacia los demás.
Aquí el gran problema es: ¿quién va a poner el ejemplo, ¿quién se hace cargo de desarrollar de nuevo esa actitud valiosa, característica del mexicano, de tener misericordia de las desgracias de los demás? ¿Quién está dispuesto a poner el ejemplo? ¿Los gobiernos? Les interesan los desdichados como un arma política, como una clientela que les pueda rendir como votos a su favor. Nada más.
Por otro lado, está la población en general, que muchas veces pide que sea el gobierno el que se haga cargo. “Para eso es que les estamos pagando”, dicen. Hay muchas justificaciones. Y no cabe duda de que muchas de ellas tienen alguna validez. Pero no podemos seguir conviviendo en un lugar donde el hombre es el lobo del hombre. ¿Quién está dispuesto a tomar el riesgo? Y la verdad es que es muy difícil encontrar quien quiera aceptar el riesgo de cambiar nuestra situación y regresar a lo que en otro tiempo fue una de las características de la cultura del mexicano.
Antonio Maza Pereda
lunes, 17 de marzo de 2025
Prioridad de la imagen
En el ámbito de los políticos y de lo político, una de las grandes prioridades en este momento es la imagen. Construirla, desarrollarla, proteger la que se tiene, son las prioridades más allá del buen resultado de su desempeño y, a veces, más allá del cumplimiento de las obligaciones a las que se han comprometido por el bien del país.
Y esto lo encontramos de muchas maneras. El gran propósito de la imagen es verse bien ante el público, ante los medios, ante la opinocracia. Se busca la buena imagen como la prioridad número uno. Esto viene, por supuesto, del concepto que, en mi opinión, ha sido bastante pernicioso: el marketing político, dedicado sobre todo a construir una imagen pública.
Es interesante como se le dio más importancia hace unos días al famoso desaire, cuando estando la señora presidenta entrando al zócalo de la Ciudad de México, un grupo de los principales funcionarios y miembros de su partido, aparentemente sin intención, le dieron la espalda y no se dieron cuenta de que estaba entrando a la plaza. Hasta que ella misma, tocó al último, quien estaba en la cola de los que volteaban en otra dirección. Y ese hecho, el famoso desaire, se comentó, se discutió, se examinó de una manera exhaustiva. Quitándole importancia al Día Internacional de la Mujer, que objetivamente es más relevante y que pasó a un segundo lugar, porque no tenía que ver con la imagen de la presidenta.
Vemos el caso, tristísimo, de la semana pasada, del descubrimiento de los así llamados campos de exterminio. En este caso, la Comisión de Derechos Humanos del Pueblo, negó el hecho de que pudieran considerarse campos de exterminio, diciendo que un verdadero campo de exterminio serían los casos como el de los nazis. Sin mencionar, por supuesto, a los campos de exterminio de los grupos de izquierda como los que ocurrieron en los tiempos de Stalin, los de Mao-Tse-Tung o, más recientemente, en Camboya con Pot-Pot, que tuvo una cantidad importante de millones de muertos.
Lo fundamental era negar que efectivamente se pudieran clasificar los hechos de esa manera. No les preocupó mayormente si eran muchos o pocos los muertos, si hubo o no omisión de las autoridades encargadas de la seguridad pública, porque lo relevante era negar una manera de presentar lo que le restaba imagen a este gobierno.
Es interesante cómo se da el manejo de las prioridades. Algunos ejemplos: manejar como algo muy importante (que, por cierto, sí lo es), el apoyo a los ancianos, para ponerlo por encima en prioridad frente al tema de la violencia que abarca el país, que nos ataca a todos. Otros casos: el realce y la importancia que se le ha dado al aumento de los salarios mínimos, (también muy importante), considerándolo como una prioridad por encima del crecimiento de la economía del país. Pero finalmente, la mejora en los salarios mínimos es un tema de imagen mucho más fácil de vender a la clientela normal de Morena, mientras que el crecimiento de la economía del país, aunque a todos nos afecta, pobres y ricos, es algo más difícil de medir, más difícil de entender, y siempre estará sujeto a opiniones.
Vale la pena profundizar un poco en el tema de las madres buscadoras, y en el caso muy concreto, el asunto del rancho en Teuchitlán, Jalisco, donde aparecieron, al parecer, al menos 200 fallecidos e incinerados. Nos encontramos con gran cantidad de reacciones, comenzando por la señora presidenta, que quiso defender el gobierno de su antecesor, diciendo que ya basta de criticarlo. No se comentó el hecho de que la Guardia Nacional, que investigó ese rancho a finales del año pasado, no reportó nada de lo que estaba ocurriendo ahí. No encontró lo que encontraron civiles sin entrenamiento para la búsqueda de este tipo de situaciones. Tampoco se habló de la posibilidad de cuestionar al gobierno de Jalisco, cuando estos hechos ocurrieron durante el gobierno del Movimiento Ciudadano.
Por el contrario, ven a las madres buscadoras como una especie de apéndice de la oposición. Ellas se quejan de no ser atendidas y de que no reciben ni garantías ni apoyo para sus búsquedas. Tan es así, que existen asesinatos de las madres buscadoras. Hay reacciones que llegan a lo ridículo. El actual presidente del Senado, (quien ya anunció que quiere ser presidente del país), pone en duda si efectivamente hubo muertes. “Son zapatos los que se encontró”, dice el señor. “Pero eso no quiere decir que hayan sido desaparecidos”, agrega. Aparentemente, como decía algún comentarista político, este buen señor piensa que esos zapatos eran de los niños que se portaron mal y que los santos reyes se los quitaron para no entregarles sus regalitos.
Verdaderamente, es increíble que haya políticos del más alto nivel que quieran negar lo evidente. El famoso concepto de “abrazos y no balazos”, apenas está empezando a mostrar los resultados perniciosos que ha tenido para nuestro país.
Pero el fondo es mucho mayor. El gran problema de que en nuestra clase política se le da tanta importancia a la imagen. Ese es un asunto fundamental. Y mientras no tengamos eso resuelto, las prioridades no serán las que deberían de ser. Mientras consideremos que lo prioritario es la buena imagen, son los votos, es poder seguir en el gobierno, las soluciones que necesita este país no nos llegarán.
Una marca de un gran estadista es que no se guía por su imagen: se guía por las necesidades reales de su país, por un conocimiento y un deseo de decir la verdad. Un buen ejemplo de ello es Winston Churchill, que al inicio de la Segunda Guerra Mundial tuvo que enfrentarse a la situación de dirigir a un país con miedo, con grandes divisiones, y que se encontraba ante una guerra que aparentemente no tenía solución. Y en lugar de buscar tener la imagen y popularidad, hubo aquel famoso discurso donde dijo que solo podía “prometer sangre, sudor y lágrimas”. Nada menos mercadológico, nada peor para ganar popularidad. Aparentemente, estaba comunicando de una manera contraproducente. Sin embargo, ese estadista se dio cuenta de que lo importante era decirle la verdad a su pueblo, porque de ahí era donde iba a obtener el apoyo necesario.
Eso es exactamente lo que nos está haciendo falta en nuestro país. Que nuestros dirigentes, a todos los niveles y sus opositores, se rijan por la verdad y no por la imagen. Para muchos, la imagen reina en nuestra clase política. Hay que desterrar ese reinado.
Antonio Maza Pereda
miércoles, 12 de marzo de 2025
Día internacional de la Mujer
Una vez más, como todos los años, volvemos al M8, la conmemoración del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo. No sobra decir que no es una celebración, no es un motivo de felicitación. Todavía no: no hay suficientes cambios que puedan celebrarse. Es más bien una conmemoración. Como se ha dicho muchas veces en situaciones parecidas, es para que no se nos olvide, para que no tengamos fuera de nuestra conciencia el hecho de que la mitad de la humanidad no está siendo tratada de una manera correcta.
Y hay el riesgo de que sea algo que deje de ser noticioso, y como se repite año con año, deje de ser importante para algunos. Los comentarios de este evento, el pasado sábado, donde hubo manifestaciones en muchísimas ciudades, ocurrieron el domingo por la mañana, y para el lunes ya se había olvidado el tema y se estaba hablando de otros asuntos mucho menos relevantes, mucho menos trascendentales. El riesgo es que esta conmemoración se vuelva parte del paisaje, como la entrada de la primavera. “Toca el M8, habrá manifestaciones, habrá algunos inconvenientes, algunas declaraciones, y hasta la próxima. Ya ocurrió, ya cumplimos, no hay más que hacer”, es la tónica para algunos.
De fondo, lo importante es preguntarnos. ¿Verdaderamente ha habido avances? “No mucho”, dicen las mujeres, “la situación no mejora”, añaden. Puede ser que haya algo engañoso en esto. Efectivamente, tal vez lo que está ocurriendo es que hay más mujeres que se sienten en la libertad de denunciar el modo como son tratadas. Cuando antes, tal vez consideraban que ese era su papel en esta vida. Como varón, es difícil decir si, efectivamente, hay mejoras. Son ellas quienes tienen que decirnos si hay avances.
Sí, hay algunas cosas que el gobierno presume y celebra. El hecho, por ejemplo, de la paridad de género en los puestos políticos, en las posiciones de la administración pública. Que es en realidad lo que el gobierno puede hacer. Difícilmente, el gobierno puede cambiar la cultura de la población, y la Sociedad. Y no es que sea inútil. Claramente, es importante que el gobierno tome una posición clara.
La pregunta que podrían hacer algunas mujeres, es decir: “¿y en qué nos beneficia el hecho de que hay el mismo número de senadores que de senadoras?”. “Cuando finalmente los coordinadores de las distintas bancadas generalmente son hombres. Y en todo caso, se les pide a las mujeres que aprueben, como se ha dicho, sin cambiar ni una coma, lo que les presenta su partido”. Hay un poco, tal vez, de cinismo en esto, pero no es del todo equivocado.
Lo importante no es solo que haya paridad, sino también cuál es el acceso efectivo a la toma de decisiones. Porque no se trata de un asunto meramente de cantidad, que haya el mismo número de gobernadores que de gobernadoras. ¿Cuántas, verdaderamente, tienen acceso a las decisiones?
Estamos en el primer año en que gobierna al país una mujer. Y es de esperarse que el mero hecho de su presencia, que sea quien tome decisiones muy importantes, será algo que beneficie a todas. No es algo inútil, pues. El gobierno da un mensaje claro. Ahora, hay que dar la posibilidad a las mujeres para que estén listas para asumir esos puestos. No solamente porque hay un reglamento de paridad, sino por el hecho de que han sido preparadas de una manera importante, para que puedan tomar decisiones mejor o igual, por lo menos, que los hombres. Y eso es lo que realmente importa.
El gran asunto es si las mujeres verdaderamente sienten que se les discrimina menos. Aún más, si verdaderamente sienten que hay menos violencia hacia ellas. Desde la más común, como es la violencia económica, donde sus familias les asignan menor presupuesto familiar por el mero hecho de ser mujeres, pasando por el hecho de los maridos que no se hacen cargo de sus obligaciones y le cargan toda la responsabilidad económica a la mujer, hasta el otro extremo, el del feminicidio. Y estamos viviendo en esos extremos.
No es claro que verdaderamente estemos mejorando. Es difícil medir si efectivamente está ocurriendo tal avance. Y no es una cuestión meramente de encuestas de opinión, sino ver qué ocurre en la realidad. Tenemos en esto, sobre todo en el punto de vista laboral, una especie de círculo vicioso. El ideal es que a igual trabajo se dé igual remuneración. Y es bastante claro que esto no ocurre en la mayoría de las empresas.
Seguimos teniendo la idea, de que los hombres tienen necesidades mayores, porque son el sostén de las familias. Y como ya se ha dicho en alguna otra ocasión, estamos ignorando el hecho estadístico de que al menos un tercio de los hogares están siendo sostenidos por las mujeres. Eso suponiendo que los datos que tiene el censo sean correctos, porque muchas veces la esposa no quiere decir que su marido no se hace responsable de sus obligaciones, y por lo tanto no lo declara al censo.
En este círculo vicioso, no es solo la idea de que es el hombre el que sostiene la familia, sino también un hecho de que los hombres, por regla general, tienen más antigüedad en los puestos de trabajo y también mayor capacidad para la toma de decisiones. Pero hay aquí también una falacia. Si nunca se les ha dejado a las mujeres participar en la toma de decisiones, es muy difícil que tengan esa capacidad. Simplemente, no se les permitió jugar ese juego. No se les da el puesto porque no tienen las capacidades, no se les prepara, no hace un esfuerzo consciente, para que cada vez tengan mejor capacitación en ese sentido.
Y es uno de los problemas de la famosa paridad de género, que no asegura que, efectivamente, se esté dando su exposición a experiencias formativas. Simplemente, por el hecho de ser mujer se les da el acceso a un puesto. Tiempo después, empiezan a fallar por el mero hecho de que no han sido capacitadas, y se refuerza la idea de que las mujeres no son capaces para esos tipos de responsabilidades.
Por otro lado, habría que preguntarse cómo Sociedad y, sobre todo, preguntar a las mujeres: ¿verdaderamente sienten menos miedo cuando se trasladan solas, en sus momentos en los que están sin apoyo? ¿Se sienten verdaderamente más seguras en este país, cuando en general toda la población estamos sintiendo que no tenemos seguridad? ¿Y las mujeres, cómo lo sienten? Queda un largo camino por recorrer. El tema de la paz es un punto que abarca mucho, pero sobre todo las mujeres son las más afectadas por este asunto. El gobierno debe de hacer su tarea. Pero solo actuará si la Sociedad lo exige. El problema es el cambio cultural. Cambios que son difíciles, que todavía pueden tomar décadas y hasta posiblemente generaciones. Son cambios lentos, difíciles, y también muy poderosos. Y eso es lo que estamos viviendo. Un cambio lento y muy extenso. La mitad de la humanidad está buscando cómo debemos de cambiar y nos lo está exigiendo. Sabemos que no podemos seguir así. Y debemos pedirles, benditas damas, señoronas, que no quiten el dedo del renglón, porque lo necesitamos tanto o más que ustedes.
Antonio Maza Pereda
miércoles, 5 de marzo de 2025
¿Podemos confiar en los medios?
En este momento, la gran escasez, es de esperanza. Y no necesariamente porque nosotros, en lo personal, estemos desesperanzados. Básicamente, pensemos en los medios, tanto los profesionales, los oficiales, como los privados, los de las redes sociales, que nos tienen constantemente en un estado de duda, de agobio y desesperanza. Y esto es algo que nos mantiene inquietos.
Pensemos en dos noticias importantes de los últimos días. Uno es el caso de las guerras tradicionales. El otro, el de las guerras comerciales. Ambos, entre naciones. Ambos, con el potencial de dañar a agresores y agredidos. Porque, en una guerra, todos los bandos pierden.
El enfrentamiento entre Trump y su vicepresidente Vance con el señor Zelensky, presidente de Ucrania, quienes nos dieron un verdadero show que deja a la humanidad en la desesperanza. Poco importa saber quién ganó, quién perdió, quién tenía la razón, si alguien fue grosero o si ambos lo fueron, si ambos deberían de pedir disculpas o no. Simplemente, el resultado, después de haber visto un enfrentamiento de este estilo, no nos deja nada. No nos deja una posibilidad clara de que esta guerra, tan compleja, se vaya a resolver pronto.
Y por el estilo: en estos mismos días, se hace realidad la ya tan anunciada amenaza de poner aranceles a distintos países, entre otros México. Tras de un tiempo de espera, el señor Trump cumplió con sus amenazas y de poco sirvieron reuniones, ofrecimientos de acciones por Canadá y México para cumplir las peticiones del presidente de los EE. UU.
Hay varios asuntos alrededor. Por un lado, los temas mismos. Situaciones complejas, difíciles, que no se pueden manejar con simplicidad. Pero, más importante, hay una deformación constante, buscada y desarrollada de la opinión pública. Donde se escuchan informaciones, se presentan datos y se tuercen, se muestran parcialmente, solamente para darle peso a sus ideas.
El resultado de esta comunicación, es desesperanza, miedo, rencores, fanatismo, odio. Tenemos no solamente ese tipo de resultados sino, algo tal vez más importante: nos estamos acostumbrando a tener una apariencia de razonamiento. Se ha hablado mucho de la posverdad, un tema tal vez más para filósofos y especialistas en el lenguaje. Vivimos las llamadas fake news; se nos está diciendo que ya la realidad no es lo que importa, que la razón no cuenta. Es una transformación, una deformación de la percepción de la realidad. A esas visiones deformadas se les hace pasar por razones. Y lo peor, es que lo estamos creyendo. Ante esta situación, ¿podemos confiar en los medios?
¿Cuál es el objeto de esta transformación, de esta deformación? ¿Será acaso buscar la paz? ¿O será tal vez el dinero o el prestigio? Parece que una parte del objetivo es crear y obtener ventajas de tipo económico. Pero también una parte importante es que tal vez, de ambos lados, hay una búsqueda de ganar a costa de la derrota del otro. No hay en esta discusión una búsqueda del concepto de ganar-ganar. Parecen decir: “Te aplico mi poder y no puedes hacer más que aceptar mi voluntad”. Y lo hacemos frente a la prensa o en la plaza pública, donde no voy a aceptar que el otro pudiera tener, ni siquiera, un poquito de razón. Donde quiero quedar bien, porque estoy frente a quienes van a decir: ¿Quién ganó?
En ambos eventos nos encontramos con supuestos argumentos, con frases como: “no nos agradecen, no duran ustedes ni dos días sin nuestro apoyo, nos están faltando al respeto” o en el otro caso, como: “tomaron decisiones unilateralmente, no nos han tomado en cuenta, nosotros somos un pueblo soberano y ustedes no lo están considerando”. Finalmente, argumentos que son más de emotividad y no necesariamente de razón. Y que después de haberlos dicho, es muy difícil echarse atrás.
El punto es cómo avasallar al enemigo, cómo poner fin a sus anhelos. Están poniendo sus ilusiones en mentiras. Y no debemos ser así. Necesitamos poder arriesgarnos a tener esperanza y tenemos que defender nuestra esperanza con respeto, con delicadeza; sostener nuestros puntos de vista, y vivir de acuerdo con esa esperanza. Y esto es verdaderamente importante.
Si no logramos tener en la comunicación tan fundamental, en la vida diaria, de esa vivencia de la esperanza, nuestro futuro será bastante dudoso. Tenemos que acostumbrarnos a tratar de convencer porque lo vivimos, ya que nosotros lo estamos demostrando con nuestro modo de ser, que creemos en aquello que estamos tratando de usar como argumento.
Tenemos problemas, casi siempre, por convertir el análisis en un asunto de política. La comunicación tiene un fondo político por el mero hecho de que trata de lo público, y también al revés: todas las cosas públicas terminan teniendo una faceta de comunicación. El propósito de una buena comunicación es poder construir una comunidad. Pero una comunidad no se construye de la manera como lo estamos presenciando. No se construye sin armonía, no se construye venciendo y derrotando a los demás.
Se trata de aceptar que puede haber diferentes puntos de vista y que, muchas veces, esos aspectos son valiosos. No se trata solamente de tener un buen método para vencer, que es lo que estamos manejando en este momento: hay que tratar de construir la paz tanto en los extremos tan dolorosos como puedan ser la situación en el Medio Oriente o en Ucrania, como la paz en nuestros hogares, en nuestras familias, en el trabajo diario, en la Sociedad. Y, por difícil que parezca, también en la política.
Es importante construir garantías, de manera que pueda haber confianza. Mientras no tengamos confianza los unos en los otros, la paz es imposible. No se trata de lograr la paz para el vencedor y, desgraciadamente, lo que estamos viviendo en este momento es que algunos quieren tener paz, a costa de que otros pierdan.
Antonio Maza Pereda
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